◊ Corina Páez ◊
Cuando desperté al día siguiente, seguí pensando en lo increíblemente hermosa y joven que me resultó la señora Alonso. También comprendí la razón por la cual Manuel era tan atractivo, pues era una versión masculina de su madre, salvo por las diferencias en el color del cabello y algunos detalles en sus rostros.
De hecho, hubiese pensado que era su hermana de no haber sido por lo que me contó Alexa de su encuentro en el parque de diversiones.
Supongo que por eso Manuel nunca se abrumó conmigo y mis amigas, ni mucho menos con Estela, que también era hermosa y con quien compartía tiempo de vez en cuando.
Incluso, pude entender por qué se fijó en Alexa, quien, entre nosotras, tenía una belleza que iba más allá de la apariencia física; supuse que lo que le resultaba atractivo no era el físico, sino la personalidad y los valores de una chica.
«Ahora que recuerdo, esos dos ya se besaron», pensé conforme miraba el techo y batallaba contra la flojera que me impedía levantarme.
Al cabo de diez minutos, finalmente me levanté para tomar una ducha y alistarme, aunque antes me asomé por la ventana para mirar hacia el patio frontal de la casa, donde Gregorio se encontraba haciendo revisiones al carro que papá le encargó.
Era una escena común, aunque de pronto, me asombró ver cómo mi hermana se le acercaba para decirle algo.
Esto me sorprendió al principio, pues Carolina seguía sumida en su papel de niña mimada con la que intentaba demostrar que no estaba de acuerdo con que Gregorio fuese nuestro transportista.
Fue extraño por parte de mi hermana comportarse así, ya que por lo general, solía mantener un comportamiento maduro.
Treinta minutos después, bajé al comedor para despedirme de mis padres, avisándoles que ya me iba al colegio.
Ambos me desearon un buen día y me pidieron que saludase a Manuel de su parte, lo cual prometí comunicar.
Al salir de casa y encontrarme con Gregorio, que, a diferencia de su primer día de trabajo, derrochaba una energía envidiable al saludarme e incluso me llamó Cori Cori, me pidió que esperase un momento por mi hermana.
«¿Carolina se está tardando?» Me pregunté confundida, ya que mi hermana era puntual.
Entonces, Gregorio comentó que temprano, Carolina había salido a decirle que no estaba a gusto con la decisión de papá por contratarlo, aunque según él, dedujo que ella mentía.
—¿Estaba mintiendo? —pregunté confundida.
—Así es, su hermana simplemente quiere llamar la atención —respondió Gregorio.
—¿No es eso algo inmaduro? —inquirí con un dejo de vergüenza.
—Supongo, pero tal vez solo quiera que su padre le permita conducir su propio auto —respondió.
Con esa respuesta, me confundí, pues pensé que Gregorio era consciente de la repentina atracción que mi hermana sintió por él.
Gregorio pensó que Carolina quería, aprovechando su mayoría de edad, tener su propio auto. Sin embargo, eso era simplemente imposible, ya que mi hermana no sabía conducir.
—¿Seguro que es por eso que quiere llamar la atención? —pregunté.
—Eso fue lo que me dijo hace rato. Me sorprendió cuando vino a saludarme tan temprano, aunque después alegó que no estaba conforme con que su padre me contratase y que se tardaría a propósito a modo de revelación —respondió Gregorio.
«No esperé que fueses tan infantil, hermana», pensé con un dejo de vergüenza.
—Me temo que tendré que ir por ella —dije, aunque antes de entrar a la casa, recibí un mensaje de Carolina a través de WhatsApp.
Carolina: Que ni se te ocurra venir.
Corina: ¿Cómo sabes que voy por ti?
Carolina: Te estoy viendo desde mi habitación.
Eché un vistazo hacia la ventana de la habitación y, efectivamente, estaba ella mirando en nuestra dirección.
Corina: Creo que estás siendo demasiado infantil, Carolina. Baja ya, que no quiero llegar tarde.
