Mientras caminaban por los pasillos, Amelia se sentía más segura con Mei a su lado. Sabía que enfrentarse a Laura no sería fácil, pero con Mei como aliada, tenía más confianza. Miró el reloj y notó que a esta hora posiblemente Laura hubiera terminado la primera reunión y se encontraría en la cafetería de la empresa.
—Mei, necesito que estés atenta cuando te presente a Laura. Es una persona difícil, y cualquier error podría costarme caro —dijo Amelia, mirando a Mei con seriedad.
—No te preocupes, Amelia. Mi hermano parece quererte mucho y yo estoy lista para enfrentar a Laura. Vamos a enseñarle que no se puede jugar con nosotras —respondió Mei, su mirada decidida.
Llegaron a la cafetería de la empresa, y Amelia respiró hondo antes de cruzar la puerta. La voz de Laura se escuchaba desde dentro, charlando con otros directivos.
—Oh, vaya, si ha entrado la amiga de Jason —dijo Laura con tono indiferente, pero dando a entender que su único mérito para ser directiva era su relación con el dueño.
Amelia se dirigió hacia ella, seguida por Mei. Laura se quedó de piedra al ver cómo Amelia, en lugar de bajar la cabeza y salir de la cafetería, se acercaba decidida hacia ella.
—Amelia, qué sorpresa verte. ¿Ya te recuperaste del desgraciado incidente del viernes? —preguntó Laura, su voz dulce pero con un filo cortante que dejaba clara su insinuación.
Amelia mantuvo su compostura y sonrió, sabiendo que este encuentro sería crucial para establecer su posición.
—Laura, quería presentarte a mi amiga Mei —dijo Amelia, su tono firme.
—¿Tu amiga? No te tomes esas confianzas conmigo. Que seas la amante de mi hermano no te convierte en mi amiga —replicó Mei, su tono cortante, pero todo estudiado. Quería parecer enemiga de Amelia para ganarse la confianza de Laura—. Mi nombre es Mei Xiting. ¿Laura Martínez? He oído comentarios positivos de mi hermano sobre ti.
Mei sonrió amistosamente mientras extendía su mano hacia Laura. Laura, sorprendida por el comentario y la actitud de Mei, miró la mano extendida por un momento antes de aceptarla con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Un placer conocerte, Mei. Siempre es interesante conocer a la familia de Jason. —Laura apretó la mano de Mei con un toque de firmeza, buscando establecer su dominio.
Amelia observaba la interacción con atención, preparada para intervenir si era necesario. Sabía que Mei estaba jugando un papel crucial y debía estar lista para apoyar en cualquier momento.
—Igualmente, Laura. Como gran directiva con una prometedora carrera, ¿qué opinión te merece Amelia? —Mei lanzó la pregunta como una flecha, esperando ver si Laura era capaz de quitarse el antifaz de golpe.
Laura lo meditó un momento. Esa pregunta podía ser una trampa. Si decía abiertamente su opinión, quizás Amelia podría montar un número ante Jason, y ahora mismo había demasiados testigos dispuestos a apoyar a esa bruja para quitarla de en medio.
—Amelia luce muy bien y tiene un buen cuerpo. Apuesto que se desenvolverá muy bien con hombres de negocio —dijo Laura, con una sonrisa que no llegó a sus ojos. El comentario dejaba caer cómo pensaba que Amelia había seducido a Jason y cómo se relacionaría con otros directivos para conseguir el apoyo.
Mei no se amedrentó, respondió con una frialdad calculada. —¿Quizás el ladrón piensa que todos son de su condición?
La cara de Laura se volvió roja de ira. Si hubiera sido otra persona, la habría destruido hasta verla suplicar, pero era la hermana de Jason y no podía cometer ese error. Controló su furia, pero sus ojos destellaban odio.
—¿Perdón? ¿Qué has entendido de mis palabras? —trató de apaciguar Laura—. Solo expresaba que los negocios son más fáciles de cerrar con una buena sonrisa.
—¿Por qué piensas que me refería a usar su físico? Me refería si acaso no pensabas que todos pueden ser tan buenas como tú en los negocios. —Las palabras de Mei cayeron como un jarro de agua fría en Laura.
Laura entrecerró los ojos, tratando de mantener la compostura mientras buscaba una salida elegante. —No malinterpretes mis palabras, Mei. Simplemente destacaba la importancia de la presencia y la confianza en el mundo de los negocios.
—Presencia y confianza son fundamentales, sí —respondió Mei, su tono mordaz—. Pero me parece que algunas personas confunden confianza con arrogancia.
Laura sonrió, aunque sus ojos seguían mostrando destellos de ira. —Tienes razón, Mei. La arrogancia puede ser un problema. Pero la verdadera habilidad y competencia siempre se destacan. Y Amelia, estoy segura de que aprenderás eso con el tiempo.
Amelia sintió un nudo en el estómago, pero mantuvo su expresión firme, mientras pensaba: "No voy a dejar que me intimides, Laura."
—Gracias, Laura. Aprendo rápido y estoy segura de que, con el apoyo adecuado, podré contribuir significativamente al éxito de la empresa —dijo Amelia, su tono sereno pero firme.
