Helen Shaw se encontraba en su pequeño departamento de Washington D.C., una taza de café frío al lado de su laptop mientras leía, una y otra vez, las transcripciones filtradas de la cumbre diplomática que había tenido lugar ese mismo día. Afuera, el tráfico seguía fluyendo, indiferente a las tensiones que se cocían en las salas de conferencia más poderosas del mundo. En su escritorio, una pila de documentos acumulaba polvo, pero Helen apenas les prestaba atención. Lo que había leído sobre la cumbre le parecía aterrador.
"Esto no es bueno", murmuró mientras repasaba el texto. No había acuerdo, no había tregua. Lo que todos esperaban, una desescalada de la tensión militar entre las principales potencias del mundo, no había ocurrido. Helen revisó sus notas con la esperanza de encontrar algún detalle, una frase, algún gesto que le permitiera suavizar la situación en su próximo artículo, pero lo único que había eran amenazas veladas y promesas de más militarización.
Justo entonces, el teléfono vibró. Era John Matthews, un colega de la redacción, también reportero especializado en asuntos internacionales.
—Helen, dime que exagero —dijo John, con una voz grave al otro lado de la línea—. Dime que lo que estoy viendo aquí no es tan malo como parece.
Helen suspiró, tomando su taza de café frío. Lo necesitaba caliente, pero ahora eso parecía un lujo.
—Ojalá pudiera —respondió ella, su voz cargada de cansancio—. La cumbre ha sido un desastre. No hubo acuerdos. Ni siquiera una promesa de mantener el diálogo abierto. Es como si todos estuvieran en modo de espera, esperando a ver quién será el primero en hacer un movimiento.
—Los portales…—murmuró John—. ¿No dijeron nada de ellos?
—Prácticamente nada. Apenas los mencionaron, como si fueran un fenómeno pasajero. Pero tú y yo sabemos que no lo son. Los científicos están asustados, y con razón. Si esto sigue así, esos agujeros en el cielo van a ser el menor de nuestros problemas. Pero, por supuesto, los gobiernos no pueden ver más allá de sus armas nucleares y de sus ejercicios militares.
John dejó escapar un suspiro. Desde que los primeros portales comenzaron a aparecer, la comunidad científica y los medios de comunicación más curiosos no habían parado de investigar. Sin embargo, la atención de los líderes mundiales se encontraba en otro lugar. Las potencias se preparaban para lo que parecía ser una inevitable confrontación bélica. Para Helen, esa desconexión resultaba frustrante.
—Es una locura —continuó Helen—. Mientras ellos mueven sus tropas y juegan a la guerra, estamos ignorando lo que podría ser el mayor cambio en la historia de la humanidad. No hay forma de que estos portales sean algo natural. Todo apunta a que hay algo más grande, algo que no podemos ver todavía. Y lo estamos ignorando.
Al otro lado de la línea, John no respondió de inmediato. Él también había escuchado rumores sobre los portales. Científicos desconcertados, gobiernos realizando investigaciones encubiertas. Las potencias mundiales parecían estar distraídas por la amenaza más familiar: la guerra.
—Helen —dijo al fin John—, he estado revisando algunos documentos confidenciales que alguien me pasó. Los rusos tienen uno de estos portales en Siberia. Parece que han estado experimentando, tratando de descubrir qué hay del otro lado. No puedo decirte más ahora, pero... no pinta bien. La energía que esos portales emiten es algo que no hemos visto antes.
Helen se quedó en silencio. No era la primera vez que escuchaba algo sobre experimentos con los portales, pero escuchar a John hablar de ello con tanta seguridad le hizo estremecer.
—John, ¿crees que nos estamos quedando sin tiempo? —preguntó ella en voz baja.
—No lo sé, pero siento que si no dejamos de lado esta carrera armamentista y comenzamos a enfocarnos en lo que realmente importa, no vamos a salir de esta. Los portales, las tensiones, todo se está alineando para una tormenta perfecta. Y no creo que estemos preparados.
Helen dejó la taza de café, ahora olvidada, sobre la mesa. La gravedad de la situación empezaba a pesar en su pecho. Por años, había cubierto tensiones diplomáticas, guerras frías modernas, pero esta vez sentía que algo diferente se acercaba. Algo mucho más grande que lo que las potencias estaban dispuestas a aceptar.
—Tengo que escribir sobre esto —dijo ella de repente, con decisión—. Tengo que hacerlo. La gente necesita saber que nos estamos dirigiendo hacia un desastre y que nadie está prestando atención a lo que realmente está pasando.
—Hazlo, Helen —respondió John—. El mundo necesita despertarse antes de que sea demasiado tarde.
Cortó la llamada, y Helen volvió a enfocarse en la pantalla de su computadora. Mientras sus dedos volaban sobre el teclado, los titulares seguían llenándose de las mismas advertencias que había escuchado durante semanas: acumulación de tropas en Asia, simulacros militares en Europa del Este, amenazas nucleares veladas entre las potencias. Pero debajo de todo eso, en los informes que no llegaban a los principales medios, había algo más. La verdadera amenaza.
