"Y consiento en mi morir con voluntad placentera, clara y pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera es locura"
AINHOA
En mi corta vida he sentido tanto dolor, que aquellos dolores que quebrantan a una persona, ya los siento como piquetes de abejas. Lo peor de mi historia es que todos y cada uno de los tipos de dolor que he sentido o experimentado han sido generados por la misma persona, mi eterno verdugo tiene nombre y apellido; pero el dolor más grande que he podido experimentar es este. Este es el tipo de dolor indescriptible capaz de sumergir a cualquier ser humano en la más profunda e irremediable tristeza, la escena que tengo frente a mí es más que espeluznante. Mis amigos, las personas con las que he pasado tantas cosas, se encuentran tendidos sin vida en el suelo. Su asesino ríe a carcajadas y celebra su victoria, mientras que todos sus seguidores lo observan en silencio a excepción de la loca de Bellatrix que ríe macabramente junto a su "amo".
- ¡Harry! - No podría decir exactamente si fue un grito de dolor o un susurro, no podría decir con precisión si lo que hice fue imprudente, aunque la parte más lógica de mí me reventaba el cerebro diciéndome que me quedara callada y me fuera sin dejar rastro; pero, no pude mantenerme más tiempo en silencio, haberlo hecho ya me había costado la vida de los que amaba y siendo sincera estaba cansada de huir y esconderme siempre. Sentía que había dejado hasta de respirar mientras mataban a mis amigos ante mis propios ojos, sintiéndome tan cobarde e indefensa sin poder hacer nada. Antes de poder pensarlo o siquiera razonarlo corrí hasta donde se encontraba él, la persona más importante de mi vida y entre lágrimas lo abracé rogando inútilmente que estuviera vivo.
- ¿Quién es la muchacha? - Su voz era fría y cercana a un siseo, bajo otras circunstancias estaría aterrada pero ahora ni siquiera me importaba lo que sucedía, es más oírlo incrementaba la ira que sentía hervir la sangre y reventar cada una de mis venas.
-Puede que sea otra sangre sucia como Granger, mi Lord. - La voz de Bellatrix destilaba odio y asco al pronunciar el apellido de mí mejor amiga, mi amiga que ahora estaba muerta. Ella volvía a quitarme a alguien, ella nos arrebató a Sirius y tenía que pagar.
- ¿Cómo te atreves si quiera a pronunciar su nombre? ¡Maldita desquiciada! - Mi voz salía estrangulada y el único pensamiento que atravesaba mi cabeza era la frase "Ojo por ojo, diente por diente.". - Mi nombre es Ainhoa Grindelwald Brown. - La ira y sed de venganza que sentía hicieron que me pusiera en pie con varita en mano apuntándole directo a la separación entre sus cejas. - Soy una sangre pura. - Ella no decía nada, solo podía mirarme con cierta curiosidad y sorpresa al igual que todos ahí. Nadie esperaba toparse con la bisnieta de Gellert, la curiosidad en los rojos ojos de Voldemort me lo confirmaba. - ¡Avada Kedavra! - Las palabras salieron con fuerza y odio de mi boca hacia Bellatrix, quiso moverse, pero mi hechizo la tocó antes de que pudiera hacerlo, una espesa niebla roja la envolvió, segundos después cayó sin vida en el suelo. No podía dejar de observar su cuerpo inerte en el suelo, la mirada perdida en la nada. La maldita se quemaría en el infierno.
-Bajen sus varitas. - Despegué la mirada del cuerpo de Bellatrix y apenas ahí pude ser consciente de que todos los mortífagos me apuntaban amenazantes y las bajaron a la orden de su amo, todos excepto Narcisa Malfoy. Me miraba con desprecio y odio puro por lo que le había hecho a su hermana, pero dentro de sus ojos podía ver como la tristeza y el dolor de la pérdida la hacían añicos sin piedad. Por mucho que lo intentase, no podía sentir empatía por ella ni lamentar su pérdida. Bellatrix era una escoria y peligro para el mundo, tanto mágico y muggle, ella no merecía vivir y por ende no me arrepiento de haber hecho lo que hice. Dio un paso en mi dirección apuntándome con su varita.
