Siguiendo el antiguo mapa que Eldrin le había entregado, encontrado en la Torre de Eternia entre los restos de un lacayo del rey demonio, Aria se adentró en una peligrosa misión. Este mapa había tenido un alto costo, pues pertenecía a Eleanor, una maga de gran poder que había perdido la vida en combate contra el general Valthor, uno de los secuaces del rey demonio, décadas atrás. Ahora, Aria se dirigía hacia el primer cristal elemental: el Cristal de Fuego, cuya ubicación exacta era un misterio, pero se sabía que estaba protegido por una criatura mitológica de tiempos ancestrales.
Aria caminaba por el frondoso bosque, maravillada por la belleza de los árboles centenarios y las criaturas mágicas que los habitaban. Algunas eran tan hermosas que la dejaban sin aliento, mientras que otras eran peligrosas pero igualmente impresionantes. Aprendió a sobrevivir con los recursos que tenía a su alcance. Con habilidad y astucia, usaba flechas de hielo y lazos de enredadera para cazar pequeños animales y pescar en los riachuelos. Cada día era una lucha constante por la supervivencia.
Pero la noche traía consigo un peligro aún mayor. Las criaturas del bosque se volvían más activas y agresivas, y Aria tenía que estar en constante alerta para protegerse de ellas. Recolectaba leña para mantener una fogata encendida durante la noche, sabiendo que el fuego era su mejor defensa contra las criaturas peligrosas. Antes de dormir, dejaba hechizos de protección básicos pero efectivos para lo que había en el bosque, pero ella sabía que no era suficiente y que debía aprender más y hacerse más fuerte.
Una noche, Aria fue atacada por un Garm, una criatura parecida a un lobo pero mucho más grande y peligrosa. Sus cuernos afilados y sus grandes dientes eran una muestra de su ferocidad, y sus ojos amarillos como el sol iluminaban la noche la miraban con un hambre salvaje. El garm saltó sobre ella con una velocidad impresionante, pero Aria estaba preparada para la lucha.
Con Ignis Chispa, un hechizo de fuego de nivel básico que lanza una chispa de fuego hacia su enemigo, Aria logró detener al Garm en seco. Aunque estaba un poco aturdido, el Garm seguía siendo una amenaza peligrosa. Aria sabía que no podía bajar la guardia, ya que el Garm era un enemigo formidable.
Usando Petra Rigidez, un hechizo petrificante, Aria logró paralizar al Garm. Sin embargo, era consciente de que no podía confiarse. Permaneció alerta y preparada para cualquier eventualidad, hasta que se aseguró de que el Garm estaba completamente inmovilizado.
La experiencia fue una lección valiosa para Aria, que aprendió la importancia de estar siempre preparada para enfrentar cualquier peligro que pudiera encontrar en el bosque. Aunque el Garm no podía hablar, Aria se dirigió a él con una mezcla de respeto y temor: - Eres una criatura poderosa y temible, pero no permitiré que me lastimes. Espero que comprendas que, al igual que tú, solo intento sobrevivir en este mundo tan desafiante y hostil, expresó Aria con determinación. Con esas palabras, Aria continuó su camino.
Después, Aria se adentró en escarpadas montañas donde las majestuosas águilas volaban tan alto que hacían que se sintiera diminuta. Durante su travesía por las alturas, se enfrentó a varios enemigos, algunos tan formidables como el Garm, con el que ya tenía experiencia, y otros menos significativos como los Furtivus Goblins, pequeños duendes con afiladas garras que solo buscaban robar a los viajeros para quitarles la comida.
El enemigo más peligroso al que se enfrentó Aria fue, sin duda, el Ursus Fulgur. Esta bestia, con forma de oso enorme y poder mágico, era capaz de lanzar pequeñas descargas eléctricas que aumentaban su letalidad, además de sus temibles garras y dientes. Aria sabía que enfrentarse a tal adversario requeriría de todas sus habilidades y astucia.
