Aria era una joven de cabello rosado y ojos castaños, cuyo corazón rebosaba de curiosidad y bondad. Siempre dispuesta a ayudar a los demás, su presencia era como un rayo de sol en un día nublado. Sus padres, humildes granjeros, la habían criado con amor y enseñado el valor del trabajo duro y la compasión. A pesar de la opresión que se cernía sobre Kalastra, Aria y su familia mantenían la esperanza de que un día llegaría un cambio para mejor. Aria y su familia no perdían la fe en que las cosas mejorarían en algún momento, a pesar de la difícil situación que atravesaba Kalastra. Seguían luchando por un futuro mejor y más justo, manteniendo viva la esperanza de que las cosas cambiarían para bien.
Un día, mientras Aria trabajaba en los campos, un anciano encapuchado apareció en el camino que conducía a la granja. Su aspecto era misterioso, y su presencia parecía emanar un aura de sabiduría y poder que sobrepasaba lo humano. Con ojos brillantes, se acercó a la joven y le habló con voz suave pero firme: - He sentido una gran energía mágica en ti, un poder que podría cambiar el destino de Kalastra.
Aria quedó perpleja ante las palabras del anciano. Nunca había mostrado signos de tener habilidades mágicas, pero el anciano insistió: - Tu poder está latente, esperando ser despertado. La joven no sabía qué pensar, pero sentía una extraña conexión con el anciano, como si hubiera algo más allá de lo que podía ver.
Antes de que el anciano pudiera presentarse, el padre de Aria se interpuso en el medio, tratando de proteger a su hija de cualquier peligro.
- ¡Aléjate de mi hija! -exclamó el padre, lleno de miedo y desconfianza, reaccionó con alarma ante la presencia del anciano en su granja y no dudó en echarlo fuera para proteger a su hija de cualquier posible peligro. El anciano era conocido en el pueblo como el errante, y se decía que encandilaba a jóvenes doncellas para llevárselas y ofrecerlas al rey demonio como tributo por su vida. La historia había dejado una profunda huella en la comunidad, y cualquier intento de buscar al anciano para atacarlo había acabado en fracaso.
Sin embargo, el anciano no pareció inmutarse ante las acusaciones del padre de Aria y respondió con una voz calmada: - Entiendo tus preocupaciones, pero no soy quien crees. Aria, por su parte, no podía dejar de sentir una extraña conexión con el anciano, como si hubiera algo más allá de lo que podía ver. ¿Podría ser cierto que ella tenía un poder oculto que podría cambiar el destino de Kalastra? ¿Sería posible que el anciano tuviera razón, y que ella fuera capaz de hacer algo para mejorar la difícil situación que atravesaba su pueblo? La tensión en el ambiente era palpable, y todos se preguntaban qué ocurriría a continuación.
A medida que el sol comenzaba a iluminar el horizonte, Aria despertó en la cueva, todavía sumida en el dolor y la desesperación. La muerte de su hermano la atormentaba, haciéndola sentir como si una losa pesada la aplastara y la dejara incapaz de moverse. Los falkums seguían acosándola con su crueldad y arrogancia, haciéndola sentir impotente.
La ira volvía a inundarla, amenazando con consumirla por completo. Pero entonces, un destello inesperado en una de las paredes de la cueva captó su atención por un momento. Eran runas antiguas que parecían contener un mensaje, pero Aria no sabía leerlas. Sin embargo, la curiosidad se apoderó de ella y disipó momentáneamente la furia que la consumía.
Sin embargo, Aria sabía que no podía quedarse en ese refugio para siempre; era necesario buscar respuestas y entender el origen del poder que había surgido de su interior.
Aria observó cómo las runas en las paredes de la cueva emitían un resplandor verde encantador. Su curiosidad la impulsó a seguirlas, deseando descubrir a dónde la llevarían. Al final, las runas la guiaron hacia el extremo de la extensa y oscura cueva. El bosque era denso y misterioso, pero también había una belleza en él que le proporcionaba cierto consuelo. Mientras avanzaba, se topó con un arroyo cristalino donde bebió agua y se limpió el rostro, intentando aclarar sus pensamientos.
Al levantar la vista, Aria divisó un árbol colosal cuyo tronco ancho y retorcido lo distinguía de los demás, así como una casita antigua y casi en ruinas debido al paso del tiempo.
