Cinco Meses de Paz.
El sol brillaba sobre la playa, y la arena se calentaba bajo los pies de los estudiantes de la academia. Victor, Juan, Luci y otros héroes se relajaban, sus preocupaciones momentáneamente olvidadas.
Las risas llenaban el aire mientras construían castillos de arena, jugaban al voleibol y se sumergían en las olas. Rigor, siempre vigilante, observaba desde la distancia, asegurándose de que estuvieran a salvo.
Los días pasaban en tranquilidad. Las noches eran de fogatas y cuentos, donde compartían sus aventuras y esperanzas. La amistad florecía, y el mundo parecía un lugar más brillante.
En ese rincón de paz, los héroes recargaban sus energías, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les tenía preparado.
El director dejo a sus chicos, mientras se teletransporta a la academia para observar si todo está bien mientras tanto, Rigor recorría los pasillos. Las aulas estaban en silencio, los pasillos despejados. Todo parecía en orden. Se asomó al laboratorio de entrenamiento: los maniquíes estaban intactos, las dianas marcadas por los poderes de los estudiantes.
Rigor suspiró. "Cinco meses de paz." Pero sabía que la tranquilidad era frágil. El universo siempre tenía sorpresas reservadas. Se ajustó las gafas y continuó su ronda, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.
El Legado de Eduardo González
La brisa marina acariciaba la piel de Juan mientras caminaba por la orilla. El sol se hundía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Había llegado el momento.
Se detuvo frente a un pequeño altar improvisado. Allí, junto a una concha y una fotografía desgastada, reposaba el machete oxidado que su abuelo, Eduardo González, le había entregado antes de partir.
Juan cerró los ojos. "Abuelo, tu legado vivirá en mí." Sus palabras se perdieron en el viento.
Cuando abrió los ojos, supo lo que debía hacer. Se dirigió al registro civil y cambió su nombre. Ahora era Eduardo González, como su abuelo.
En la playa, sus amigos lo esperaban. Luci, Victor y los demás. Se acercó a ellos, la arena aún pegada a sus pies.
"Amigos", dijo Eduardo, "ha sido un honor luchar a su lado. Pero mi camino me llama en otra dirección."
Las despedidas fueron emotivas. Abrazos, risas y promesas de reencuentro. Eduardo miró una última vez el mar, sintiendo la presencia de su abuelo.
Con el machete al costado y el nombre de Eduardo González en el corazón, partió hacia su próximo destino, listo para escribir su propia leyenda.
Dos Meses de Intensa Preparación
Han pasado dos meses desde que Eduardo, el Héroe Trapecio, partió. A pesar de su ausencia, la academia y sus amigos continuaron con sus vidas. Victor, en particular, se sumergió en un riguroso entrenamiento.
En el campo de entrenamiento, bajo el sol abrasador, Victor canalizaba su energía. La Ira Dansandankai, una técnica ancestral, ardía en su interior. Cerraba los ojos, concentrándose en controlarla. La ira no debía dominarlo; debía dominarla.
En otro rincón, Luci perfeccionaba sus habilidades de manipulación de la luz, y otros estudiantes se esforzaban en sus propios caminos. Rigor, siempre vigilante, observaba desde las sombras.
Victor también trabajaba en su Blaster Solar. La energía solar fluía a través de él, y su objetivo era dominarla por completo. El poder de las estrellas estaba a su alcance, y no descansaría hasta controlarlo.
La playa, donde una vez compartieron risas y despedidas, ahora era un campo de entrenamiento. Los días pasaban en sudor y determinación. El universo aún tenía secretos por revelar, y Victor estaba decidido a estar preparado.
La Técnica del Abismo de Fuego Infinito
Victor se sumergió en la exploración del ki, la energía vital que fluía a través de su ser. Buscaba una técnica única, una habilidad que pudiera controlar y moldear según su voluntad.
Después de semanas de meditación y entrenamiento, Victor descubrió una visión: un abismo de fuego infinito. Imaginó un vacío ardiente, un remolino de llamas que no solo consumiría a su enemigo, sino que también lo atraparía en su interior.
