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Chapter 11 - Los últimos barcos

El viento soplaba con furia, pero no tanto como el corazón de Alaric, que latía con el peso de la incertidumbre. Habían pasado días, semanas, meses desde que zarparon desde Oftalmolecusamp hacia el nuevo mundo. Lo que en un principio era una flota majestuosa de 105 barcos ahora se había reducido a apenas tres. Cada día que pasaba, más barcos se rendían al temor oa la desesperación, regresando a puerto o desapareciendo en la inmensidad del océano.

El cielo estaba despejado cuando el Explorum Nova Tevra, el Rumbum Novo Mundis y el Mærum Capatazum continuaban su viaje hacia el nuevo mundo. Alaric, de pie en la proa del Explorum Nova Tevra, observaba el horizonte, pero en su mente pesaban los días de incertidumbre que los acechaban. Las semanas se habían alargado, y los barcos que inicialmente lo acompañaban habían ido abandonando la misión.

—¿Cuántos quedamos? —preguntó Alaric a su contramaestre.

—Solo tres, capitán —respondió el hombre con un tono de resignación—. Todos los demás se han dado por vencidos o han desaparecido.

Alaric asintió en silencio, sabiendo que la moral estaba baja entre su tripulación. El océano se extendía como una vasta e interminable extensión de agua. Su misión parecía más difícil con cada día que pasaba, y aunque él lo intentaba, no podía evitar el miedo que lo invadía.

En la distancia, desde el Rumbum Novo Mundis, el capitán Laerik Stormlight gritaba órdenes a su tripulación, intentando mantener el ánimo en alto. Sus ojos se posaban con frecuencia en el Explorum Nova Tevra.

—¡Vamos, muchachos, manténganse firmes! ¡Estamos más cerca de lo que creen! —exclamaba, aunque sus palabras eran más para él mismo que para su tripulación.

Por otro lado, en el Mærum Capatazum, el capitán Tharo Grimseer intentaba lo mismo con su tripulación, pero el cansancio era palpable en cada uno de ellos.

—Capitán Grimseer, hemos perdido más de la mitad de nuestras provisiones —dijo su contramaestre con una expresión seria—. Si no encontramos tierra pronto, no sobreviviremos mucho más.

—Lo sé... —respondió Tharo, apretando los dientes—. Pero no podemos dar la vuelta ahora. Lo que buscamos está delante de nosotros.

Pero los tres capitanes sabían que el verdadero enemigo no estaba en sus propias dudas, sino en lo que se avecinaba.

Unos días después, las nubes comenzaron a arremolinarse sobre el horizonte. Una oscuridad ominosa se extendió rápidamente sobre los tres barcos. El aire se cargó de humedad, y pronto el viento comenzó a golpear con una furia inusitada.

—¡Capitán! —gritó uno de los marineros desde la cubierta del Explorum Nova Tevra—. ¡Se aproxima una tormenta!

—¡Todos a sus puestos! —ordenó Alaric, corriendo hacia el timón mientras el viento comenzaba a sacudir el barco.

El Explorum Nova Tevra comenzó a balancearse de un lado a otro, y las olas rompían con fuerza contra el casco. Alaric podía ver cómo el Rumbum Novo Mundis y el Mærum Capatazum luchaban por mantener el control.

En el Rumbum Novo Mundis, Laerik intentaba mantener a su tripulación bajo control.

—¡Amarren todo lo que puedan! ¡No quiero perder ni un hombre! —gritaba, aferrándose al timón—. ¡Resistan, resistan!

Pero la tormenta no les daba tregua. El mástil principal del Rumbum Novo Mundis crujió y, con un chasquido estremecedor, se partió por la mitad. Laerik miró horrorizado mientras las velas caían al agua y las olas comenzaban a arrastrar el barco.

—¡Nos hundimos! —gritó uno de los marineros—. ¡Abandonen el barco!

Laerik apretó los dientes y gritó sobre el caos—. ¡A los botes salvavidas, rápido!

Mientras tanto, en el Mærum Capatazum, Tharo luchaba por controlar el timón, pero el barco se inclinaba peligrosamente.

—¡Capitán, no podemos mantener el rumbo! —gritó su contramaestre—. ¡Las olas son demasiado fuertes!

Tharo asintió con desesperación, viendo cómo su barco se desgarraba poco a poco por la furia de la tormenta—. ¡Preparen los botes salvavidas! ¡No podemos hacer nada más!

El Mærum Capatazum comenzó a girar fuera de control, arrastrado por las olas gigantescas, y en cuestión de minutos, comenzó a hundirse. Las tripulaciones de ambos barcos, el Rumbum Novo Mundis y el Mærum Capatazum, fueron lanzadas a los botes salvavidas mientras las embarcaciones desaparecían bajo las aguas embravecidas.

Desde el Explorum Nova Tevra, Alaric observaba la tragedia con impotencia. Su barco también estaba en peligro, pero aún resistía. Cuando la tormenta finalmente comenzó a calmarse, solo el Explorum Nova Tevra quedaba a flote.

—Capitán, el Rumbum Novo Mundis y el Mærum Capatazum... —susurró el contramaestre, señalando las aguas vacías.

—Lo sé... —murmuró Alaric, apretando el timón con fuerza—. Pero mira, sus tripulaciones están en los botes salvavidas.

—¡Los botes salvavidas! —gritó uno de los marineros—. ¡Los sobrevivientes están ahí!

Alaric se inclinó hacia la proa, observando los pequeños botes a la deriva entre los restos de la tormenta. Sin dudarlo, dio la orden—. ¡Preparen las cuerdas! ¡Vamos a subirlos a bordo!

Uno a uno, los hombres de las tripulaciones de los barcos hundidos fueron izados al Explorum Nova Tevra. Estaban agotados, empapados y heridos, pero vivos. Entre ellos estaba Laerik, el capitán del Rumbum Novo Mundis, quien miró a Alaric con una mezcla de alivio y vergüenza.

—Lo siento, capitán... no pude salvar el barco —dijo Laerik con voz ronca.

Alaric negó con la cabeza y puso una mano en el hombro de su compañero—. Hiciste lo que pudiste. Lo importante es que estás vivo.

Tharo, el capitán del Mærum Capatazum, también se acercó, respirando con dificultad—. Perdimos nuestros barcos, pero aún no hemos perdido la misión.

Alaric asintió, mirando el horizonte. La flota que había comenzado con 105 barcos se había reducido a uno, pero ese barco aún seguía flotando.

—Seguimos adelante —dijo Alaric con firmeza—. Este barco es todo lo que necesitamos.