La computadora la despertó, generándole una resaca al hacerlo. Encontrándose sentada en el cómodo sillón de su nave espacial, la joven y hermosa mujer de larga cabellera dorada y ojos dorados que portaba una armadura blanca se estiró alargando sus brazos con fuerza mientras largaba un fuerte bostezo. De nombre desconocida, aquella guerrera espacial poseía un título perteneciente a las tropas especiales conocidas como los Zero, siendo Zero- One su identificación. Acercándose a la computadora, Zero-One desactivó la alarma y tecleó la contraseña para poder tener acceso a las órdenes del Comando Central de los Zero.
Apareciendo una enorme pantalla azul delante de ella, Zero-One observó la imagen de una estación espacial que se ubicaba cerca del sector en el que ella se encontraba en ese momento. Posiblemente demorase una o dos horas en llegar allí. La situación se veía grave y parecía que iría a peor de un momento a otro. No había comunicación por parte de la Estación Espacial y la última comunicación daba a entender que se encontraban en un aprieto. Posiblemente los Kantianos se habían hecho con ella o algo peor había ocurrido. Lentamente Zero-One fue sintiendo como la sensación de resaca se retiraba para ir tomando en su lugar una sensación de miedo y enojo. varias preguntas comenzaron a correr en su cabeza: ¿Qué había pasado? ¿Estaban todos bien? ¿Acaso el Imperio Kantiano se había hecho con esa estación espacial o un nuevo enemigo la había atacado? ¿Sería un simple desperfecto que ella debía investigar cuanto antes? Tantas preguntas y ninguna respuesta que satisficiera su ansiedad junto a su curiosidad.
No le quedaba otra opción, debía, sí o sí, ir a la estación espacial a averiguar lo que sucedía en persona. Programando el curso en la computadora de su nave, Zero-One partió rumbo a la Estación Espacial dispuesta a averiguar lo que ocurría y salvar las vidas de aquellas personas, costase lo que costase.