Chereads / Arruinado en Otro Mundo / Chapter 1 - Capítulo 1: El sueño casi cumplido

Arruinado en Otro Mundo

SrMagnus
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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: El sueño casi cumplido

Dante Rieker no era un hombre de conformarse con lo común. A sus 29 años, mientras sus amigos y conocidos habían seguido caminos más tradicionales, él había dedicado su vida a perseguir un sueño que muchos consideraban absurdo: vivir en Japón. Desde su adolescencia, el país nipón había sido una obsesión para él, una mezcla de cultura, anime, tecnología y, sobre todo, mujeres japonesas. Dante no se engañaba; su motivación más profunda, aquella que realmente lo impulsaba, era tener la oportunidad de conquistar a una japonesa. Este deseo lo había mantenido despierto durante largas noches, trabajando sin descanso en su proyecto web, el cual le permitió finalmente mudarse a Tokio.

Había llegado seis meses atrás, después de años de sacrificios y trabajos extenuantes. Su web, un portal que había comenzado como un simple blog, había crecido hasta volverse rentable, permitiéndole vivir donde quisiera. Su objetivo estaba claro: vivir la vida a su manera, en el país de sus sueños. Pero había algo que aún no había logrado, algo que le inquietaba profundamente: no había cumplido su más grande deseo. A pesar de estar en Japón, no había tenido la oportunidad de tener esa experiencia íntima con una mujer japonesa, un anhelo que lo había acompañado por más de una década.

Aquella noche, sin embargo, todo parecía estar a punto de cambiar. El bar en el que estaba sentado era uno de esos lugares donde extranjeros y locales se mezclaban de manera casual. Dante ya había ido varias veces, pero esta vez había algo diferente en el ambiente. O tal vez era solo su percepción. Había bebido lo suficiente como para sentir que el destino estaba de su lado. Fue entonces cuando la vio: una mujer joven, de piel clara y cabello oscuro, sentada sola en la barra. Algo en ella capturó su atención de inmediato. No era solo su aspecto; había una vibra, una energía, que lo atraía sin remedio.

Después de unos minutos de duda, Dante decidió actuar. Se levantó de su asiento y, con una mezcla de nerviosismo y confianza, se acercó a la barra. La conversación comenzó de manera algo torpe, pero pronto fluyó con sorprendente facilidad. Dante se esforzaba por hablar en japonés, mezclando algunas palabras en inglés cuando su vocabulario no le alcanzaba. Ella, por su parte, sonreía con un encanto tranquilo y respondía en un inglés sorprendentemente fluido. La conexión fue inmediata. Entre risas y miradas, ambos comenzaron a relajarse.

Con el paso de las horas y las bebidas, la tensión entre ellos se volvió palpable. El bar, con sus luces cálidas y su música suave, creaba el ambiente perfecto. Cada roce de sus manos, cada mirada prolongada, alimentaba las expectativas de lo que estaba por suceder. Dante no podía creer que, después de tantos intentos fallidos, finalmente todo estaba saliendo como siempre había soñado. Cuando ella sugirió en un susurro seguir la noche en otro lugar, su corazón dio un vuelco. No lo dudó ni por un segundo; asintió con una sonrisa que no podía ocultar su emoción.

El camino hacia el motel fue una mezcla de silencios cargados de expectativas y pequeñas risas nerviosas. Las calles de Tokio, iluminadas y llenas de vida, pasaban desapercibidas mientras ambos se dirigían hacia lo inevitable. Dante apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Después de años de sueños, esfuerzo y trabajo, estaba a punto de cumplir su fantasía más preciada.

Una vez en la habitación, las inhibiciones desaparecieron por completo. Apenas cerraron la puerta, los besos y caricias comenzaron a intensificarse. Sus cuerpos se entrelazaron con una urgencia que parecía haber sido contenida por años. Las manos de Dante recorrían su cuerpo con deseo, mientras ella respondía con la misma pasión. La ropa cayó al suelo sin pensar, mientras los dos caían sobre la cama entre risas y jadeos.

Dante sentía que el momento que había soñado durante tanto tiempo estaba a punto de materializarse. Sus manos, su cuerpo, todo parecía sincronizado con el deseo ardiente que había guardado durante años. El mundo exterior desapareció. No había más preocupaciones, no había más dudas, solo la inminente realización de su sueño más profundo.

Justo en el momento culminante, cuando estaba a punto de consumar lo que tanto había anhelado, algo imposible sucedió.

Dante no alcanzó a entender qué sucedió. Un segundo estaba a punto de cumplir su más ansiado sueño, y al siguiente todo se esfumó. La calidez de la cama, los labios de ella, el suave tacto de su piel... todo desapareció en un instante. Al abrir los ojos, se encontró flotando en lo que parecía un vasto vacío blanco, un espacio interminable donde no había paredes, ni suelo, ni techo, solo una inmensa nada.