Para crear esta técnica, Victor se concentró en los siguientes pasos:
Focalización del Ki: Se sumergió en su energía interna, sintiendo cómo fluía a través de sus meridianos. Visualizó el fuego, la pasión y la ira contenida en su ser.
Creación del Vacío: Extendió sus manos hacia su oponente, imaginando un espacio sin límites. Este vacío no solo sería físico, sino también espiritual, atrapando la voluntad y la movilidad de su enemigo.
Recubrimiento de Llamas: El abismo de fuego debía ser inescapable. Victor imaginó las llamas danzando alrededor del vacío, formando una barrera ardiente. Ninguna fuerza podría penetrarla.
Activación: Con un grito de concentración, Victor liberó su ki. El abismo de fuego se materializó frente a él, un torbellino de energía ardiente. Su enemigo quedó atrapado, inmovilizado por las llamas y la gravedad distorsionada. También con alguna pose de sus dedos para invocar estas mismas.
La técnica estaba completa. Victor la llamó el "Inferno Eterno". Ahora, solo debía probar su efectividad en combate.
En la academia, bajo la luz artificial de los pasillos, Victor se enfrentaba al maniquí de entrenamiento. Su energía vital fluía, y su nueva técnica, el Inferno Eterno, estaba lista para ser probada.
Extendió las manos hacia el maniquí. El vacío ardiente se materializó frente a él, un torbellino de llamas que distorsionaba el espacio. El maniquí quedó atrapado, inmovilizado por la gravedad alterada y las llamas devoradoras.
Victor se concentró. Las llamas se intensificaron, formando una prisión ardiente. El maniquí luchaba, pero era inútil. El abismo de fuego no solo consumía su cuerpo, sino también su voluntad.
"Inferno Eterno", susurró Victor. La técnica estaba en su punto máximo. El maniquí se retorcía, su forma distorsionada por el fuego infinito.
El pasillo de la academia se llenó de calor y energía. Victor liberó la técnica. El maniquí quedó reducido a cenizas, y el abismo de fuego se desvaneció.
Victor sonrió. Había creado algo poderoso, algo que podría cambiar el curso de futuras batallas. Pero también sabía que debía usarlo con sabiduría. El fuego infinito no solo consumía a los enemigos, sino también al alma del que lo invocaba.
Victor se tambaleó, confundido. El Inferno Eterno no se sentía como su creación. No fluía naturalmente de su ser. Algo estaba mal.
Se llevó la mano a la nariz y sintió la humedad. Sangre. La energía descontrolada había afectado su cuerpo. El abismo de fuego no solo consumía a sus enemigos, sino también su esencia.
"¿Qué he hecho?" murmuró Victor, sintiendo el peso de su nueva habilidad. No era él. No era su camino.
La sangre goteaba al suelo, mezclándose con las cenizas del maniquí. Victor se limpió la nariz y miró al horizonte. Debía encontrar respuestas, descubrir por qué esta técnica no resonaba con su ser.
El sol se ocultaba, y la academia estaba en silencio. Victor se prometió a sí mismo que no descansaría hasta entender la verdadera naturaleza del Inferno Eterno y su conexión con su propia alma.
Victor, preocupado por las consecuencias de su nueva técnica, se dirigió a la enfermería de la academia. El pasillo blanco y estéril parecía más largo de lo habitual. La sangre seguía goteando de su nariz, y su cabeza palpitaba.
El médico, un hombre de cabello canoso y mirada comprensiva, lo examinó. "¿Qué sucedió, Victor?"
"Inferno Eterno", murmuró Victor. "Una técnica que no siento como mía. Algo no cuadra."
El médico asintió. "El ki es poderoso, pero también peligroso. La fatiga puede afectar el control. Si usas esta técnica demasiado, podrías sufrir un derrame cerebral."
Victor tragó saliva. ¿Había creado algo que podría destruirlo a él mismo? La responsabilidad pesaba sobre sus hombros.