De manera inesperada, Aria percibió un susurro que parecía transportarse con el viento. La voz, suave y anciana, parecía estar llamándola, invitándola a seguirla. Intrigada y cautelosa, Aria se adentró más en el bosque, siguiendo la misteriosa voz que resonaba en el aire.
La voz condujo a Aria hasta una pequeña cabaña escondida entre la espesura de los árboles, casi mimetizada con la naturaleza que la rodeaba. La construcción parecía antigua y olvidada, como si hubiera sido testigo de innumerables secretos a lo largo del tiempo.
Con cautela y cierta curiosidad, Aria se aproximó a la puerta de la cabaña. Sus manos temblaban ligeramente mientras se armaba de valor para llamar. Finalmente, dio unos golpecitos suaves pero firmes en la puerta, esperando ansiosa a que alguien respondiera desde el interior.
La puerta comenzó a abrirse lentamente, dejando al descubierto a un anciano de cabello blanco y una barba larga y tupida. Llevaba ropas sencillas y gastadas por el tiempo, pero en su rostro se reflejaba una serenidad enigmática. Sus profundos ojos azules parecían brillar con sabiduría y bondad acumuladas a lo largo de muchos años.
- Te estaba esperando, Aria, dijo el anciano con una sonrisa amable que iluminaba su rostro arrugado. Su voz era suave y calmada, transmitiendo una sensación de seguridad y confianza que hizo que Aria se sintiera extrañamente cómoda en su presencia. A pesar de no conocerlo, algo en su interior le decía que este hombre tenía las respuestas que tanto buscaba y que, de alguna manera, estaba destinada a encontrarlo en ese preciso momento.
Sorprendida y desconcertada por cómo el anciano conocía su nombre, Aria no pudo evitar preguntar:
- ¿Quién es usted y cómo sabe mi nombre?
El anciano se presentó como Eldrin, un sabio que había habitado en ese bosque durante incontables años. Con paciencia, explicó:
- He percibido el despertar del poder mágico en tu interior, Aria. Estás destinada a cumplir un gran propósito en tu vida.
Fue entonces cuando Aria recordó las historias que circulaban en su pueblo acerca de un anciano solitario y misterioso al que todos temían. Lo llamaban "el errante", y en una ocasión había intentado hablar con ella, pero su padre lo había impedido, protegiéndola de lo que él consideraba un peligro.
- ¿Es usted "el errante"? -preguntó Aria con temor.
Al ver la expresión de temor en el rostro de Aria, Eldrin extendió su mano y, tomando la de ella con delicadeza, le aseguró:
- No tienes nada que temer, Aria. Las historias que se cuentan sobre mí son falsas. No represento ningún peligro para ti ni para nadie.
Aria miró a Eldrin, sintiendo cómo sus miedos se disipaban lentamente.
La sinceridad en sus palabras y la calidez de su mirada lograron disipar las dudas y temores de Aria. Comenzó a sentir que, quizás, este anciano sabio era la clave para entender el poder que había surgido dentro de ella y cómo podría utilizarlo para enfrentar los desafíos que la vida le tenía reservados.
- Lejos de estar al servicio del temido rey demonio, en realidad abrigo el profundo deseo de erradicarlo para siempre y devolver la paz al reino, confesó Eldrin mientras extendía su otra mano y le mostraba a Aria una medalla que pertenecía a la antigua Orden de los Cinco Magos del reino.
Aria observó la medalla, que brillaba con una luz tenue, como si aún conservara parte del poder y la esperanza de aquellos valientes magos que lucharon por un mundo mejor. Eldrin explicó que él había sido parte de esa orden y había logrado escapar del terrible destino que sufrieron sus compañeros.
- Desde entonces, he vivido en este bosque, oculto y esperando el momento adecuado para encontrar a alguien con el potencial necesario para enfrentarse al rey demonio y poner fin a su reinado de terror, añadió el anciano.
Aria comprendió que su encuentro con Eldrin no era obra del azar, sino el resultado de un plan cuidadosamente orquestado por el anciano sabio. Ahora, estaba en sus manos decidir si aceptaba su destino y se unía a Eldrin en su lucha contra el mal, o si daba la espalda a esta oportunidad y regresaba a su vida anterior, dejando atrás el poder que había despertado en ella.