La lucha contra el Ursus Fulgur fue ardua y desafiante. Aria se vio obligada a esquivar constantemente las poderosas garras y las descargas eléctricas del oso, mientras trataba de encontrar una oportunidad para atacar. Su experiencia previa con el Garm le había enseñado a mantener la calma y ser paciente en situaciones difíciles.
A medida que la batalla continuaba, Aria comenzó a notar que el Ursus Fulgur mostraba signos de agotamiento. Sus movimientos eran más lentos y sus descargas eléctricas menos frecuentes. Fue entonces cuando Aria decidió arriesgarse y utilizar un hechizo de tierra que, aunque no era muy poderoso, era el único que conocía: "Terrae Desprendimiento". Eldrin le había enseñado este hechizo con un propósito muy diferente: recoger manzanas y otros frutos de los árboles. Al aplicarlo de forma suave, el hechizo permitía dar una sacudida a los árboles, haciendo que los frutos cayeran al suelo fácilmente.
Mientras el Ursus Fulgur se recuperaba de un ataque fallido, Aria aprovechó ese momento para lanzar su hechizo con fuerza. La tierra comenzó a temblar bajo los pies del oso, y grandes rocas y escombros se desprendían del suelo. Con algo de suerte, la inestabilidad causada por el hechizo hizo que el Ursus Fulgur perdiera el equilibrio justo al borde de un barranco cercano.
Aria observó con el corazón en un puño mientras el Ursus Fulgur luchaba por mantenerse en pie, pero finalmente, la fuerza del desprendimiento provocado por su hechizo fue demasiado para él. La bestia cayó al abismo, desapareciendo en la oscuridad, mientras un eco sordo marcaba el final de la confrontación.
La victoria fue arduamente ganada, y Aria se tumbó en el suelo mirando al cielo. Experimentaba una mezcla de alivio y agotamiento mientras contemplaba el borde del barranco donde había tenido lugar su épica batalla. En ese momento, Aria suspiró y murmuró para sí misma: - Nunca pensé que ese simple hechizo de recolección para los desayunos de Eldrin sería lo que me salvara en una batalla. ¡Qué suerte!
Aria se adentró en los oscuros pasillos de la cripta y percibió el aire húmedo y frío que recorría el lugar. La débil luz que se filtraba por la entrada apenas iluminaba su camino, pero ella estaba decidida a descubrir el secreto que allí se ocultaba. La cripta estaba llena de trampas, lo que le hizo pensar que alguien se había tomado mucho trabajo en protegerla.
La primera trampa con la que se encontró fue un conjunto de pinchos ocultos en el suelo, que estuvo a punto de pisar. De no ser por su agudo instinto y habilidades mágicas, habría resultado gravemente herida. Aria lanzó una piedra hacia adelante, activando la trampa y haciendo que los pinchos salieran disparados del suelo. Observó cómo se retraían lentamente y continuó su camino con precaución.
Más adelante, encontró una serie de placas en el suelo que parecían inofensivas, pero al lanzar otra piedra sobre ellas, descubrió que eran sensibles al peso y activaban flechas envenenadas que salían de las paredes. Aria utilizó su hechizo "Terrae Desprendimiento" para crear barreras temporales de tierra, bloqueando las flechas mientras cruzaba con cuidado la zona.
Siguiendo por el laberinto de pasillos, Aria se topó con una trampa más sofisticada: un abismo profundo que parecía no tener fin. Convocando su hechizo "Vinculum Naturae" nuevamente, hizo crecer enredaderas desde el techo y las utilizó para balancearse al otro lado del abismo, evitando una caída fatal.
Finalmente, Aria llegó al final de la cripta, donde se encontró con una pared que tenía un mensaje en castellano antiguo: "Quien de la cripta su poder quiera hallar, su vida ha de entregar sin dudar". Aria no dejaba de repetirse el texto, buscándole un significado. ¿Cómo iba a entregar su vida por algo que ya no le serviría? ¿Qué sería el secreto que guardaba? Después de horas meditando, creyó entender algo. En el suelo de piedra junto a la pared del texto había un agujero con el símbolo de una gota. Sin pensarlo dos veces, se cortó en la palma de la mano con la daga que llevaba siempre consigo. Levantó su brazo hacia el agujero y, cerrando el puño para apretar la herida, dejó caer su sangre en el hueco.
