Flotaba en mitad del vacío, como si de un globo se tratara. Grande, alargado y tallado por los constantes meteoritos que lo habían golpeado durante sus milenos en el espacio exterior. de aspecto cristalino, casi transparente y que era capaz de largar un brillo escarlata al encontrarse cerca del sol. Tal belleza dificilmente podía evocar un peligro y más una maravilla de la naturaleza o del mismo espacio, pero tal y como los tripulantes de la estación espacial N-38 descubrirían, las apariencias pueden engañar y ese enorme rubí espacial de siete metros de alto y nueve de largo era todo un maestro del engaño