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Chapter 17 - Capítulo 17 – La Doña

Después de todas las notificaciones del sistema que me sacaron de mi profunda concentración — sí, esa donde uno casi se siente como un genio incomprendido —, me di cuenta de que ya era de noche. Y, para mi sorpresa, había terminado de escribir la canción. ¡ Mira qué eficiente soy ! Pero mi momento de gloria fue interrumpido cuando escuché la puerta principal abrirse.

—¡Ya llegamos! —se escucha desde la entrada.

Salí de mi cuarto para saludar. Nos sentamos a cenar, algo sencillo pero satisfactorio, mientras mis padres me contaban sobre su día. Por supuesto, les mencionaron que había comprado una guitarra y conocía a Lydia. Al principio, mi madre se enojó un poquito al enterarse de que había salido (y sin avisar), pero se le pasó rápidamente cuando se enteró de que había comprado una guitarra y que la chica que me había ayudado a conseguir una muy buena.

Después de lavar los trastes —sí, porque es parte del contrato no escrito de vivir aquí y, además, soy un hijo ejemplar, claro que sí—, caí rendido en la cama.

Los siguientes días transcurrieron en una rutina bastante repetitiva, pero efectiva: ejercicio por la mañana para seguir con la práctica de defensa personal, y sesiones de canto y guitarra por la tarde y noche. Mis dedos empezaron a doler, pero era un pequeño precio a pagar. Pasaba horas memorizando canciones de este mundo y componiendo, sin olvidarme de afinar mi técnica.

Además, gracias a eso estaba ganando mucha experiencia en puntos, aumentando en varios niveles.

[Nombre: Nadir Valdez]

Nivel: 5

Energía (EP): 100/100

Salud: 8 (+4) 12

Fuerza: 5 (+4) 9

Destreza: 6 (+2) 8

Inteligencia: 12 (+1) 13

Carisma: 5 (+3) 8

Encanto: 16 (+1) 17

Resistencia: 5 (+3) 8

Habilidades:

Defensa personal (Novato - Nivel 2)

Aprendizaje (Novato - Nivel 1)

Guitarra (Novato - Nivel 5 - 6)

Canto (Novato - Nivel 20)

Composición (Novato - Nivel 2)

Memoria (Novato - Nivel 1)

 

Habilidades especiales:

Voz conmovedora

 

 

Finalmente, llegó el gran día: mi debut en el restaurante . Era un lunes por la mañana, y después de hacer mi rutina habitual, me fui de casa junto con mis padres, aunque cada uno en direcciones diferentes. Llevaba mi guitarra en la espalda y vestía unos vaqueros de mezclilla con una camisa negra. Me dieron dinero para el transporte, así que me dirigí a la parada de autobús más cercana. Según el mapa en mi celular, el restaurante quedaba al otro lado de la ciudad, en una zona de gente adinerada. ¡Ay, sí! Iba directo al Olimpo de los ricos . Pero, para llegar allí, tenía que tomar dos autobuses. Sí, dos. Alrededor de una hora de viaje.

Aunque había pensado en caminar para aumentar mi resistencia y mejorar mi cuerpo, decidió que al menos el primer día iría en camión. Después de todo, soy nuevo en este mundo y no conozco la ciudad, no quiero perderme.

Durante el trayecto, observaba el paisaje a través de la ventana. Aunque este mundo parecía mucho al mío, había pequeños detalles que me registraban que estaba en otro lugar. Como ese actor en un enorme anuncio en la carretera. Estoy seguro de que ese hombre no existía en mi mundo, y sin embargo, estaba protagonizando una de las películas que más recordaba de mi vida anterior.

Cuando finalmente bajé, me guié por el mapa del celular hasta llegar al restaurante. Lo que vi me dejó boquiabierto, no esperaba que mi madre me haya conseguido trabajo en un lugar así. Era un lugar grande y cómodo, con colores maderosos y oscuros que le daban un aire de madurez y antigüedad, pero sin caer en lo pretencioso. A pesar de su apariencia lujosa, había un equilibrio entre lo clásico y lo moderno que lo hacía realmente encantador. Estaba cerrado, aún faltaban unas horas para que abriran las puertas al público.

Fernando era un joven de 25 años, cuyo destino cambió drásticamente hace cinco años. Las circunstancias de la vida lo obligaron a dejar su carrera universitaria para asumir la responsabilidad de cuidar a sus dos hermanas menores. Con el peso de esa responsabilidad en sus hombros, tuvo que buscar un empleo estable y decente, uno que ofreciera un salario lo suficientemente bueno como para mantener a su pequeña familia a flote. No era la vida que había planeado, pero había aprendido a adaptarse.

Mientras se ajustaba el uniforme, escuchó el sonido de la puerta del restaurante abriéndose. Era temprano, y el lugar aún no estaba listo para recibir a los clientes. Apresuradamente, se dirigió hacia la entrada. Sin embargo, cuando vio al joven que acababa de entrar, el aire pareció detenerse en sus pulmones.

El chico que estaba frente a él debía tener la misma edad que su hermana mayor, pero había algo en él que lo distinguía de cualquier otra persona que Fernando hubiera visto. Apenas le echó un vistazo de perfil, y su respiración quedó atrapada en su garganta. No era algo que le sucediera a menudo, pero no se podía negar la belleza del chico. Tenía una presencia tan elegante y refinada que parecía iluminar el lugar. Cada movimiento era calculado, pero con una gracia natural. Sus ojos recorrían el restaurante con una mezcla de curiosidad y tranquilidad, y cuando cerró la puerta, lo hizo con una delicadeza que revelaba una nobleza innata.

