Sarah se puso pálida y corrió. La bolsa de plástico blanca era arrastrada por el viento y giraba detrás de Sarah.
La mente de Sarah estaba en blanco. Solo sabía correr hacia adelante. Sus tacones altos ya se habían caído, y su cabello, que siempre había estado ordenado, se había convertido en un desastre. Sin embargo, como dice el dicho, cuando una persona vuela hacia adelante, su alma vuela detrás. Sarah estaba aterrorizada. Mientras corría, lanzaba gritos de terror. Incluso los perros que pasaban se asustaban por ella.
Amelia se apoyó contra la ventana de la despensa en el decimosexto piso y ladeó la cabeza para ver a Sarah, que corría en la distancia. El sitio de construcción allí ya estaba construido, y el suelo era plano. A su alrededor había edificios altos en construcción.
Amelia tocó la cabeza de Siete y le susurró:
—Siete, la persona de abajo parece la Segunda Tía.
Siete miró hacia abajo y parpadeó:
—¡Loca! ¡Loca! ¡Loca!
Amelia le dio una palmadita: