Lucian se sentaba en el trono de su oficina, un asiento de cuero negro y respaldo alto que reflejaba su posición como dueño absoluto del club de striptease más exitoso de la ciudad. Enfrente de él, cuatro mujeres esperaban su turno, una mezcla de tensión y expectativas en sus rostros. Había llegado el momento de decidir quiénes serían las nuevas trabajadoras, aquellas que se integrarían a las salas privadas para ofrecer servicios exclusivos y mantener relaciones sexuales con los clientes, bajo un acuerdo de 60/40, que permitiría a cada mujer cobrar lo que considerara adecuado.
Lucian observaba a las cuatro mujeres. Había estudiado cuidadosamente cada una de las candidatas, y ahora las tendría frente a él. La primera era Nerina, una humana de cabello oscuro y ojos intensos. Se movía con la calma de alguien que entendía el juego de la seducción, pero Lucian podía ver más allá de la fachada. Su figura era atractiva, pero lo que más le interesaba era su astucia. Había trabajado en varios establecimientos antes, y estaba acostumbrada a manejar tanto a los clientes como las ganancias.
—Nerina, he oído que tienes experiencia en... estos asuntos. —Lucian dijo mientras sus ojos se mantenían fijos en los suyos, evaluando cada uno de sus movimientos. Ella no titubeó, lo que era una buena señal. —Así es, mi señor. Sé cómo asegurar que el cliente gaste lo necesario, y puedo manejar mis precios según la ocasión. No me tiembla la mano cuando se trata de sacar provecho de una situación.
Lucian asintió, complacido. Nerina sería útil, no solo por su experiencia, sino también por su habilidad para adaptarse a cada situación. Sería una incorporación valiosa en las salas privadas. Después de discutir los términos y recordarle las reglas del club, Lucian la dejó ir, con la seguridad de que sabía exactamente lo que tenía que hacer para aumentar las ganancias tanto para ella como para el club.
La siguiente en entrar era Cassia, una semi-humana con una cola de zorro plateada que se movía sutilmente mientras caminaba. Cassia era diferente a las demás. Tenía un aire exótico, algo que siempre había llamado la atención de Lucian. Su piel clara contrastaba con el brillo de su cola, y sus ojos, de un ámbar profundo, lo estudiaban con la misma intensidad con la que él la observaba a ella.
—He escuchado mucho sobre ti, Cassia. Tienes algo especial que no he visto en ninguna otra trabajadora. ¿Por qué crees que mereces este puesto? —preguntó Lucian, interesado en su respuesta.
—Porque sé cómo convertirme en lo que el cliente quiere —respondió ella, sin pestañear—. Soy versátil, puedo ser sumisa o dominante, según lo que el momento requiera. Puedo asegurarme de que vuelvan siempre por más.
Lucian esbozó una sonrisa. Cassia tenía una confianza en sí misma que le gustaba. Era exactamente lo que necesitaba en esta etapa de la expansión: alguien que pudiera adaptarse a cualquier cliente, alguien que supiera manejar el deseo como un arma. Le explicó el acuerdo de 60/40, y ella aceptó sin dudar. Sabía que su presencia en el club le traería beneficios, tanto monetarios como personales.
La tercera mujer, Lyara, era una humana de cabello rojizo y pecas que le daban un aire juvenil. Pero Lucian sabía que, detrás de su apariencia inocente, había una astucia innata. Lyara había trabajado en otros establecimientos antes, pero había dejado su huella por su habilidad para seducir a los clientes con su combinación de dulzura y sensualidad. Sabía cómo jugar el papel de "la chica inalcanzable", y eso la hacía más deseada.
—¿Qué te hace diferente de las demás? —preguntó Lucian, manteniendo su tono frío y calculador.
—Hago que me deseen, pero no lo facilito. Sé cómo jugar con la mente de un hombre, y eso me hace rentable —contestó Lyara, con una mirada juguetona.
Lucian asintió. Ella también tenía un lugar en su club. Su habilidad para manipular la psicología de los clientes sería valiosa, ya que aseguraba que los hombres volvieran una y otra vez, dispuestos a gastar más para tener lo que parecía inalcanzable.
Finalmente, llegó el turno de Saelia, una semi-humana con cola de zorro, de piel morena y cabello oscuro. Su presencia era imponente, y cada uno de sus movimientos parecía calculado para llamar la atención. Lucian ya había decidido que Saelia sería una de las caras principales de su expansión. Su belleza exótica y su actitud decidida la convertían en una candidata perfecta.
—¿Qué esperas ganar con este trabajo? —preguntó Lucian, directo al grano.
—Independencia, poder... lo mismo que todos. Pero sé cómo lograrlo sin problemas. No soy una simple trabajadora, sé cómo mantener el control sobre mí misma y sobre los demás —respondió ella con firmeza.
Lucian sonrió. Sabía que Saelia traería mucho más que solo belleza a las salas privadas. Tenía ambición, y en el club de Lucian, eso era tan valioso como el oro.
