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12 Palomas Blancas

Bakugo_Katsuki_6979
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Synopsis

Chapter 1 - El encuentro en la Torre Eiffel

El sol brillaba intensamente sobre París, iluminando cada rincón de la ciudad del amor. Era un día perfecto para los turistas, con un cielo despejado y una brisa suave que acariciaba las mejillas. En la cima de la Torre Eiffel, los visitantes se agolpaban, todos ansiosos por capturar la vista panorámica que se extendía ante ellos como un lienzo pintado con los colores más vibrantes. Entre la multitud, un joven llamado Leo se encontraba perdido en sus pensamientos. Era su primera vez en París y, aunque había soñado con este viaje durante años, se sentía abrumado por la inmensidad de la ciudad. Miraba a su alrededor, observando las risas y sonrisas de las parejas que compartían ese momento mágico. Sin embargo, él no tenía a nadie con quien compartirlo. Mientras contemplaba el horizonte, notó algo inusual. Un grupo de palomas blancas había hecho su hogar en uno de los barrotes de seguridad que rodeaban el mirador. Eran doce en total, y Leo no pudo evitar sonreír al ver cómo picoteaban el suelo en busca de migajas. Parecía un símbolo perfecto: doce palomas blancas representando la paz y la esperanza. Fue entonces cuando escuchó una risa melodiosa que lo sacó de su ensueño. Se giró y vio a un chico de cabello oscuro y ojos brillantes que se reía mientras intentaba tomar una fotografía de las palomas. Su entusiasmo era contagioso y Leo sintió una chispa de curiosidad. -¡Mira! -exclamó el chico, señalando hacia las palomas-. ¡Son tan adorables! ¿No crees? Leo asintió, incapaz de apartar la mirada del extraño que parecía irradiar una energía vibrante. Se acercó un poco más. -Sí, son bonitas -respondió Leo, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido. El chico se volvió hacia él y sonrió ampliamente, como si acabara de encontrar a alguien que compartiera su fascinación por las pequeñas cosas del mundo. -Soy Alex -dijo extendiendo su mano-. ¿Y tú? -Leo -respondió mientras estrechaba la mano extendida-. Encantado. La conversación fluyó con facilidad entre ellos mientras compartían historias sobre sus viajes y lo que los había llevado a París. Alex hablaba con pasión sobre cada lugar que había visitado y cada experiencia vivida, mientras Leo escuchaba fascinado por su energía contagiosa. -¿Tienes algún plan para hoy? -preguntó Alex al ver que Leo parecía disfrutar su compañía. -No realmente -admitió Leo-. Solo quería ver la Torre Eiffel y perderme un poco por la ciudad. Alex sonrió cómplice. -Entonces deberías acompañarme a explorar un poco más. Hay tantos lugares hermosos por descubrir aquí. Sin pensarlo dos veces, Leo aceptó. La idea de pasar más tiempo con Alex le emocionaba más de lo que esperaba. Juntos bajaron por las escaleras de la torre, riendo y disfrutando del momento. Mientras caminaban por las calles empedradas de París, Alex llevó a Leo a un pequeño café escondido entre los edificios antiguos. Allí pidieron croissants recién horneados y café caliente. La conversación nunca se detuvo; hablaban sobre sus sueños, sus miedos y todo lo que les apasionaba en la vida. Leo no podía creer lo fácil que era hablar con Alex. Era como si se conocieran desde siempre; cada palabra fluía naturalmente entre ellos. Y aunque estaban rodeados por el bullicio parisino, todo parecía desvanecerse cuando estaban juntos. Después del café, Alex sugirió visitar el Jardín de Luxemburgo. Mientras paseaban entre los árboles frondosos y las flores coloridas, Leo notó cómo Alex se detenía ocasionalmente para admirar algo pequeño: una mariposa danzando en el aire o un niño jugando con una pelota. Esa atención al detalle hacía que Leo se sintiera especial; era como si Alex viera belleza incluso en los momentos más simples. Al llegar a un