En los albores de la creación, cuando el universo era un lienzo en blanco, cinco divinidades se unieron en un acto de armonía y propósito para dar vida a un mundo llamado Kalastra. Estos dioses, cada uno maestro de un elemento: fuego, agua, tierra, aire y espíritu, trabajaron juntos para dar forma a Kalastra. Crearon montañas altas y valles profundos, ríos serpenteantes y océanos vastos, cielos azules y bosques verdes.
Primero, dieron vida a los animales, desde las criaturas más pequeñas hasta las más grandes y majestuosas. Luego, crearon una diversidad de plantas, desde la hierba más humilde hasta el árbol más imponente. Pero pronto se dieron cuenta de que necesitaban un ser que gobernara y cuidara de todo y de todos. Así fue como nació el ser humano, un ser puro que estaba destinado a grandes cosas en su mundo.
Sin embargo, en la penumbra del cosmos, el dios de las sombras, rencoroso y envidioso por no haber sido incluido en la creación de Kalastra, observaba con resentimiento. Decidió corromper todo el trabajo de los dioses poco a poco. Introdujo cambios sutiles pero letales en las plantas y los animales que causaron enfermedades y muerte. Los dioses observaban horrorizados cómo su creación se desmoronaba poco a poco, pero no sabían cómo detener al dios de las sombras ni cómo extirpar su influencia.
Con el tiempo, el dios de las sombras creó a Malroc, "el Devorador de Almas", una entidad capaz de corromper todo lo que tocaba. Creó un ejército de humanos de corazón oscuro, llenos de odio y furia. Los cinco dioses, viendo su creación amenazada por esta fuerza oscura, tomaron una decisión desesperada. Decidieron ceder parte de su poder a un grupo selecto de humanos para que hicieran frente a esta situación desesperada. Así nacieron "los Primigenios", humanos con poderes sobrenaturales capaces de contraatacar y dar esperanza al resto.
La lucha fue brutal y duró siglos. Los Primigenios lucharon con todas sus fuerzas contra las hordas de Malroc. Finalmente, lograron encerrar a Malroc en una prisión permanente y sellar el paso del dios de las sombras a su mundo con un sello mágico. A pesar de su victoria, quedaron restos de los años de lucha: la envidia, el odio, las enfermedades y la muerte habían llegado para quedarse. Con el paso de los siglos, estos males se asentaron y formaron parte de la vida cotidiana del mundo. Kalastra, aunque herida, sobrevivía y sus habitantes luchaban día a día para mantener la esperanza viva.