"¿Qué carajos...?", murmuró Dante, mirando a su alrededor, completamente confundido.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, una figura apareció ante él. Era una mujer, de una belleza deslumbrante. Su piel era tan blanca como la nieve y su cabello, largo y plateado, caía en cascadas sobre sus hombros. Vestía una túnica que parecía brillar con una luz propia, y sus ojos, de un azul profundo, lo miraban con serenidad. Era como si el mismísimo ideal de belleza estuviera frente a él, pero Dante no estaba impresionado.

No, él estaba enfadado. Enfurecido.

—¿Quién coño eres tú? —soltó Dante, su voz temblando de rabia y confusión—. ¿Dónde cojones estoy?

La mujer lo miró con una calma que solo hizo que la ira de Dante se intensificara.

—Soy la diosa que te ha invocado —dijo ella, con una voz suave, como si eso fuera suficiente explicación—. Te he traído aquí para...

—¡¿Qué cojones dices, invocado?! —Dante la interrumpió sin dejarla terminar—. ¡¿Me has traído aquí?! ¿¡Me has traído AQUÍ?! ¡¿SABES LO QUE ESTABA HACIENDO, MALDITA ZORRA?! ¡Estaba a punto de cumplir el puto sueño de mi vida, y vienes tú y me sacas de ahí, por tu maldito capricho de mierda!

La diosa parpadeó, sorprendida por la intensidad de las palabras de Dante, pero no perdió su compostura. Sin embargo, su intento de serenidad solo avivó más la furia en él.

—¡Joder, no me lo puedo creer! ¡Después de 29 malditos años trabajando como un perro, matándome para llegar a Japón, a vivir mi puta fantasía, y justo cuando estoy a punto de tirarme a esa mujer... ¡¡ZAS!! ¡Una jodida diosa de mierda me saca de la cama! ¿Pero qué cojones te pasa? —Dante gritaba sin parar, sus manos agitándose en el aire—. ¡Devuélveme ahora mismo! ¡No quiero estar en este puto lugar de mierda! ¡Joder, ni siquiera es posible que esto esté pasando! ¡Ni siquiera me lo creo, coño!

La diosa trató de intervenir, pero Dante no le dio oportunidad.

—¡Invocarme! —Dante bufaba, cada palabra impregnada de veneno—. ¡Para qué mierda quieres invocarme! ¿Para qué, eh? ¿Para luchar en un mundo de fantasía con dragones y elfas tetonas? ¡Me cago en todo! ¡Es que no me jodas! ¿Qué sigue? ¿Un puto rey demonio? ¡Anda, vete a la mierda! ¡Que no te necesito! ¡Yo lo que necesito es volver a Japón y terminar lo que empecé! ¡Puta diosa de los cojones, me cago en todo lo que se menea!

La diosa, aún impasible, decidió hablar de nuevo, esta vez con un tono más firme.

—Lamento haberte interrumpido en ese momento... pero eras necesario para...

—¡¿Necesario?! —gritó Dante, interrumpiéndola otra vez—. ¡¿Necesario para qué?! ¡¿Qué me vas a decir ahora?! ¿Que tengo una misión que salvar este mundo de mierda? ¡Que me metas esa misión por donde te quepa, joder! ¡Yo no soy tu jodido héroe! ¡Me importa una mierda tu mundo! ¡Estoy harto de esta puta fantasía de mierda!

El vacío blanco a su alrededor parecía amplificar el eco de sus palabras. Dante estaba desbordado de ira, lanzando cada insulto que se le ocurría, mientras la diosa se mantenía tranquila, observándolo como si estuviera lidiando con un niño haciendo una rabieta.

Finalmente, exhausto de tanto gritar, Dante dejó caer los brazos y respiró hondo. Su mirada aún reflejaba un odio puro.

—No puedes devolverme, ¿verdad? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

La diosa lo miró con serenidad.

—Una vez que alguien es invocado, no puede regresar. No porque sea imposible, sino porque la brecha dimensional solo puede abrirse una vez cada cien años. Ya no puedes volver a tu mundo.

Dante la miró incrédulo. Estaba boquiabierto, pero las palabras no salían de su boca. El nivel de frustración que sentía no podía expresarse con más gritos. Lentamente, un gruñido escapó de lo más profundo de su garganta.

—Me cago en todo —murmuró, su voz ronca de tanto gritar—. Esto no me está pasando. Esto no me está pasando...

