Lana y las otras dos mujeres trajeron pronto cubos de agua fresca, recién extraída del pozo y la vertieron en la bañera de arcilla.
También trajeron toallas húmedas frescas, frascos de hierbas y pétalos limpiadores, henna y toallas.
—¡Alfa! ¿Necesitas alguna ayuda adicional? —preguntó Lana, con la mirada oscilante entre Siroos y Cassandra. Mientras el primero parecía casual y relajado, la segunda estaba nerviosa.
—Lo tengo cubierto. Gracias, Lana. Puedes continuar con el resto de los preparativos mañana por la mañana. Me encargaré del baño y de aplicar la henna —les informó prontamente.
Horrorizada, Lana abrió la boca para informarle de que esos rituales debían ser realizados por ellas. La ceja arqueada de Siroos y la mirada severa que le lanzó la hicieron cerrarla de nuevo.
Respetuosamente, se inclinaron y abandonaron la habitación antes de ser reprendidas.