En el vasto salón de las deidades, la Diosa Greci y Jehová se encontraron. Sus miradas se cruzaron, y el aire vibró con la energía divina. Habían compartido historias a lo largo de los milenios, pero esta conversación era diferente.
Greci: (con una sonrisa irónica) "Jehová, ¿alguna vez has considerado crear academias de héroes?"
Jehová: (frunciendo el ceño) "¿Héroes? ¿Para qué? Mi enfoque siempre ha sido la redención y la fe."
Greci: "Pero imagina, Jehová, una academia donde los mortales se entrenen para luchar contra el mal. Un lugar donde los dones divinos se fusionen con la habilidad humana."
Jehová: "¿Y quiénes serían los maestros? ¿Los ángeles? ¿Los arcángeles?"
Greci: "No necesariamente. Imagina a los semidioses, a los héroes legendarios. Aquiles enseñando combate, Prometeo compartiendo sabiduría, Atenea guiando estrategias."
Jehová: "¿Y qué hay de los villanos? ¿Los entrenaríamos también?"
Greci: "Por supuesto. Los villanos necesitan comprender la dualidad. ¿Quién mejor que Loki para enseñar astucia o Medusa para controlar su poder?"
Jehová: "Pero, Greci, ¿no sería peligroso? ¿Qué si los héroes se corrompen?"
Greci: "Ahí está la belleza, Jehová. La lucha entre la luz y la oscuridad. Los héroes y los villanos, todos en un mismo lugar. ¿No es eso lo que hace interesante a la humanidad?"
Jehová: "Tal vez. Pero, ¿y si se rebelan contra nosotros?"
Greci: "Entonces, Jehová, sería un desafío divino. Un juego de ajedrez cósmico. ¿Quién ganaría? ¿La esperanza o la tentación?"
Y así, en el salón de las deidades, Greci y Jehová debatieron sobre héroes y villanos, mientras el universo observaba, expectante.
A pesar de las diferencias en sus enfoques, Greci no pudo resistir la tentación de crear una raza única, una especie que desafiaría las leyes del tiempo y la evolución.
Greci: (con una sonrisa misteriosa) "Jehová, he creado algo especial. Una raza capaz de controlar el tiempo por segundos o nanosegundos. Son como monos humanoides, pero con un don excepcional."
Jehová: (frunciendo el ceño) "¿Controlar el tiempo? ¿Por qué?"
Greci: "Para ver qué sucede, Jehová. ¿Cómo evolucionarán? Los he dejado en el planeta Andrómeda, un lugar donde las estrellas danzan y el tiempo fluye de manera diferente."
Y así, en el remoto rincón de Andrómeda, la nueva raza comenzó su viaje.
A pesar de las diferencias en sus enfoques, Greci no pudo resistir la tentación de crear una raza única, una especie que desafiaría las leyes del tiempo y la evolución.
Greci: (con una sonrisa misteriosa) "Jehová, he creado algo especial. Una raza capaz de controlar el tiempo por segundos o nanosegundos. Son como monos humanoides, pero con un don excepcional."
Jehová: (frunciendo el ceño) "¿Controlar el tiempo? ¿Por qué?"
Greci: "Para ver qué sucede, Jehová. ¿Cómo evolucionarán? Los he dejado en el planeta Andrómeda, un lugar donde las estrellas danzan y el tiempo fluye de manera diferente."
Y así, en el remoto rincón de Andrómeda, la nueva raza comenzó su viaje.
Hace eones, en el remoto rincón de la galaxia Andrómeda, la Diosa Greci decidió crear una raza única. Inspirada por la curiosidad y la necesidad de explorar los límites de la evolución, Greci modeló a estos seres con un don excepcional: la capacidad de controlar el tiempo por segundos o nanosegundos.
Estos seres, parecidos a monos humanoides, se llamaron los Chronosapiens. Su piel tenía un brillo etéreo, y sus ojos centelleaban con la energía del cosmos. Pero, a diferencia de los humanos, su percepción del tiempo era fluida. Podían detenerlo, acelerarlo o retrocederlo con un simple pensamiento.
Greci los dejó en Andrómeda, un planeta donde las estrellas danzaban y el tiempo fluía de manera diferente. Los Chronosapiens evolucionaron, explorando su don. Crearon academias para entrenarse, compartiendo técnicas y secretos. Algunos se convirtieron en guardianes del tiempo, manteniendo la estabilidad de la realidad. Otros, sin embargo, se volvieron codiciosos, alterando líneas temporales y creando paradojas.