- ¿Qué vas a hacerme Cissy? - Apunté mi varita hacía ella y le sonreí burlonamente esperando su reacción, al parecer tanto ella como yo olvidamos donde y delante de quien estábamos. Ella quería vengar a su hermana, yo, a mis amigos.
-Vas a pagar perra. - Solté una seca carcajada, una carcajada que ni yo misma esperaba y que ella interpretó como una burla, comenzó a temblar por la rabia, estaba excediendo sus límites y me gustaba en cierta forma. - ¡Crucio! - Su hechizo a penas me golpeó, pero igual pude sentir como miles de agujas se insertaban en mi columna. Intenté tragarme el dolor que sentía, pero era insoportable y terminé cayendo de rodillas frente a ella. Una vez que se disipó el dolor que sentí, la ira regresó a mí; sonreí con burla y malicia, era mi turno de jugar.
-Te enseñaré lo que es un crucio. - Ella me observó con sorpresa, al parecer lo había enviado con toda su energía y no esperaba que me repusiera tan rápido. Le apunté a la cabeza con mi varita. - ¡Crucio! - Dejé que la magia me envolviera completamente y que la ira que sentía por las muertes de mis amigos me invadiera. Era una sensación muy extraña sentir placer por el dolor de alguien más.
Narcisa se dejó caer de rodillas en el suelo, su varita rodó a un lado y sus manos apretaban su cabeza con desesperación. Luego de unos minutos ya no solo sentía dolor en esa parte, su cuerpo comenzó a convulsionar y retorcerse en el suelo rogando piedad.
-¡Nadie tuvo piedad de Hermione!- Al decir el nombre de Mione mi cuerpo tembló de la cólera y me aferré con más fuerza a mi varita intensificando la maldición, vi como la sangre descendía por sus oídos y nariz.- ¿Por qué habría yo de tener piedad?- Terminando de pronunciar esas palabras vino a mi mente el recuerdo de Harry y yo misma le di respuesta a mi pregunta.- Porque yo no soy como ustedes.- Bajé la varita y Narcisa se desmayó, Lucius se acercó a su esposa y la levantó en brazos, me miró sin expresión alguna y dándose la vuelta se alejó por un largo pasillo. Sentí como algo abandonaba mi cuerpo, algo oscuro, en ese instante me di cuenta de lo que había hecho y la culpa me golpeó con fuerza.
-¿Quién demonios te crees que eres para venir y hacer con mis mortífagos lo que se te da la gana?- Giré sobre mis talones y la fría mano de Voldy rodeó mi cuello con demasiada fuerza, me elevó unos centímetros del suelo y con su mano libre me apuntó a la cabeza.- Eres la bisnieta de Gellert, una sangre pura de linaje intacto.- Lo miré sin ocultar el odio y asco que me causaban sus palabras y tacto, mi bisabuelo no era más que otra plaga para el mundo y para nada me daba orgullo llevar su apellido. Sentí arder mis pulmones por la falta de aire en ellos. - Tu bisabuelo defendió los mismos ideales que yo, eres dueña y poseedora de magia poderosa. - Apretó más su agarre, lo que hizo que tosiera y me retorciera buscando la forma de que me soltara. - Y, aun así, eres una traidora de sangre. Decidiste darle la espalda a tu descendencia por defender a unos impuros como ellos. - Me tiró con fuerza haciéndome caer al lado de los cuerpos de mis amigos, por inercia llevé mis manos a masajear mi cuello y dar grandes bocanadas de aire.