Dante seguía en shock, la cabeza dándole vueltas. El sueño que había cultivado durante años, el momento perfecto que había preparado a conciencia —incluso yendo más allá de lo que la mayoría haría, asegurándose de tener experiencia suficiente para "no fallar" cuando llegara el momento—, había sido arrebatado en el último segundo por esa "diosa". No es que Dante fuera un novato en esto. Había tenido su buena racha en el pasado, e incluso más de una vez había recurrido a servicios profesionales para perfeccionar su técnica. No quería que, cuando el tan ansiado momento con una japonesa llegara, algo saliera mal. Pero ahora todo ese esfuerzo parecía una broma.

Él se había preparado, lo había trabajado, y justo cuando estaba a punto de cumplir su fantasía, esta mujer salida de ningún sitio había decidido que era mejor arruinarlo todo.

—Maldita sea... —susurró Dante, llevándose una mano al rostro mientras aún intentaba asimilar la situación.

La diosa seguía ahí, mirándolo con esa expresión serena que lo irritaba aún más. Como si ella no tuviera la más mínima idea del daño que acababa de hacer. ¿Acaso creía que solo porque era una entidad divina podía hacer lo que quisiera sin consecuencias? ¿Era eso lo que pasaba en su cabeza?

—Escucha —dijo Dante, bajando un poco la voz, ya agotado de gritar—, no sé qué tipo de mundo crees que llevas aquí, pero no puedes simplemente aparecer, sacarme del mejor momento de mi vida, y esperar que yo esté de acuerdo con lo que sea que me estás diciendo. Esto no es un juego, joder.

La diosa inclinó ligeramente la cabeza, como si evaluara sus palabras.

—Entiendo tu frustración, Dante, pero eres el elegido. Este mundo necesita tu ayuda, y tu destino está aquí, no en el que conocías. —Hablaba con una calma casi exasperante, como si el hecho de que él estuviera furioso fuera irrelevante.

—¿Mi destino? —Dante se rió, pero no era una risa de alegría—. ¿Te das cuenta de lo ridículo que suena eso? Mi destino no es este lugar de mierda. Mi destino era estar en Tokio, en una cama, follándome a esa japonesa. —Soltó un resoplido y negó con la cabeza—. Eso es lo que he querido toda mi puta vida. Y tú me lo has quitado en el último segundo.

—Entiendo lo que has perdido —continuó la diosa, como si realmente lo entendiera—, pero lo que te ofrezco es mucho más importante. Un sistema te permitirá...

—¡Oh, no empieces con lo del sistema otra vez! —Dante la interrumpió, agitando las manos en el aire—. ¿Qué cojones me importa un sistema? ¡No soy un puto personaje de videojuego! ¿De qué me sirve un sistema aquí? ¿Vender nabos a los aldeanos y hacer misiones secundarias de mierda? No, gracias. Mi vida ya tenía sentido sin tu jodido sistema.

La diosa mantuvo su compostura, aunque sus ojos parecían oscurecerse un poco. Dante sintió una pequeña descarga en el aire, como si algo hubiera cambiado en el ambiente.

—No puedes regresar, Dante. Esa opción no está disponible para ti —dijo ella, su tono un poco más firme esta vez—. El sistema te hará fuerte, te dará la oportunidad de sobresalir y derrotar al rey demonio que amenaza este mundo.

—¡Ah, claro! ¡Un puto rey demonio! —Dante volvió a reír, esta vez con sarcasmo—. Como si no lo hubiera visto venir. ¡Qué original, una puta misión de héroe genérica! Ni en los peores animes que he visto se les ocurre algo tan trillado. ¡Y encima esperas que lo haga gratis! ¡Que me folle un pez!

La diosa suspiró, y por primera vez, pareció mostrar una pizca de impaciencia.

—Tu llegada a este mundo no es un accidente, Dante. Tu destino está ligado al destino de todos aquí. Si no haces tu parte, el mundo caerá en la oscuridad.

Dante la miró durante unos segundos, completamente en blanco, antes de estallar en una última carcajada.

—¡Oscuridad! ¡Joder, si el mundo se va a la mierda, que lo haga sin mí! —Se inclinó hacia ella, casi desafiándola—. ¿Sabes lo que te digo? Que te lo metas por donde te quepa. No me importa tu rey demonio, no me importa tu sistema, y mucho menos tu mundo. A mí solo me importa una cosa, y eso ya me lo quitaste. Así que búscate a otro imbécil para salvarte el culo.

Y con eso, Dante se giró, dispuesto a alejarse de ella... o al menos intentarlo. Pero el vasto vacío en el que se encontraba parecía no tener fin. Aun así, comenzó a caminar, con la misma determinación que siempre lo había impulsado. Aunque no sabía dónde estaba, ni cómo salir de allí, una cosa tenía clara: no iba a dejar que esta diosa lo controlara.