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Chapter 2 - Capítulo 1: El despertar de Aria

En el vasto mundo de Kalastra, asolado por un despiadado rey demonio, la vida de sus habitantes se había vuelto sombría y desesperanzadora. Los cinco continentes que conformaban este planeta eran: Turman en el norte, donde el frío asolaba sus sombrías tierras; Serque en el sur, lleno de grandes desiertos y sol abrasador que hacía insoportable su estancia salvo para los serquenses que habían adaptado sus cuerpos y su vida a ello; Kursun en el oeste, donde más bestias habitaban y su población tenía que convivir con peligros constantes rodeados por selvas inmensas, pantanos y ríos sin fin; Carmideon en el este, casi siempre lluvioso y rodeado de misterio, se decía que su población estaba llena de magia antigua pero vivían ocultos entre sus grandes bosques y montañas; y Tarmeas en el centro de todo, lugar de encuentro donde más población vivía, usado para el comercio y la producción de materias primas gracias a sus temperaturas ideales y estaciones anuales perfectamente rotadas entre ellas.

Los habitantes de Kalastra sufrían bajo el yugo del malvado gobernante y sus siervos. El rey demonio, conocido como Xerathor, había sumido a Kalastra en una era oscura, llena de miedo y opresión. Sus terribles poderes oscuros y su ejército de monstruos mantenían a la población bajo su control.

Nuestra historia comienza en la ciudad de Korota, ubicada en la provincia de Karleas, en el corazón de Tarmeas. La ciudad era conocida por sus fértiles tierras y sus habitantes trabajadores. Aquí, en una humilde granja rodeada de campos verdes y ondulantes, vivía Aria, una joven de 17 años que desconocía su verdadero potencial mágico. Aria era una chica de cabello rosado y ojos castaños que reflejaban su espíritu indomable. Su familia se dedicaba a la agricultura, cultivando trigo y otros granos que alimentaban a la población local. A pesar de las dificultades que enfrentaban bajo el dominio del rey demonio, lograban mantenerse unidos y fuertes.

Aria siempre había tenido una relación especial con su hermano mayor, Adrián. Desde que eran pequeños, Adrián se había encargado de protegerla y cuidarla en todo momento, convirtiéndose en su confidente y mejor amigo. Una anécdota que solían recordar con cariño era aquella vez en que Aria, siendo apenas una niña, se había perdido en el bosque cercano a su hogar. Adrián, sin pensarlo dos veces, se adentró en la espesura para encontrarla, y al dar con ella, la llevó en sus hombros de vuelta a casa, cantándole canciones para calmar su llanto.

Cuando Adrián cumplió la mayoría de edad, fue llamado al servicio militar y enviado a proteger la frontera de la capital del reino, llamada Valoria, ya que allí quedaba parte de la resistencia que se enfrentaba al dominio del Rey Demonio. Aria y su familia se sintieron desolados al verlo partir, pero sabían que era su deber defender su tierra. Durante los años que estuvo lejos, las cartas de Adrián eran el consuelo de Aria y su familia, quienes las leían con ansias para saber de él.

La situación en el reino empeoró cuando las líneas de defensa de la resistencia cayeron ante el avance del temible Rey Demonio completando su dominio en los 5 continentes. Adrián volvió a casa, herido pero vivo, y la familia decidió esconderse en una granja ubicada en un pequeño pueblo oculto entre las montañas. Allí, lejos del peligro, comenzaron una nueva vida.

A pesar de las adversidades, Aria y su familia trabajaban duro en la granja para subsistir. Cada noche, después de un largo día de trabajo, Aria preparaba la cena para todos con amor y dedicación. Su hermano Adrián retomó la tradición de arroparla en la cama y quedarse a su lado hasta que se dormía, como en los viejos tiempos.

El padre de Aria solía ausentarse por largos periodos para vender las cosechas y animales de la granja en la capital. Aria se quedaba cada mañana esperando su regreso a casa, mientras su madre la ayudaba en todo lo que podía. La vida era simple, pero feliz, y Aria soñaba con un futuro mejor para ella y su familia.

Desde pequeña, Aria había mostrado habilidades excepcionales para la música y la danza. Aunque sus padres no tenían los recursos para enviarla a una escuela de arte, siempre la animaban a seguir sus sueños. En los momentos libres que tenía, Aria practicaba sus habilidades artísticas y compartía con su familia las melodías y bailes que creaba.

A pesar de los desafíos que enfrentaban, Aria y su familia encontraban consuelo y alegría en su amor mutuo y en la esperanza de un futuro mejor. Unidos, enfrentaban cada día con determinación y valentía, sabiendo que juntos eran más fuertes que cualquier adversidad que pudiera presentarse.