-Mi bisabue... bisabuelo. - Tosí un poco. - Era un maldito sádico como tú. - Me paré como pude y caminé hacía él, recién pude darme cuenta en ese momento que no había soltado mi varita. - Yo nunca seré una asesina como ustedes. - Bueno, no asesinaría inocentes. Planté cara frente a él y lo miré a los ojos. Si iba a morir, lo haría sin doblegarme y sin temerle.- Mi bisabuelo tenía un motivo que alimentaba su absurda idea de purificación, él era un sangre pura al igual que mi bisabuela.- Sus ojos se volvieron más hostiles, me indicaba con ellos que tuviera cuidado con lo que diría y yo como buena impulsiva hice caso omiso de su silenciosa advertencia.- Pero tú...- Posé uno de mis dedos en su pecho.- Tú no eres más que un mestizo de mierda cuyo padre muggle abandonó por ser una abominación para él, aunque no se equivocó, eres un monstruo...- No pude seguir hablando ya que lanzó un crucio no verbal. Me mantuve en pie, sin bajar la mirada y tratando de soportar el dolor lo más que mi cuerpo me lo permitiera, hasta que sentí como la sangre bajaba por mi nariz y entonces me rendí, el dolor era insoportable, caí de rodillas presionando mi cabeza con ambas manos. - Todos tus mortífagos tienen más valor que tú... tú, estas muy por debajo de ellos, sangre sucia. - Ni si quiera en esta situación puedo dejar de ser tan insolente.
-Tienes agallas.- Dejé de sentir dolor, limpié mi nariz con la manga del suéter que traía y lo observé caminar de un lado a otro jugando con su varita, cuando presté más atención me di cuenta que era la varita de sauco.- Matarte sería un desperdicio de sangre mágica y pura.- Se detuvo frente a mí y me cogió de uno de los brazos.- Arrodíllate ante mí, pídeme perdón y júrame lealtad; sólo así te dejaré vivir, dejaré que te unas a mis mortífagos y tu traición será perdonada.- Volvió a soltarme violentamente y caí de culo, me paré como pude y lo miré a los ojos. Él estaba realmente loco si creía que yo haría semejante barbaridad.
-Después de lo que le hiciste a Harry y mis amigos ¿Crees que podría jurarte lealtad? - Me reí irónicamente y le escupí en la cara. - Prefiero morir. - Podría jurar que sus ojos se prendieron en llamas y que el suelo tembló, no tenía miedo, después de perder a Harry morir sería un gran regalo.
- ¡Avada...! - Cerré los ojos esperando un hechizo que nunca llegó, lo que si llegó a mí fue la voz de Harry y podría jurar que mi corazón volvió a latir.
- ¡Expelliarmus! - La varita de Voldemort voló por los aires y los dos nos giramos hacía dónde provenía la voz de Harry. - Accio varita de Sauco. - La varita fue a dar directamente hacía su mano izquierda, que era la que tenía libre.
- ¡Harry! - Quise abrazarlo, pero no era el momento, pronto empezarían atacarnos, él estaba vivo y eso me bastaba. - ¡Dobby! - El elfo se apareció en un abrir y cerrar de ojos. -Sácanos de aquí. - El elfo asintió tendiéndonos las manos.
Harry tomó la mano de Hermione y yo la de Ron, ambos cogimos las manos de Dobby y este nos hizo aparecer en Hogwarts. Todo fue tan rápido que no sé ni cómo logramos salir ilesos de ahí, supongo que el tiempo que obtuvimos lo debemos a que todos se quedaron perplejos al ver a Harry vivo. El cuerpo de Ron estaba muy frío, lo solté por inercia y solo me quedé ahí arrodillada frente a su cuerpo observándolo, me cuestionaba la razón de que aún no despertara junto con Mione.
-Ainhoa, ¿Estás bien? - Colocó sus manos a ambos lados de mi rostro y me observó de pies a cabeza buscando alguna señal de que estuviera herida. Él no sabía que mis heridas más profundas se encontraban en mi alma y no en mi cuerpo. Suspiré.
