El murmullo de la clase cesó en cuanto Iruka-sensei habló.
—Hoy tendrán una lección especial. Trabajarán en grupos de tres para completar una misión de rango D. Escuchen con atención sus asignaciones.
El aula, iluminada por la luz del mediodía, quedó en un tenso silencio. El suave crujir de papel y el roce de las sillas contra el suelo parecían más pronunciados en el momento en que Iruka comenzó a leer los nombres. Naruto sintió un nudo en el estómago. "Misión de rango D" sonaba inofensivo, pero sabía que incluso esas tareas simples podían ser desafiantes para alguien como él. Escuchó atentamente mientras Iruka asignaba a los equipos.
—Naruto, Arata y Shikamaru. Ustedes serán el equipo 3.
Un gemido casi audible escapó de los labios de Arata. Naruto intentó no sentirse ofendido, pero no pudo evitar mirar de reojo. Las miradas furtivas de algunos compañeros aumentaron su nerviosismo, pero también alimentaron su determinación.
—Bueno, esto será interesante —dijo Shikamaru con su tono habitual de indiferencia—. Solo espero que no sea demasiado problemático.
La misión era simple en teoría: recolectar hierbas medicinales en las colinas al este de la aldea. La tarea no implicaba combate ni peligro aparente, pero requería coordinación y atención al detalle. Naruto observó a sus compañeros mientras caminaban hacia el lugar designado. El sendero, rodeado de frondosos árboles, se llenaba de sombras danzantes al ritmo del viento. Arata mantenía los brazos cruzados, su expresión cargada de desdén. Shikamaru, por otro lado, caminaba despreocupado con las manos en los bolsillos, sus ojos entrecerrados como si estuviera a punto de dormirse.
—Así que, ¿como vamos a organizarnos? —preguntó Naruto, rompiendo el incómodo silencio.
Shikamaru bostezó. —Es simple. Tú y Arata pueden buscar las hierbas mientras yo superviso desde aquí.
—¡Eso no es justo! —exclamó Naruto—. ¡Tienes que trabajar también!
Arata bufó. —Déjalo, Naruto. Seguro que solo nos ralentiza más si intentamos discutir.
Naruto apretó los puños. Podía sentir la frustración ardiendo dentro de él, pero tomó una respiración profunda. El sonido de las hojas secas bajo sus pies y el murmullo distante del bosque parecían calmar sus nervios. No iba a dejar que esto lo descarrilara.
—Escuchen, tenemos que hacerlo juntos. Dividámonos el área y trabajemos en equipo. Encontraremos las hierbas más rápido si todos cooperamos.
Shikamaru levantó una ceja, intrigado. —¿Tienes algún plan en mente o solo estás improvisando?
—Claro que tengo un plan. —Naruto tomó una rama del suelo y dibujó un mapa rudimentario en la tierra. Señaló tres áreas distintas—. Arata y yo cubriremos estos dos sectores principales. Shikamaru, puedes quedarte en el perímetro y avisarnos si algo parece raro. Así trabajaremos más rápido y de forma segura.
Shikamaru lo miró con una leve sonrisa de aprobación, aunque rápidamente la ocultó.
—Parece lógico. Supongo que podemos intentarlo.
Las primeras horas transcurrieron sin problemas. El sol brillaba con fuerza sobre las colinas, y una brisa fresca mitigaba el calor del mediodía. Naruto y Arata se movían con cautela por las colinas, buscando las hierbas según las instrucciones de Iruka. Sin embargo, la tensión entre ellos era evidente.
—No entiendo por qué siempre intentas ser el héroe —murmuró Arata mientras arrancaba una planta con fuerza innecesaria—. Apenas puedes mantenerte en pie durante los entrenamientos.
Naruto sintió el comentario como un golpe, pero se obligó a mantener la calma. El aroma de las flores cercanas y el crujido de las ramas bajo sus pies parecían mantenerlo enfocado.
—Porque alguien tiene que intentarlo.
Arata lo miró con desdén. —¿Intentarlo? ¿Eso te hace sentir bien? Al menos yo sé cuál es mi lugar. No tengo un clan poderoso ni padres ninja, pero al menos no hago el ridículo creyendo que soy especial.
Naruto apretó los dientes. Antes de que pudiera responder, un ruido entre los arbustos los interrumpió. Ambos se pusieron en guardia instintivamente.
Un jabalí salvaje emergió de los matorrales, sus ojos brillaban con agresividad. Era más grande de lo esperado y claramente estaba molesto por la intrusión. Su pelaje era grueso y oscuro, y las colmillos que sobresalían de su hocico reflejaban la luz del sol.
—¡Naruto, cuidado! —gritó Arata mientras el jabalí cargaba hacia ellos.
Naruto apenas tuvo tiempo de esquivar. Rodó por el suelo, su corazón latiendo con fuerza. Las piedras del terreno rasparon su brazo, pero no tuvo tiempo de pensar en el dolor. Arata retrocedió, visiblemente nervioso, su respiración entrecortada.
—¡Shikamaru! —gritó Naruto, esperando que su compañero los ayudara.
Desde la colina, Shikamaru suspiró al ver la situación. —Problemas... Siempre problemas.
El genin realizó rápidamente un sello de manos, extendiendo su sombra hacia el jabalí. Este se detuvo en seco, atrapado por la técnica de Shikamaru. El sudor corría por su frente mientras mantenía la posición, su mirada fija en el animal.
—Es tu turno, Naruto. Haz algo antes de que se libere.
Naruto asintió, aunque sus piernas temblaban. Aprovechó la oportunidad y lanzó un golpe improvisado con una rama cercana. No era perfecto, pero logró que el jabalí retrocediera hacia el bosque. El sonido de sus pisadas alejándose hizo que los tres soltaran un suspiro de alivio.
Cuando la tensión disminuyó, Arata dejó escapar un suspiro tembloroso. Su rostro mostraba una mezcla de alivio y frustración.
—Eso fue... más complicado de lo esperado.
Naruto miró a sus compañeros, sudando y con el corazón acelerado, pero también con una pequeña chispa de orgullo. Había liderado el equipo, y aunque no fue perfecto, lo habían logrado.
—Quizá no soy el mejor, pero juntos podemos hacerlo —dijo con una sonrisa.
Shikamaru, sorprendentemente, asintió con una ligera inclinación de cabeza.
—Supongo que no fue tan problemático después de todo.
La misión terminó al caer la tarde. El cielo se pintaba de tonos naranjas y rosados mientras regresaban a la aldea con las hierbas recolectadas. Naruto no podía evitar sentir una ligera satisfacción. Tal vez aún tenía un largo camino por recorrer, pero este era un pequeño paso hacia su objetivo de ser más fuerte.
Por su parte, Arata lo observó en silencio, su expresión mezcla de frustración y algo que no quería admitir: respeto. Su mente bullía con pensamientos contradictorios. Cada vez que miraba a Naruto, sentía una punzada de envidia que no podía ignorar. "¿Cómo puede seguir avanzando a pesar de todo?", pensó con amargura. Había entrenado duro para demostrar su valía, pero ver a Naruto liderar con esa determinación casi irracional lo hacía cuestionarse a sí mismo. Por otro lado, algo en su interior le susurraba que había mucho que aprender de ese tipo de obstinación. Sacudió la cabeza, incapaz de lidiar con ese pensamiento. "No importa. Lo superaré, y entonces será él quien tenga que alcanzarme", se prometió en silencio mientras sus pasos se volvieran más firmes. Aunque no estaba listo para reconocerlo, algo en Naruto le incomodaba porque, a pesar de todo, seguía avanzando.