Es entonces que siente algo que se acerca a este plano, su mundo el planeta tierra y aunque ya hayan pasado unos meses pero siente este mundo tan tranquilo y bondadoso con él, que no desea que sea destruido.
Cronos, el Padre Tiempo, emergió de la brecha temporal con ira en sus ojos. Su figura imponente oscurecía la academia. Los estudiantes retrocedieron, sintiendo la presión de su presencia.
"¿Por qué?" rugió Cronos, su voz resonando como campanas antiguas. "¿Por qué me encerraron? ¿Por qué jugaron con el flujo del tiempo?"
Victor, aturdido, no tenía respuestas. El pasado era un enigma, y el futuro, incierto. Pero sabía que debía enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Cronos alzó una mano, y el tiempo se retorció. Las paredes de la academia temblaron. "El equilibrio debe restaurarse. El precio será alto."
Victor tragó saliva. ¿Había desencadenado una catástrofe al aceptar el trato con Karla'k? El Padre Tiempo no venía para ayudar; venía para destruir.
El aire vibró con la ira de Cronos. Las calles de la ciudad temblaron bajo su poder. Los edificios se agrietaron, y los árboles se inclinaron como si supieran que la destrucción estaba cerca.
Victor, con los huesos rotos y la sangre en los labios, se interpuso entre Cronos y la ciudad. Su voluntad era inquebrantable, su determinación férrea. "¡Detente!", gritó, su voz resonando como un trueno.
Cronos alzó su puño, el tiempo mismo retorciéndose a su alrededor. Pero Victor no flaqueó. Extendió sus manos, y una barrera de energía titilante se formó frente a él. El impacto fue devastador: la tierra se partió, las ventanas estallaron, y el cielo pareció desgarrarse.
El dolor atravesó el cuerpo de Victor. Sus costillas crujieron, y el aliento se escapó de sus pulmones. Pero no cedió. No podía permitir que la ciudad fuera borrada del mapa.
"¡Basta!" rugió Victor, y su propia magia se liberó. El tiempo se distorsionó a su alrededor. Cronos retrocedió, sorprendido por la fuerza de su oponente.
La ciudad se tambaleó al borde del abismo. Victor luchó por mantenerse en pie. "No puedo dejarte destruir todo", dijo, su voz ronca. "No importa el precio."
Cronos gruñó, sus ojos centelleando. "Eres un insecto, Victor. Pero un insecto obstinado."
El Padre Tiempo desapareció en un torbellino de luz, dejando a Victor herido y solo.
Victor se tambaleó, sus costillas rotas como ramas secas. El dolor era insoportable, pero su determinación seguía intacta. Cronos, el Padre Tiempo, emergió detrás de él, su presencia abrumadora.
"¿Aún resistes, mortal?" gruñó Cronos. "Tu insolencia es admirable."
Victor se giró, enfrentando al dios con ojos ardientes. "No permitiré que destruyas todo lo que amo."
Cronos alzó su puño, y Victor se preparó para el impacto. Pero esta vez, no pudo detenerlo por completo. El golpe lo envió volando, atravesando paredes y tejados. El mundo giró a su alrededor, y finalmente, cayó en el jardín de la casa presidencial.
El presidente, atónito, salió corriendo. "¿Quién eres tú?"
Victor tosió sangre. "Un hombre desafiando al tiempo."
El cielo se oscureció mientras Cronos descendía, dispuesto a terminar lo que había empezado. Victor luchó por levantarse, su cuerpo maltrecho. Si iba a morir, al menos sería defendiendo su hogar.
La ciudad tembló una vez más, y Victor se preparó para su última batalla.
Apenas podía levantar su cuerpo, no sabía cómo diablos se sentía, era tan raro perder contra alguien superior a él.
Palitogood: El Guardián Elemental
En los bosques ancestrales, donde los árboles susurraban secretos y las hojas danzaban al compás del viento, vivía un hombre llamado Pablo. Pero en el mundo de los héroes y las leyendas, él era conocido como Palitogood, el Guardián Elemental.