-Joder, que estoy bien Harry. - Rodé los ojos y me envolvió en sus brazos, no supe cuánto necesitaba un abrazo suyo hasta que lo hizo. Se sentía tan bien, al fin pude respirar. - ¿Cómo es posible...? Hermione te dijo cómo ¿no? - Me separé un poco de él para poder verlo a los ojos, le sonreí. Bajó la mirada y entonces las esperanzas de volver a ver a Ron comer como si no hubiera mañana o a Mione, leer con pasión, se desvanecieron como telarañas en el aire. - Ellos no van a despertar ¿Verdad? - Su rostro se contrajo en una mueca de dolor y negó con la cabeza.
-Ellos... Yo... No sé cómo estoy vivo Ainhoa. - Sus palabras me desconcertaron y dejé caer mis brazos a un lado, él llevó sus manos a sus cabellos y comenzó a jalar de ellos. Nuevamente sentía como el odio a Voldemort aumentaba más y más, sentía otra vez esa carga negativa dentro de mí; pero, más allá de eso, sentía como cada parte de mí se iba en otro recuerdo de los miembros de mi familia, aunque no llevaran mi sangre.
-Por un momento pensé que... pensé que ellos también se levantarían. - Las lágrimas surcaron mi rostro y él volvió a rodearme con sus brazos, me aferré a su pecho y lloré como una niña pequeña. Decidí llorar por primera vez desde la muerte de mis padres, aun habiendo jurado no hacerlo lo que me quedaba de vida; pero en esos instantes sentía que si no lo hacía iba a explotar, era doloroso sentir mi corazón contraerse con cada sollozo.
-Potter, Grindelwald. - La cansada voz de McGonagall hizo que nos separáramos, ella dirigió su mirada hacía donde estaban los cuerpos de nuestros amigos. - Ya entiendo...- Llevó la mano con la que no sostenía la varita a su boca para ahogar un gemido, lo que sí no pudo detener fueron las lágrimas. - Longbottom, Lovegood. - La rubia y Neville se acercaron a nosotros, de los chicos que conocí no quedaba nada, la guerra había arrasado con ellos. Nos abrazaron y en silencio lloraron sus pérdidas, entre los cuatro llevamos los cuerpos de Mione y Ron al Gran Comedor donde estaban los demás heridos y muertos.
El gran comedor carecía de la luz y el espíritu alegre que solía tener, los alumnos ya no cuchicheaban y reían bajo la atenta mirada de los profesores y mi tío. El ambiente estaba cargado de tristeza, dolor, pérdida y temor. No temor o miedo a Voldemort, miedo a no poder detener las muertes, miedo de no ser suficientes para poder vencer a nuestro verdugo.
La Señora Weasley se acercó llorando y gritando hasta el cuerpo de Ron, se abrazó a él y rogaba que les devolvieran a sus muchachos. ¿Sus muchachos? Busqué con la mirada por todo el comedor hasta que di con lo que más me temía, George se abrazaba al cuerpo de Fred al tiempo que Ginny estaba recostada en una de las paredes mirando a la nada. Mi mirada tropezó en unas camillas a un lado de la de Fred, dejé de respirar, corrí hasta ahí y cuando llegué no pude evitar arrodillarme en medio de las camillas y abrazar a quienes se portaron como padres para mí en los últimos años. Tonks y Lupín habían muerto y otra parte de mí se había ido con ellos. Estuve en esa posición durante varios minutos hasta que la señora Molly se acercó a mí y me abrazó, le devolví el abrazo y la dejé despedirse de sus amigos. Caminé hasta la parte más alejada de todos, que misteriosamente era la pared al lado de la puerta.
Me senté en el suelo pegando la espalda a uno de los muros, cerré los ojos y descansé un momento. Llevaba ya tres días sin dormir, había buscado por todos lados a mis amigos y al final pude encontrarlos gracias a Dobby; ¿Por qué no estaba con ellos? En el primer ataque de Voldemort al castillo me había batido a duelo con Bellatrix, cuando vi que uno de los hombres lobo de Voldy tenía acorralada a Hermione me distraje y lancé un hechizo para protegerla. Logré mi cometido, pero uno de los crucio de la loca esa me dio en todo el pecho y a parte del dolor que sentí me golpeé la cabeza contra una roca desmayándome. Cuando desperté, Neville estaba a mi lado y me dijo que Harry y los chicos se habían ido en busca de uno de los últimos Horrocruxes. Después de eso pasaron tres largos días en que no llegaron y en que yo los busqué, hasta que hoy por fin di con su paradero; pero, llegué a ellos demasiado tarde y eso era algo que nunca me perdonaría.
