Capítulo 3: La Preparación para el Regreso a Clases
Perspectiva de Yoruha
Yoruha dormía profundamente cuando sintió una pata suave pero firme tocándole la cara. Abrió los ojos, aún somnoliento, y escuchó la voz de Kuro.
—Levántate o te araño.
Con pereza, Yoruha se incorporó lentamente. Se frotó los ojos, y mientras buscaba ropa en su mueble, le habló a Kuro:
—Ya eres libre de hacer lo que quieras, solo no te metas en problemas.
El gato, visiblemente entusiasmado, salió corriendo por la puerta. Antes de desaparecer, le respondió:
—¡Está bien! Regreso en un rato.
Yoruha sonrió levemente al verlo tan animado. Después de vestirse, se sentó en su cama y tomó su teléfono. Un mensaje de su madre lo esperaba:
*"¿No estás emocionado por regresar a clases? Ah, y cuando te levantes, no le des más comida a Kuro. Si sigues alimentándolo tanto, va a engordar."*
Yoruha respondió rápidamente:
*"Está bien, no le daré más comida. Nos vemos a la hora del almuerzo."*
Mientras esperaba el almuerzo, sus pensamientos comenzaron a divagar. Sabía que su capacidad física y mental era tres veces superior a la de una persona normal, lo que hacía que sacar buenas calificaciones fuera sencillo, pero controlar su fuerza era un desafío constante. Tenía que reprimir su verdadero potencial para no destacar demasiado, aunque a veces resultaba inevitable.
A pesar de no ser antisocial, la conversación casual no era su fuerte. Reflexionando sobre su habilidad de percepción, decidió llamarla "Detección Biológica y Ambiental". Aunque era consciente de que no era el mejor poniendo nombres, le parecía un término adecuado para describir lo que podía hacer. Su apariencia también solía llamar la atención: su cabello negro, más oscuro que el negro común, y su estatura ligeramente superior a la de la mayoría de los chicos de su edad debido a sus habilidades.
**Perspectiva de los Padres de Yoruha**
Mientras tanto, sus padres regresaban a casa en coche tras hacer unas compras. Su padre, mientras conducía, rompió el silencio primero:
—¿Cómo crees que le vaya en este nuevo ciclo escolar?
Su esposa, mirando por la ventana, respondió pensativa:
—Basándome en años anteriores, le ha ido bien. Pero... nunca trae amigos a casa.
Él suspiró, mostrando cierta preocupación:
—No es muy sociable, ¿verdad?
Ella negó suavemente con la cabeza y añadió:
—No creo que sea falta de sociabilidad. Es más bien que su inteligencia y forma de ver las cosas son distintas a las de los chicos de su edad. Hablé con sus maestros, y me dijeron que no es que no tenga amigos, pero no encuentra temas en común para hablar con ellos. Es difícil para él conectar a ese nivel.
Su esposo asintió, comprendiendo mejor la situación:
—Eso tiene sentido... Además, he notado que llama mucho la atención de las chicas por su color de cabello. Ese negro profundo que heredó de mí... aunque sus ojos son como los tuyos, tan azules como el océano.
Ella sonrió, rememorando esos detalles:
—Sí, es verdad. Yoruha es una mezcla interesante de ambos. Tu cabello negro como la noche y mis ojos azules como el océano. Creo que eso es parte de lo que lo hace tan especial.
La conversación continuó mientras llegaban a casa. Una vez allí, descargaron las compras y las llevaron a la cocina. Después de ordenar todo, el esposo comenzó a cocinar, mientras ella lo ayudaba, disfrutando de un momento de tranquilidad antes de que su hijo regresara a clases.
**Regresando a Yoruha**
En su habitación, Yoruha decidió activar su habilidad de percepción. Inmediatamente, detectó los cambios en su entorno: el aumento de la temperatura corporal de dos personas que se movían por la casa, el ritmo constante de sus corazones, y la ligera fluctuación en los niveles hormonales que indicaba que estaban relajados. Suspiró al darse cuenta de que eran sus padres.
Una mezcla de emociones lo invadió. Por un lado, sentía una creciente frustración por todo lo que tenía que ocultarles. Quería contarles sobre sus habilidades, explicarles todo lo que estaba viviendo, pero la incertidumbre sobre cómo podrían reaccionar lo frenaba. ¿Lo entenderían? ¿Lo verían como un monstruo? Estos pensamientos lo atormentaban más de lo que quería admitir.
Por otro lado, también sentía alivio. El hecho de que sus padres aún no supieran nada lo protegía de una conversación para la que no estaba listo. No era el momento adecuado, o al menos eso se repetía para calmar la ansiedad que lo embargaba cada vez que pensaba en ello.
Después de un momento, Yoruha respiró profundamente para calmarse. Cerró los ojos, dejando que la tensión abandonara su cuerpo. Una vez que se sintió lo suficientemente tranquilo, bajó las escaleras para unirse a sus padres en el almuerzo.
Al llegar a la cocina, la calidez del hogar y el aroma familiar de la comida recién hecha lo recibieron, brindándole un confort temporal a su mente inquieta. Aunque sus padres no sabían nada sobre sus habilidades, Yoruha decidió disfrutar de estos momentos sencillos con ellos, al menos por ahora.