Un fatídico día, mientras Aria trabajaba en el campo junto a sus padres y su hermano mayor, un grupo de cinco falkums, temibles ogros de piel dura como el acero y negra como la noche, de dientes afilados, ojos rojos, altos, fuertes y poco inteligentes hechos para pelear al servicio del rey demonio, llegaron a su granja. Estos seres eran conocidos por su crueldad y su insaciable apetito por la destrucción.

El padre de Aria, con miedo en su rostro y voz temblorosa, les dijo a los Falkums:

- ¿Qué quieren de nosotros? Hemos estado trabajando duro en nuestros campos, pero la cosecha no ha sido buena este año.

Uno de los Falkum, en tono amenazante, respondió:

- ¡Tributo! ¡Tributo ahora!

El padre, tembloroso, contestó:

- No podemos cumplir con la cuota establecida. La sequía ha afectado gravemente nuestras cosechas y nuestra vida.

Otro de los Falkums gruñó:

- ¡No importa! ¡Pagar o sufrir!

El padre de Aria intentó pedir clemencia:

- Por favor, muestren compasión. Nuestras manos callosas demuestran nuestro arduo trabajo en el campo. No tenemos más para darles.

El Falkum que estaba más retrasado que el resto rió siniestramente:

- ¡Compasión! ¡Nosotros no conocemos esa palabra!

A lo que el primer Falkum habló en tono amenazante:

- ¡Pagar ahora o preparaos para recibir vuestro merecido, ratas inmundas!

El padre, en un acto de valentía impulsado por la frustración, dio un paso al frente:

- No lo entendéis. Hemos hecho todo lo que hemos podido para conseguir el dinero que necesitan, pero sin agua las cosechas no crecen y los animales mueren.

Aria, al ver la injusticia que se estaba cometiendo, no pudo evitar enfadarse:

- No podemos permitir que estos monstruos nos quiten lo poco que tenemos. Debemos encontrar una solución, padre.

La región había estado sufriendo una época de sequía inusualmente prolongada, lo que había afectado gravemente la agricultura y la vida de los aldeanos. Las lluvias eran cada vez más escasas y las fuentes de agua se estaban secando rápidamente. La situación se había vuelto aún más desesperada debido a la presa que abastecía las tierras de cultivo de la zona, la cual estaba controlada por los siervos del rey demonio.

El general al mando de estos siervos era conocido como Gorthak, un ogro enorme, tan enorme como su panza, con dos grandes dientes prominentes en la mandíbula inferior. Su apariencia aterradora y su voraz apetito por la riqueza lo convertían en un personaje temido por todos los aldeanos. Gorthak mantenía la presa cerrada y exigía un tributo exorbitante a cambio de permitir el uso del agua, lo que dejaba a los agricultores con pocas opciones para mantener sus campos irrigados y sus cosechas vivas.

Mientras tanto, la sombra amenazante de Gorthak y sus siervos continuaba cerniéndose sobre la aldea, y los aldeanos sabían que tendrían que enfrentarse a este malvado general si querían recuperar el control de la presa y asegurar un futuro más próspero para sus familias.

Los falkums, furiosos ante la respuesta del hombre, lo tiraron al suelo y comenzaron a golpearlo brutalmente.

El padre suplicó desde el suelo a sus agresores, -¡Por favor, clemencia! ¡No tenemos más para darles!

El hermano de Aria, Adrián, corrió en su ayuda.

Adrián gritó, - ¡Aléjense de él, monstruos! ¡No permitiré que le hagan más daño!

Pero uno de los ogros desenvainó su espada y lo atravesó sin piedad, acabando con su vida en un instante. La sangre salpicó el rostro de Aria, quien observaba horrorizada la cruel escena.

Aria, desesperada y enfurecida, maldijo a los falkums mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Aria comenzó a gritar con una rabia descontrolada, - ¡Malditos sean, monstruos despiadados! ¡Les juro que pagarán por todo el dolor que han causado!

De repente, sintió una oleada de energía que la abrumaba y la hacía perder el control. Cayó al suelo, la vista se le nubló y el sonido desapareció por completo de sus oídos. Su corazón latía con fuerza y

la desesperación se apoderó de ella, alimentando una furia creciente en su interior.

Mientras las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas, Aria sintió cómo su cuerpo comenzaba a elevarse del suelo. Fue entonces cuando un misterioso haz de luz azul surgió a su alrededor, envolviéndola en un aura mágica y poderosa. La magia dormida en su interior despertó y, sin saber cómo lo hacía, Aria lanzó un poderoso rayo de luz azul que atravesó a tres de los falkums.