Carolina: Dame algo de tiempo para calmarme, por favor.
Corina: Tonta, ¿tan nerviosa te pone Gregorio?
Carolina: Sí, me pone muy nerviosa, o es que acaso no eres consciente de lo lindo que es.
Ciertamente, Gregorio era un chico atractivo.
Su apariencia elegante y su forma de ser le daban un aire de madurez y simpatía que nos hacía sentir cómodas.
Corina: ¡Baja ya! Que no quiero llegar tarde.
Carolina: Está bien, ahí voy.
Al cabo de cinco minutos, Carolina bajó y se encontró con nosotros, aunque a diferencia de lo que usualmente vestía, nos sorprendió con un estilo bastante elegante que la hizo lucir como mamá.
Mi hermana estaba bellísima y se había esforzado un poco más de lo normal con su maquillaje, pero eso no me distrajo lo suficiente como el motivo por el cual se esmeró en resaltar su belleza de tal manera.
—¡Vaya! —exclamó Gregorio con notable impresión—. Señorita Carolina, sí que está hermosa en esta mañana… Casi me deja sin palabras.
El rostro de Carolina se enrojeció totalmente, mientras que Gregorio se limitó a sonreír sin quitarle la mirada.
—Gracias —musitó mi hermana.
—No, señorita, gracias a usted por permitirme admirarla. Realmente está muy hermosa —respondió Gregorio con amabilidad.
Admito que me asombró la firmeza con la que halagó a mi hermana, y aunque Carolina no se percató de ello debido a su vergüenza, yo sí noté que, a pesar de su fingida serenidad, las orejas de Gregorio estaban enrojecidas.
«Espero que algo bonito se desarrolle a partir de ahora», pensé.
♦♦♦
Después de dejar a Carolina en la universidad, Gregorio y yo finalmente pudimos romper el silencio incómodo que se generó con la presencia de mi hermana.
Era evidente que ambos eran conscientes de lo que empezaron a sentir a primera vista, aunque, dada mi propia experiencia con Manuel, no quise asumir que era amor.
Lo primero que hizo Gregorio al romper el silencio fue preguntarme por cómo era Manuel en el colegio, a lo cual respondí diciendo que era un chico solitario y estudioso al que le encantaba leer.
—Creo que es una descripción que va con él —dijo Gregorio, riendo con sutileza.
—Sí, aunque últimamente se ha mostrado abierto a relacionarse con nuestros compañeros de clases… Creo que es por influencia de Alexa —dije.
—¿Alexa? ¿Quién es ella? —preguntó.
—Es una de mis mejores amigas —respondí—, y también la novia de Manuel.
—¿¡Manuel tiene novia!? —preguntó Gregorio con notable impresión—. Bueno, no me extraña, es un chico bastante apuesto… Pero no puedo tolerarlo… ¡No! Mi Manu ya tiene novia.
La dramatización de Gregorio me hizo reír por unos segundos. Incluso me tomé el atrevimiento de grabarlo para enviarle el video a mi hermana.
Mi hermana respondió con un sticker de un gatito riendo; me alegró que le causase gracia la actuación de un Gregorio que no parecía sentir vergüenza de que lo grabase.
—¿Tanto te entristece? —le pregunté a Gregorio con voz socarrona.
—¡Claro que sí! Manuel es…, bueno, era mío, y se lo haré saber a su noviecita —respondió Gregorio con fingida indignación.
—Eres muy gracioso, Gregorio —dije.
—Aprecio que lo menciones… Siempre me esfuerzo por alegrar el día de quienes me rodean —respondió él.
Minutos después, llegamos al colegio y, por pura coincidencia, nos encontramos a Manuel, quien justo estaba siendo alcanzado por Alexa tras bajar del taxi en el que llegó.
—¿Esa es la novia de Manuel? —preguntó Gregorio.
—Así es —respondí, antes de bajar del auto.
De repente, tal como intuí, Gregorio bajó del auto y corrió en dirección de Manuel, a quien sorprendió con un efusivo abrazo hasta que empezó a reír al comprender que era su amigo.
