—¿Pero por qué? —le reclama Montse a su padre, han sido seis meses donde no ha sabido nada de Patricio. Y su corazón solo clama que esté bien. Mientras están cenando como cada jueves en la noche.
—Montserrat, no entiendo a qué viene tu pregunta, si fuiste tú quien quiso incluir a Reinan… Y como si buscaras llevarme la contraria, te casaste con ese inepto—. Carlo aprieta su mandíbula y cierra sus manos con fuerza, el solo pensar que un día la vida de su única hija dependa de alguien tan débil lo tiene enfurecido. Por lo tanto, ha decidido que no tendrá tregua con Patricio.
—Papá, él es hijo de tu difunto amigo y socio, además te recuerdo que ellos me acogieron en su casa, cuando tuviste el accidente donde casi pierdes la vida —Montse necesita que su padre no vaya a ser cruel con el hombre que ama. Ella conoce muy bien sus entrenamientos.
...
Cuando él se recuperó luego de estar 2 años en coma, la buscó para tenerla cerca. El Pequeño Juan y Peter Pan, sus hombres de confianza, la entrenaban en combate cuerpo a cuerpo y el manejo de armas. A su vez inició sus estudios superiores. Mientras Carlo, pasó por varias cirugías para recuperar la movilidad en sus piernas y poder volver a caminar.
Su padre, al igual que los progenitores de Patricio, tiene un enemigo oculto que desde las sombras siempre los ha atacado. El maldito nunca ha dejado ver su rostro, por eso para Carlo es muy importante que el Alemán aprenda a defenderse para ser digno de su hija.
Ese individuo al que aún no sabe qué le hizo, aprovechó que estaba lejos recuperándose y asesinó a los padres de Patricio. El malnacido es muy astuto. Siempre pensó que el problema era con él, por eso se alejó de los Reimann.
Sin embargo, Montserrat, se empecinó en regresar y conquistar a Patricio; ignoraban la muerte de sus progenitores y la mala situación económica por la que estaba atravesando la editorial.
En varias ocasiones han ofrecido enormes sumas de dinero para comprar la editorial, pero el Alemán se ha negado a venderla. Sin embargo, tampoco se colocaba al frente, manteniéndose encerrado dentro de su biblioteca, mientras su abogado y padrino derrochaba el dinero, llevándola a la quiebra.
Ahora Patricio es un hombre de 25 años con una vida sedentaria y desconociendo la realidad de las cosas. Carlo desea mantenerlo alejado de su hija, aunque ella esté obsesionada con él, por lo tanto, pretendiendo mostrarle que es un bueno para nada. Les encargó a sus hombres de confianza que de la manera menos sutil le enseñen que la vida no es fácil; mantiene la esperanza de que se rinda.
La primera prueba la pasó, pero vienen más… Y no le dirá a Montse que ha mostrado tener un gran espíritu, porque espera quebrarlo. ... —Porque es el hijo de mis grandes amigos, es que accedí a entrenarlo, de lo contrario simplemente hubiese buscado la forma de quitarle la editorial, lo cual habría sido más sencillo. Sin embargo, te advierto, no quiero que te entrometas más —menciona Carlo mientras lleva un bocado de comida a la boca.
—¡Papá, lo prometo! —dice Montse cruzando los dedos debajo de la mesa, ya que es una promesa que no cumplirá, pero necesita que su padre piense que si—. Ahora todo depende de Pato —al escuchar el diminutivo del nombre de aquel hombre que no aprueba para ser su yerno, levanta una ceja mirando a su hija, la cual tiene dibujada en sus labios una hermosa sonrisa.
—Cambiemos de tema … ¿Cómo vas con tu maestría?…
...
Al día siguiente en Uruguay.
Sarah y Lukas han llegado a Uruguay. Al descender del avión, ya había un automóvil esperándolos para trasladarlos al hotel. Allí los ubican en la suite presidencial, la cual es un apartamento que tiene dos recámaras. Es en la que siempre el piloto se hospeda.
Al estar en la recepción, la chica no deja de coquetearle descaradamente al Piloto, aunque él la ignore.
—¿Por cuánto estarás esta vez? —pregunta la recepcionista rozando la mano de Lukas al tomar los documentos personales para realizar el ingreso.
—Todo depende del tiempo que mi esposa decida, permanecer —dice Lukas mientras desliza sus manos por la cintura de Sarah, atrayéndola hacia su cuerpo y robándole un beso, al que ella por inercia corresponde y no quiere que termine. —Por favor, no digas nada y sígueme la corriente, le susurra en el oído, deleitándose con su aroma y la vuelve a besar.
—¿Te casaste? No lo sabía —pregunta la mujer, con un poco de enojo y su voz quebradiza.
Para Sarah no pasa desapercibida la actitud de la recepcionista, pero mira al hombre que la tiene en medio de sus brazos y se dice mentalmente: «si Dios me da una noche con ese semidiós, no la desaprovecharé». Siente cómo sus labios aún claman por un nuevo beso.
—No tenía por qué saberlo, es mi vida privada —responde molesto Lukas, pero al ver a su bella acompañante, la cual no se negó a recibir sus besos, en los que pudo sentir tantos deseos de ser su dueño, la sonrisa a sus labios regresa—. Señora Scott, debo continuar con los protocolos…
…
Cerca de allí, Patricio planea…