—Te vi en mi sueño. Brillante como un día soleado y sonriendo como una flor matutina que acababa de florecer. Sabía que eras mía y cuando se lo dije a mi madre, ella confirmó que realmente eras mi compañera. —Siroos se lo dijo suavemente pero sus ojos tenían esa mirada desolada.
En realidad, él nunca deseó encontrar a su compañera, sabiendo lo difícil que sería su vida. Había elegido caminar solo.
Cassandra dobló las piernas y cruzó los brazos sobre ellas. Sus palabras calentaron su corazón e incluso la hechizaron tanto que él había ido a buscarla.
—¿Cómo lo confirmó tu madre? —preguntó ella.
Siroos había tomado algunas hierbas limpiadoras combinadas en un líquido y ahora las estaba frotando en su suave cabello mientras explicaba.
—Ella viene de una familia de magos. Aunque su magia no es muy fuerte, puede hacer premoniciones y a veces profecías. Los dioses le susurran a veces, revelando sus secretos o lo que necesitan que se haga.