La noche era serena, y la naturaleza misma parecía rendir homenaje a su quietud. Las aves, acurrucadas en sus nidos, habían cesado su canto, mientras que los insectos comenzaban a entonar melodías sutiles bajo la mirada indulgente de la luna, que agradecía su serenata con una luz suave y cálida. La brisa nocturna acariciaba las hojas, creando un susurro casi imperceptible, como si la misma tierra respirara en un profundo estado de calma.
Dentro de una posada modesta, un hombre sostenía en sus manos algo de vital importancia. Ese hombre era Arthur.
Habían transcurrido aproximadamente dos semanas desde que Arthur llegó a la capital. Durante este tiempo, había buscado un lugar donde alojarse, y ocasionalmente aceptaba misiones como mercenario. Sin embargo, esta noche era especial: había conseguido algo especial.
Arthur estaba sentado con las piernas cruzadas, su mirada fija en el pequeño espíritu que descansaba en la palma de su mano derecha. Se trataba del Escarabajo Bastión, cuya apariencia recordaba a la de un escarabajo rinoceronte. Su tamaño era compacto, no mayor que el ancho de tres dedos. Su exoesqueleto presentaba un color ámbar, entremezclado con tonos anaranjados y dorados, que reflejaban la luz con un brillo casi etéreo. Las alas del escarabajo, translúcidas y adornadas con intrincados patrones de tonos verde jade y azul zafiro, proyectaban un halo protector a su alrededor. Sus antenas, largas y onduladas, complementaban la imponente presencia de la criatura. En su espalda, una sólida carapacha del mismo color que su exoesqueleto lo cubría con un aire de invulnerabilidad.
Arthur contemplaba al espíritu con un brillo de asombro en sus ojos. Había escuchado hablar de los espíritus por parte del líder de su equipo, e incluso había tenido la oportunidad de ver uno de cerca, pero tener uno propio en sus manos despertaba en él un sentimiento completamente nuevo.
Esta criatura representaba un avance, aunque fuera un pequeño paso inicial. Con el tiempo, estas primeras experiencias se convertirían en la base sólida sobre la cual construiría su poder.
Calmando su corazón, Arthur juntó suavemente sus manos, moviendo al escarabajo dormido hacia el centro de sus palmas. Cerró los ojos y se concentró en su corazón de maná. Dentro de sí, la estrella de maná permanecía en calma, y el maná de plata blanca fluía como una laguna serena, sin perturbaciones. Con un solo pensamiento, pequeñas ondulaciones comenzaron a aparecer en la superficie, y Arthur sintió cómo el maná comenzaba a salir de su corazón de maná, viajando a través de sus nervios mágicos. Al llegar finalmente a sus palmas, una ligera sensación de cosquilleo lo recorrió.
Fuera de su cuerpo espiritual, un aura blanca comenzó a desprenderse de las palmas de Arthur; era el maná de plata blanca. Cuando el maná interactuó con el escarabajo, este abrió sus ojos, revelando un profundo color índigo. Su mirada irradiaba una intensa vigilancia y alerta. Pronto, sus alas, antes adormecidas, comenzaron a moverse ligeramente, mientras el escarabajo se incorporaba por completo.
El maná rodeó el cuerpo del escarabajo como una fina capa, y la criatura comenzó a sacudirse, luchando contra la influencia de Arthur. Al mismo tiempo, una nueva aura, distinta a la anterior, empezó a rodear el cuerpo del insecto. Era el aura propia del escarabajo, una manifestación de su voluntad.
El proceso de refinamiento consistía en someter la voluntad del espíritu hasta reemplazarla por la propia del refinador. Sin embargo, los espíritus eran seres vivos y, como tales, luchaban con todas sus fuerzas para evitar este destino. Ser refinados significaba perder su voluntad, y con ello, morir.
Dentro de la estrella de maná de Arthur, las ondulaciones se intensificaron, formando un pequeño torbellino, señal de que su maná estaba siendo consumido rápidamente. Las gotas de sudor comenzaron a caer por la frente de Arthur; el proceso de refinamiento resultaba ser mucho más complicado de lo que había anticipado. No solo tenía que luchar contra la resistencia del aura del escarabajo, sino que también debía movilizar su maná de manera constante para mantenerlo bajo control.
Pero la situación tampoco era fácil para el escarabajo. Había estado capturado y dormido durante un tiempo prolongado, y solo había despertado ante el inminente peligro. Pronto, el cuerpo del escarabajo comenzó a temblar, mientras su aura era consumida poco a poco por el maná de plata blanca de Arthur.
Al cabo de un tiempo, el escarabajo cedió, cerrando sus ojos y plegando sus alas contra su carapacha. Finalmente, el maná de plata blanca lo envolvió por completo, y el aura que antes simplemente lo rodeaba comenzó a formar una cápsula a su alrededor.
Después de un rato, la cápsula comenzó a elevarse desde las palmas de Arthur y flotó hacia su pecho.
¡Bamm!
Arthur sintió una sensación desagradable, como si algo lo atravesara, y pronto pudo ver cómo la cápsula que encerraba al escarabajo se acercaba a su corazón de maná. Al hacer contacto, la cápsula desapareció, integrándose en su ser. Dentro de la estrella de maná, la cápsula comenzó a desvanecerse, dejando caer delicadamente al escarabajo dormido. Este se levantó al poco tiempo y, después de mover ligeramente su robusto cuerpo, comenzó a volar dentro de la estrella de maná.
El refinamiento había sido completado con éxito.
Arthur, agotado y cubierto de sudor, intentó secarse con una toalla que había preparado de antemano. Sin embargo, antes de poder hacerlo, el cansancio lo venció y se quedó dormido.
