[Capítulo 3]
Roxana sintió que tenía el corazón en la boca mientras salía corriendo del aeropuerto y siguió mirando hacia atrás para confirmar que él no iba tras ellos. Por fortuna, no lo vio por ningún lado, ni siquiera después de que salieron del aeropuerto; Roxana al fin pudo suspirar aliviada.
A los niños les pareció extraño que su madre siguiera volteándose para mirar detrás de ellos. Dado que se veía nerviosa, ellos sabían que no era el momento de hacer preguntas, por lo que, sin decir ni una palabra y de forma obediente, dejaron que ella los sacara.
—¡Roxana! ¡Andrés! ¡Bautista! —los llamó una mujer desde lejos.
Los tres levantaron la cabeza y vieron a una mujer vestida de traje, que les agitaba la mano con alegría mientras se acercaba a ellos. Roxana se relajó de a poco al verla.
—¡Magalí, tanto tiempo! —exclamó con una sonrisa.
Magalí Chaves era su mejor amiga cuando estaban en la universidad y era doctora en el hospital de su propia familia. Poco después, se detuvo ante ellos y abrazó a Roxana.
—Al fin regresaste a casa. Te extrañé tanto —dijo de forma amigable.
—Yo también te extrañé —respondió Roxana riendo por lo bajo.
Se habían mantenido en contacto por Internet durante esos años, pero pocas veces tuvieron la oportunidad de encontrarse en persona. Luego de darle un abrazo, Magalí se puso en cuclillas y abrazó a los niños.
—Mis bebés, ¿me extrañaron?
—Por supuesto que sí. Tía Magalí, incluso soñamos contigo. Sigues tan hermosa como siempre —respondieron ambos al unísono tras reírse de forma adorable.
—¡Son tan dulces! —La mujer sonrió contenta luego de escuchar los elogios.
Roxana seguía atenta, mirando hacia la entrada del aeropuerto.
—Vamos. Podemos hablar en casa —dijo con calma.
Magalí les dio a los niños un beso en la mejilla a cada uno y se puso de pie. Después de guardar el equipaje en el maletero, hizo que se subieran al auto y se marcharon.
Al mismo tiempo, Luciano apareció en la entrada del aeropuerto.
—Cancela mi agenda en el extranjero —le dijo a su asistente, Camilo Lamas.
Camilo asintió levemente en modo de confirmación.
—Señor Fariña, ampliamos la búsqueda de la señorita Estela. Es pequeña y no puede ir muy lejos, así que no se preocupe.
«La señorita Estela es la adorada hija del señor Fariña; es esencial encontrarla. Su trabajo en el extranjero no es tan importante en una situación como esta».
La mirada de Luciano se tornó sombría mientras se dirigía a grandes pasos al Maybach estacionado en la carretera y enseguida se marchó en el auto.
Una hora después, el auto de Magalí llegó a Jardín del Oeste; una zona residencial repleta de mansiones. Roxana le había pedido a su amiga que la ayudara para alquilar un lugar y esa era la casa que le había conseguido. Los cuatro se bajaron del auto y entraron a la nueva casa guiados por Magalí.
—El entorno parece agradable. Me gusta este lugar. —Satisfecha, Roxana miró a su amiga—. Eres bastante eficiente, ¿eh?
La mujer arqueó una ceja.
—Soy tu vecina. El propietario de esta casa se mudó a la capital y quería alquilar este lugar y yo lo encontré. Siempre que estemos libres, podemos visitarnos.
Roxana esbozó una sonrisa mientras asentía con la cabeza.
Luego de desempacar sus pertenencias, llegó la hora de la cena; por lo tanto, Magalí los llevó a comer afuera. Acababa de llegar al estacionamiento del restaurante y estaba a punto de estacionar cuando una pequeña niña salió corriendo de un rincón oscuro. La mujer pisó el freno antes de que pudiera atropellarla. Impactada, miró a la pequeña niña que se había desplomado en el suelo. A Roxana también se le aceleró el corazón por lo que estuvo a punto de ser un accidente. Se dio vuelta para asegurarse de que sus hijos estuvieran bien y abrió la puerta para bajarse.
Había una niña de unos cinco años a pocos centímetros del vehículo; se sentó en el suelo, sin duda, estaba conmocionada. Roxana se sintió aliviada al verla y se acercó a la niña con cuidado.
—Oye, ¿estás herida? —le preguntó.
La niña tenía tez blanca y se veía adorable con el cabello trenzado. Tenía nariz respingada, ojos grandes y rasgos delicados. Llevaba un vestido pomposo rosa y tenía una costosa muñeca en los brazos. Tras escuchar la voz de Roxana, recobró la compostura, negó con la cabeza con timidez y miró a la mujer con cautela.
A Roxana le latía rápido el corazón mientras observaba a la niña en silencio. Luego de confirmar que estaba ilesa, se sintió aliviada y extendió la mano para ayudarla a levantarse, pero la niña se encogió de miedo, por lo que la mujer se detuvo con la mano en el aire.
—No te preocupes. Solo te quiero ayudar a levantarte —le explicó sonriendo de forma tranquilizadora. Miró a su alrededor y le preguntó—: ¿Dónde están tus padres? ¿Por qué estás sola?
La niña abrazó a su muñeca con fuerza y negó con la cabeza sin decir una palabra. Roxana frunció el ceño, ya que no sabía cómo comunicarse con ella.
Magalí y los niños se bajaron del auto enseguida. Andrés y Bautista compartieron una mirada curiosa cuando notaron que la niña permaneció en silencio todo el tiempo. «Se ve adorable. ¿Por qué no habla? ¿Puede que sea muda?».