Capítulo 4: Primer Día en la Academia Seiren
Yoruha se levantó con un suspiro de frustración. "Hoy es el primer día en la escuela preparatoria. Debo evitar llamar la atención," pensó mientras apartaba las sábanas.
Al lado de su cama había un mueble con una lámpara de lectura. Junto a la lámpara, un libro titulado *"Los deseos de los seres humanos y sus emociones"* captó su atención. Recordó un poco de su lectura: explicaba que los deseos de las personas podían ser egoístas o altruistas, buenos o malos, dependiendo del tipo de deseo y de las emociones que los influían. Se podía desear fama, riqueza, amor, o simplemente una vida tranquila, pero las emociones eran la clave de todo.
Después de rememorar un poco, Yoruha se levantó y comenzó a prepararse para la escuela. Abrió su armario, sacó su uniforme, y revisó que todos sus materiales estuvieran en orden en la mochila. Después, se metió en la ducha, donde el agua caliente lo ayudó a despertar completamente. Mientras el agua caía, no pudo evitar preguntarse: "¿Estarán algunos de mis antiguos compañeros en mi nuevo salón?"
Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta del tiempo que llevaba en la ducha hasta que escuchó un grito desde la cocina: "¡Apúrate, se te va a hacer tarde!" Era la voz de su madre.
Al darse cuenta de que estaba retrasado, Yoruha salió rápidamente, se lavó los dientes, y bajó corriendo desde la segunda planta hasta la cocina. Se sentó apresuradamente en la mesa del comedor y comenzó a devorar su desayuno. Aunque la comida olía deliciosa, lamentó no poder disfrutarla como debía por tener que comer a toda prisa. Terminó su desayuno en cuestión de minutos, recogió sus platos y los llevó al fregadero para lavarlos.
"¿Dónde está mi lonchera?" preguntó mientras se secaba las manos con un trapo azul.
"Está aquí," respondió su madre con una sonrisa, entregándole la lonchera.
"Gracias, mamá," dijo Yoruha mientras tomaba la lonchera y se dirigía hacia la entrada. "¡Que tengas un buen día!" le deseó su madre.
"Tú también, mamá," respondió él, antes de ponerse los zapatos rápidamente y abrir la puerta.
Lo que no esperaba era que Kuro, su gato, estuviera justo al lado de la puerta. El felino saltó, asustando a Yoruha, quien salió corriendo en dirección a la escuela.
Unos metros antes de llegar, en una intersección, una estudiante caminaba distraída. Había pedido a su chofer que la dejara a unas cuadras de la escuela para poder caminar un poco. Sabía que si sus padres se enteraban, la regañarían y también al chofer. "Al menos sólo le descontarán un poco de su sueldo," pensó, aliviada de que no fuera algo más serio.
De repente, chocó con alguien en la intersección. Para su suerte, el impacto fue mínimo, pero el incidente la sacó de sus pensamientos. Levantó la vista y se encontró con los ojos de un chico. Sin embargo, no la miraba exactamente a ella; sus ojos, de un azul profundo, parecían ver más allá, como si pudieran atravesar su alma.
Yoruha, desde su perspectiva, había activado automáticamente su habilidad de detección biológica y ambiental al chocar con la chica. Su cabello blanco como la nieve y sus ojos dorados, que brillaban a la luz del sol, la hacían parecer de otro mundo. Pero lo que realmente captó su atención fueron las emociones que detectó: desesperación, tristeza, frustración y arrepentimiento. Todo esto lo supo por las hormonas, el ritmo cardíaco y la temperatura corporal de la chica, además de la temperatura del ambiente.
"Perdón por chocar contigo antes," dijo Yoruha rápidamente antes de salir corriendo hacia la escuela, consciente de que podría llamar la atención si se quedaba más tiempo.
Al llegar a la entrada de la Academia Seiren, Yoruha vio el nombre de la escuela escrito en letras elegantes. El edificio tenía un diseño muy refinado y acogedor, pero al mismo tiempo, serio y respetable. Entró rápidamente, cambió sus zapatos en el casillero y se dirigió a su salón.
Los pasillos estaban llenos de estudiantes, algunos platicando y otros dirigiéndose a sus aulas. También había profesores en camino a la sala de maestros. Subió las escaleras que lo llevaron a la segunda planta, donde estaba su salón. Al llegar, abrió la puerta y notó que ya había varios estudiantes en el aula. Sin dudarlo, se sentó en la última fila, junto a la ventana, y fingió estar dormido, aunque mantenía activa su habilidad de detección biológica y ambiental.
