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Chapter 7 - ¡Jefe!

Los meses han transcurrido y Patricio ha aprendido a valerse por sí mismo, ahora sabe lavar la ropa, barrer, trapear, lavar su plato y cocinar. Oficios que nunca había hecho. Cada nuevo aprendizaje que ha realizado ha sido una hazaña.

Gracias a esa fuerte voluntad se ha ganado el respeto y afecto de Peter Pan y el Pequeño Juan, quienes le han enseñado a pelear.

El primer día en que Patricio comenzó con los entrenamientos, no coordinaba en absoluto nada, parecía que tuviese dos pies izquierdos, además de que fuesen de plomo.

El Uruguayo, no hacía más que rascarse la cabeza, pensando en cómo enseñarle a darle movilidad a esa cintura y cadera endurecida junto con esos pies de plomo. Nunca había tenido un alumno tan tieso.

Así que antes de que aprendiera a dar un golpe, le enseñó a bailar. Tuvo que dibujarle en el piso cuadros para que desplazara sus pies. No fue algo fácil, pero luego de dos semanas lo logró.

Con el movimiento de cintura y cadera sí fue algo más complicado, tanto así, que Peter Pan le decía que más movimiento en su cintura tenía una tortuga y un caracol que él. Pero nuevamente la fuerza de voluntad de Patricio los sorprendió y sin importar el cansancio con el que terminaba sus labores, entrenaba durante horas.

Aprender a coordinar el movimiento entre sus piernas y sus brazos, fue otro reto, pero los resultados han valido la pena.

Del hombre delgado y sin músculos ya no queda nada de su fisonomía, ahora tiene masa muscular y su exhuesudo trasero, se ve cada vez más apetitoso.

La primera prueba de Patricio Reimann ha sido superada. …

Mientras en Alemania.

—Montse, seis meses y no hemos sabido nada de Patricio. La verdad es que estoy dudando que aún viva. Conozco al cavernícola, posesivo y celoso que tienes por padre, así pienso que mi jefecito ya valió… Creo que eres la viuda de Reimann —menciona Sarah tratando de generar una sonrisa en su amiga, que cada día está más gruñona.

—Déjate de bobadas, mi padre no es un asesino… Sabes que hoy tengo una cena con él, quiero ver si logro, aunque sea sacarle algo de información del paradero de Pato —manifiesta Montserrat en medio de un profundo suspiro.

—Veo que aún crees en el ratón de los dientes de leche —las palabras de Sarah hacen que Montse la asesina con la mirada—. No hagas esa cara, bien sabes que tu padre es un viejo zorro y no te dirá nada.

—Quizás, pero debo jugármela, también he aprendido a manipularlo.

—Está bien… entonces nos vemos mañana, ya que asumo que deberás apagar el teléfono para estar con tu papá — Montse asiente.

Horas después. Sarah en su departamento realizando su rutina diaria, habla con su abuela quien vive en Inglaterra, pero siente el repique de su teléfono que le avisa que está ingresando otra llamada.

—Abuelita, ¿me esperas un tantico, mientras respondo otra llamada?

—Aqui espero, ¡no vaya a ser que sea el futuro padre de mis bisnietos y lo pierdas por mi culpa!

—¡Abuela, tú no cambias!

En la otra llamada.

—Aló —saluda Sarah ya que es un número internacional y desconocido.

—Sarah, hablas con Patricio.

—¡Jefe!

—Sarah, no me interrumpas y escúchame, quiero que tomes un vuelo de inmediato o contrates un avión. Necesito que me traigas efectivo, el cual encuentras en la caja fuerte de mi oficina. La combinación es 0309. —¿Ese es el día y mes del cumpleaños de Monserrat? Piensa al escuchar el código.

—Jefe, pero ¿acaso no sale mejor y más rápido si le consignó?

—No. Haz caso y no discutas, a propósito contacta a la Escritora Uruguaya y me avisas a ¿qué hora podemos encontrarnos?

—Como diga —responde Sarah.

—Nos vemos en 20 horas, máximo. Me llamas tan pronto llegues a este número, así que guárdalo —le ordena Patricio.

