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Chapter 9 - Episodio 8: Un entrenamiento muy accesible.

Victor, de vuelta en el planeta Tierra, se dedicaba a cuidar de su familia con esmero. La niña adoptiva, Gaby, se había convertido en el centro de su atención. Desde que llegó a sus vidas, Victor se esforzaba por brindarle todo el amor y la protección que merecía. Cada día se levantaba temprano para asegurarse de que todo estuviera en orden, preparando el desayuno para su hijo José y su hija Gaby, mientras sus esposas disfrutaban de unos momentos de descanso.

Las noches eran un poco más difíciles para Victor. Las pesadillas persistían, y aunque intentaba no dejar que le afectaran, a veces era difícil. Sin embargo, cuando miraba a su familia, especialmente a Gaby durmiendo tranquila en su cuna, sentía una renovada determinación. Sabía que tenía que ser fuerte por ellos, a pesar de las sombras del pasado que seguían acechándolo.

Con el tiempo, Gaby comenzó a sonreírle y a balbucear sus primeras palabras, lo que llenaba de alegría el corazón de Victor. Cada risa y gesto de la pequeña era un recordatorio de que estaba haciendo lo correcto, que su amor y esfuerzo estaban dando frutos. Sus esposas también notaban el cambio en él, la forma en que se comprometía cada vez más con la familia, tratando de dejar atrás los fantasmas del pasado.

En esos momentos tranquilos, mientras cuidaba de su familia, Victor encontraba una paz que antes parecía imposible, pero, ahora que lo ve con detenimiento sabe que todo vale la pena.

En esos momentos de paz, Victor se encontraba en el salón de su casa, sosteniendo a Gaby en sus brazos. La pequeña, con sus ojos brillantes y su sonrisa inocente, lograba que Victor olvidara por un instante las batallas y los enfrentamientos del pasado. Mientras la mecía suavemente, observaba sus dos armas, cuidadosamente guardadas en un rincón de la casa. Aquellas armas, que tanto habían visto de dolor y destrucción, ahora descansaban en silencio, casi olvidadas en la vida tranquila que Victor intentaba construir.

Sus esposas, que observaban la escena desde la cocina, intercambiaban sonrisas y miradas de complicidad. José, su hijo, jugaba cerca, feliz de tener a su familia unida y en paz.

Victor, con Gaby en sus brazos, sintió una oleada de gratitud y amor. Sus días de lucha parecían tan lejanos en esos momentos. Se prometió a sí mismo proteger a su familia a toda costa y hacer todo lo posible para brindarles una vida llena de felicidad y seguridad.

Mientras Gaby comenzaba a quedarse dormida, Victor miró a su alrededor, tomando en cada detalle de la escena hogareña. En ese rincón de la casa, entre las risas y los juegos, encontró una razón para seguir adelante y dejar atrás las sombras de su pasado.

Victor se levantó con cuidado, sosteniendo a Gaby con ternura. Caminó hacia la cuna, sus pasos ligeros para no despertar a la pequeña que ya estaba medio dormida. Al llegar a la cuna, la colocó suavemente entre las mantas, asegurándose de que estuviera cómoda y segura.

Observó a Gaby durante unos segundos, viendo cómo su respiración se volvía más profunda y rítmica mientras se sumergía en un sueño tranquilo. Con una sonrisa, se inclinó y le dio un beso en la frente antes de apartarse lentamente.

Volviendo a la sala, Victor se sintió más en paz. Sus dos esposas lo recibieron con sonrisas, y José, que había estado observando la escena, corrió hacia él para abrazarlo.

-Papá, ¿puedo jugar con Gaby mañana? -preguntó José con entusiasmo.

-Claro que sí, hijo -respondió Victor, acariciando la cabeza de José-. Mañana pueden jugar juntos.

La familia se reunió en la sala, disfrutando de una tarde tranquila, rodeados de amor y de la esperanza de días mejores. Victor, aunque aún cargaba con el peso de su pasado, encontró fuerza en esos momentos de paz, decidido a proteger y cuidar a su familia con todo lo que tenía.

Victor sentía que esta nueva etapa de su vida era un entrenamiento, pero no uno de combate o supervivencia como estaba acostumbrado. Este era un entrenamiento de cómo ser un buen padre a su manera. Cada día era una lección, cada momento una oportunidad para aprender y mejorar.

A medida que pasaban las semanas, Victor se dio cuenta de que cuidar de Gaby, José y su familia requería una fortaleza diferente a la que había conocido en sus batallas. Necesitaba paciencia, comprensión y un amor incondicional que superara cualquier obstáculo.

Ver a Gaby sonreír cuando la acunaba en sus brazos, o escuchar las risas de José mientras jugaba con sus amigos, le daba una satisfacción que ninguna victoria en combate podía igualar. Sus esposas, siempre a su lado, le brindaban apoyo y amor, ayudándolo a entender que ser fuerte también significaba ser vulnerable y abierto a los demás.

Victor aprovechó cada oportunidad para enseñar a sus hijos sobre la importancia del respeto, la honestidad y la valentía, no solo en las batallas, sino en la vida diaria. Quería que Gaby y José crecieran sabiendo que la verdadera fuerza venía del corazón y que, a pesar de los desafíos que enfrentaran, siempre tendrían a su familia para apoyarlos.

Mientras el sol se ponía y la casa se llenaba de tranquilidad, Victor se sintió agradecido por este entrenamiento inesperado. A pesar de sus miedos y dudas, estaba decidido a ser el mejor padre posible, aprendiendo y creciendo junto a su familia.

Victor, con una sonrisa juguetona, se acercó a sus esposas y les dio un beso a cada una, un toque pícaro en sus labios. Luego, con sinceridad en su voz, dijo:

"Las quiero mucho, amores de mi corazón."

Sus esposas sonrieron y correspondieron con cariño, agradecidas por el amor y la dedicación que Victor les mostraba a diario. En ese momento, a pesar de todas las batallas y desafíos que había enfrentado, Victor se sintió en paz, rodeado por el amor de su familia.

Victor salió de la casa y respiró hondo, sintiendo el aire fresco de la noche. Se tomó un momento para mirar las estrellas y reflexionar sobre todo lo que había pasado. A pesar de los desafíos y las sombras de su pasado, había encontrado un lugar de paz y amor con su familia. Este breve respiro le dio la fuerza necesaria para seguir adelante, sabiendo que tenía algo verdaderamente valioso que proteger.

Después de un rato contemplando el cielo nocturno, Victor regresó a la casa. Con cuidado, llevó a su hijo a la cama, asegurándose de que estuviera bien arropado. Luego, apagó las luces de la casa, dejándola en la penumbra tranquila de la noche. Se deslizó en la cama junto a sus esposas, encontrando consuelo en su presencia. Cerró los ojos, dispuesto a dejar atrás las preocupaciones del día y a descansar en el cálido abrazo de su familia.

Fin.