Chereads / Naruto : Un verdadero Ninja / Chapter 4 - La realidad del Progreso

Chapter 4 - La realidad del Progreso

El sol matutino iluminaba el campo de entrenamiento, filtrándose entre las copas de los árboles y proyectando sombras alargadas sobre el suelo. El aire fresco traía consigo el aroma a hierba húmeda, y el canto de los pájaros resonaba como una melodía tranquila. En el centro del campo, un niño de cabello rubio y ojos azules practicaba en solitario.

Con una hoja de árbol pegada a su frente, mantenía los ojos cerrados, concentrándose en usar la mínima cantidad de chakra necesaria para evitar que se cayera.

"Un poco más," pensó, ajustando su respiración. Su pecho subía y bajaba con un ritmo controlado, pero la hoja tembló por un instante. Apretó los dientes y corrigió el flujo de chakra, estabilizándola. Una sonrisa leve cruzó su rostro cuando logró mantenerla inmóvil. "No es perfecto, pero es un avance."

Había adoptado una rutina estricta desde que llegó a este mundo. Cada día comenzaba antes del amanecer con ejercicios físicos: flexiones, carreras alrededor del campo y saltos con las piernas juntas. Los primeros días fueron desastrosos, terminando con caídas constantes y magulladuras en todo el cuerpo, pero poco a poco fue mejorando.

Tras una breve pausa para hidratarse, pasaba al control de chakra. Además de mantener hojas sobre su frente, intentaba hacerlas girar en su dedo índice o equilibrarlas en la punta de su nariz. Aunque simples en apariencia, estas tareas requerían una precisión extrema y lo obligaban a concentrarse por completo.

Por último, dedicaba tiempo a los sellos de mano y la preparación de técnicas básicas. El "Jutsu de Réplica" seguía siendo un desafío monumental. Había logrado crear una réplica, pero siempre era pálida, inestable, casi translúcida. Aun así, no se permitía rendirse.

"Paso a paso," murmuró mientras dejaba caer la hoja y pasaba a realizar flexiones. Sus brazos temblaban con el esfuerzo, pero cada repetición le recordaba que estaba construyendo una base sólida. Naruto Uzumaki, el dueño original de este cuerpo, había tenido una voluntad inquebrantable, y él no iba a ser menos.

Había algo más que lo mantenía en pie: la certeza de que Kurama, el Zorro de Nueve Colas, estaba sellado dentro de él. Aunque no había intentado comunicarse con esa entidad, su sola presencia lo hacía sentir que, incluso en los peores momentos, no estaba completamente desprotegido.

Cuando el sol alcanzó su punto más alto, decidió dar por terminado el entrenamiento. Su cuerpo, empapado en sudor, protestaba por el esfuerzo, pero una satisfacción silenciosa lo acompañaba. "Un paso más," murmuró mientras recogía sus cosas y comenzaba a caminar hacia la aldea.

El camino de regreso era tranquilo. El crujir de las hojas bajo sus pies y el zumbido de los insectos lo ayudaban a relajarse. Sin embargo, a medida que se adentraba en las calles más transitadas, notó un cambio en el ambiente.

Las miradas furtivas de los aldeanos lo siguieron. Algunos susurraban entre ellos, y las palabras comenzaron a llegar a sus oídos:

—Ahí va otra vez ese demonio

Su pecho se encogió. Su ritmo se detuvo por un instante, y la rabia contenida comenzó a arder en su interior. Pero algo no cuadraba. Al buscar las miradas acusadoras, notó que no estaban dirigidas hacia él. Los ojos de los aldeanos se enfocaban en otro niño que caminaba unos metros adelante.

Era un chico de cabello marrón, vestido con ropas sencillas. Sus hombros estaban caídos, y su mirada apuntaba al suelo, como si estuviera acostumbrado al peso del desprecio. Pero un detalle hizo que todo en su mente se detuviera: las marcas de bigotes en las mejillas del niño.

Su respiración se aceleró. "No puede ser…" Sus pensamientos comenzaron a girar frenéticamente. "¿No soy el jinchuriki de Kurama?"

En ese instante, todo encajó: la ausencia de esa inmensa presencia de chakra que debería haber sentido desde el primer momento, las miradas de los aldeanos que no mostraban el nivel absoluto de odio que había anticipado, y ahora este niño, soportando lo que él había asumido como su destino.

La confianza que había construido, el pilar de seguridad que representaba Kurama, se desmoronó en un instante. Sin el Zorro de Nueve Colas, no era especial. No tenía una fuerza inmensa para protegerse en un mundo lleno de peligros. Era solo un niño ordinario, atrapado en una realidad que lo superaba.

Cuando se dio cuenta, estaba en su departamento, inclinado sobre el inodoro, vomitando. Cada arcada era una reacción visceral a la desesperación que lo consumía.

Sentado en el suelo del baño, con la frente apoyada en el borde frío del inodoro, sus pensamientos se agolpaban en su mente, como si buscaran una salida. Su respiración era errática, y el peso de la verdad parecía aplastarlo.

"¿Qué voy a hacer ahora?" susurró al vacío. La respuesta no llegaría fácilmente.