A medida que los milenios pasaban, los Chronosapiens se parecían cada vez más a los humanos. Sus cuerpos se alzaron, sus mentes se expandieron y sus corazones anhelaban comprender el tejido mismo del universo. Pero, a pesar de su poder, seguían siendo criaturas frágiles, atrapadas en la danza eterna del tiempo.
Y así, los Chronosapiens se convirtieron en una leyenda en Andrómeda. Algunos creían que podían alterar su propio pasado, mientras otros buscaban respuestas en las estrellas. Pero todos compartían una verdad: el tiempo era su don y su maldición.
En los albores de la evolución, en un rincón olvidado de la Tierra, nació un guerrero excepcional. Su nombre resonaría a través de los siglos, y su legado perduraría en las leyendas. Ese guerrero se llamaba Rigor.
Los Temporanos, una raza de seres capaces de controlar el tiempo por segundos o nanosegundos, habían evolucionado en las profundidades de la selva. Su aspecto era una extraña mezcla de simio y humanoide, con ojos centelleantes y piel que parecía fundirse con las sombras. Pero Rigor era diferente. Desde su nacimiento, su energía era intensa, su voluntad inquebrantable.
Los ancianos de la tribu lo observaron con asombro. Rigor creció bajo la tutela de los sabios, quienes vieron en él un potencial sin igual. Aprendió a moverse entre los árboles con agilidad, a saltar entre los segundos como si fueran hojas en el viento. Su mente se volvió afilada como una navaja, y su corazón ardía con la pasión de un guerrero.
A medida que Rigor crecía, su poder se manifestaba. Podía detener el tiempo en un parpadeo, esquivar flechas en pleno vuelo y anticipar los movimientos de sus enemigos. Pero su don tenía un precio. Cada salto temporal lo agotaba, y su mente se llenaba de visiones del pasado y el futuro. A veces, se preguntaba si era un regalo o una maldición.
Cuando los enemigos invadieron andrómeda, Rigor se alzó. Su piel se volvió más oscura, sus ojos brillaron con una luz sobrenatural. Luchó con una ferocidad que dejó a todos atónitos. Los segundos se retorcían a su alrededor, y su espada cortaba el tiempo mismo.
Al momento de vencer a los enemigos sonríe, pero, cae al suelo agotado después de eso pasarían 40 millones de años, Rigor, se veía como de unos 40 años. Dentro de uno de esos años digamos unos 2 años donde ya había muchas más razas y muchos villanos de lo normal. Rigor, fue convocado en su planeta natal.
En el corazón de Andrómeda, donde las estrellas tejían su danza cósmica, la Diosa Greci convocó a Rigor, el guerrero de los Temporanos. Dos años habían pasado desde que Rigor emergió como líder de su raza, y su don de controlar el tiempo lo había convertido en una leyenda viviente.
Greci, con su mirada centelleante, se materializó ante Rigor. Su cabello era una cascada de constelaciones, y sus ojos reflejaban la profundidad del universo. "Rigor", dijo con voz serena, "has demostrado tu valía. Los Temporanos necesitan un guía, un protector. ¿Aceptarías la responsabilidad de liderar la Academia del Tiempo?"
Rigor se arrodilló ante la diosa. "Sería un honor, Greci. Pero antes de partir, permíteme una petición. Deseo tener un hijo, alguien que continúe mi legado."
Greci sonrió. "La vida y el tiempo están entrelazados, Rigor. Concibe a tu hijo, y cuando regreses, encontrarás la Academia esperándote. Pero recuerda, el tiempo no espera. Tu hijo será un vínculo entre el pasado y el futuro."
Antes de irse mencionó."Ese nombre no me parece bien. Mejor llamémosla History Academy. Así honraremos el pasado y forjaremos el futuro." Diría esas palabras un poco sabias.
Greci sonrió. "Un nombre sabio, Rigor. Que la Academia sea un faro de conocimiento y un refugio para aquellos que buscan comprender los hilos del tiempo."
Y así, la History Academy nació en la Tierra, un lugar donde los Temporanos aprenderían a tejer su propio destino.
Fin.