[Capítulo 6]
El Rincón del Hada era uno de los mejores restaurantes privados en Horneros. Cada plato que servían era ejemplar y el lugar solo aceptaba a clientes con el más alto perfil. Las reservas también debían hacerlas con, al menos, un mes de anticipación; aunque Magalí había logrado reservar una mesa el día anterior gracias a sus contactos.
El interior del lugar era exquisito; había un biombo que separaba las mesas, la entrada de cada sala estaba hecha de madera y el edificio no tenía techo. Cuando se hacía de noche, el candelabro de arriba emanaba una vibra muy clásica y de excelencia; se podía sentir como si cenaran bajo la luz de la luna.
El pequeño grupo ingresó al lugar y se sentaron en una mesa de un rincón. No pasó mucho tiempo hasta que los camareros llegaron con la comida. A Roxana le preocupaba que la niña se sintiera incómoda, así que le prestó total atención, le dio de comer y le limpió la boca en cada oportunidad. Andrés y Bautista se sentaron junto a ellas, hicieron lo mejor posible para pelar la mayor cantidad de camarones para Estela y se sintieron conmovidos al verla disfrutar la comida. La niña no dejaba de masticar mientras se mantenía enfocada en la creciente pila de comida que tenía enfrente.
De pronto, sintieron una voz que provenía de la mesa junto a ellos.
—¿Escuchaste lo que sucedió? La princesa de la familia Fariña se perdió. La familia rastreó toda la ciudad, pero aún no pueden encontrarla.
La otra persona que habló se escuchaba más cautelosa.
—No pueden haberla secuestrado, ¿o sí? Quienquiera que lo haya hecho es demasiado osado. ¿Quién se atrevería a ponerle las manos encima? Es la adorada hija de Luciano Fariña. Deben estar deseosos de morir.
Los movimientos de Roxana se ralentizaron al escuchar el nombre de Luciano y comenzó a estar más dispersa. La conversación continuó.
—Sí, ¿no? Puede que la pequeña princesa sea muda y nunca haya dicho ni una sola palabra, pero igual tiene la mejor vida. ¡Qué suerte tiene!
«¿Muda?». Una mirada de sospecha se vio reflejada en los ojos de Roxana cuando dejó de moverse. «¿La adorada hija de Luciano es muda? Esta niña que recogí no ha dicho ni una sola palabra y, a juzgar por su comportamiento y su ropa, se ve como alguien de la familia Fariña. ¡Ese hombre en el teléfono! Su voz…». Al pensarlo, reprimió el asombro y se volteó hacia la niña a su izquierda, quien pareció notar su mirada y la observó desconcertada. En cuanto sus miradas se encontraron, la mujer sintió como si hubiera sido alcanzada por un rayo.
—Esta niña… no puede ser la hija de Luciano, ¿o sí?
Magalí dejó el cubierto y miró a la pequeña durante unos segundos.
—Sería demasiada coincidencia, ¿no? —preguntó con optimismo.
Dado que era la mejor amiga de Roxana, sabía lo que había atravesado durante los últimos seis años. «Esta niña parece tener unos cinco o seis años, lo que significa que tiene más o menos la misma edad que Andrés y Bautista. Si en verdad es la hija de Luciano, eso significa que tuvo una hija con su primer amor justo después de divorciarse de Roxana. Ese hombre no pudo esperar, ¿eh? Roxana en verdad merece alguien mejor que él».
La otra mujer no sabía qué pensaba su amiga y recordó todo lo que había sucedido después de que conoció a esa niña. Mientras más lo pensaba, más segura estaba de que la niña sentada junto a ella era la hija de Luciano.
—Diría que nos sacamos la lotería esta vez —comentó haciendo una mueca.
Al ver lo segura que se veía, Magalí sintió que se le vino el mundo abajo mientras miraba a la niña que se veía confundida.
—¿Qué hacemos entonces? Es probable que Luciano ya esté en camino —susurró.
Roxana comenzó a entrar en pánico y, un breve instante después, le entregó su teléfono a Magalí.
—Toma mi teléfono y actúa como si fuera tuyo. Llevaré a Andrés y a Bautista fuera de aquí y te esperaremos en el estacionamiento. —Magalí asintió en modo comprensivo. No obstante, al ver la perplejidad de la pequeña, Roxana se sintió angustiada—. Te dejo a cargo de la niña. —Se volteó hacia sus dos hijos—. Vamos.
Los niños la siguieron de forma obediente sin dudar. Al pasar junto a la niña, Roxana sintió un suave tirón en la manga. Se volteó hacia ella con una mirada contrariada y vio que la pequeña se aferraba a su manga con fuerza, se veía bastante nerviosa. Al notar su expresión de angustia, Roxana se sintió en verdad conmovida. Sin importar lo que había sucedido entre ella y Luciano, sabía que nunca podría culpar a esa niña.
—Ahora tengo que irme. Esta dama cuidará muy bien de ti, así que espera aquí, ¿de acuerdo? Tu papá llegará pronto —la consoló.
A continuación, hizo que la soltara y salió de la sala privada sin mirar atrás. Al mismo tiempo, Magalí se apresuró a ordenarle al personal que se llevara los tres platos y los cubiertos usados. Poco después de que los camareros terminaran, se abrió la puerta de madera y un grupo de guardaespaldas vestidos de negro se pusieron de pie en dos filas, formando un camino entre ellos. Al verlos, Magalí enderezó la espalda por instinto, miró hacia la entrada e hizo lo mejor que pudo para parecer tranquila. Luego, observó cómo un Luciano de aspecto despectivo ingresaba al lugar.