Palitogood no llevaba una armadura reluciente ni blandía una espada de acero. Su poder provenía de la naturaleza misma. Cuando la tierra temblaba, él sentía su pulso. Cuando el fuego rugía, él lo abrazaba. Y cuando las plantas se alzaban hacia el sol, él compartía su energía.
Su cabello era verde como las hojas de los robles, y sus ojos brillaban con la intensidad de un incendio forestal. Llevaba una túnica tejida con fibras vegetales y un cinturón adornado con piedras preciosas que contenían la esencia de los elementos.
Un día, cuando la oscuridad amenazó con devorar el mundo, Palitogood emergió. Los demonios de las sombras se retorcían, pero él no vaciló. Extendió sus manos hacia el suelo, y la tierra respondió. Raíces brotaron, atrapando a los monstruos y devolviéndolos al abismo.
Cuando los vientos aullaron, Palitogood se alzó sobre las copas de los árboles. Sus pies se fundieron con las hojas, y su cuerpo se volvió uno con la tormenta. Los relámpagos danzaron a su alrededor, y los enemigos se dispersaron como hojas secas.
El fuego era su aliado más ardiente. Palitogood extendió los brazos, y las llamas danzaron en sus palmas. Protegió aldeas, salvó a viajeros perdidos y sanó la tierra herida por la codicia humana.
Pero no todo era gloria. Cada vez que usaba su poder, sentía el agotamiento en sus huesos. Las plantas le susurraban advertencias, y la tierra gemía bajo su peso. Palitogood sabía que su vida estaba entrelazada con la naturaleza misma.
Una noche, junto a un río sereno, Pablo miró las estrellas. "¿Por qué yo?" preguntó al viento. "¿Por qué este don?"
La respuesta llegó en sus sueños. Una figura etérea, mitad árbol y mitad fuego, le habló. "Eres el equilibrio, Pablo. La conexión entre lo humano y lo divino. Tu nombre real es tu verdadera esencia."
Así, Palitogood siguió su camino, protegiendo el mundo con su energía natural. Y cuando la última hoja caiga, él también se desvanecerá, convertido en leyenda y parte de la tierra misma.
Palitogood avanzó por las calles destrozadas, siguiendo la estela de destrucción dejada por Cronos. El aire estaba cargado de electricidad, y el tiempo parecía distorsionarse a su alrededor.
Finalmente, llegó al epicentro de la batalla. Cronos, con su mirada implacable, sostenía a Víctor en el aire, listo para aplastarlo como un insecto. Las costillas rotas de Víctor apenas le permitían respirar.
"¡Detente!" gritó Palitogood, su voz resonando como un trueno. "No puedes matarlo."
Cronos se giró, sus ojos centelleando con furia. "¿Quién eres tú para interponerte?"
Palitogood extendió las manos hacia el suelo. La tierra tembló, y raíces emergieron, envolviendo los tobillos de Cronos. "Soy el equilibrio", dijo. "La conexión entre lo humano y lo divino."
El Padre Tiempo rugió, liberándose de las raíces. Pero Palitogood no se detuvo. Invocó el fuego, las llamas danzando en sus palmas. "No permitiré más destrucción."
El choque fue épico. Cronos y Palitogood lucharon, sus poderes chocando como mareas en conflicto. Víctor cayó al suelo, tosiendo sangre, pero aún vivo.
Palitogood sabía que no podía ganar. Pero su sacrificio podría darle a Víctor una oportunidad. Con un último esfuerzo, se interpuso entre Cronos y su presa.
El puño de Cronos descendió, y Palitogood sintió sus huesos romperse. Pero también sintió la tierra, las plantas y el fuego fluyendo a través de él. "El equilibrio se mantendrá", susurró antes de caer al suelo, al borde de la muerte.
Víctor, aturdido, miró a su alrededor. Palitogood había detenido a Cronos, pero a un alto costo. El tiempo se detuvo, y el destino pendía en un delicado equilibrio.