Eldrin instó a Aria a entrar en su acogedora cabaña, donde le ofreció alimento y un lugar donde descansar. La cabaña, aunque pequeña y sencilla, estaba llena de objetos misteriosos y libros antiguos que despertaron la curiosidad de Aria. Mientras compartían una comida humilde pero reconfortante, el sabio comenzó a contarle historias sobre el reino de Kalastra y el origen de los poderes mágicos que Aria poseía.
- Eldrin, ¿cómo puedo aprender a controlar estos poderes? - preguntó Aria con interés.
El anciano sonrió y respondió, - Con paciencia y dedicación, joven Aria. Estoy dispuesto a enseñarte todo lo que sé, pero debes estar dispuesta a enfrentarte a los desafíos que se presenten en nuestro camino.
Aria se sintió abrumada por la responsabilidad que había aceptado, pero sabía que no podía dar marcha atrás. Con firmeza, asintió ante Eldrin, y juntos comenzaron un arduo camino de aprendizaje y crecimiento. Eldrin compartió con ella su vasto conocimiento sobre la magia y las artes de la guerra, enseñándole a controlar sus poderes y a desarrollar nuevas habilidades, preparándose para enfrentar al temido rey demonio y devolver la paz a toda Kalastra.
Eldrin, con una expresión seria pero amable, comenzó a contarle a Aria sobre su pasado. - Eres descendiente de una antigua y poderosa estirpe de magos que lucharon valientemente contra las fuerzas del mal en tiempos remotos. Estos magos eran conocidos por su habilidad para controlar los elementos y su profundo conocimiento de la magia antigua.
- Hace muchos siglos, en tiempos inmemoriales, los dioses otorgaron a un grupo selecto de humanos el don de controlar los elementos y la magia antigua. Estos magos eran descendientes de una poderosa estirpe que luchó valientemente contra las fuerzas del mal, liderados por un ser llamado Malroc, "el Devorador de Almas", creado por el dios de las sombras con el propósito de sumir todo en la oscuridad más profunda.
Los dioses, al no poder intervenir directamente, decidieron otorgar parte de sus poderes a los humanos para que pudieran enfrentar y detener a estos seres maléficos. Con el tiempo, nacieron nuevos humanos con este don, pero con el aumento de la población, se fue perdiendo la habilidad de controlar el poder otorgado, mermando la cantidad de personas capaces de hacerlo. A los descendientes de estos magos se les dio el nombre de "Arcanos elementales", pero no todos eran iguales.
Algunos eran más sensibles que otros a los poderes que poseían, pudiendo desarrollar más poder y controlarlo con mayor facilidad. A los más puros se les conocía como "los Primigenios". Eldrin miró fijamente a Aria y le dijo: - No sé hasta dónde puedes llegar, pero lo que es innegable es que si aprendes y eres capaz de desarrollar tus poderes, puedes convertirte en una maga poderosa, ya que siento mucha fuerza en ti.
Aria, sorprendida, interrumpió a Eldrin: - ¿Estás diciendo que mi familia era parte de esa estirpe de magos? ¿Por qué nunca lo supe?
Eldrin continuó: - Con el paso del tiempo, sus descendientes se dispersaron por el reino, y sus habilidades mágicas se diluyeron en las generaciones siguientes. Sin embargo, en tu caso, Aria, tu linaje mágico ha permanecido latente hasta ahora, esperando el momento adecuado para despertar y revelar tu verdadero potencial.
Aria reflexionó sobre lo que Eldrin le estaba diciendo y preguntó: - Entonces, ¿qué significa esto para mí? ¿Qué debo hacer?
El anciano sabio le explicó: - Como heredera de este legado, tienes la responsabilidad y el poder de enfrentarte al rey demonio y proteger a Kalastra de sus malvadas intenciones.
A medida que Aria escuchaba las palabras de Eldrin, comenzó a comprender la importancia de su papel en la lucha contra el mal y la necesidad de aceptar su destino como portadora de un poder mágico tan extraordinario. También se dio cuenta de que Eldrin era un mentor valioso y sabio, dispuesto a enseñarle todo lo que necesitaba saber para enfrentar los desafíos que se avecinaban.
- ¿Estás dispuesto a enseñarme a controlar mi magia?, preguntó Aria con determinación en su voz.
Eldrin asintió con una sonrisa. - Por supuesto, Aria. Será un honor ser tu mentor y guía en este camino.