La gota en el suelo se iluminó con una luz roja; era magia, estaba claro y su protección estaba ideada para debilitar a quien quisiera sus secretos. La pared comenzó a bajar hacia el suelo y, cuando se detuvo, Aria pudo ver un atril de piedra que sostenía un libro polvoriento y desgastado que parecía haber sido olvidado durante siglos. - ¡Lo encontré! Después de tanto esfuerzo, finalmente lo encontré, exclamó emocionada mientras sostenía el libro en sus manos. Con cuidado, lo abrió y descubrió un hechizo de viento de nivel medio llamado "Ventus Turbinis". Este hechizo le permitiría controlar el viento con mayor precisión y fuerza que sus habilidades anteriores. Aria se tomó un momento para estudiar el hechizo detenidamente. - No puedo esperar para probarlo, dijo con una sonrisa en su rostro. - Pero primero tengo que salir de aquí. No sé qué otras trampas me esperan en el camino de regreso, agregó con cautela.
Con el libro cuidadosamente guardado en su mochila, Aria comenzó a retroceder por los pasillos de la cripta, recordando las trampas que había encontrado en el camino. - Tengo que estar alerta y mantener mi concentración, se recordó a sí misma mientras avanzaba con precaución.
Una vez fuera Aria, emocionada por su descubrimiento, se dedicó a estudiar el hechizo con dedicación y esfuerzo. Pero pronto se dio cuenta de que no era tan fácil de dominar como había pensado. - ¡Esto es más difícil de lo que pensaba!, exclamó Aria frustrada mientras intentaba dominar el hechizo. - ¿Por qué no puedo hacerlo correctamente?. Durante días, se esforzó por entender los movimientos precisos y la pronunciación correcta de las palabras mágicas. A menudo, se frustraba al no conseguir los resultados deseados y sentía que estaba perdiendo el tiempo. - Esto es más difícil de lo que imaginé", confesó Aria.
Sin embargo, Aria no se rindió y continuó practicando incansablemente. Con el tiempo, empezó a notar mejoras en su técnica y a sentir que estaba progresando. A pesar de los dolores musculares y la fatiga mental, siguió adelante con su entrenamiento.
Finalmente, después de varios días de arduo trabajo, Aria logró dominar el hechizo por completo. - ¡Lo estoy logrando!", exclamó Aria emocionada mientras finalmente lograba ejecutar el hechizo con éxito. - ¡No puedo creer que finalmente lo haya dominado por completo!. Estaba emocionada por haber adquirido un nuevo conocimiento. Sabía que este hechizo le permitiría controlar el viento con mayor precisión y fuerza que sus habilidades anteriores, lo que le brindaría una ventaja crucial en situaciones peligrosas.
Después de muchos días de caminar por terrenos montañosos y peligrosos, la protagonista finalmente llegó al borde del mapa en el que se encontraba el volcán. Había pasado por densos bosques, atravesado ríos y arroyos, y había escalado montañas empinadas. La búsqueda había sido agotadora, pero la determinación de la protagonista no había flaqueado.
Finalmente, cuando llegó al volcán, se encontró con una vista impresionante. El humo y las cenizas que emanaban del cráter se extendían por el horizonte, creando una atmósfera misteriosa y peligrosa. Aria sabía que no podía permitirse detenerse aquí, así que comenzó a buscar una forma de entrar en el volcán.
Después de mucho buscar, finalmente encontró una pequeña cueva en la base del volcán y no dudó en adentrarse en ella. Aria avanzó con cautela por la cueva, iluminando su camino con una antorcha. El aire era denso y sofocante, y podía sentir el calor de la lava que fluía debajo de ella. De repente, se encontró con una horda de criaturas extrañas que emergían de la lava. Eran los Quemados, enemigos peligrosos que no dudarían en atacarla.
