Chereads / Los viajes de Alaric / Chapter 12 - La llegada al nuevo mundo

Chapter 12 - La llegada al nuevo mundo

El 25 de octubre de 1425, el cielo estaba cubierto por un denso manto de nubes grises que parecía aplastar el ánimo de la tripulación. En el Explorum Nova Tevra, la atmósfera era de pesadez y resignación. Tras semanas de viaje y tormentas, los marineros ya no sabían qué esperar. Había pasado tanto tiempo que algunos dudaban si ese nuevo continente realmente existía.

Alaric, agotado pero decidido, caminaba por la cubierta, observando el horizonte sin una pizca de esperanza en sus ojos. El mar seguía calmo, y el silencio de la tripulación solo era roto por el crujido ocasional de las velas y el golpeteo suave de las olas.

De repente, uno de los vigías, que había estado observando atentamente desde el mástil, se levantó de un salto y gritó con todas sus fuerzas.

—¡Tierra! ¡Tierra a la vista!

Las palabras atravesaron el aire como un relámpago. Alaric se giró rápidamente, su corazón palpitando con fuerza. Corrió hacia la proa, entre la emoción y el miedo, y miró en la dirección que señalaba el vigía. Al principio, no pudo ver nada más que la espesa niebla que cubría el horizonte, pero entonces, poco a poco, la neblina comenzó a desvanecerse, revelando una silueta oscura y firme en la distancia.

—¡Es verdad! ¡Es tierra! —gritó el contramaestre, y su voz contagió a los demás.

Los marineros comenzaron a correr por la cubierta, gritando de alegría, abrazándose entre ellos, mientras los remanentes de la niebla se desvanecían por completo. La tierra que tanto habían buscado estaba justo frente a ellos. Alaric no podía apartar los ojos de la costa que se extendía a lo lejos, con colinas verdes y playas vírgenes.

—¡Anclen el barco! —ordenó Alaric, con una mezcla de alivio y emoción—. ¡Preparad los botes!

El Explorum Nova Tevra pronto quedó anclado frente a la costa, y los botes salvavidas, esos mismos que habían rescatado a los sobrevivientes de la tormenta, fueron arriados hacia el agua. Alaric fue el primero en subir a uno de ellos, seguido por los marineros más cercanos. Los remos cortaron el agua suavemente mientras se dirigían hacia la playa.

Cuando finalmente llegaron a la orilla, Alaric saltó del bote, sintiendo la arena húmeda bajo sus botas. Apenas tocó la tierra firme, sus piernas casi cedieron. La emoción y el agotamiento lo embargaron, y con un suspiro profundo, cayó de rodillas en la arena mojada.

—Gracias, Tohólotec... —murmuró, levantando la mirada al cielo nublado. El dios de las aguas les había permitido llegar, y ahora, el nuevo mundo estaba ante ellos.

Alaric levantó las manos al cielo, agradeciendo por haberlos protegido en el viaje. Uno a uno, los marineros comenzaron a descender de los botes y, al ver a su capitán en ese acto de reverencia, se arrodillaron a su lado. Algunos bendecían a Tohólotec con palabras susurradas, mientras otros caían al suelo, tumbándose por completo, dejando que la arena y el agua fría les envolvieran como una señal de que habían sobrevivido.

—¡Lo logramos! —gritó uno de los marineros mientras se lanzaba al suelo, extendiendo los brazos y riendo a carcajadas—. ¡Este es el nuevo mundo!

—¡Bendito sea! —dijo otro, inclinándose hacia la arena para besarla—. ¡Bendito sea este lugar!

Alaric, aún de rodillas, miró a sus hombres. Algunos reían, otros lloraban, y algunos simplemente miraban el vasto continente que ahora se extendía frente a ellos. Los árboles altos y verdes se alzaban como gigantes sobre la línea de la costa, y las montañas se perfilaban en la distancia.

—Hemos llegado —murmuró Alaric, con una mezcla de asombro y gratitud.

La tripulación comenzó a explorar la orilla, atando los botes y asegurando los suministros. Alaric se quedó un momento más en la arena, observando el nuevo mundo que finalmente habían alcanzado, preguntándose qué secretos, maravillas y peligros les aguardaban en ese lugar desconocido.