rincón tranquilo del jardín, se sentaron en un banco bajo la sombra de un árbol grande. El aire estaba impregnado del aroma dulce de las flores y el sonido distante del agua fluyendo en una fuente cercana creaba una atmósfera mágica. -¿Sabes? -dijo Alex mientras miraba hacia el cielo-. Siempre he creído que hay algo especial en París. Es como si esta ciudad tuviera una energía única que conecta a las personas. Leo lo miró a los ojos; había algo profundo en esas palabras que resonaba dentro de él. -Estoy empezando a creerlo -respondió sinceramente-. Nunca pensé que conocer a alguien aquí podría ser tan significativo. Alex sonrió suavemente; sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y algo más profundo que Leo no podía descifrar aún. En ese momento, un grupo de palomas pasó volando sobre ellos, aterrizando cerca del banco donde estaban sentados. Sin pensarlo dos veces, Alex se inclinó hacia adelante para sacar algunas migajas de su bolso y comenzó a alimentarlas. Leo observó cómo las palomas se acercaban cautelosamente antes de comenzar a picotear las migajas esparcidas sobre el suelo. La imagen era tan sencilla y pura que hizo sonreír a Leo nuevamente. -¿Sabías que hay una leyenda sobre estas palomas? -preguntó Alex mientras miraba cómo los pájaros disfrutaban del festín improvisado-. Se dice que si haces un deseo al verlas volar, tu sueño puede hacerse realidad. Leo lo miró intrigado; nunca había oído esa leyenda antes. -¿Y qué deseas tú? -preguntó curiosamente. Alex se quedó en silencio durante unos momentos antes de responder: -Deseo encontrar algo real... algo verdadero en este mundo lleno de superficialidad. Las palabras resonaron profundamente dentro de Leo; sentía la misma lucha interna por encontrar autenticidad en medio del ruido constante de la vida moderna. Sin pensarlo dos veces, Leo decidió compartir también su deseo: -Yo deseo... encontrar a alguien con quien compartir mis momentos más especiales -susurró, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente al pronunciar esas palabras tan sinceras frente a Alex. Alex lo miró fijamente por unos segundos; sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y conexión instantánea antes de romper el silencio con una risa suave: -Entonces tal vez deberíamos hacer nuestros deseos juntos... ¿Qué tal si prometemos encontrarnos aquí otra vez? El corazón de Leo dio un vuelco ante esa propuesta inesperada pero encantadora: -Me encantaría -respondió sin dudarlo-. ¿Cuándo? Alex pensó por un momento antes de decir: -¿Qué te parece mañana? Podemos hacer esto parte de nuestra historia aquí en París... como si fuéramos parte del cuento mismo. Ambos rieron ante la idea romántica y casi irrealista pero sabían que había algo genuino entre ellos; algo digno de contar como parte del relato mágico donde sus caminos se cruzaron en esta ciudad encantadora. Esa noche, mientras regresaban al hotel después de explorar varios rincones parisinos llenos de risas y complicidad, Leo no podía dejar de pensar en Alex; había dejado una huella profunda en su corazón desde aquel primer instante en la cima de la Torre Eiffel hasta ese momento bajo el jardín lleno de flores vibrantes. Cuando finalmente llegaron al hotel donde ambos se alojaban (sin saberlo), intercambiaron números telefónicos antes despedirse con promesas llenas del eco del deseo compartido: volverían al jardín al día siguiente para seguir construyendo esa conexión especial nacida entre risas y palomas blancas volando alto sobre sus cabezas como testigos silenciosos del inicio de su historia juntos... Con cada paso hacia atrás hacia su habitación esa noche después del encuentro mágico bajo el cielo estrellado parisino; ambos sentían que habían encontrado no solo compañía sino también esperanza... esperanza para construir algo real e inolvidable entre ellos como dos almas perdidas finalmente encontradas...