[Capítulo 5]
Luciano la fulminó con la mirada en silencio durante varios segundos. Mientras tanto, Abril se clavó las uñas en la palma de la mano para evitar revelar sus verdaderas emociones.
—Será mejor que no estés mintiendo. —El hombre apartó la mirada poco después y se volvió hacia Camilo—. ¿La policía se puso en contacto contigo?
—Todavía no. —Su voz era sombría. Miró a Luciano con cautela y le preguntó—: ¿Puede que alguien haya secuestrado a la señorita Estela? —Se notaba la preocupación en su tono.
La niña era la hija de Luciano, tenía una buena posición en la familia Fariña, por lo tanto, se convertía en el objetivo de muchos rivales de su padre; ya había estado a punto de que la secuestraran. En ese momento, la niña no estaba en ninguna parte y ni siquiera la policía podía encontrarla. Por consiguiente, Camilo no pudo evitar pensar en lo peor; alguien la había secuestrado. La mirada de Luciano se tornó bastante sombría.
—Incrementa el personal y amplía el área de búsqueda. Quiero verla al final del día.
—¡Entendido! —respondió Camilo en voz alta.
Sintió escalofríos en la espalda cuando se dio cuenta de que su jefe estaba a punto de explotar. Luciano acababa de darse vuelta para irse cuando le sonó el teléfono; no obstante, no estaba de humor para hablar, así que lo sacó y estuvo a punto de rechazar la llamada cuando se percató de que era de un número desconocido. Al recordar lo que había dicho Camilo antes, frunció el ceño y respondió.
—Hola. —Se escuchó una voz femenina.
Luciano entrecerró los ojos con sospecha al escucharla. «¿Por qué suena igual a su voz?». Se le cruzó por la mente la persona que había visto esa tarde en el aeropuerto.
—¿Hola? ¿Hay alguien allí? —repitió Roxana con recelo, después de algo de tiempo.
—Sí —respondió con brusquedad luego de recobrar la compostura.
Su respuesta fue de una sola sílaba, por lo cual, fue demasiado breve como para que Roxana le reconociera la voz. Ella suspiró aliviada tras escuchar su respuesta.
—Hola. Me encontré con una niña que me dio su número de teléfono. Usted debe ser el padre, ¿verdad? ¿Está libre para pasarla a buscar ahora?
La voz de la mujer resonó con claridad en su oído y en su mente y, mientras más hablaba, más tajante se volvía la mirada de Luciano. Cuando ella dejó de hablar, la mirada del hombre, prácticamente, lanzaba dagas. «¡Es ella! Han pasado años desde la última vez que nos vimos, pero no hay forma de que la haya confundido con otra persona. Roxana Jerez, al fin regresaste».
—¿Dónde se encuentra? —preguntó Luciano con los dientes apretados, bajando la voz a propósito.
—Estamos en el Rincón del Hada, lo esperaremos aquí. ¿Vendrá al restaurante a recogerla? —preguntó de inmediato.
—Sí, voy ahora mismo. —Luciano cortó y ordenó—: Trae el auto; iremos al Rincón del Hada.
Camilo no sabía por qué su jefe se había enfurecido de repente, así que respondió en modo afirmativo a toda prisa.
Roxana miró fijo el teléfono mientras la pantalla se atenuaba y se sintió nerviosa sin motivo alguno. «La voz del hombre sonaba ronca. ¿Por qué me resulta familiar?». Dado que no pudo encontrar una respuesta, dejó de pensar en el asunto.
—¿No tienen hambre? —preguntó Magalí. Después de todo, habían esperado afuera durante algo de tiempo y continuó—: Muero de hambre. Vamos a comer. Podemos acompañarla afuera cuando llegue su padre.
Roxana le esbozó una sonrisa.
—De acuerdo, entremos. —Volvió a agacharse a la altura de la niña para mirarla a los ojos—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te lleve adentro a cenar? Tu papá debe estar en camino, así que, cuando llegue, vendremos afuera. ¿Te parece bien? —le preguntó. La niña la miró durante unos segundos, parecía reticente—. Si no quieres entrar, esperaré aquí contigo —agregó con paciencia.
—Nosotros también esperaremos contigo, mami —intervinieron Andrés y Bautista al escucharla.
Magalí se palmeó la frente con exasperación.
—¿Soy la única que se muere de hambre aquí? Pequeña, no somos malas personas. Una mala persona no te invitaría a comer a un restaurante costoso. Tú también debes estar hambrienta, así que entra con nosotros. No hay necesidad de ser testaruda.
Todos miraron a la niña y dado que Andrés y Bautista también estaban hambrientos, la miraron expectantes. Ella se acercó a Roxana mordiéndose el labio, extendió la mano para tirar de su manga y asintió con la cabeza.
—No tienes que obligarte a hacerlo —le dijo Roxana con gentileza al descifrar lo que pensaba la niña.
La pequeña volvió a negar con la cabeza y, al verla, la mujer le dio unas palmaditas en la cabeza de manera cariñosa; luego, la tomó de la mano y la llevó al restaurante. Magalí tomó las manos de los niños mientras miraba trotar a su amiga junto a la niña de forma obediente.
—Se mostraba desconfiada con nosotros hace un instante, pero ahora se volvió cercana a ti —bromeó—. De hecho, las personas atractivas siempre son las favoritas —se lamentó con un suspiro.
Roxana solo se rio y tomó la mano de la niña con fuerza sin responder a las burlas de Magalí.