Mientras escaneaba el salón, notó que la clase estaba equilibrada en cuanto a número de estudiantes: 12 chicos, incluido él, y 11 chicas. Contando a la chica con la que había chocado, eran 12 en total.
De repente, la puerta se abrió y la misma chica de cabello blanco entró, captando la atención de todos. Sin embargo, antes de que los estudiantes pudieran acercarse a ella, el profesor entró al salón.
"Buenos días, soy Takashi Sato, su tutor de clase," dijo el profesor con voz firme. "Vamos a empezar con las presentaciones."
Los estudiantes comenzaron a presentarse, mencionando sus nombres y algunas cosas que les gustaban: deportes, películas, videojuegos, lectura, entre otros. Cuando llegó el turno de la chica que había captado toda la atención, se presentó como Shiro Kiyama.
Al escuchar su apellido, la mayoría de la clase reaccionó con sorpresa, mientras que unos pocos sonrieron, claramente conocían su origen. Después, Shiro mencionó que le gustaban los deportes y la comida tradicional, pero su expresión permaneció reservada.
Finalmente, llegó el turno de Yoruha. Se levantó y dijo: "Soy Yoruha Kurokawa. Me gusta leer, contemplar paisajes nocturnos y la astronomía."
Takashi Sato asintió y continuó: "Si tienen alguna duda o pregunta, no duden en hacérmela saber."
Luego de las presentaciones, el profesor entregó los horarios de clase y añadió: "Después del receso, todos deben dirigirse al auditorio. El director, el Sr. Hiroshi Aizawa, dará un discurso para los nuevos estudiantes. No lleguen tarde."
"Sí, profesor," respondieron todos al unísono.
Las clases comenzaron y, tras un par de horas, llegó el receso. Antes de que sonara la campana, el profesor dijo: "Espero que todos se lleven bien."
La campana sonó y, en un abrir y cerrar de ojos, todos los estudiantes se reunieron alrededor de Shiro, haciéndole muchas preguntas. Ella intentó mantener la compostura, pero Yoruha, que observaba desde su asiento, no pudo evitar notar la falsedad en su sonrisa.
"Todos tranquilos, por favor," dijo Shiro, tratando de calmar la situación. Pero Yoruha, con su habilidad activada, sabía que era una sonrisa falsa, que ocultaba sus verdaderos sentimientos.
Mientras tanto, aprovechando la distracción, Yoruha salió del salón y se dirigió a la azotea. Quería disfrutar de un momento de tranquilidad y analizar cómo manejaría los problemas que seguramente vendrían con el uso de sus habilidades.
Al llegar a la azotea, encontró un lugar con sombra, se sentó y comenzó a comer. Mientras lo hacía, pensaba en su próximo paso, en cómo debía manejar su vida en la escuela sin llamar demasiado la atención.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que escuchara la puerta de la azotea abrirse. Levantó la vista y vio a Shiro caminando hacia él.
"Hola, ¿tienes un momento para hablar?" le preguntó.
"¿Qué necesitas?" respondió Yoruha, manteniendo un tono frío. Sabía que debía mantener cierta distancia.
"Antes de que te niegues, por favor, dame una oportunidad para hablar," insistió Shiro.
Yoruha se quedó en silencio por un momento y luego asintió. "Está bien, te escucharé, pero no garantizo que acepte lo que digas."
Shiro respiró hondo y, mientras recordaba su infancia, comenzó a hablar. Creció en una familia rica donde todo estaba controlado: su ropa, sus amistades, incluso sus gustos. Todo lo que le gustaba le era arrebatado, y siempre se sintió como un pájaro enjaulado, como un jarrón de flores que todos podían ver, pero nadie podía tocar.
Finalmente, con lágrimas en los ojos, le dijo: "Por favor, finge ser mi novio."
Yoruha la miró fijamente y le respondió con voz neutral: "¿Por qué debería aceptar si apenas nos conocemos?"
"Tus ojos... tus ojos pueden ver lo que los demás no pueden," dijo Shiro, antes de comenzar a caminar hacia la salida.
"¿Qué es lo que puedo ver?" preguntó Yoruha, deteniéndola con su voz mientras se acercaba.
Se acercó lo suficiente como para activar su habilidad de detección biológica y ambiental, pero lo que encontró en Shiro lo sorprendió. Su ritmo cardíaco estaba acelerado, pero no por miedo, sino por una mezcla de ansiedad y esperanza. Las hormonas en su cuerpo, que antes reflejaban una sensación de desesperación, ahora mostraban un destello de expectativa. Su temperatura corporal también había subido ligeramente, indicando una emoción intensa.
