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Chapter 5 - La llama que se Enciende

La luz del sol se filtraba por mi ventana, deslumbrándome al despertar. Sus rayos dorados dibujaban patrones en las paredes, como si trataran de infundirme energía para comenzar el día. Entrecerré los ojos mientras me dirigía al baño. Al verme en el espejo, el reflejo de un niño de once años con cabello rubio y ojos azules me devolvió la mirada. Sin embargo, no tenía las marcas de bigotes que caracterizaban al Naruto que yo conocía.

Todavía me atormentaba la gran revelación de que no era el Jinchuriki del Kyūbi. La realización había destrozado mis expectativas, dejando un vacío que se sentía como un abismo sin fondo. Era una tragedia. ¿Cómo se suponía que iba a sobrevivir sin mi "batería de chakra" y médico personal?

Había pasado una semana desde que conocí a Itama. Era casi un calco del Naruto original, salvo por su cabello marrón. Su personalidad era casi idéntica. Ahora que lo pensaba, había varias señales que pasé por alto, justificándolas en mi mente.

"¿Qué sentido tiene seguir?" pensé. Llevaba dos meses en este mundo y mis logros eran escasos. En lo teórico, había avanzado bastante, alcanzando el nivel de la mitad del segundo año en la academia. Pero todavía me quedaba cubrir el resto de segundo, tercero y cuarto año. En lo práctico, seguía siendo un desastre. En taijutsu, era el peor de mi clase; en manejo de armas, acertaba dos de cada diez lanzamientos; y en ninjutsu, aún no podía realizar ninguno de los tres jutsus básicos.

Resignado, recogí mi mochila y salí en dirección al campo de entrenamiento más cercano. Eran las cinco de la mañana, y las calles estaban desiertas. Aunque la idea de esforzarme parecía fútil, la rutina era mi ancla, lo único que me mantenía a flote en un mundo que parecía siempre al borde de devorarme.

El campo estaba completamente desierto, cubierto por una ligera neblina que bailaba sobre el suelo. Comencé con un calentamiento ligero: estiramientos meticulosos seguidos de unas pocas flexiones. El aire fresco de la mañana llenaba mis pulmones, despejando mi mente aunque el peso en mi pecho no desaparecía. Era sábado, así que podía tomarme mi tiempo. Tras calentar, me acerqué a un muñeco de práctica y empecé a golpearlo, siguiendo el kata de la hoja que había estado estudiando. No pude evitar que las lágrimas comenzaran a rodar por mis mejillas. La impotencia y lo injusto de mi situación me sobrepasaban.

De pronto, una voz firme rasgó el silencio, interrumpiendo mi sollozo:

—¡Lo estás haciendo mal!

Di un respingo, sobresaltado. No esperaba que hubiera alguien más allí. Avergonzado, me sequé las lágrimas rápidamente mientras me volteaba para ver quién había hablado. Era un chico más alto que yo, con una diadema roja en la frente, cabello negro recogido en una cola de caballo y cejas extremadamente gruesas.

—¿Disculpa? —pregunté, desconcertado.

—¡Lo estás haciendo mal! Estás telegrafiando tus golpes —afirmó con energía.

—¡Mira, así se hace!

Sin titubear, comenzó a golpear el muñeco con una gracia y precisión que parecían casi coreografiadas. Cada movimiento fluía al siguiente con tal naturalidad que era evidente que había pasado incontables horas perfeccionándolos. Observé con atención y me di cuenta de lo que quería decir: estaba cargando demasiado mis golpes, haciendo evidente de dónde vendría el siguiente ataque.

—¡Inténtalo!

Me coloqué frente al muñeco nuevamente y comencé a imitar sus movimientos. Aunque mis golpes no eran tan refinados como los suyos, se notaba una mejora significativa.

—¡Muchas gracias! —dije, haciendo una reverencia.

—¡No te preocupes! Para levantarte tan temprano, tus llamas de juventud deben arder intensamente.

Sus palabras eran inconfundibles, llenas de una energía que solo podía pertenecer a una persona, pero decidí preguntar para confirmar:

—¿Cómo te llamas, senpai?

—¡Soy Rock Lee! ¡Y voy a ser el mejor ninja en taijutsu! ¿Cuál es tu nombre, joven amigo?

—Yo soy Naruto Uzumaki —respondí.

Se sintió raro decir ese nombre en voz alta, pero acepté que ahora era mi identidad. Aunque su apariencia difería de la del anime, su energía era inconfundible. Antes de que pudiera seguir reflexionando, Lee continuó:

—¡¿Cuál es tu objetivo, joven Naruto?!

¿Objetivo? Mi primera respuesta habría sido "sobrevivir", pero no estaba seguro de que eso contara como un objetivo. Me quedé en silencio, dudando. Lee, al notar mi vacilación, tomó la iniciativa.

—¡Ya veo! Así que no sabes cuál es tu objetivo. Eso está muy mal. ¡Sin un objetivo, ¿cómo te esforzarías para ser mejor? —dijo, adoptando una pose cómica de reprimenda.

Tenía razón. Hasta ahora, mi único pensamiento había sido sobrevivir, pero eso no era suficiente. En el fondo, deseaba volver a casa, aunque sabía que probablemente era imposible. Si quería sobrevivir en este mundo y enfrentar a los psicópatas que lo habitaban, necesitaba ser más fuerte. Honrando al Naruto que conocía, decidí seguir su sueño.

—¡Seré Hokage! —exclamé con una determinación que no había sentido desde que llegué a este mundo.

—¡Así se habla! ¡Puedo ver cómo arden tus llamas de juventud! Ahora que tienes un objetivo, debes plantearte metas pequeñas para alcanzarlo.

Tenía razón nuevamente. Aunque ser Hokage era una meta noble, también era demasiado ambiciosa considerando mi situación actual. Necesitaba dividir mi sueño en pasos más pequeños y alcanzables. Mi primer objetivo debía ser algo alcanzable.

—¡Mi objetivo es graduarme de la academia!

Con esa declaración, algo dentro de mí cambió. Una chispa de esperanza y determinación, tan esquiva desde que llegué a este mundo, comenzó a prender fuego en mi interior. Por primera vez, veía un camino, aunque lleno de desafíos, que podía seguir. Aunque el camino fuera largo y difícil, estaba listo para dar el primer paso.