Abrí los ojos de golpe al escuchar el estruendo causado por una bombarda cerca de donde estábamos, cogí mi varita y me levanté como pude del suelo; varios de los que estaban ahí salieron con varita en mano tras de mí, busqué a Harry entre todos y no lo encontré, lo que sí encontré fueron muchos mortífagos entrando por el agujero que había en la pared. Comencé a lanzar hechizos de protección y de ataque, uno que otro avada o crucio; sí, todos los que estábamos en esta guerra habíamos condenado nuestras almas con un imperdonable sólo por la estúpida ideología de un monstruo.
-Tú y yo tenemos una cuenta pendiente. - La voz de Narcisa hizo que me detuviera de golpe y me girara.
-Como quieras. - Dirigí mi varita hacía ella y le sonreí esperando a que diera el primer golpe, pero detrás de ella pude divisar a un asustado Draco Malfoy tratando de librarse de uno de los mortífagos. El por qué, no lo sabía. - ¡Levicorpus! - Ella giró instintivamente la cabeza siguiendo la línea de acción de mi hechizo.
-Draco. - El nombrado llegó corriendo hasta su madre, el miedo en sus ojos era palpable y había algo más, angustia. - Gracias. - Desvié la mirada de Draco y la fijé en Narcisa, no dejaban de ser una familia arruinada por Voldemort, aunque estuvieran en el bando equivocado.
-Nadie merece morir. - Dije mirándola a los ojos y ella abrazó a su hijo llorando. - No son como él, ¿Por qué le sirven? - Ambos me miraron dubitativos, con Harry hablamos mucho sobre el hecho de que Draco y su familia solo actuaban por temor, quizás en un principio la familia Malfoy habían apoyado los ideales de Voldemort por prejuicios de sangre, pero luego solo lo hicieron para protegerse de él. Estuviera bien o mal, ellos solo intentaban de que nadie de su familia muriera, aunque eso significara la muerte de otros.
-No tenemos opción. - No había errado con mis hipótesis. - Todos hemos perdido seres queridos, no puedo perder a mi hijo o a mi esposo.
-Lo entiendo. - Asentí y me di la vuelta, me disponía a irme, pero recordé algo. - ¿Por qué te atacaba ese mortífago Draco? - Volví a darles la cara, Narcisa fijó la vista en su hijo y ambas esperamos a que él hablara.
-Él... No le dije dónde estabas... somos amigos Grindelwald. - Observé al rubio y le sonreí. - Nunca haría nada para que te lastimaran, si hubiera tenido que morir para que tú vivas lo hubiera hecho. - Vi un leve sonrojo en sus mejillas color marfil.
- ¿Por qué me buscaba? - Cambié radicalmente el tema, es incómodo escuchar esas palabras de la boca de uno de tus amigos. Esta vez fue Narcisa quien me respondió
-Lo humillaste, Potter no le interesa en este momento. - Fijó la mirada en el hombre que colgaba de cabeza en el aire. - Dio la orden de que te buscáramos y te lleváramos ante él, viva.
- ¡Sectumsempra! - Dirigí el hechizo hasta el mortífago y este comenzó a desangrarse, ambos me miraron confundidos. - Él no puede saber que me ayudaron, ni que los ayudé y el único testigo era él. - Ambos asintieron y me di la vuelta, tenía que buscar a Harry.
-Ainhoa. - Me paré en seco y regresé la mirada hacía Draco. - Ten cuidado. - Asentí dándole seguridad al único amigo que me quedaba en Slytherin, por mucho que peleáramos para diferentes bandos yo confiaba en su lealtad y él en la mía, me estaba protegiendo y eso era muestra suficiente de ello.