Aria no tuvo más opción que enfrentarse a ellos. A medida que luchaba contra los Quemados, se preguntaba qué eran esas cosas y de dónde venían. Nunca antes había visto criaturas como esas, y su curiosidad empezaba a superar su miedo. Estas criaturas habían sido personas en un pasado, pero una criatura mitológica había corrompido sus almas y cuerpos transformándolas en seres de piel quemada y heridas de las que brotaba lava.
Mientras luchaba contra los Quemados, Aria no pudo evitar preguntarse: - ¿Qué son estos seres?.
A medida que se adentraba más en la cueva, se encontraba con más y más Quemados, y su curiosidad crecía. - Nunca antes había visto criaturas como estas, pensó. - ¿De dónde habrán venido? ¿Cómo se habrán convertido en estas cosas horribles?.
A pesar de las dificultades, la protagonista continuó avanzando por la cueva, sorteando ríos de lava y pasando por estrechos caminos. La determinación no había abandonado su corazón, y sabía que debía continuar adelante si quería encontrar lo que estaba buscando.
A pesar de su miedo, Aria seguía adelante, luchando contra los Quemados y buscando respuestas. - Esto es aterrador, murmuró para sí misma mientras esquivaba un ataque. "Pero no puedo permitir que el miedo me detenga. Tengo que seguir adelante".
Aria luchó ferozmente contra ellos, utilizando hechizos helados como el hechizo de hielo punzante consistente en una flecha de hielo y el de Glacius Escarcha que congelaba a los enemigos con un viento helador, así como habilidades evasivas como agilidad evasiva y desvanecimiento momentáneo para mantenerlos a raya. A pesar de sus esfuerzos, uno de ellos logró quemarle un brazo gravemente.
Finalmente, después de una intensa batalla, Aria logró vencer a los Quemados. Después del combate, exhausta por el uso constante de maná, se sentó en una roca y usó sus poderes de sanación Sandorus Vibratio que era capaz de recomponer partes del cuerpo a su estado original con el que curó sus heridas, envolviendo su brazo con una venda mágica que aceleraba la recuperación. Continuó su camino hacia lo desconocido.
La búsqueda de Aria la llevó a través del volcán, donde las temperaturas abrasadoras y las corrientes de aire caliente amenazaban con detener su progreso. A pesar de las difíciles condiciones, Aria perseveró, utilizando sus habilidades mágicas para protegerse del calor y encontrar su camino. En su travesía, se encontró con extrañas formaciones rocosas y fuentes de lava burbujeantes que iluminaban el oscuro camino.
Finalmente, Aria llegó a una cueva oculta en las profundidades del volcán, donde el Cristal de Fuego, tan brillante como el sol, estaba custodiado por un poderoso y temible dragón de fuego llamado Pyrathrax. Este enorme dragón estaba rodeado de un aura de fuego, y Aria sabía que tendría que enfrentarse a la bestia para obtener el cristal. Armada de valor, entró en la cueva.
La batalla contra Pyrathrax se intensificó a medida que Aria luchaba desesperadamente por obtener el Cristal de Fuego. Utilizó todos sus poderes mágicos para esquivar las llamaradas del dragón y lanzar hechizos helados, pero sus esfuerzos parecían insignificantes frente a la imponente presencia de Pyrathrax.
El dragón, con su experiencia milenaria, era un adversario formidable. Cada movimiento de Pyrathrax era ágil y letal, mientras que Aria luchaba por mantenerse en pie. A medida que la batalla avanzaba, Aria se dio cuenta de que estaba superada en habilidad y fuerza.
Aria se vio obligada a retroceder, buscando una oportunidad para escapar de la cueva. El fuego rugía a su alrededor mientras Pyrathrax la perseguía implacablemente. Aria sabía que no podía permitirse ser derrotada, no solo por su propia vida, sino también por el destino de su pueblo.
Con un último esfuerzo, Aria utilizó sus poderes mágicos para crear una distracción y aprovechó ese momento para huir de la cueva. Corrió a través de los pasajes oscuros y tortuosos, sintiendo el aliento del dragón en su espalda.