Fernando no podía evitar compararlo mentalmente con alguien que conocía, pero sacudió la cabeza, tratando de volver a la realidad. Era impresionante, sí, pero aún tenía que hacer su trabajo.

—Hola, aún estamos cerrados —dijo, esforzándose por mantener su voz firme y profesional, a pesar de la impresión que el joven había dejado en él.

Nadir sonriendo amablemente, aunque por dentro ya había notado el comportamiento del chico y también el de Lydia hace unos días, al parecer, cuando tener una estadística alta en encanto es bastante raro por estos rumbos. Parece que tener una estadística alta en encanto es un fenómeno raro por estos rumbos... ¿O será que mi estadística ya era alta antes de reencarnar en este cuerpo?

Se preguntaba si de alguna manera su apariencia se había ajustado para combinar las características de ambas vidas, la suya y la de Nadir Valdez. Tal vez su aura de estrella internacional había influido en la apariencia del joven. Bueno, cualquiera que sea la razón, lo cierto es que sigo deslumbrando.

—Sí, me acaban de contratar —dijo con una sonrisa suave pero segura, sacando de su bolsillo el papelito arrugado que le había dado su madre adoptiva—. Estoy buscando a la señora... —revisó rápidamente el nombre—, María.

—¡Ah! ¿La Doña? Sígueme —dijo el muchacho. Sus ojos mostraban una vida que claramente había sido más complicada de lo que muchos podrían imaginar. Nadir, con su ojo entrenado para notar tanto la belleza como las cicatrices emocionales, lo detectó al instante.

Mientras caminábamos por el restaurante, observamos el lugar con más detalle. Las mesas y sillas eran de madera gruesa, y parecían tener siglos de antigüedad. Aún así, el diseño era impecable, con tallados hechos a mano sobre la madera, y con candelabros que emitían una luz tenue y música clásica sonando de fondo. El lugar era elegante, con un toque de misterio.

—Antes de conocer a La Doña, debes entender algunas cosas —dijo el empleado, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿La Doña? —pregunté, curioso.

Asintió con seriedad. —Así la llamamos. Es una mujer de carácter fuerte y decisivo. Logró hacer crecer este restaurante, y ahora tenemos varias sucursales por toda la ciudad. Pero esta es la sucursal madre, y su oficina está aquí.

Asentí, entendiendo.

—Como ya dije, impone respeto. No le gusta que vacilen, ni que duden. Puede parecer intimidante, pero tiene un corazón bondadoso. Ayuda a quienes lo necesitan.

Estuve de acuerdo en eso. Después de todo, no estaría aquí si no fuera por ella dándome un empleo sin siquiera conocerme. Sobre todo, porque parece un lugar difícil de entrar, donde todos los empleados (meseros, chefs, bartenders, etc.) habrán pasado por una cuidadosa selección. Lo más seguro es que su sobrina le haya contado lo que he pasado y decidió darme una oportunidad.

Caminamos hacia el fondo del lugar, pasando el bar y la cocina, enfrente de una de las paredes del lugar había hasta llegar a un espacio abierto con un enorme piano de cola negro y varios instrumentos alrededor. Mis ojos brillaron al imaginarme tocando y cantando en ese escenario muy pronto.

—Ahí es donde cantarás próximamente —dijo el empleado, notando mi interés—. Debes ponerte de acuerdo con La Doña para saber cuántas horas cantarás y cuántas horas trabajarás como mesero.

Pasamos por unos ventanas en las que se podía ver una terraza con un gran árbol en el centro, rodeado de mesas. Se veía mágico, pero de alguna manera mantenía ese toque de elegancia que caracterizaba al lugar.

— ¿Debo sugerir una idea yo o esperar a que ella decida? —pregunté.

—Debes verte confiado, no importa lo que hagas. Sin embargo, te sugiero que lo pienses bien mientras llegamos... Por cierto, soy Fernando, pero la mayoría me llama Nando.

Sonreí y extendí la mano. —Es un gusto, Nando. Yo soy Nadir. Espero que nos llevemos bien.

Él suena de vuelta. —Eso espero yo también.

Finalmente, llegamos a unas escaleras ocultas que conducían al segundo piso. Nando toco levemente la puerta y abrió. El lugar era significativamente más pequeño que el de abajo, pero servía como oficina. Había un gran librero empotrado en una de las paredes y un ventanal que servía como otra pared y que daba vista al piso de abajo. Entre ambas estaba un escritorio de caoba negra, detrás del cual estaba sentada una mujer que, incluso desde la distancia, exudaba autoridad y puerta.

—Doña María, ya llegó el nuevo empleado —dijo Nando.

Antes de conocerla pensaba que "La Doña" era una mujer de mayor edad, sin embargo, la mujer que estaba frente a mí no tenía ni una arruga. Aparentaba unos 30 años, con el cabello negro como la tinta, ondulado, labios rojos como el fuego, y un puro en la mano. Sus ojos me escanearon. Claramente, esta no era una mujer con la que se jugara. Si "La Doña" decidió que algo debía suceder, pues sucedió. Y yo... bueno, yo solo esperaba estar en el lado correcto de sus decisiones.