Subí y bajé escaleras a lo largo del castillo, protegiendo a los más pequeños y uno que otro adulto que era acorralado; pero no había ni rastro de Harry, la angustia crecía dentro de mí y cuando estaba a punto de llegar al despacho del director me detuve en seco. Nagini me miraba amenazadora, comencé a retroceder lentamente y ella no me perdía de vista. Era mejor no correr, esa serpiente era muy rápida y moriría antes de si quiera llegar a la esquina del pasillo.
-Detente. - Las clases de pársel que Harry me obligó a llevar con él, no parecen del todo absurdas ahora. Él había dicho una vez que tenía talento y un buen oído, fue difícil, pero había aprendido unas cuantas cosas.
-Así que hablas mi idioma. - Ese siseo suyo en respuesta me intimidó mucho. - Que pena que no te servirá, yo solo sigo órdenes de mi Lord. - Se puso en posición de ataque, cerré los ojos y esperé lo peor.
-Ainhoa, abre los ojos. - Los abrí lentamente al escuchar la voz de Harry. La escena era simple, Neville sostenía la espada de Griffyndor y Nagini yacía partida en dos en el suelo. - Ya ves que las clases de pársel no fueron tan inútiles. - Sonrió de lado y yo lo abracé muy fuerte, llorando.
-Claro, tan útiles que igual iba a matarme. - Nos separamos, le dediqué una sonrisa a Neville y me sequé las lágrimas con las palmas de mis manos. - Gracias Longbottom. - El aludido me sonrió de lado y asintió.
- ¿Por qué te está buscando? - Me mordí el labio, Harry se cruzó de brazos esperando mi respuesta y Neville se apoyó de lado en una de las paredes. Estuve a punto de morir, ¿y se le ocurre preguntarme eso? Suspiré y le expliqué lo que había sucedido con Voldemort y Bellatrix antes de que él despertara. - ¡¿Qué tú hiciste qué?!- Harry llevó una de sus manos a la cintura y con la otra masajeaba el puente de su nariz, Neville había dejado caer la espada y su boca se había abierto tanto por la sorpresa que podría jurar que su mentón tocaba el suelo.
-Le escupí en la cara. - Bajé la mirada y con una mano me masajeaba la nuca, no quería ni siquiera ver a Harry a los ojos, sabía que me iba a regañar por esto. En realidad, tenía un muy buen motivo para hacerlo.
-Esta vez llegaste demasiado lejos, Ainhoa.- Le dio un puñete a una de las paredes y comenzó a caminar de un lado a otro sin mirarme, Neville nos observaba en silencio y yo me sentía muy incómoda.- He pasado tres años de nuestras vidas manteniéndote fuera de su radar, cuidándote y protegiéndote.- Listo, ahí frente a mi tenía a mi padre regañándome.- Y tú vas y te expones de esta manera, le das tu identidad y te burlas en su cara.- Harry movía los brazos golpeando el aire, estaba perdiendo los papeles.- Lo tuyo no es valentía, es estupidez. Mataste a uno de sus mortífagos más importantes, y lo enfrentaste. - Se plantó frente a mí, cogió mi mentón entre sus manos obligándome a levantar la vista y mirarlo. - ¿Es que acaso es tan mala tu vida? - Se veía cansado, aparentaba más años de los diecisiete que tenía realmente y sus ojos verdes denotaban preocupación. - Dímelo, ¿Tan malo es mantenerte alejada del peligro y mantenerte con vida para estar conmigo?
-Te creí muerto Harry, ya no tenía motivos para vivir. - Lo miré a los ojos y no pude evitar besarlo, él me correspondió. - Yo vivo y peleo por ti, Harry. Sin ti en este mundo, yo no tengo motivos para seguir en él. - Me abrazó con fuerza y besó mi frente al tiempo que cerraba los ojos y disfrutaba de ese momento, podía sentir como este momento era uno de los últimos que tendrían.