Cassandra emergió del área de lavado vestida con un corto vestido de algodón verde manzana. Siroos estaba agachado en el suelo sosteniendo un pequeño contenedor y un fino palito con una punta afilada en un lado. El palito tenía unas cinco pulgadas de longitud.
Al verla salir, sus ojos se desviaron hacia ella y palmoteó el espacio a su lado.
—Ven, siéntate conmigo.
Cassandra obedeció, acomodándose a lado de su compañero miró dentro del pequeño contenedor redondo que él sostenía. Tenía una pasta muy oscura de color verde; el color casi parecía negro.
—¿Qué es? —preguntó Cassandra con curiosidad mientras Siroos mezclaba la pasta con el palito y recogía una pequeña cantidad en la punta.