Las dos mujeres decoraron con gusto la otra mano de Cassandra y luego sus pies.
—¡Nissa! Dejemos que se seque y luego lo lavaremos. Creo que obtendrás un color muy brillante debido al tono más claro de tu piel —comentó gozosamente Ara mientras cambiaba las velas de los candelabros por unas frescas.
Era una chica joven, sin pareja; la línea negra en su barbilla revelaba su estatus. Emocionada de ayudar a su nueva Luna a prepararse, le había dado energía extra. Su piel ricamente bronceada brillaba como si hubiera sido bien aceitada. Cassandra la recordaba de su primer festín y sus numerosas visitas a su habitación. Era con quien Faris coqueteaba abiertamente.
—Gracias, Ara. Estoy emocionada de ver el color —Cassandra se sentó con las manos y las piernas estiradas, dejándolas secar.
Palia trajo el desayuno para Cassandra y le dio de comer con sus manos para que la henna húmeda no se estropeara.