El piloto automático estaba listo, dentro de poco ingresaría a la zona de embarque de la Estación Espacial N-38. Sin Embargo, tras pensarlo con detenimiento, Zero-One decidió programar la nave para que se acercara más no ingresara en la zona de embarque. No sabía porque, pero había algo que no le terminaba de convencer en aquel lugar y cualquier infección o posible enemigo que tuviese la oportunidad de apearse a su nave mientras ella estaba fuera era peligroso, sobre todo si ponía en consideración la monstruosa presencia que aquel intruso desprendía. Si algo le pasaba, entonces la Alianza Intergaláctica recibiría un mensaje que programó de inmediato dejando en claro que había un gran peligro en el interior de aquella estación y que si no tenían contacto con ella en veinticuatro horas entonces les pidió que destruyeran aquel maldito lugar antes de que fuera tarde. El mensaje fue programado para que saliera en un lapso de 48 horas, tiempo suficiente para poder actuar con tranquilidad y sabiendo que les daría una oportunidad a la Alianza de estar al tanto del peligro que estaban enfrentando.
Acercándose a la zona de embarque, Zero One abrió la compuerta de la nave mientras se colocaba un enorme casco blanco con un visor verde y salía al espacio exterior. Su armadura blanca le permitía recibir el frío y la presión del espacio sin el peligro de reventar como si de un globo se tratara, sus manos comenzaron a emitir un resplandor dorado que se transformó en una especie de fuego que la dirigió a la zona de embarque. La Nave continuó con su curso, rodeando la Estación sin por ello adentrarse a ella. Incrementando la fuerza de sus llamas doradas, Zero- One apresuró su rumbo hasta lograr llegar a su destino. El primer problema surgió cuando vio que el portón metálico de la Estación no se abrió al sentir su presencia. Aquello no debía de ocurrir, No importaba lo que ocurriera, la entrada a las Estaciones Espaciales siempre debía de abrirse cuando una nave de la Alianza o alguien que llevase una de las armaduras del ejército de la Alianza se acercase a ellas. El portón metálico parecía estar trabado desde adentro, lo que podía significar dos cosas: la primera era que no querían que algo entrara y la segunda, y la más aterradora, que no querían que algo saliera de ese lugar.
Comprendiendo que era una buena idea el no permitirle una vía de escape a lo que carajos estuviese allí dentro, Zero-One decidió acercarse al portón y por medio de su fuerza natural, abrirlo de un solo movimiento para luego introducirlo y cerrarlo a sus espaldas.
Tras terminar de cerrar el portón, se dio vueltas y confrontó su entorno. Las luces de la zona de embarque se encontraban apagadas y las naves que estaban allí, siendo acompañadas por las sombras, se veían extrañas, anormales y amenazantes. Casi parecían criaturas monstruosas de algún planeta lejano y desconocido antes que pedazos de metal hechos para transportar personas.
Casi asustándose al ver a una de esas naves a su costado largando chispas en el sector de los motores. Zero-One se calmó y se puso la mano en el visor de su casco mientras cerraba sus ojos, diciéndose a sí misma:
- Vamos Zero, ¿Qué te pasa?, actúas como una chiquilla. ¡Enfócate!
Recobrando la compostura, Zero-One se acercó a la nave, observando con atención aquellas chispas. No tardó en descubrir que la nave había sido saboteada, pero la pregunta era ¿Por quién?
Revisando el oxígeno, descubrió que se encontraba raro por lo que decidió no quitarse el casco hasta que descubriera con qué se estaba enfrentando. moviéndose con cautela, Zero-One se adentró en la estación espacial, siendo sus pasos lo único que se oía en aquel lugar abandonado.