Alexa se mostró confundida, así que me le acerqué para saludarla e intentar explicarle la relación de esos dos, pero antes de hacerlo, Manuel se anticipó al saludarlo.
—Buenos días, Gregorio… ¿Cómo estás?
—Excelentemente, gracias —respondió Gregorio con alegría.
—Oye, ya que estás aquí, permite que te presente a mi novia —contestó Manuel con un dejo de orgullo.
Manuel le tendió la mano a Alexa, y ella, ruborizada, correspondió tomándolo y acercándose a él.
—Ella es Alexa, empezamos a salir recientemente —dijo Manuel al presentarla.
Alexa y Gregorio procedieron con el típico protocolo social que implica que dos personas se conozcan por un conocido en común, y luego se centraron en mí.
Apenas pude sonreír y unirme a la conversación, aunque poco duró, ya que mi peculiar transportista se tuvo que ir para continuar con su jornada laboral.
Entonces, quien se nos acercó de repente con notable timidez, a pesar de la manera amistosa en que lo saludamos, fue Misael.
Misael apenas respondió a nuestro saludo, pues se centró en revisar su morral para sacar un sobre que torpemente me entregó.
—¿Esa carta es para mí? —pregunté un poco sorprendida.
Apenas se limitó a asentir para luego irse y dejarnos confundidos, aunque Manuel intentó explicar su comportamiento.
—Supongo que está buscando una manera de comunicarse contigo sin titubear tanto —alegó Manuel.
—Es muy considerado de su parte —continuó Alexa.
—Bueno, supongo que está bien que me escriba cartas, pero también podría pedirme mi número de contacto… Chatear es otra opción para hablar conmigo —dije.
—Tienes razón, pero también debes comprenderlo. Tal vez él piense que hay algo de romanticismo en escribirte cartas. A fin de cuentas, le gustas a Misael —comentó Manuel.
Ante tales palabras, no pude evitar persuadir la ola de calor que invadió mis mejillas, aunque rápido recuperé la compostura.
—Siempre tan perspicaz —dijo Alexa con un tierno tono de voz.
Manuel le dedicó una sonrisa amable y rodeó sus hombros con un abrazo que acortó considerablemente su distancia.
—Oigan, se nota que no les avergüenza ocultar su relación —dije con voz socarrona.
Alexa y Manuel asintieron con orgullo, aunque de igual manera decidieron cambiar el tema de conversación hasta que llegamos al salón de clases, donde nos encontramos con Anabel y Sofía.
Manuel, como de costumbre, se fue a su puesto y Alexa se distrajo con mis amigas por convertirse en el centro de atención. Mientras que yo me centré en la carta que me entregó Misael.
Quizás te parezca anticuado que escriba una carta, pero no tengo otra forma de comunicarme contigo, ya que no cuento con un celular ni redes sociales.
Bueno, en general soy anticuado, porque fácilmente podría crearme unos perfiles en Facebook o Instagram, pero no entiendo mucho esas cosas.
Así que, centrándome en lo que quiero decir, empiezo con una disculpa, ya que debería decirte esto como cualquier otro chico te lo diría, pero recordando nuestra cita y lo idiota que fui por mi incapacidad de hablarte con normalidad, me invade la vergüenza.
Además, cada vez que te veo, mi corazón se acelera y el calor en mi rostro no me permite esconder el rubor natural que sé que experimento.
Supongo que con facilidad intuirás lo mucho que me gustas, y, ¿cómo no? Cuando, más allá de lo hermosa que eres, demuestras ser una chica encantadora y amable, aunque halagos similares ya los expresé en mi primera carta.
En fin, si no es molestia, ¿te importa que nos comuniquemos de esta manera?
Aprovechando que Misael estaba pendiente de mí conforme leía su carta, lo miré y asentí en señal de aceptar su solicitud.
Debo decir que me pareció algo divertido, además de que Manuel tenía razón.
