Capítulo 5: El Secreto Compartido
El sonido de los pasos resonaba suavemente en el pasillo mientras los estudiantes salían del auditorio, dirigiéndose a sus respectivas clases. Entre ellos, Yoruha y Shiro caminaban juntos en un silencio cargado de significado. La multitud de compañeros les rodeaba, pero ambos parecían estar en su propio mundo, aislados en la burbuja de sus pensamientos.
Aprovechando un momento en que nadie parecía estar prestando atención, Yoruha se inclinó hacia Shiro. Su corazón latía un poco más rápido de lo habitual, y con un susurro que apenas sobrepasaba el ruido ambiente, dijo:
—Cuando termine la clase, nos vemos en la azotea.
Shiro no respondió de inmediato. Una mezcla de sorpresa y curiosidad cruzó por sus ojos dorados. Después de una breve pausa, asintió discretamente. No dijo una palabra, pero su gesto fue suficiente para que Yoruha sintiera un extraño alivio. Continuaron caminando hacia su salón de clases, con una corriente de nerviosismo sutil que les mantenía alerta.
Las horas de clase transcurrieron lentamente, como si el tiempo mismo conspirara para alargar su espera. Yoruha no podía evitar mirar de reojo a Shiro de vez en cuando, preguntándose si ella también sentía esa tensión en el aire. Finalmente, la campana que marcaba el final de las clases sonó, y los estudiantes comenzaron a recoger sus pertenencias. Algunos se dirigieron a los clubes escolares, otros salieron rápidamente para ir a casa, mientras que un grupo se quedó conversando antes de salir.
Sin llamar la atención, Yoruha y Shiro se levantaron de sus asientos y, con pasos medidos, salieron del salón. Mientras caminaban hacia las escaleras que llevaban a la azotea, un leve escalofrío recorrió la espalda de Yoruha. No sabía exactamente qué esperar de esta reunión, pero algo dentro de él le decía que era importante, que estaban cruzando una línea invisible que cambiaría algo entre ellos.
Ya en las escaleras, Yoruha rompió el silencio, aunque su voz era apenas un murmullo:
—¿Tienes alguna manera de evitar que tus padres se enteren?
Shiro respondió con la misma rapidez que antes, casi como si hubiera esperado la pregunta:
—No pienso contarles nada. ¿Y tú?
—Yo tampoco —contestó Yoruha con una sonrisa ligera, pero interiormente, la idea de mantener algo así en secreto le provocaba una mezcla de excitación y temor.
Ambos se miraron, y por un breve instante, el mundo exterior pareció desvanecerse. Sus voces se unieron en un susurro compartido:
—Esto será nuestro pequeño secreto.
Las palabras resonaron en ellos, creando una conexión especial que no podían ignorar. Al llegar a la azotea, Yoruha empujó suavemente la puerta, y ambos entraron. Una brisa ligera les recibió, trayendo consigo el aroma fresco de la tarde. Eligieron un rincón sombreado donde podrían hablar sin ser molestados.
Yoruha se sentó junto a Shiro, sintiendo la fría superficie del suelo a través de su uniforme. La realidad de lo que estaban haciendo finalmente le golpeó, pero lejos de acobardarse, se sintió más decidido.
—Para que esto sea creíble, debemos poder contactarnos fácilmente —dijo Yoruha, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos—. Además, sería bueno planear alguna salida para conocernos mejor.
Shiro asintió, contemplando la idea con seriedad. Su mente estaba llena de posibles escenarios, de lo que podría salir bien y lo que podría salir mal.
—Sí, pero debemos tener cuidado con los lugares que escogemos. Podríamos encontrarnos con tus padres o los míos.
La lógica detrás de sus palabras era innegable, y Yoruha asintió, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y emoción.
—Lo primero es intercambiar nuestros números de teléfono —dijo mientras sacaba su móvil, notando un leve temblor en sus manos al hacerlo. Se lo ofreció a Shiro.
Ella tomó el teléfono, escribió su número y luego le entregó su propio móvil a Yoruha para que hiciera lo mismo. El gesto fue simple, pero cargado de una importancia que ambos podían sentir. Cuando devolvieron los teléfonos, Yoruha se dio cuenta de que su rostro estaba más caliente de lo normal; el rubor en sus mejillas era inconfundible. Se acercó un poco más a Shiro, buscando sus ojos con una mirada que esperaba transmitir la seriedad de lo que estaba sintiendo.
—No sé a dónde nos llevará esto, pero será un placer conocerte —dijo, su voz apenas un susurro.
Shiro le devolvió la mirada, y por un instante, las máscaras que ambos llevaban parecieron desvanecerse. Con una sonrisa que era a la vez tímida y sincera, respondió:
—Para mí también será un placer conocerte.
Con esas palabras, ambos se levantaron, sintiendo el peso del momento, pero también una extraña ligereza, como si acabaran de compartir algo precioso. Se separaron en silencio, cada uno dirigiéndose a su respectiva casa, pero sabiendo que algo había cambiado entre ellos.
De camino a su hogar, mientras Shiro era llevada por su chofer, su teléfono sonó. Era un mensaje de Yoruha:
*"Recuerda mantener nuestro secreto."*
Shiro sonrió al leerlo, sintiendo una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Rápidamente, respondió:
*"Tú también, mantén nuestro secreto."*
Yoruha, al recibir el mensaje, dejó escapar un pequeño suspiro y sonrió mientras caminaba hacia su casa. Una parte de él se preguntaba qué vendría después, pero en ese momento, todo lo que importaba era que ahora compartían algo que les unía de una manera única y especial.