Finalmente, Aria emergió de la cueva, sintiendo el aire fresco y liberador en sus pulmones. Miró hacia atrás y vio a Pyrathrax rugiendo de frustración desde la entrada de la cueva. Aunque había escapado por poco, sabía que su enfrentamiento con el dragón no había llegado a su fin.
Con el corazón lleno de determinación, Aria se alejó de la cueva, sabiendo que tendría que entrenar y mejorar sus habilidades mágicas si quería tener alguna posibilidad contra Pyrathrax en el futuro. La experiencia había sido dura, pero Aria no se rendiría. Se prometió a sí misma que volvería algún día, lista para enfrentar nuevamente al temible dragón y reclamar el Cristal de Fuego.
Aria, jadeando por el esfuerzo, se detuvo y miró hacia atrás a la cueva. - No puedo permitir que Pyrathrax gane, murmuró para sí misma. - Tengo que mejorar mis habilidades y encontrar una manera de vencerlo. Se giró y comenzó a caminar, pero luego se detuvo y se volvió hacia la cueva. - ¡Escucha bien, Pyrathrax!, gritó. - No importa cuánto poder tengas, nunca me derrotarás. ¡Volveré más fuerte que nunca y te venceré!.
Sintiéndose un poco mejor después de su desahogo, Aria continuó caminando, sabiendo que su camino sería difícil pero que no se rendiría ante la adversidad.
Aria, herida física y mentalmente, se vio obligada a huir del lugar. Durante su escapada, se topó con un grupo de jinetes llamados Umbríos. Vestían túnicas largas negras que ocultaban sus rostros bajo una capucha, dejando solo ver un resplandor rojo que salía de ella. Se podía observar debajo de la túnica cómo llevaban un medallón plateado cada uno y un cinturón con una hebilla del mismo material. Cubrían sus manos con guantes de cuero negro y calzaban botas altas del mismo color. Montaban caballos robustos, también negros, con ojos rojos que parecían penetrarte con la mirada. Su sola presencia hacía que la sangre se te helara y que un escalofrío recorriera todo tu cuerpo.
Estos jinetes eran conocidos por su ferocidad y lealtad a Xerathor, el rey demonio. Se decía que en la antigüedad, ellos fueron reyes fuertes y de noble corazón que gobernaban los cinco continentes de Kalastra. Sin embargo, la oscuridad los corrompió, y Xerathor usó sus poderes mentales y de tortura para doblegar sus voluntades y convertirlos en sus leales sirvientes.
Los Umbríos eran ahora una fuerza temible, una oscura nube que se cernía sobre la tierra. Con sus túnicas negras y sus caballos del mismo color, eran un recordatorio constante del poder del rey demonio. Su sola presencia era suficiente para hacer temblar a los más valientes guerreros.
Aria los reconoció por las historias que se contaban en todas de ellos en todas partes, logró ocultarse de los Umbríos gracias a su habilidad en las artes arcanas. Con un hechizo de invisibilidad, se desvaneció ante sus ojos y se agazapó entre la maleza del bosque, como una sombra que se desliza por la noche. Con la respiración entrecortada y el corazón latiendo con fuerza, continuó su huida hacia un pueblo cercano llamado Valdorien, donde esperaba encontrar refugio y protección.
Al llegar a Valdorien, Aria se ocultó en una posada lúgubre bajo una capa con capucha negra para ocultar su rosada cabellera de quienes pudieran conocerla, aún no tenía claro quién podría saber de su existencia o si la estaban buscando o no. Allí consiguió una habitación en la que se refugió, protegiéndola con encantamientos protectores. Exhausta y desanimada, Aria se sentó a descansar en la pequeña habitación, esperando encontrar una nueva idea o respuesta sobre cómo continuar su camino y poder arrebatar el cristal al dragón.