El golpe de Victor resonó como un trueno. La palma de su mano impactó la oreja de Cronos con una fuerza sobrehumana. El Padre Tiempo soltó un rugido de sorpresa y dolor, tambaleándose hacia atrás.
Las raíces que lo sostenían se aflojaron, y Victor cayó al suelo, jadeando. Sus costillas protestaron, pero la adrenalina lo impulsó. Se arrastró lejos de Cronos, sintiendo la tierra bajo sus dedos.
Cronos se recompuso, su mirada furiosa. "¡Insolente!", gruñó. Pero Victor ya no era una presa fácil. Se puso de pie, la sangre en su boca, y enfrentó al dios.
"El tiempo no puede detenerme", dijo Victor, su voz ronca pero firme. "No mientras luche por lo que amo."
Cronos alzó la mano, pero esta vez, Victor estaba listo. Se movió con agilidad, esquivando el golpe. La magia de Palitogood aún fluía en él, y su determinación ardía como un fuego sagrado.
El siguiente golpe fue de Victor. Su puño se estrelló contra la mandíbula de Cronos, y el dios retrocedió, aturdido. Victor no se detuvo. Golpe tras golpe, liberó toda su ira y miedo acumulados.
Finalmente, Cronos cayó de rodillas. Victor lo miró, su corazón latiendo con una mezcla de triunfo y agotamiento. "El tiempo no es invulnerable", dijo. "Y yo tampoco."
El aire vibró con la llegada de Luci, la cambiaformas. Su figura se desdibujó, adoptando la apariencia de un lobo plateado. Los ojos de Victor se abrieron con asombro. ¿Quién era esta misteriosa aliada?
Pero antes de que Luci pudiera actuar, Cronos se volvió hacia ella. El Padre Tiempo alzó su mano, y una lanza de energía oscura surgió de la nada. La lanza atravesó el pecho de Luci, y ella cayó al suelo, su forma lupina desvaneciéndose.
Victor rugió de ira. El dolor de la pérdida se mezcló con la rabia. ¿Cómo se atrevía Cronos a herir a alguien que venía en ayuda de ellos? Las costillas rotas y los huesos magullados no importaban. Victor se lanzó hacia el dios.
"¡Basta!" gritó, su puño brillando con la energía de Palitogood. Golpeó a Cronos en la mandíbula, haciendo que el dios retrocediera. "¡Ella vino para ayudarnos!"
Cronos se recompuso, limpiando la sangre de su boca. "Los mortales siempre son tan predecibles", murmuró. "¿Qué es una cambiaformas para mí?"
Pero Victor no se detuvo. Golpe tras golpe, liberó su furia. Luci yacía en el suelo, su vida desvaneciéndose. Victor no podía perderla también. No permitiría que Cronos se saliera con la suya.
La ciudad tembló, pero esta vez, no por la ira de Cronos, sino por la determinación de Victor. El tiempo estaba en su contra, pero su corazón ardía con una sola certeza: proteger a los suyos, incluso si eso significaba enfrentarse al mismísimo Padre Tiempo.
La ira de Victor se desató como un huracán. Su cuerpo tembló, y su ki se elevó a niveles inimaginables. Los ojos de Victor se volvieron rojos, inyectados de furia. Era como si el mismísimo Yadaratman, el espíritu de la venganza, hubiera tomado posesión de él.
Cronos retrocedió, sorprendido por la súbita transformación. "¿Qué eres?", balbuceó.
Victor sonrió, pero no había bondad en esa sonrisa. "Soy la llama que consume todo", dijo. "Inferno Eternal."
Al pronunciar esas palabras, el mundo cambió. El espacio a su alrededor se distorsionó, y un fuego infernal surgió de la nada. Las llamas danzaron, devorando la tierra y el aire. Cronos quedó atrapado en el epicentro de la conflagración.
"En este lugar, no hay escape", dijo Victor. "Ni para ti ni para nadie más."
Cronos luchó, pero sus movimientos eran lentos, torpes. La fatiga cerebral lo afectaba, y su nariz sangraba. El fuego lo consumía, y su poder menguaba.