Helen sabía que había que hacer sonar la alarma, aunque nadie quisiera escucharla.
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Horas más tarde, la noticia de la fallida cumbre ya estaba circulando por todo el mundo. Helen no podía evitar ver cómo las imágenes de los líderes se sucedían en la pantalla del televisor. La sala de conferencias, el presidente de Estados Unidos estrechando manos con el premier ruso, los diplomáticos europeos con rostros tensos. Pero lo que más le inquietaba era lo que no se mostraba: los portales, la amenaza que todos parecían ignorar.
Esa noche, cuando finalmente apagó la luz de su escritorio y se dejó caer en su cama, no pudo dejar de preguntarse si realmente quedaba tiempo. La humanidad estaba al borde de algo, y las prioridades estaban completamente distorsionadas.
La guerra podría no ser la peor amenaza que enfrentaban.
No esta vez.
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25 de mayo de 2043
Bitácora de Helen Shaw - Tensiones Crecientes entre Potencias Mundiales
Llevo semanas siguiendo de cerca las noticias sobre la cumbre diplomática internacional. Hoy, el 25 de mayo de 2043, las tensiones llegaron a un punto crítico. Los principales líderes de China, Estados Unidos, Rusia y varias naciones de la Unión Europea se reunieron en un intento desesperado por calmar las crecientes tensiones bélicas. La razón oficial de la cumbre fue discutir la preocupante escalada militar en diferentes regiones del mundo, especialmente en Asia y Europa del Este. La carrera armamentista entre estos gigantes ya es alarmante, pero lo que más preocupa es el lenguaje hostil que están usando entre ellos.
Las conversaciones fueron tensas desde el principio. Nadie quería ceder terreno. El presidente de Estados Unidos, respaldado por sus aliados de la OTAN, insistió en que la militarización de las fronteras europeas y asiáticas era puramente defensiva, mientras que los representantes de Rusia y China argumentaron que los ejercicios militares de sus enemigos eran, en realidad, preparativos para un conflicto inminente. Ambos bloques parecen estar atrapados en una especie de danza macabra, incapaces de dar un paso atrás sin parecer débiles ante sus rivales.
Durante la cumbre, los reportes de periodistas y analistas internacionales eran sombríos. Se filtraron rumores sobre discusiones internas más acaloradas de lo que las cámaras mostraban. No se lograron acuerdos significativos. En su lugar, las potencias abandonaron la mesa con las mismas posturas rígidas y desconfianza mutua. Si antes de la cumbre se temía por un posible conflicto bélico, ahora la sensación en el aire es casi palpable: una guerra parece inevitable.
Las palabras "Tercera Guerra Mundial" comenzaron a aparecer en los titulares de los medios internacionales. Pero lo más perturbador es que no solo los periodistas estaban preocupados. Los diplomáticos de menor rango, aquellos que normalmente suavizan el discurso público, empezaron a dejar entrever su propia incertidumbre. Varios de ellos, en entrevistas posteriores, reconocieron que "las conversaciones se habían estancado" y que "la situación es mucho más delicada de lo que la mayoría de la gente cree".
No puedo evitar pensar que estamos en un punto de inflexión. La humanidad parece estar al borde del desastre, y no es solo una paranoia alimentada por los medios. He seguido estos temas durante años y nunca había visto una convergencia de factores tan peligrosa: ejércitos masivos moviéndose a lo largo de las fronteras, la constante amenaza nuclear, la falta de confianza diplomática... y ahora, la aparición de los portales.
Ese es el giro más desconcertante de todos. Justo cuando las tensiones militares alcanzan su punto máximo, estos extraños portales empiezan a manifestarse alrededor del mundo. Algunos los están llamando "anomalías" o "fenómenos cósmicos", pero nadie sabe realmente qué son o qué los causa. Desde que el primer portal fue descubierto hace unas semanas en Siberia, el fenómeno se ha extendido a otros lugares del planeta, y parece que las potencias están tan obsesionadas con sus conflictos tradicionales que no están prestando suficiente atención a lo que esto podría significar.
La cumbre apenas mencionó los portales, como si no fueran importantes, como si fueran algo secundario en comparación con la inminente guerra. Pero yo creo que están equivocados. Estas anomalías son la verdadera amenaza. Los científicos con los que he hablado en los últimos días, algunos trabajando en investigaciones clandestinas, me han dicho que los portales no son solo agujeros en el espacio. Algo está pasando al otro lado. La energía que emiten es inimaginable, y hay rumores, no confirmados, de que algo ha empezado a cruzar a nuestro mundo desde el otro lado.
Mientras los gobiernos juegan a su carrera armamentista, la realidad misma podría estar al borde de un colapso. Aún no tengo todas las respuestas, pero lo que puedo decir con certeza es que las prioridades globales están a punto de cambiar drásticamente.