—¡Ah malaya! ¡Mi mala suerte! Montse, incomunicada, aparece Harry Potter y ni siquiera me saludó, solo dio órdenes —pronuncia Sarah, olvidando que no había cortado la llamada con su abuela Amalia.

—¿Hija, qué sucede? —pregunta su abuela que la escucha, ya que aún sigue en línea.

—Abuelita, nada solamente cosas del trabajo, no te preocupes, solo que ahora debo viajar a Uruguay y a esta hora no sé si vaya a conseguir pasaje.

— Déjame, yo te ayudo con las reservaciones, alista tu equipaje y lo que necesitas, mientras te consigo el vuelo.

—Gracias, abuelita, acepto tu ayuda porque debo realizar otras cosas antes de salir, igual en tres horas estaré en el aeropuerto.

Sarah corta la llamada con su abuela y llama a la escritora de Uruguay, la cual acepta la entrevista para dentro de dos horas. Le marca a su jefe dándole el número telefónico y la dirección de la escritora Uruguaya.

... En Uruguay…

—Aló, ¿con quién? —responde la escritora.

—Señorita TG BATICHICA, habla con Patricio Reimann.

—Dígame.

—Mi asistente se contactó con usted hace unas horas. Estoy cerca del punto de encuentro, ¿me podría regalar la ubicación, no logro encontrar el lugar?

—Ah, claro, ya se la envío por WhatsApp. Quiero advertirle que voy con mis 10 primos, además de que sé defensa personal, por si se le ocurre pasarse de listo, le enseñaré a lo uruguayo a respetar.

—¿Y eso qué sería? — pregunta Patricio con curiosidad mientras sus acompañantes se burlan.

—Le patearé las pelotas en donde sea como la típica pelea callejera.

—No llegaremos allí, no soy esa clase de hombre. Muchas gracias, en unos minutos nos veremos —cuelgan terminando la llamada.

—Esa mujer es algo brava y desconfiada —menciona Peter—. Según leí, tan solo mide un metro y medio, pero se atrevió a amenazarnos.

—Creo que lo mejor es que ustedes se queden en el coche, ya que la pueden asustar —dice Patricio señalándolos.

—¿Acaso nos quieres decir que somos feos? — manifiesta el Pequeño Juan, fusilándolo con la mirada.

—Por mi parte me quedaré en el coche, aún tengo hijos que procrear —menciona el Francés protegiendo su entrepierna—. No olvido que el veneno viene en frasco pequeño.

Cinco minutos después llegan al sitio. Patricio baja del vehículo como habían acordado, los hombres permanecen dentro; en las sillas del centro ve por el cristal una pequeña rubia esperándolo, ingresa y se dirige hacia ella.

—Buenas tardes, señorita — dice el alemán estirando su mano para saludar.

—Buenas tardes, señor Patricio —saluda la Uruguaya algo tímida y desconfiada, mirando hacia todos los lados.

—Ingresé solo, en el automóvil están unos amigos y soy inofensivo, por favor no vaya a patear mis joyas —manifiesta el Alemán, la chica suelta una sonora carcajada que lo hace sonreír. —¿Me puedo sentar?

—Por supuesto. Hágale con toda confianza y explíqueme que es lo que quiere.

—Perfecto… ¿Desea tomar algo?

—Un café oscuro, eso hace que mi genio mejore —Patricio llama a la persona encargada del servicio, quien los atiende y trae el pedido.

—Vimos los libros que has publicado en una de las plataformas digitales y nos han gustado ya que tu manera de escribir es fresca, ingeniosa y romántica.

—¡Oh! Gracias. Nunca me habían alabado tanto —Manifiesta Batichica y él sonríe de medio lado, le gusta la alegría y espontaneidad de la mujer.

—Lo que quiero proponerle es que escriba para nosotros una nueva novela, fresca, original y que nos dé la exclusividad… —La uruguaya abre los ojos.

—¿Cuál sería el tema?

—El que quieras, he leído ¡LA DIABLA! Y un mensaje donde decías que esta novela fue tu primer bebé, la cual es de mafia… También, ¡UN JEFE PERVERTIDO! Es genial —dice mientras sus mejillas se sonrojan.

—Esa obra fue un cambio de estilo y la evolución de mi carrera…

... Mientras en Alemania.

—¿Tú aquí?…