Cuando las entrevistas terminaron, Lucian se quedó solo, meditando sobre sus nuevas adquisiciones. Sabía que cada una de ellas aportaría algo único al club, y que con esta expansión, su imperio crecería aún más. El negocio se volvería más lucrativo, más poderoso, y con estas nuevas trabajadoras, tenía todas las herramientas para asegurarse de que su club se convirtiera en el epicentro del placer en la ciudad.
Lucian se dirigió al área principal del club mientras las nuevas trabajadoras se preparaban en los vestidores. La pasarela, el centro de atención, estaba siendo pulida, y los espejos alrededor del escenario reflejaban la opulencia del lugar. Las luces suaves y el ambiente sutilmente perfumado estaban cuidadosamente calibrados para dar a los clientes una sensación de exclusividad y lujo, un refugio de placer en medio de la rutina de la ciudad.
Sabía que la competencia estaba comenzando a prestar atención a su éxito, pero eso no le preocupaba. Lucian tenía un control férreo sobre el negocio, y las recientes adquisiciones, tanto de trabajadoras como de servicios, solo aumentarían sus ganancias. Mientras recorría el club, sus pensamientos se centraban en los ajustes que debía hacer para llevarlo a otro nivel.
Las entrevistas habían ido bien, y las cuatro nuevas trabajadoras encajaban perfectamente con su visión. Sin embargo, el éxito no venía solo con la selección de las mujeres correctas; había que ajustar cada detalle para maximizar las ganancias. Lucian se sentó en su despacho con varios pergaminos y registros financieros frente a él. Sabía que el acuerdo 60/40 beneficiaba a ambas partes, pero las trabajadoras debían ser controladas de manera cuidadosa para evitar que perdieran el enfoque. Para él, todo giraba en torno a mantener el equilibrio entre la autonomía que les daba y su propio control sobre el negocio.
Mientras analizaba las finanzas del club, la puerta se abrió. Garen, su principal encargado de la seguridad, entró. Era un hombre corpulento, de facciones duras y un semblante siempre alerta. Garen había estado con Lucian desde el inicio, y había demostrado ser leal y eficiente en su trabajo.
—Lucian, tenemos un problema en la entrada. Algunos clientes están discutiendo sobre el precio de los servicios de las nuevas trabajadoras. No entienden el sistema de tarifas variables —informó Garen con voz grave.
Lucian suspiró. Sabía que habría confusión con el nuevo modelo, pero había previsto esto.
—Espera un momento, Garen. Este es el precio del éxito. —Lucian se levantó y salió del despacho, dirigiéndose hacia la entrada.
Cuando llegó a la recepción, varios hombres, claramente mercaderes adinerados, discutían en voz alta con uno de los porteros. Lucian los observó un momento antes de intervenir. Su presencia, como siempre, trajo silencio inmediato. Caminó con calma hacia el grupo, sus ojos recorriendo los rostros de los clientes, sin mostrar ninguna emoción.
—Caballeros, ¿hay algún problema con los servicios que ofrecemos? —preguntó Lucian, manteniendo su tono tranquilo pero autoritario.
Uno de los mercaderes, un hombre robusto y vestido con ropas lujosas, dio un paso adelante.
—Nos dicen que las tarifas son diferentes para cada trabajadora. No tiene sentido. Antes todo tenía un precio fijo, y ahora resulta que debemos negociar. No es lo que esperábamos —se quejó el mercader, visiblemente molesto.
Lucian esbozó una leve sonrisa.
—Eso es porque ahora ofrecemos un servicio más exclusivo. Cada una de nuestras trabajadoras tiene el derecho de fijar su propio precio, basado en sus habilidades y en lo que el cliente demande. Es un acuerdo que nos beneficia tanto a nosotros como a ellas. Es parte de lo que hace este club único en la ciudad.
El mercader frunció el ceño, pero no podía negar que lo que Lucian decía tenía sentido. En el fondo, sabía que parte del atractivo de este lugar era la exclusividad que ofrecía, y la posibilidad de negociar directamente con las trabajadoras solo añadía a esa sensación de control y poder.
—Deberíamos habérnoslo imaginado, supongo —dijo el mercader, cediendo finalmente. Lucian le indicó al portero que acompañara al grupo al interior del club, donde podrían disfrutar de los servicios.
Cuando los clientes desaparecieron entre las cortinas de terciopelo que conducían a la pasarela principal, Lucian volvió a su oficina, satisfecho. Sabía que, en el fondo, los hombres como esos disfrutaban de la posibilidad de negociar directamente con las trabajadoras. El nuevo sistema les daba la ilusión de poder, y era precisamente eso lo que los hacía gastar más.
Ya en su despacho, se sentó de nuevo. Su mente volvía a los ajustes estratégicos que debía implementar para el futuro del club. Las nuevas trabajadoras debían ser presentadas de manera especial, con una campaña discreta pero efectiva que despertara la curiosidad de los clientes habituales y atrajera a nuevos.