Había algo de romanticismo en la escritura de cartas, sobre todo en la idea de compartirlas con Misael, quien escribiendo era alguien elocuente y encantador.
Así que arranqué un pedazo de papel de mi libreta y empecé a escribir mi respuesta.
Hecho.
Espero que esta forma de comunicarnos me permita conocerte mejor; me resulta interesante que seas el único chico que se me declare sin resaltar solamente mi aspecto físico.
Además, me gustaría ayudarte a superar tu problema para comunicarte con los demás.
Pienso que eres un chico con bastante potencial al que le hace falta desarrollar sus habilidades de comunicación.
Sobre el hecho de gustarte, no sé cómo responder a eso todavía, pero no quiero que te ilusiones con ello. Primero, conozcámonos bien y luego veamos cómo nos compensa o decepciona el tiempo; perdona que sea tan realista.
Dicho esto, la condición que te impongo para intercambiar cartas es que me las entregues personalmente, sin importar dónde o con quién estemos.
Me levanté con mi carta y me le acerqué a Misael, quien se ruborizó cuando recibió mi escueta respuesta, aunque de pronto, me miró fijo a los ojos, haciendo que mi corazón se acelerase por la intensidad azul de su mirada.
♦♦♦
Tan pronto finalizó la primera clase, justo antes de salir con mis amigas para ir a desayunar, Misael se me acercó para entregarme algunos documentos.
Fue una manera indirecta de entregarme la respuesta que escribió en un pedazo de papel.
Él parecía emocionado, como si le entusiasmase el encontrar un medio de comunicación conmigo, así que no pude evitar sonreír con esos gestos que me resultaron encantadores.
No me apartes del montón, también me dejé llevar por tu apariencia, mea culpa por mi debilidad. Pero es uno de mis anhelos ir más allá de ello y conocerte por quien eres.
Me da gusto que quieras ayudarme con mi dificultad para socializar, ya que honestamente deseo poder ser como el resto de los chicos. Eres la primera persona que dice que tengo potencial; eso me halaga mucho.
Reiterando que me gustas, no tienes que obligarte a responderme; no estoy ilusionado, yo sé qué es lo que siento por ti y no me sentiré mal si al final de esto me enfrento al rechazo.
Lo que pretendo es demostrarte que a mis ojos eres alguien especial y única; en resumen, mi primer amor.
P.D. Cumplí con tu exigencia.
Cuando terminé de leer su respuesta, no pude evitar sonreír por una parte específica que me atrapó, pues que me catalogase como su primer amor fue realmente conmovedor.
Sin embargo, no tenía idea de cómo corresponder a esos sentimientos, pues venía de experimentar un golpe de realidad respecto a ese tema en particular.
Desde que Manuel me salvó de Álvaro y sus amigos, y me tomé el tiempo de conocerlo un poquito, creí que él era mi primer amor, pero su verdad distaba completamente de la mía y cuando me la explicó, finalmente comprendí que tenía razón.
Entonces, me sentaba mal que el caso de Misael respecto a mí fuese parecido.
No quería que un chico tan dulce como él saliese lastimado emocionalmente por mi culpa, así que tomé la decisión de hablar con mis amigas sobre ello.
Minutos después, fuimos al café que usualmente frecuentamos y donde venden una deliciosa variedad de desayunos y batidos de frutas.
Alexa, para nuestro asombro, decidió acompañarnos con la excusa de sincerarse respecto a su relación con Manuel, así que dejé que fuese el centro de atención mientras escribía mi respuesta para Misael.
Te entiendo, supongo que es una desventaja ser bonita, aunque a fin de cuentas la belleza es pasajera; por eso valoro que quieras conocerme más allá de mi apariencia física.
Es un alivio saber que estás dispuesto a superar tu deficiencia para socializar, y que me dejes ayudarte, me complace mucho. Ojalá eso te permita demostrarle a la gente lo agradable que eres.
Por otra parte, me quitas un peso de encima al decirme que no estoy obligada a corresponderte, aunque me tomaste desprevenida con decir que soy tu primer amor. ¿Cómo se supone que responda a eso?