Mientras Aria reflexionaba comiendo en el salón de la posada, oculta de las vistas en un rincón oscuro, un anciano misterioso, alto, con gran barba negra, un sombrero puntiagudo que sostenía un bastón en su mano derecha, se acercó a ella pronunciando su nombre. Al escuchar su nombre, Aria se sobresaltó y se levantó rápidamente, con la mano en la daga que llevaba oculta. Sin embargo, el anciano levantando dos dedos de la mano izquierda a la altura de la cintura, dejó la mano de Aria inmóvil sin poder desenvainar.
Mientras Aria reflexionaba comiendo en el salón de la posada, oculta de las vistas en un rincón oscuro, un anciano misterioso, alto, con gran barba negra, un sombrero puntiagudo que sostenía un bastón en su mano derecha, se acercó a ella pronunciando su nombre. Al escuchar su nombre, Aria se sobresaltó y se levantó rápidamente, con la mano en la daga que llevaba oculta. Sin embargo, el anciano levantando dos dedos de la mano izquierda a la altura de la cintura, dejó la mano de Aria inmóvil sin poder desenvainar.
- ¿Cómo conoces mi nombre?, preguntó Aria con cautela.
- Mi nombre es Thalion, un amigo de Eldrin. Él me habló de ti y de tu misión. He venido para ofrecerte mi ayuda, respondió el anciano con una sonrisa amable.
Aria se sintió aliviada al saber que Thalion era un amigo de Eldrin y no un enemigo. - Gracias por ofrecer tu ayuda, Thalion. La necesito más de lo que te imaginas, dijo Aria con sinceridad.
Thalion asintió. - No te preocupes, Aria. Comprendo la importancia de tu misión y estoy aquí para ayudarte en todo lo que pueda.
Aria se sintió agradecida por la ayuda de Thalion y comenzó a contarle todo lo que había sucedido hasta ese momento. Thalion sonrió y Aria, confundida, le reprochó: - No entiendo tu sonrisa, hay mucho en juego. Thalion le contestó: - Sé la magnitud de la misión que llevas a cabo, pero también me pregunto qué tan preparada te dejó Eldrin para lo que se avecina. Aria se sintió ligeramente ofendida por el comentario de Thalion, aunque en su interior sabía que tenía razón. Era consciente de que no estaba suficientemente preparada y lo había comprobado en su peligrosa expedición a la cueva.
- Pyrathrax es un ser mitológico de inmenso poder, cuya magnificencia se extiende más allá de la comprensión humana. Aquello que has visto en la cueva, alguna vez fueron personas con un pasado y una historia, como tú y como yo. Pero su codicia y ambición los cegó, llevándolos a adentrarse en el volcán en busca de tesoros y recompensas, sin saber que lo que encontrarían sería peor que la muerte misma.
El dragón los maldijo eternamente, transformándolos en los seres que has visto, con piel quemada y heridas de las que brota lava. Ahora, sin conocimiento alguno más que el de proteger y acabar con la vida de aquellos que se atreven a entrar en la cueva, vagan por su interior, esperando a cualquier intruso que se atreva a desafiarlos.
No subestimes a Pyrathrax, Aria, su poder es inmenso y sus habilidades son más allá de lo que puedas imaginar. Pero si tienes el coraje y la determinación necesaria, podrás enfrentarlo y salir victoriosa de esta peligrosa misión. Recuerda siempre que la valentía no es la ausencia del miedo, sino la capacidad de enfrentarlo y superarlo.
Juntos, Aria y Thalion discutieron estrategias y planearon cómo podrían enfrentar al temible dragón Pyrathrax, cuya presencia se sentía en cada rincón de la cueva. Sabían que la tarea que tenían por delante no era nada sencilla, pero estaban dispuestos a hacer lo necesario para obtener el Cristal de Fuego y salir con vida de allí.
Con la invaluable ayuda y confianza que le brindaba Thalion, quien poseía conocimientos sobre Pyrathrax y la cueva, Aria encontraba un sólido apoyo en su misión. Unidos, se embarcarían en la tarea de trazar un plan de ataque que exigiría astucia, valentía y una inquebrantable voluntad.