Los falkums afectados por el rayo de Aria sufrieron un destino terrible. El haz de luz azul penetró sus cuerpos con una fuerza abrumadora, causándoles un dolor insoportable mientras sus cuerpos se desintegraban en partículas de energía. Sus gritos se mezclaron con el sonido del rayo mágico, creando un estruendo espeluznante que retumbó en toda la aldea como un eco del horror desatado.

Los otros falkums, atónitos ante la repentina demostración de poder de Aria, retrocedieron en estado de shock.

Temblando, uno de ellos gritó, - ¿Qué... qué brujería es esta?

Asustado, su compañero replicó, - ¡Esto no puede ser! ¡Nunca habíamos sentido miedo antes!

Sus cuerpos temblaban de miedo sin poder evitarlo mientras contemplaban las cenizas que quedaban de sus camaradas caídos, experimentando por primera vez en sus vidas el temor ante un adversario.

Aria enfocó su atención en los dos falkums restantes que intentaban huir despavoridos. Con un gesto firme de su mano derecha, creó una lanza de hielo que se materializó en el aire. La punta afilada y helada reflejaba la luz del resplandor azul que la envolvía. Aria no dudó ni un segundo y lanzó la lanza con una precisión asombrosa, impactando en el pecho del primer falkum en plena carrera. El impacto fue tan fuerte que el falkum cayó al suelo, con la lanza atravesándolo, mientras su vida se desvanecía rápidamente.

El último falkum, aterrorizado por la muerte de sus compañeros, tropezó y cayó al suelo.

Suplicando a Aria, - ¡Por favor, clemencia! ¡No quiero morir!

Aria no respondió, estaba ausente en ese momento, como si otro ser se hubiera apoderado de ella. Intentó levantarse, pero sus piernas temblaban demasiado como para sostener su cuerpo. Aria, con una mirada decidida, levantó su mano izquierda hacia el falkum que yacía en el suelo.

Aria con una voz demoníaca, - La misma clemencia que tú mostraste con mi familia, bestia sin alma.

De repente, una ráfaga de viento frío y cortante se desató sobre él, golpeándolo con tal fuerza que sus gritos se perdieron en el rugido del viento.

A medida que el viento se calmaba, el falkum había sido reducido a una estatua de hielo, con una expresión de terror eterno en su rostro. Aria descendió lentamente al suelo, su resplandor azul desapareciendo mientras sus pies tocaban la tierra. La batalla había terminado, y la joven maga había salvado a su aldea de la amenaza de los falkums.

A pesar de su victoria, Aria no pudo evitar sentir un profundo pesar por la violencia que había desatado. Su cuerpo entumecido y dolorido parecía reflejar el desconcierto y la angustia que la embargaban. Aterrorizada por lo que acababa de ocurrir y temiendo las represalias que podría enfrentar su familia, Aria tomó la decisión de huir. Se despidió en silencio de sus padres, quienes lloraban la pérdida de su hijo, y corrió hacia el bosque cercano llevando consigo solo su camisón largo blanco. Se adentró en la espesura, guiada por una extraña fuerza que parecía llamarla desde lo más profundo del bosque.

Mientras Aria avanzaba por el bosque, las sombras de los árboles parecían susurrarle palabras de consuelo y guía. El viento soplaba suavemente, llevando un susurro que parecía decir:

- "Ven a mí, ven a mí."

La luna llena iluminaba su camino, haciendo brillar su camisón como un faro en la oscuridad. Aria no sabía a dónde se dirigía, pero sentía que estaba siendo conducida hacia un destino que no podía comprender.

El aire fresco y húmedo del bosque acariciaba su rostro, que no aliviaban el ardor de las lágrimas que no cesaban de brotar de sus ojos. Sus pies descalzos se hundían en el suelo cubierto de hojas caídas, y cada paso que daba la llevaba más lejos de su hogar y de la vida que había conocido.

Después de horas de caminar sin rumbo, Aria encontró una cueva oculta entre la maleza. En sus paredes había extrañas runas que parecían emanar una energía misteriosa. Aria sintió un escalofrío recorrer su espalda al contemplarlas, pero también una extraña conexión con aquel lugar.

Aria se desplomó en el suelo de la cueva, abrumada por el dolor y la confusión. Lloró inconsolable durante horas hasta que finalmente el cansancio la venció y se quedó dormida. Lo que ella no sabía era que ese trágico día marcaría el inicio de una increíble aventura que cambiaría su vida y, tal vez, el destino de todo Kalastra. A partir de ese momento, Aria comenzaría a descubrir el verdadero alcance de sus poderes y enfrentaría desafíos inimaginables en su lucha por liberar a su mundo del reinado del rey demonio Xerathor.