Así, Arthur había refinado con éxito su primer espíritu.
Al día siguiente
El cuerpo de Arthur, aún agotado por el proceso de refinamiento, lo obligó a levantarse más tarde de lo habitual.
Tras tomar un baño en la tina que había preparado la noche anterior y disfrutar de una comida relativamente buena, se dirigió al centro de mercenarios.
El Escarabajo Bastión, un espíritu mágico de rango uno, carecía de inteligencia, por lo que actuaba guiado únicamente por sus instintos. Durante la primera semana, Arthur había estado buscando maneras de fortalecerse. Aunque ya había alcanzado el rango uno al despertar su estrella de maná, sin un medio que canalizara y potenciara ese poder, su fuerza no era diferente a la de un humano común.
Esta diferencia marcaba un contraste evidente con su vida anterior. Aunque la base del poder era similar, en este mundo existían reglas para su uso, reglas que no estaban presentes en su pasado. Si bien existían distintas técnicas y métodos, en su antiguo mundo uno mismo tenía el control total sobre su poder.
Decidido a entender mejor este nuevo entorno, Arthur se adentró en la biblioteca en busca de información. Después de un tiempo, llegó a una conclusión clara.
Ya había deducido que estaba en un mundo de magia, a juzgar por la época y los eventos que había presenciado. Aunque en un principio había considerado la posibilidad de convertirse en mago, pronto descartó esa idea. Había decidido inclinarse hacia el combate cuerpo a cuerpo, dado que ya se había familiarizado con él y porque ser mago requería una gran dedicación, práctica y concentración. Además, la magia no era precisamente rentable a nivel económico
Fue esta acumulación de razones, y en especial el último punto, lo que llevó a Arthur a decidirse por mejorar sus capacidades físicas.
La capital era un lugar vasto, lleno de posibilidades, y Arthur estaba seguro de que encontraría lo que buscaba. Tras algún tiempo de búsqueda, se topó con una tienda especial que vendía espíritus.
Al principio, Arthur pensó que se trataba de una estafa; le resultaba difícil creer que algo tan preciado se vendiera tan abiertamente.
Sin embargo, al ver la gran cantidad de personas que concurrían al lugar, y el hecho de que, a pesar de su popularidad, la variedad de espíritus era limitada, finalmente decidió comprar uno.
Los precios inicialmente lo intimidaron, por lo que trató de encontrar la opción más económica. Fue entonces cuando se encontró con el Escarabajo Bastión.
Su rango era el más bajo y su especialidad radicaba en la defensa. Al activarlo, un aura de color ámbar cubriría todo su cuerpo, aunque su mayor defecto era que esa protección solo duraba tres tiempos. Además, el hecho de que cubriera todo el cuerpo implicaba un mayor gasto de maná.
Pero, al fin y al cabo, era mejor que nada,¿no?
En fin,la misión de Arthur consistía en eliminar a un grupo de lobos, y sería aquí donde pondría a prueba la eficacia del Escarabajo Bastión.
Después de caminar un rato, Arthur se encontró con una manada de lobos.
Desenvainó su lanza y adoptó una postura defensiva. La manada, al percatarse de su presencia, corrió hacia él con ferocidad.
Arthur, sin titubear, también corrió hacia ellos, manejando su lanza con una precisión calculada.
Un aullido desgarrador resonó en el aire.
Uno de los lobos abrió su hocico, mostrando sus feroces y afilados colmillos.
Arthur soltó un breve resoplido antes de mover su lanza con destreza.
¡Crack!
Con un movimiento certero, la lanza atravesó el estómago del lobo, arrancando un grito ahogado de la criatura. Los otros dos lobos rodearon a Arthur, abalanzándose sobre él con intención de acabarlo.
Justo antes de que los colmillos de las bestias rasgaran su piel, un aura de color ámbar envolvió su cuerpo.
¡Era la protección del Escarabajo Bastión!
Ahora que Arthur había dominado por completo al espíritu, bastó con un simple pensamiento para activar su poder. Dentro de la estrella de maná, el escarabajo, que volaba alegremente, detuvo su vuelo de repente y se sumergió en el maná de plata.
Una vez sumergido, comenzó a brillar intensamente, mientras el maná fluía hacia él, imbuyéndolo de poder.
Los colmillos de los lobos impactaron contra la piel de Arthur, pero, en lugar de herirlo, fueron los colmillos de los lobos los que se rompieron al chocar.
Los lobos, aturdidos por un instante, intentaron lanzarse de nuevo sobre Arthur, pero esta vez, con destreza, Arthur movió su lanza, empalando a uno de los lobos. Con un rápido giro, la lanza impactó al segundo lobo con la fuerza de un relámpago.
La sangre brotó de las heridas de los lobos, empapando sus hocicos. Sus cuerpos se convulsionaron durante unos momentos antes de quedar completamente inmóviles.
Arthur observó la escena con frialdad. Colocando un pie sobre uno de los lobos caídos, extrajo su lanza de un tirón. Los lobos emitieron un leve gemido antes de quedar finalmente inertes.
Sin perder tiempo, Arthur arrancó los ojos de los lobos y los guardó en una bolsa de cuero. Sacudió su lanza, haciendo que la sangre salpicara sobre el pelaje de las bestias. Luego, giró sobre sus talones y comenzó a caminar de regreso.
Mientras regresaba, inspeccionó su estrella de maná. El maná había disminuido en una porción sorprendente, aunque no alarmante.
Con esto, Arthur había verificado la eficacia del Escarabajo Bastión.