Victor avanzó, su mano extendida. "El tiempo no puede protegerte aquí. Inferno Eternal es la justicia ardiente."
Victor, con su último aliento, desplegó el blaster solar. La energía brillante se concentró en su palma, y sus ojos ardieron con determinación. Cronos, aún en pie, miró con horror.
"Esto es por todo lo que has hecho", murmuró Victor.
El rayo de luz solar salió disparado, impactando en el pecho de Cronos. El dios se desvaneció, su forma desintegrándose en partículas de energía. No habría resurrección esta vez.
Victor cayó al suelo, exhausto pero satisfecho. El mundo tembló, y la ciudad se liberó de la sombra del Padre Tiempo.
Victor se levantó, su cuerpo temblando. El dolor era insoportable, pero la urgencia lo impulsaba. Luci y Palitogood yacían inconscientes cerca de él, sus formas heridas.
Con esfuerzo, Victor los cargó en sus brazos. La ciudad aún humeaba, pero los daños eran mínimos gracias a Inferno Eternal. Las llamas habían consumido solo lo necesario.
La academia estaba cerca. Victor avanzó, cada paso como un martillazo en su cráneo. El derrame nasal y la sangre en sus ojos no importaban. Debía llevar a sus aliados a un lugar seguro.
Los muros de la academia se alzaron ante él. Victor llamó a la puerta, y un guardián sombrío apareció. "¿Qué ha sucedido?", preguntó.
"Una batalla", murmuró Victor. "Necesitamos ayuda."
El guardián asintió, y las puertas se abrieron. Victor entró, su visión oscureciéndose. Pero se pegó para no desmayarse y los lleva a dónde está el director para que los lleve a la enfermería.
El director, Rigor, de 40 años, se apresuró a recibir a Luci y Palitogood en la zona de emergencias. Los médicos y sanadores trabajaron diligentemente para atender sus heridas. Victor permaneció junto a ellos, su corazón aún ardiendo por la batalla. La academia estaba a salvo, pero el precio había sido alto. "Espero que Luci y Palitogood se recuperen pronto."
Victor permaneció en silencio, observando desde la esquina de la sala de emergencias. Luci y Palitogood yacían en camillas, rodeados de médicos y sanadores. La energía curativa fluía a su alrededor, suturando heridas y restaurando fuerzas.
Luci, con su piel cambiaformas aún pálida, abrió los ojos. Victor sintió un alivio momentáneo, pero no se movió. Ella le sonrió débilmente, como si supiera que él estaba allí.
Palitogood, su rostro marcado por la batalla, también comenzó a despertar. Sus ojos se encontraron con los de Victor, y asintió con gratitud.
Los médicos se acercaron a Victor, ofreciéndole ayuda. Pero él negó con la cabeza. No podía permitirse descansar. No cuando la venganza había dejado su huella en su cuerpo y alma.
El director Rigor se acercó. "Victor, debes cuidarte también", dijo. "No puedes proteger a los demás si te desmoronas."
Victor apretó los puños. "No puedo permitirme debilidad", respondió. "No ahora."
Victor permaneció en la penumbra de la sala de emergencias, sus ojos fijos en Luci y Palitogood. El dolor punzante en sus costillas era un recordatorio constante de su fracaso. No había sido lo suficientemente fuerte, rápido o astuto para evitar que sufrieran.
El enojo ardía en su pecho, no hacia ellos, sino hacia sí mismo. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que la venganza y la ira lo cegaran? La justicia ardiente había dejado su marca, y ahora, la factura se presentaba.
Cada vez que tosía, la sangre manchaba sus labios. Pero no se permitía descansar. No cuando Luci y Palitogood necesitaban su protección. No cuando la ciudad aún temblaba por la batalla.
El director Rigor se acercó, su mirada compasiva. "Victor, no puedes cargar todo el peso del mundo", dijo. "A veces, incluso los héroes necesitan ayuda."