Un plan comenzó a tomar forma en su mente: "La Noche de las Esclavas", un evento exclusivo donde se ofrecerían servicios a precios premium, pero solo para aquellos que estuvieran dispuestos a pagar en monedas de oro. Sería una forma de elevar aún más el estatus del club y de filtrar a los clientes más ricos. Las mujeres nuevas serían el centro de atención, y los clientes competirían entre ellos para tener acceso a las más deseadas.
Este evento no solo traería beneficios financieros inmediatos, sino que solidificaría aún más la reputación del club como un lugar de lujo y placer inalcanzable para la mayoría. Con las monedas de oro como entrada mínima, sabía que solo los más ricos y poderosos cruzarían la puerta esa noche.
Lucian escribió los detalles de su plan en un pergamino, asegurándose de tener en cuenta cada aspecto, desde la seguridad hasta la promoción. La expansión del club no era solo una cuestión de espacio y servicios; era una oportunidad de redefinir el poder y el control que ejercía sobre sus clientes.
Cuando la tarde comenzaba a caer, Lucian miró por la ventana. Afuera, la ciudad seguía con su rutina, pero él sabía que pronto, todos los ojos estarían puestos en su club. La guerra que se avecinaba en los reinos no importaba por ahora. Mientras los demonios comenzaban a moverse en las sombras, Lucian se enfocaba en consolidar su poder en la ciudad. El caos fuera solo aumentaría la demanda de su imperio de placer.
Lucian se sentó en su despacho, observando con una sonrisa tranquila los informes que llegaban de la ciudad. Los rumores sobre la invasión del Reino Demonio se esparcían rápidamente, y la gente comenzaba a preocuparse, pero él no sentía ninguna urgencia. Sabía que, si así lo decidiera, podría destruir la ciudad entera de un solo ataque. Su poder había crecido tanto que nada lo inquietaba. Las recientes mejoras en su magia habían incrementado sus habilidades más allá de lo imaginable.
Estadísticas actuales de Lucian:
Nivel Actual: 58Fuerza: 90Agilidad: 85Constitución: 80Intelecto (INT): 170Carisma: 40Suerte: 35Maná (MP): 3000
Con el poder que había acumulado, los conflictos políticos o las guerras que acechaban en las fronteras no significaban nada para él. Sabía que su magia era lo suficientemente poderosa como para arrasar con ejércitos enteros si lo deseaba. Sin embargo, prefería mantenerse alejado de los campos de batalla. Sus verdaderos intereses estaban en la expansión de su imperio de placer.
Desde la ventana de su despacho, observaba cómo la ciudad se sumía en el miedo. Los mercaderes comenzaban a cerrar sus negocios, y los nobles debatían qué hacer ante la inminente invasión. Pero Lucian tenía otros planes. Para él, la guerra era una oportunidad perfecta para atraer a los más desesperados a su club, donde podrían gastar lo que les quedaba en busca de consuelo. Y si las cosas se volvían demasiado caóticas, sabía que una simple explosión de su magia podría borrar cualquier amenaza.
Cassia, la semi-humana de cola plateada, entró en su despacho con una expresión seria.
—La ciudad está llena de rumores. Dicen que el Reino Demonio está arrasando las fronteras. Pronto llegarán aquí, Lucian. —Su voz reflejaba preocupación.
Lucian apenas levantó la vista de sus pergaminos.
—Cassia, ¿acaso crees que eso importa? Si lo deseara, podría convertir toda esta ciudad en cenizas en cuestión de segundos. Los demonios pueden intentar lo que quieran, pero no afectarán lo que hemos construido aquí. —Su voz, aunque calmada, cargaba un poder inquebrantable.
Cassia lo observó en silencio. Sabía que él no mentía. Había sido testigo de su poder en acción, y aunque la guerra se avecinaba, el club seguiría operando bajo su protección. Lucian no solo era un empresario astuto, sino un mago capaz de destruir naciones si así lo quería.
—La Noche de las Esclavas se llevará a cabo tal como estaba planeado —continuó Lucian—. Los demonios vendrán, pero cuando lo hagan, nuestros clientes más poderosos estarán aquí, gastando sus monedas de oro por una última noche de lujo antes del caos. Y nosotros nos beneficiaremos de ello. No temas lo que está por venir. Nosotros estamos por encima de eso.
Cassia asintió y dejó la sala, comprendiendo la magnitud del poder de su maestro. Lucian sabía que los demonios estaban en marcha, pero también sabía que ningún reino, ninguna fuerza, ni siquiera el Reino Demonio, podría desafiarlo si decidía involucrarse. En su interior, sentía la confianza de alguien que dominaba no solo a los demás, sino a la misma realidad.
Mientras contemplaba los planes para la expansión del club y el evento de la Noche de las Esclavas, Lucian sonreía para sí mismo. El caos que se avecinaba sería solo una oportunidad más para demostrar su control absoluto sobre la situación. Los demonios podían venir, pero él seguiría gobernando su imperio con puño de hierro. Si el mundo ardía, él estaría allí para observarlo, disfrutando del espectáculo, con la certeza de que, al final, siempre sería el más fuerte.