Así comenzó el entrenamiento de Aria bajo la tutela de Eldrin. Durante los primeros días, le costaba entender y aceptar su nueva realidad, pero con el tiempo y la paciencia de Eldrin, poco a poco comenzó a abrazar su destino. Juntos, trabajaron en dominar sus habilidades mágicas y prepararse para enfrentar los peligros que acechaban en Kalastra.
La estancia de Aria con Eldrin se prolongó durante meses, y en ese tiempo, su relación se fortaleció. Al principio, Aria luchaba por realizar incluso el hechizo más básico.
- ¡No entiendo por qué no puedo hacerlo!, exclamó Aria frustrada.
Eldrin, con calma y paciencia, le respondió: - Aria, la magia requiere tiempo y práctica. No esperes dominarla de la noche a la mañana. Tienes un gran potencial, pero debes ser paciente contigo misma.
Con el tiempo, Aria comenzó a comprender cómo canalizar su energía y concentrarse en sus hechizos. Un día, mientras practicaba, logró realizar hechizos básicos de hielo.
- ¡Mira, Eldrin! ¡Lo logré!, exclamó emocionada mientras creaba pequeñas ráfagas de frío y formaba delicados cristales de hielo en sus manos.
Eldrin sonrió con orgullo. - Bien hecho, Aria. Sabía que lo lograrías.
A medida que su habilidad crecía, también aprendió a sanar heridas menores y a esquivar ataques enemigos con destreza. Eldrin también enseñó a Aria el arte del combate cuerpo a cuerpo.
- Recuerda, Aria", le dijo Eldrin mientras practicaban con bastones, - el equilibrio y la agilidad son clave en el combate. No solo dependas de tu magia.
Aria asintió y continuó practicando, mejorando sus habilidades con las armas y aprendiendo a manejar un bastón con gracia. Las dagas también se convirtieron en una parte esencial de su arsenal teniendo un gusto especial por ellas.
A medida que pasaban los meses, Aria se convirtió en una ágil guerrera y maga competente, capaz de enfrentarse a los numerosos peligros que acechaban en Kalastra. Un día, mientras descansaban después de un entrenamiento intensivo, Aria le preguntó a Eldrin: - ¿Crees que estoy lista para enfrentarme al rey demonio?
Eldrin la miró pensativo y respondió: - Todavía tienes mucho que aprender, Aria, pero tu progreso es impresionante. Continúa trabajando duro y pronto estarás lista para enfrentar cualquier desafío.
Aria se preparó para enfrentar los desafíos que le esperaban en el futuro. Con cada día que pasaba, Aria se volvía más fuerte y más segura de sí misma. A pesar de haber mejorado significativamente en estos meses, Aria aún no estaba completamente preparada para asumir su papel como protectora de Kalastra y defender a aquellos que no podían protegerse a sí mismos. Sin embargo, su determinación y valentía la impulsaban a seguir adelante en su camino hacia la maestría y la protección de los inocentes.
Eldrin también compartió con Aria sus extensos conocimientos sobre la historia de Kalastra. Un día, mientras descansaban después del entrenamiento, Eldrin sacó un montón de libros antiguos y pergaminos que se veían frágiles y delicados, dejando notar que el paso de los años había hecho mella sobre ellos. Comenzó a contarle sobre las grandes batallas libradas por sus antepasados contra las fuerzas del mal, relatando con detalle las hazañas y sacrificios que tuvieron que hacer para proteger a su pueblo.
- ¿Sabes, Aria?, dijo Eldrin, - tus antepasados lucharon valientemente contra las fuerzas del mal, protegiendo a Kalastra de terribles amenazas.
Aria escuchaba con atención y le preguntó: - ¿Y qué hay del rey demonio Xerathor? ¿Cuál es su historia?
Eldrin suspiró y comenzó a contar la historia de Xerathor. - Hace mucho tiempo, Xerathor había sido un mago talentoso y respetado en Kalastra. Era conocido por su habilidad para controlar los elementos y su profundo conocimiento de las leyes mágicas. Sin embargo, su ambición y sed de poder lo llevaron por un camino oscuro.
Aria frunció el ceño, preocupada. - ¿Qué hizo?