Pero Victor negó con la cabeza. "Me quedaré aquí mientras ellos se curan", murmuró. "No puedo abandonarlos en un momento como este."
Así que permaneció allí, vigilando a sus amigos, su corazón en llamas. La venganza había sido suya, pero el precio era más alto de lo que jamás habría imaginado.
Victor se acercó al director Rigor, su mirada cansada pero firme. "Rigor, quédate al pendiente de Luci y Palitogood", dijo en voz baja. "Yo me encargaré de ayudar a los necesitados en la ciudad."
El director asintió, comprendiendo la carga que Victor llevaba. "Haz lo que debas, Victor", respondió. "Pero no olvides que incluso los héroes necesitan apoyo."
Victor asintió y salió de la sala de emergencias. La ciudad aún estaba en ruinas, pero había personas que necesitaban ayuda. A pesar del dolor en sus costillas y la sangre en su boca, él se mantendría en pie. Por Luci, por Palitogood y por todos aquellos que habían sufrido.
Victor se adentró en los escombros, su cuerpo dolorido pero su determinación intacta. Las calles estaban llenas de escombros y lamentos. Personas atrapadas bajo vigas y piedras, clamando por ayuda.
Sin dudarlo, Victor se agachó, levantando escombros con sus manos desnudas. La sangre en su boca no le importaba. Cada persona que sacaba era una pequeña victoria contra la destrucción.
Una madre con lágrimas en los ojos abrazó a su hijo liberado. Un anciano le agradeció con una sonrisa temblorosa. Victor asintió, sin palabras. No había tiempo para hablar. Solo acción.
Cuando todos estuvieron a salvo, Victor se apoyó en una pared. Su camisa negra, ahora rasgada y manchada, colgaba de su hombro. Miró sus manos ensangrentadas, sus costillas protestando.
Pero no se detuvo. Arrancó la camisa por completo y la dejó en el suelo. Era una señal: él era fuerte, no solo mentalmente, sino físicamente. La venganza había dejado su huella, pero también la resistencia y la voluntad de proteger a los demás.
Victor se apoyó en una pared, su aliento entrecortado. El dolor en sus costillas era agudo, pero la satisfacción llenaba su corazón. Había ayudado a las personas atrapadas, había sido su fuerza y su esperanza en medio del caos.
Las personas que había rescatado se reunieron a su alrededor. Sus ojos brillaban con gratitud y alivio. Victor les sonrió, una sonrisa cansada pero genuina. No importaba cuánto le doliera el cuerpo; había hecho lo correcto.
La madre con su hijo en brazos se acercó. "Gracias", dijo, su voz temblorosa. "Eres un verdadero héroe."
Victor negó con la cabeza. "Solo hice lo que debía", respondió. "Todos merecen una oportunidad."
La ciudad aún estaba en ruinas, pero en ese momento, Victor sintió una conexión con las personas a su alrededor. No estaba solo en su lucha. Todos eran supervivientes, todos eran fuertes.
Y mientras observaba a las personas que había ayudado, supo que, a pesar del dolor y la sangre, había encontrado algo más poderoso que la venganza: la esperanza.
En la sala de emergencias, Luci y Palitogood despertaron lentamente. Sus ojos se encontraron, y una sonrisa de alivio cruzó sus rostros. El director Rigor, de pie junto a ellos, asintió con gratitud.
"Están a salvo", dijo Rigor. "Gracias a Victor."
Luci se incorporó, mirando alrededor. "¿Dónde está él?"
Palitogood también buscó a su compañero. "Victor debería estar aquí."
Pero Victor no estaba allí. Estaba afuera, ayudando a las personas atrapadas en los escombros. Su fuerza y sacrificio habían marcado la diferencia. Luci y Palitogood se miraron, sabiendo que debían agradecer a su valiente amigo, incluso si él no estaba allí para escucharlo.
Victor, en un estado deplorable y al borde de la muerte, llegó a la academia. Sus costillas rotas y su cuerpo maltrecho apenas le sostenían. Pero su mirada se iluminó al ver a Luci y Palitogood.