P.D. Me divierte este medio de comunicación.
Por estar centrada en la escritura de mi carta, poco escuché de lo que les contó Alexa a Sofía y Anabel. Así que me metí en la conversación justo cuando terminaba de revelar la forma en que se empezaron a encontrar a escondidas.
—Jamás imaginé que fueses tan osada, Alexa —dijo Sofía.
—Yo tampoco, pero Anabel me hizo enojar cuando me llamó cobarde —contestó Alexa con un dejo de vergüenza.
—Entonces, dame las gracias por hacerte enojar y motivarte —continuó Anabel.
—Sí, gracias —musitó Alexa con un dejo de vergüenza.
—¿Para quién es esa carta? —me preguntó Sofía.
—Es para Misael —respondí.
—¿Misael? —inquirió Sofía con repentino interés.
—Misael está enamorado de Corina —intervino Alexa.
—Bueno, muchos chicos están enamorados de Corina, pero mi inquietud es, ¿por qué le estás escribiendo una carta? —inquirió Anabel.
—Creo que Misael es un buen chico —respondí a duras penas, pues no tenía algún argumento contundente que me permitiese resaltar mejores cosas de él.
—Bueno, también es el tercero mejor de la clase y corre el rumor de que es muy bueno en artes marciales. Si no fuese por su condición de asocial, Misael sería muy popular —alegó Sofía.
—Precisamente porque le cuesta socializar, es que me comunico con él mediante cartas. Así podré conocerlo mejor y comprender la razón de su deficiencia para comunicarse con los demás —dije.
—¿Pretendes ayudarlo a superar su problema? —me preguntó Sofía.
—Eso me gustaría —respondí.
No sé qué fue lo que hice o cómo me expresé, pero de repente, mis amigas me miraron con asombro y luego esbozaron sonrisas comprensivas.
—Es increíble —dijo Anabel—. Alexa tiene novio y Corina va por el mismo camino con Misael… Me pregunto cuándo será nuestro turno.
—No creo que Misael tenga tanta suerte, a menos que Corina tome la iniciativa —alegó Sofía.
—Cierto, y a todas estas, Alexa, ¿hasta dónde has llegado con Manuel? —le preguntó Anabel a Alexa.
Alexa, quien justo daba un sorbo a su jugo de naranja, se ahogó por instantes y dejó en evidencia su vergüenza.
Yo, por mi parte, que sentí un repentino calor en mis mejillas al recordar su beso con Manuel, me hice la desentendida.
—¿Qué cosas preguntas? —replicó Alexa con el rostro ruborizado.
No me caracterizo por echarle leña al fuego, pero como sabía de su primer beso, hice la pregunta que la comprometió.
—¿Ya se besaron? —pregunté.
Fue la primera vez que Alexa me vio con el ceño fruncido, pero lucía tan tierna que no pude evitar sonreír.
Alexa no respondió a mi pregunta, pero el rubor natural de sus mejillas y su silencio afirmaron la realidad que solo Misael y yo conocíamos.
—¿En serio se besaron? ¿Tan rápido? —preguntó Sofía.
Alexa apenas asintió; seguía avergonzada.
—¡Vaya! ¿Quién lo diría? —dijo Anabel con voz socarrona.
—¿Quién tomó la iniciativa? —pregunté con fingido asombro.
Sofía y Anabel me miraron de repente, asombradas por mi fingida curiosidad.
—Fue algo que surgió, no tengo palabras para describirlo —musitó Alexa—. Pero supongo que fue Manuel quien tuvo la iniciativa.
Anabel y Sofía se emocionaron y convirtieron a Alexa en su centro de atención, mientras que yo opté por fingir la misma emoción y hacer preguntas relacionadas con los sentimientos románticos.
Alexa no se sintió cómoda al principio, pero conforme empezó a hablar de todo lo que sentía respecto a Manuel y lo feliz que le hacía ser su novia, me hice una idea de lo que era estar realmente enamorada.