Eldrin continuó: - Obsesionado con la idea de gobernar Kalastra, Xerathor buscó el conocimiento prohibido en antiguos libros de magia negra y hechizos olvidados, desenterrando secretos que debían permanecer ocultos. Aprendió que existían cinco elementos primordiales que componían el mundo: fuego, agua, tierra, aire y éter. Estos elementos eran la base de toda la vida y la magia en Kalastra.
Aria asintió con comprensión. - Entonces, ¿qué hizo con ese conocimiento?
Eldrin respondió: - Con esta información, ideó un plan para crear cinco cristales elementales que le permitirían controlar cada uno de estos elementos y, en consecuencia, dominar todo Kalastra.
Aria, aunque no entendía por qué alguien querría gobernar con terror toda Kalastra, comprendió la magnitud de la amenaza que enfrentaban y se llenó de determinación.
- No permitiré que Xerathor siga causando sufrimiento en Kalastra, declaró con firmeza. - Haré todo lo posible para detenerlo y proteger a nuestro pueblo.
Xerathor había sellado la magia de los cinco continentes en los cinco cristales elementales, debilitando a los seres mágicos y dejando a Kalastra vulnerable a su dominio.
Mientras Eldrin relataba la historia, Aria escuchaba atentamente. - Xerathor pasó años recolectando ingredientes raros y realizando rituales arcanos para forjar los cinco cristales. Estos ingredientes incluían gemas preciosas, metales místicos y sangre de criaturas mágicas. Una vez completados, los cristales brillaban con un poder inmenso, cada uno de ellos emitiendo una energía única que resonaba con su respectivo elemento.
Aria frunció el ceño, preocupada. - Entonces, ¿cómo logró controlar a todas esas criaturas mágicas?
Eldrin respondió: - Armado con los cristales elementales, Xerathor utilizó su poder para someter a las criaturas mágicas de Kalastra y forjar un ejército temible. Dragones, grifos, falkums y otras bestias místicas se convirtieron en sus esclavos, obedeciendo sus órdenes sin cuestionamientos. Con este ejército a su disposición, Xerathor se autoproclamó rey demonio y comenzó su reinado de terror sobre Kalastra.
Mientras Aria escuchaba la historia junto al fuego crepitante, la determinación de derrocar a Xerathor crecía en su corazón. Eldrin le explicó que si lograba reunir los cinco cristales elementales y liberar su poder, podría debilitar a Xerathor lo suficiente para enfrentarlo y poner fin a su tiranía. Sin embargo, la tarea sería peligrosa y requeriría que Aria viajara por todo Kalastra enfrentando numerosos desafíos y enemigos.
Aria miró a Eldrin y, a pesar de su deseo de tenerlo a su lado durante el viaje, comprendió que él ya no podría acompañarla. La edad había dejado su huella en el anciano mago, y ella sabía que el camino sería demasiado arduo para él.
Con una mezcla de tristeza y comprensión en sus ojos, Aria le dedicó una sonrisa a Eldrin, su mentor y amigo.
Eldrin, con una sonrisa melancólica, vio que Aria había entendido que él no podría estar físicamente con ella en su camino. Orgulloso de la joven aprendiz que había llegado a apreciar tanto, le acarició suavemente el rostro y le dijo: - Confío en ti, Aria. Sé que tienes la fuerza y el coraje para enfrentar lo que te espera. Nunca olvides quién eres y cuánto has crecido. Lleva contigo mi espíritu y mis bendiciones en tu viaje.
Aria asintió con determinación. - Entonces, eso es lo que haré. Viajaré por Kalastra, reuniré los cristales elementales y pondré fin al reinado de Xerathor.
Eldrin sonrió. - Sé que tienes el coraje y la habilidad para lograrlo, Aria. Estaré a tu lado en cada paso del camino, ayudándote en todo lo que pueda.
Una mañana, Eldrin sintió que había llegado el momento de que Aria partiera en busca de los cristales elementales. Se acercó a ella y le dijo: - Aria, no puedo enseñarte más por ahora. Ha llegado el momento de comenzar tu búsqueda.
Aria estaba nerviosa pero también emocionada ante la perspectiva de embarcarse en su misión. - Entiendo, Eldrin. Estoy lista para enfrentar lo que venga.
Antes de partir, Eldrin y Aria compartieron un emotivo abrazo. Eldrin trató de mostrarse serio y le dijo a Aria: - No te pongas tan sentimental, ¿de acuerdo? Tienes un largo camino por delante.
