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Chapter 2 - El despertar en Konoha

Un mes. Eso era todo lo que había pasado desde mi llegada a este mundo, y la verdad, mi progreso era tan lento que empezaba a pensar que tal vez estaba destinado a ser el chiste del universo ninja. Konoha podía parecer un lugar encantador, pero para alguien como yo, un civil sin experiencia ni habilidades, era más como una jungla donde solo los fuertes sobrevivían.

En la academia, mi reputación como el peor de la clase ya estaba bien establecida. Cada vez que intentaba un nuevo ninjutsu, el resultado era catastrófico; en taijutsu, mis movimientos eran tan predecibles que incluso un maniquí podría esquivarme. Y lo peor de todo: algunos compañeros no se molestaban en ocultar su desprecio hacia mí.

—¡Naruto y Arata! —llamó Iruka-sensei, su voz resonando en el patio.

Mi estómago se hundió. Arata era uno de los alumnos más habilidosos de la clase, y también uno de los que más disfrutaba menospreciarme. Aunque no pertenecía a un clan importante, se aseguraba de dejar claro que él estaba destinado a la grandeza, mientras que yo no era más que un obstáculo insignificante en su camino.

Caminé hacia el centro del campo con las piernas pesadas. Mientras tanto, Arata sonreía con arrogancia, disfrutando de la atención. Hizo una inclinación breve, casi mecánica, antes de adoptar su postura de combate.

—Espero que no me hagas perder el tiempo, Naruto —dijo con desdén, su tono tan afilado como una kunai.

Los susurros entre los espectadores no ayudaban. Algunos ya estaban apostando cuánto duraría antes de caer. Hice una inclinación torpe y traté de adoptar una postura que pareciera al menos un poco competente. Mi corazón latía con fuerza, pero me obligué a mantener la calma.

El combate comenzó, y Arata no perdió tiempo. Su primer golpe fue un puñetazo directo que apenas logré esquivar. Sentí el aire cortarme la mejilla, pero antes de que pudiera procesarlo, su pierna giró en el aire y me golpeó en el costado con una fuerza que me dejó sin aliento. Caí al suelo, jadeando.

—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Arata, cruzando los brazos mientras yo luchaba por ponerme de pie.

Me levanté tambaleándome, decidido a no rendirme. Lancé un golpe desesperado, pero él lo bloqueó con facilidad y contrarrestó con un empujón que me envió de vuelta al suelo. Las risas de algunos compañeros me hicieron arder las orejas, pero lo que más dolía era la mirada de desprecio en los ojos de Arata.

—Eres patético, Naruto. No tienes ni idea de lo que haces aquí. Ninjas como yo son los que llevarán a Konoha al futuro. Personas como tú solo son un estorbo.

Sus palabras me golpearon con más fuerza que cualquiera de sus ataques. Sin embargo, apreté los dientes y me puse de pie una vez más. Sabía que no podía ganar, pero si iba a caer, al menos lo haría intentando.

Intenté un movimiento que había practicado en secreto: un barrido bajo seguido de un golpe rápido. Pero Arata lo vio venir con facilidad. Saltó sobre mi barrido y respondió con un codazo que me derribó al suelo por tercera vez.

—¡Suficiente! —intervino Iruka-sensei, deteniendo el combate.

Me quedé en el suelo, el cuerpo adolorido y el orgullo hecho trizas. Arata me miró desde arriba con una expresión de triunfo antes de girarse hacia Iruka.

—Sensei, si vamos a seguir haciendo estos ejercicios, podría emparejarme con alguien que al menos sea un reto.

Las palabras de Arata provocaron risas en algunos, pero también miradas de desaprobación en otros. Iruka lo miró con severidad, pero no dijo nada. Mientras tanto, yo me levanté lentamente, evitando los ojos de todos.

De regreso a mi lugar, sentía el peso de las miradas sobre mí. Algunos me ignoraban, otros me miraban con lástima. Solo Choji me dio una palmada en la espalda, pero incluso eso no ayudó mucho. Mi mente estaba llena de dudas.

Cuando finalmente llegué a mi departamento, me dejé caer en la cama con un suspiro. Cada golpe que había recibido me recordaba lo lejos que estaba de ser un verdadero ninja. Pero mientras miraba el techo, algo comenzó a arder en mi interior. No podía dejar que Arata tuviera razón. No podía quedarme como estaba.

Me senté en la cama y escribí una lista de cosas que necesitaba mejorar. Sabía que no iba a ser fácil, pero si quería enfrentarme a Arata de nuevo, necesitaba convertirme en alguien digno de ser su rival.

La lista era sencilla al principio: mejorar mi postura en taijutsu, aprender al menos un ninjutsu sin fallar, y trabajar en mi resistencia física. Sabía que cada uno de esos objetivos requería mucho esfuerzo, pero no tenía otra opción.

Al día siguiente, me desperté antes del amanecer. Salí al campo de entrenamiento más cercano, un lugar que generalmente estaba desierto a esas horas. La brisa fría de la mañana me hizo estremecerme, pero también me ayudó a despejar la mente. Comencé con ejercicios básicos: flexiones, sentadillas y carreras cortas. Mi cuerpo protestó desde el principio, pero me obligué a seguir adelante.

Luego, practicé los movimientos de taijutsu que había aprendido en clase. Me concentré en cada postura, en cada golpe y en cada esquiva, aunque no hubiera nadie para corregirme. Cada vez que fallaba, me detenía y lo intentaba de nuevo. El sudor pronto comenzó a empapar mi ropa, pero no me importó. Cada gota era un recordatorio de que estaba avanzando, aunque fuera poco a poco.

Mientras practicaba, recordé las palabras de Arata. Su desprecio seguía resonando en mi cabeza, pero en lugar de desanimarme, decidí usarlo como combustible. Algún día, le demostraría que estaba equivocado. No necesitaba ser de un clan importante para ser fuerte. Podía construir mi propio camino, aunque fuera desde cero.

Cuando finalmente regresé a mi departamento, mi cuerpo estaba exhausto, pero mi espíritu estaba un poco más firme. Sabía que había un largo camino por delante, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía una dirección.