N/A: en este capítulo se usarán muchas las comillas ("") para arcar pensamientos espero que sea entendible y más digerible
Lápiz salió de la casa de aquella señora con una nueva luz en su corazón. Se sintió un poco más fuerte, lista para enfrentar su primer día en My Fly. Era inevitable ver la sonrisa en su rostro; sus ojos brillantes reflejaban esa sensación
Camino hacia la escuela, y antes de darse cuenta, sonó la campana de entrada. Solo alcanzó a ver a una chica de pelo negro corriendo para entrar, lo que la impulsó a correr también. Al llegar a la puerta de su salón, tocó suavemente, siendo recibido por la mirada severa de su nuevo profesor.
— Perdón por llegar tarde, no volverá a pasar —dijo tímidamente, mientras por dentro se reprochaba— "Estúpida, es el primer día"
— Toma asiento y comenzamos la clase —respondió el profesor con tono tranquilo
Lápiz miró alrededor, viendo un asiento junto a París. Dudó y sintió miedo, pero finalmente decidió acercarse.
— ¿Puedo sentarme aquí? —preguntó, sin mirarla a los ojos
— Claro, siéntate —respondió Pariz, mostrando una sonrisa
"Esa sonrisa es falsa" , pensó Lápiz para sí
Se sentó en silencio, pero sintió las miradas de todos sobre ella. El peso de esas miradas la abrumaba, como si cargara toneladas de tierra mojada. El profesor comenzó a dictar un texto, y el sonido de los lápices deslizándose por las libretas le generaba ansiedad y un terror inocente.
"Cuánto ruido, cuánto ruido, cuánto ruido" , repetía en su mente, mientras escribía sin entender lo que ponía en su libreta.
— Oye, niña —dijo Pariz a su lado, sacándola de su trance
— Oye, ¿tienes una goma que me prestes?
Lápiz la miró y, sin pensar, sacó de su mochila una goma rosa
—Aquí tienes
— Gracias —le respondió Pariz con una sonrisa
"Su sonrisa... es linda"
Después de esa breve interacción, la clase no fue tan pesada para Lápiz. Poco a poco logró relajarse y dejarse sumergirse tanto en sus pensamientos.
Al salir del salón, sacó de su mochila un tupper que su niñera había preparado. Se dirigió a un árbol y lo abrió, viendo un omelette con champiñones y pollo desmenuzado con aguacate al lado. Soltó un suspiro y empezó a comer en silencio, disfrutando de la calma. De repente, escuchó un disturbio cerca, aunque no alcanzó a entender bien, escuchó claramente la palabra "rubia" . Sus brazos comenzaron a temblar, y su mente la sumergió nuevamente en sus pensamientos. El tiempo parecía moverse más lento, o quizás ella simplemente no lo sentía pasar. De un parpadeo a otro, el timbre de entrada sonó marcando el inicio de la siguiente clase.
Se reincorporó y se dirigió al aula. En su camino, vio a dos estudiantes de su clase divirtiéndose juntos. "Qué envidia" , pensó para sí.
Comenzó la clase, y aunque el sentimiento de pesadez seguía allí, decidió ignorarlo y reprimirlo hasta que desapareció. Al terminar la clase, revisó su horario y vio que debía ir a su casillero. Al dirigirse hacia él, un grupo de chicas la detuvo
— Yo... solo quiero dejar mis libros —murmuró tímidamente, casi sin voz
— ¿Qué? No te escuché —dijo Karla, con malicia evidente
— Voy a… dejar mis libros —repitió Lápiz, nervioso
De pronto, Karla la empujó, haciendo que Lápiz tropezara y cayera al suelo, dejando caer sus libros
— Uy, te caíste —dijo Verónica, riéndose, mientras Karla se burlaba a carcajadas
— Jajaja, qué tonta eres. Apenas te empujé y ya te caíste, rubia estúpida — se burló Karla
Lápiz, impotente, se cubrió el rostro con las manos, tratando de ocultar sus lágrimas mientras se repetía por dentro: "Soy una idiota. ¿Cómo pensé que al cambiarme de escuela nadie me odiaría? Soy una basura".
— Miren, la rubia va a llorar, jajaja —continuó Karla, disfrutando de la situación.
"La rubia... nadie me llama por mi nombre. Todos me dicen por ese maldito apodo. ¡Lo odio! ¡Odio ser rubia! ¡Odio haber nacido así! ¡Me odio!"
— Oigan, ya es suficiente —intervino Lily, la chica de puntas moradas.
— ¡Cállate, Lily! ¿No ves que nos estamos divitiendo? —respondió Karla, irritada.
— Dijo que ya basta —intervino Pariz, acercándose con una expresión severa.
— Ay, linda, solo nos estamos divirtiendo —dijo Karla con desdén.
—Te dije que la dejaras en paz. Y sabes perfectamente lo que significa —respondió Pariz, alzando un poco la voz.
Karla la miró desafiante.
— ¿Y qué significa? —preguntó, entrecerrando los ojos.
—Que te largues. ¡Ahora! —sentencia Pariz, furiosa.
Karla cerró los puños, pero tras un momento, se dio la vuelta.
— Vámonos, chicas. Dejemos a las novias en paz —dijo con sarcasmo, mientras se alejaban.
Pariz se agachó para recoger los libros de Lápiz.
— ¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
— Sí... gracias —respondió Lápiz de manera cortante, levantándose rápidamente.
— Me llamo París, ¿y tú?
— Lápiz... perdón, tengo que ir al baño —dijo nervioso, claramente afectado por la situación.
— Oh, está bien. Hablamos otro día —respondió Pariz, apartándose para dejarla pasar, mientras le sonreía.
El lápiz salió corriendo hacia el baño. En su mente resonaba la situación: "¿Por qué me ayudó? No merecía su ayuda... y mucho menos una sonrisa." Pero en su prisa, chocó con alguien.
— Pe... perdón —murmuró, sobándose la cabeza.
— No pasa nada, ten más cuidado —respondió Johan con una sonrisa, tratando de ser amable, mientras Lápiz entraba rápidamente al baño.
Una vez allí, entre lágrimas, Lápiz se dijo a sí misma: "¿Por qué? ¿Por qué todos me odian? Tal vez, si no estuviera aquí, nadie se enojaría por mi culpa..." Una pequeña lágrima rodó por su mejilla.
"Y esa chica... me ayudó. Seguro lo hizo por pena. Eso es lo que soy... un saco de vergüenza y desprecio."