Aunque en el fondo, había llegado a apreciar mucho a Aria durante los meses que habían pasado juntos.
A lo largo de ese tiempo, habían experimentado juntos los cambios de estaciones, las risas y las enfermedades. Mientras Aria se alejaba, Eldrin recordó el día en que llegó a su puerta asustada y cómo había evolucionado desde entonces.
Recordó las noches frías y calurosas que habían compartido y cómo había cuidado de ella. Un recuerdo particularmente emotivo fue cuando Eldrin se enfrentó a un oso del bosque cuyas garras se convertían en largas enredaderas con espinas afiladas. Después de ser herido en una pierna, Aria logró sanarlo con su primer hechizo curativo exitoso.
- Fue la primera vez que lo lograste, ¿recuerdas?", le preguntó Eldrin con una sonrisa.
Aria asintió con una sonrisa tímida. - Sí, estaba tan nerviosa, pero me alegré de poder ayudarte."
También recordó cómo tenía que reñirle cada mañana porque era una dormilona y le costaba levantarse temprano para comenzar sus lecciones. A pesar de los desafíos y las dificultades, habían desarrollado un vínculo fuerte y afectuoso.
Con el corazón lleno de determinación y esperanza, Aria se despidió de Eldrin y se adentró en el mundo desconocido. Mientras se alejaba de la cabaña, Eldrin la observaba con orgullo y preocupación, sabiendo que el destino de Kalastra ahora estaba en manos de la joven maga.
En sus momentos de descanso, mientras se encontraba lejos de Eldrin y enfrentándose a los desafíos del viaje, Aria reflexionaba sobre su familia y su hogar en Korota. Recordaba las risas y el amor que compartían, y cómo la vida era más sencilla antes de descubrir sus poderes mágicos. Aunque anhelaba verlos nuevamente y abrazarlos, sabía que primero debía completar su misión y liberar a Kalastra del yugo de Xerathor. Con el recuerdo de Eldrin y su familia en su corazón, Aria continuó su búsqueda, decidida a enfrentarse a cualquier desafío que encontrara en su camino.
Esta responsabilidad pesaba sobre sus hombros, pero también le daba la determinación y el coraje para seguir adelante. Aria entendía que su destino estaba entrelazado con el futuro de Kalastra, y que solo ella tenía el poder de cambiarlo. Cada día se esforzaba por mejorar sus habilidades y aprender nuevas técnicas, tanto mágicas como de combate, para estar mejor preparada para enfrentar a Xerathor y sus fuerzas.
A medida que Aria avanzaba en su viaje, sus pensamientos en su familia y su hogar en Korota se convirtieron en una fuente de fuerza y motivación. Estaba decidida a proteger a sus seres queridos y a su tierra natal, y no descansaría hasta que Kalastra estuviera libre del mal que la amenazaba. Con el apoyo de Eldrin, Aria continuó su búsqueda, decidida a triunfar en su misión y traer la paz a su mundo.
Antes de partir, Eldrin entregó a Aria un mapa antiguo y desgastado que mostraba la ubicación de cada uno de los cinco cristales elementales. Estos cristales, que representaban los elementos de fuego, agua, tierra, aire y espíritu, eran fundamentales para el equilibrio y la armonía en Kalastra.
Eldrin le había explicado: "Cada cristal está custodiado por poderosos guardianes, seres legendarios cuya fuerza y habilidades son temidas y respetadas por igual. No será fácil enfrentarte a ellos, Aria."
Consciente de la enorme dificultad que supondría enfrentarse a estos imponentes guardianes, Eldrin se dedicó a preparar a Aria lo mejor que pudo, enseñándole diversos hechizos y técnicas de combate.
Aria asintió con determinación, y con una voz llena de convicción que se elevó sobre el viento, exclamó: "¡Haré todo lo posible para estar a la altura del desafío, Eldrin!."
Con el mapa en mano y consciente de que poco se sabía acerca de los guardianes, ya que nadie había conseguido enfrentarlos y sobrevivir para contar la historia, Aria se sintió a la vez lista y ansiosa ante los misteriosos desafíos que la aguardaban en su búsqueda de los cristales elementales.
A pesar del temor que albergaba en su corazón debido a la magnitud de su misión, Aria sabía que debía triunfar para liberar a Kalastra del yugo de Xerathor. Con determinación y coraje, Aria se adentró en su épico viaje.