Shiro lo miró a los ojos, y en un susurro casi inaudible, dijo: "Puedes ver mi tristeza, mi soledad... pero también puedes ver mi esperanza, ¿verdad?"
Yoruha se mantuvo en silencio, analizando la situación. Desde que había desarrollado sus habilidades, nunca se había encontrado con alguien tan honesto en sus emociones, incluso cuando intentaban ocultarlas. Su habilidad le permitía ver la verdad detrás de las máscaras que la gente solía usar, y lo que veía en Shiro era una verdad que no podía ignorar.
"¿Y qué ganas tú con esto?" preguntó finalmente, su voz sin emociones.
Shiro bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior antes de responder. "Solo quiero que alguien me vea como realmente soy, aunque sea por un momento. Estoy cansada de fingir, de ser alguien que no soy solo para satisfacer las expectativas de los demás. Quiero ser libre, aunque sea solo un poco."
Yoruha suspiró, sintiendo una punzada de empatía. Él también sabía lo que era vivir con un peso que nadie más entendía. Después de unos segundos de reflexión, dijo: "No sé qué es lo que buscas exactamente con esto, pero si fingir ser tu novio te ayuda a sobrellevar la carga, lo haré. Sin embargo, debo advertirte que no será fácil."
Shiro lo miró, sorprendida y agradecida a la vez. "Gracias, Yoruha. Prometo que no te causaré problemas."
"No lo prometas," respondió Yoruha con una leve sonrisa irónica. "Los problemas siempre vienen, estemos listos o no."
Ambos permanecieron en silencio por un momento, disfrutando de la brisa en la azotea. Finalmente, Shiro rompió el silencio con una pregunta. "¿Qué te motivó a aceptar?"
Yoruha se quedó mirando el horizonte antes de responder. "Tal vez porque veo algo en ti que no puedo ignorar. O tal vez simplemente estoy curioso. No lo sé. Pero lo que sí sé es que una mentira no siempre es algo malo, siempre y cuando ayude a proteger una verdad más importante."
Shiro asintió, comprendiendo las palabras de Yoruha. "Sí... tal vez esta mentira nos ayude a descubrir algo que hemos estado buscando."
La campana sonó, indicando que el receso había terminado. Ambos se levantaron y comenzaron a caminar hacia la puerta de la azotea.
"Es hora de ir al auditorio para el discurso del director," dijo Yoruha, cambiando el tema.
"Sí, vamos," respondió Shiro, ahora con una expresión más tranquila.
Bajaron las escaleras juntos y se dirigieron al auditorio, donde los estudiantes de primer año ya se estaban reuniendo. Al entrar, el ambiente era solemne. Los estudiantes murmuraban entre ellos, algunos emocionados, otros nerviosos.
El auditorio era amplio, con asientos dispuestos en filas que descendían hacia un escenario elevado. El techo tenía una cúpula que permitía la entrada de luz natural, dándole al lugar un ambiente acogedor pero imponente. En el escenario, el podio estaba preparado para el discurso del director.
Yoruha y Shiro tomaron asiento junto a sus compañeros de clase. Yoruha notó que varios estudiantes los observaban, curiosos por la presencia de Shiro y la forma en que ambos estaban juntos.
Finalmente, el director Hiroshi Aizawa subió al escenario. Era un hombre de mediana edad, con cabello gris y un porte digno. Su presencia imponía respeto, y los murmullos en el auditorio cesaron en cuanto comenzó a hablar.
"Bienvenidos, nuevos estudiantes de la Academia Seiren," dijo el director con voz firme. "Hoy es el primer día de un viaje que no solo definirá su futuro académico, sino también la persona en la que se convertirán. Esta academia tiene una rica historia y un compromiso con la excelencia. Aquí, no solo aprenderán de libros, sino también de la vida misma."
Yoruha escuchaba, pero su mente estaba en otra parte. Aunque el discurso era motivador, no dejaba de pensar en lo que acababa de suceder en la azotea. Fingir ser el novio de Shiro sería un desafío, y no estaba seguro de las implicaciones que tendría para ambos.
"Recuerden, la Academia Seiren no es solo una institución educativa. Es un lugar donde cada uno de ustedes puede encontrar su verdadero camino," concluyó el director.
Los estudiantes aplaudieron cortésmente cuando el director terminó su discurso. Mientras los aplausos resonaban, Yoruha miró de reojo a Shiro, quien también estaba perdida en sus pensamientos.
Al salir del auditorio, Yoruha sabía que el primer día en la Academia Seiren sería solo el comienzo de un nuevo capítulo en su vida. Y ahora, con Shiro a su lado, ese capítulo prometía ser más complicado de lo que jamás hubiera imaginado.