Luci, aún débil pero viva, le sonrió. "Victor, lo logramos."
Palitogood asintió, su voz ronca. "Gracias a ti."
Victor se dejó caer junto a ellos, su aliento entrecortado. La venganza había cobrado su precio, pero al menos sus amigos estaban a salvo. La ciudad aún temblaba, pero en ese momento, Victor supo que había encontrado algo más poderoso que la ira: la amistad y la esperanza.
Al momento del desplome, su cuerpo temblando. La sangre brotaba de sus labios y se mezclaba con el polvo del suelo. El dolor era insoportable, pero su mirada seguía fija en Luci y Palitogood.
Luci se arrodilló a su lado, su rostro preocupado. "Victor, aguanta", susurró. "Estamos aquí contigo."
Palitogood también se acercó, su mano apretando el hombro de Victor. "Eres fuerte", dijo. "No te rindas ahora."
El mundo se volvía borroso. Victor sonrió débilmente. Había luchado por la venganza, pero ahora, en el umbral de la muerte, encontraba algo más valioso: la amistad y la esperanza.
Victor se encontraba en una cama de la academia, su cuerpo aún débil pero en proceso de recuperación. Las costillas rotas habían sido inmovilizadas, y los sanadores trabajaban diligentemente para aliviar su dolor y acelerar su curación.
Luci, ya completamente recuperada, se sentó junto a él. "Estás vivo, Victor", dijo con una sonrisa. "Gracias."
Palitogood, también en pie, asintió. "Eres más fuerte de lo que crees."
Victor abrió los ojos, su mirada encontrando la de sus amigos. La venganza había dejado su marca, pero también la amistad y la esperanza. Se sentía agradecido por estar rodeado de personas que habían luchado a su lado.
"Seguiremos adelante juntos", murmuró Victor. "Porque somos más fuertes como equipo."
Los médicos se acercaron a Victor, sus rostros serios pero compasivos. Uno de ellos, con bata blanca y gafas, tomó la palabra.
"Victor", comenzó, "tus costillas están fracturadas, y eso ha afectado tus órganos internos. Pero lo más preocupante fue el sangrado interno en el cerebro. Eso causó una disfunción generalizada en todo tu cuerpo."
Victor asintió, sintiendo la gravedad de la situación. "¿Cuál es mi pronóstico?"
El médico suspiró. "La recuperación será lenta. Necesitarás reposo absoluto y seguimiento constante. Pero eres un luchador, Victor. Tu determinación podría marcar la diferencia."
Luci y Palitogood se acercaron, sus miradas llenas de gratitud. "Estamos aquí contigo", dijo Luci. "Juntos superaremos esto."
Victor sonrió débilmente. La venganza había dejado su huella, pero también la amistad y la esperanza. Ahora, su lucha era por algo más grande que él mismo.
Este se quedó dormido y se quedó reposando lo más posible.
La habitación estaba bañada en una luz tenue. Victor y Luci se encontraban junto a la ventana, donde los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas. El suave zumbido de las máquinas médicas creaba un ritmo constante en el fondo.
Luci tomó la mano de Victor, sus dedos entrelazándose. "Has luchado tanto", susurró. "Tu fuerza y valentía me han dejado sin palabras."
Victor miró sus ojos, su mirada intensa. "No lo habría hecho sin ti y Palitogood a mi lado", respondió. "Eres mi luz en medio de la oscuridad."
Luci se acercó, su aliento rozando su mejilla. "Victor, quiero estar aquí, contigo. No solo como amigos, sino como algo más."
El corazón de Victor latía con fuerza. La venganza había sido su obsesión, pero ahora, en la quietud de la habitación, encontraba algo inesperado: la posibilidad de un nuevo comienzo.
Sin decir una palabra, Luci se inclinó y sus labios se encontraron en un beso suave pero cargado de significado. Victor cerró los ojos, sintiendo la calidez y la promesa en ese gesto.
La habitación se llenó de esperanza y la certeza de que, incluso en medio de la adversidad, el amor podía florecer.
Fin.