Laura inclinó la cabeza ligeramente, como si aceptara la respuesta de Amelia, pero su mirada seguía siendo afilada. —Me alegra escuchar eso, Amelia. Porque, en esta empresa, solo los mejores se mantienen. Espero que estés preparada para los desafíos.
Mei intervino antes de que Amelia pudiera responder. —Amelia está más que preparada. Y no está sola. Todos en esta empresa deberían preocuparse más por hacer su trabajo bien y menos por tratar de menospreciar a otros.
La tensión en la sala era palpable. Laura apretó los labios, visiblemente contrariada, pero mantuvo su compostura.
—Claro, trabajar juntas para el éxito de la empresa —repitió Laura, aunque su tono era menos entusiasta.
"Sigue subestimándome, Laura. Verás lo que puedo hacer." Amelia pensó, fortalecida por el respaldo de Mei.
Laura intentó una última vez recuperar el control de la situación. —Por supuesto, Amelia. Como directiva, estoy segura de que sabrás manejarte bien. Y Mei, espero que disfrutes tu visita a nuestra empresa. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.
—Gracias, Laura. Apreciamos tu disposición —respondió Mei con una sonrisa calculada.
Amelia, notando que Laura intentaba mantener una apariencia de cordialidad, decidió cerrar el intercambio. —Gracias, Laura. Seguiremos tu consejo y trabajaremos duro para el éxito de la empresa.
Laura asintió, aunque su sonrisa era tensa. —Bueno, tengo que seguir con mis obligaciones. Mei, Amelia, ha sido un placer —dijo Laura, girándose para marcharse, su postura aún rígida.
Amelia y Mei se quedaron en la cafetería, observando cómo Laura se alejaba. Los otros directivos que habían presenciado el intercambio se miraban entre ellos, susurrando en voz baja. La tensión en el ambiente aún era palpable, pero la salida de Laura parecía aliviar un poco la atmósfera.
Uno de los directivos, un hombre de mediana edad con cabello canoso y expresión amable, se acercó primero. —Señorita Xiting, señorita Antúnez, ¿podemos hablar un momento? —dijo, su tono respetuoso y algo cauteloso.
Mei y Amelia intercambiaron una mirada antes de asentir.
—Claro, ¿en qué podemos ayudarles? —preguntó Amelia, manteniendo su voz profesional.
El directivo sonrió, aliviado. —Soy Carlos Domínguez, director de logística. Solo quería expresar mi apoyo y disposición a colaborar. He visto cómo Laura intenta imponerse y, francamente, creo que su actitud no es beneficiosa para la empresa.
Amelia sintió una oleada de gratitud. "Tal vez no todos estén en su contra, después de todo."
—Gracias, Carlos. Apreciamos tu apoyo —respondió Amelia, con una sonrisa sincera.
Otro directivo, una mujer con una elegante melena negra y mirada penetrante, se unió a la conversación. —Soy Patricia Gómez, directora de recursos humanos. Coincido con Carlos. Es importante que trabajemos juntos y apoyemos a quienes realmente buscan el beneficio de la empresa.
Mei asintió, tomando nota mental de los nombres y sus cargos. —Agradecemos sus palabras. Es esencial para el éxito de la empresa que todos trabajemos en armonía y con un objetivo común.
Patricia sonrió, mostrando su acuerdo. —Exactamente. Cualquier cosa que necesiten, no duden en pedírmelo.
Amelia notó que otros directivos se acercaban, formando un pequeño círculo a su alrededor. Algunos ofrecían su apoyo verbalmente, mientras que otros simplemente asentían en señal de acuerdo. La conversación giraba en torno a cómo mejorar la colaboración y fomentar un ambiente de trabajo positivo, alejándose de la influencia negativa de Laura.
Un tercer directivo, un hombre joven con gafas y una expresión inteligente, intervino. —Soy Andrés Velasco, jefe de investigación y desarrollo. He trabajado de cerca con Nuria y quiero que sepan que pueden contar conmigo. Nuestra prioridad es la innovación y el progreso de la empresa.
Amelia sonrió, sintiéndose cada vez más fortalecida por el apoyo que estaban recibiendo. —Gracias, Andrés. Contamos contigo y con todo tu equipo para seguir adelante.
Mei, observando la dinámica, decidió dar un paso adelante. —Es evidente que hay un gran potencial aquí. Si todos trabajamos juntos y dejamos de lado las rivalidades internas, no hay límite para lo que podemos lograr.
Los directivos asintieron, mostrando su acuerdo. La atmósfera en la cafetería había cambiado drásticamente; lo que había comenzado como un enfrentamiento tenso se había transformado en una muestra de unidad y determinación.
—Vamos a hacer grandes cosas juntos —dijo Amelia, su voz llena de convicción—. Y haremos que esta empresa prospere como nunca antes.
Los directivos aplaudieron suavemente, mostrando su apoyo. Amelia y Mei se sintieron más confiadas que nunca, sabiendo que, con el apoyo de su equipo, podrían enfrentar cualquier desafío que se presentara. La batalla con Laura no había terminado, pero con aliados a su lado, estaban más preparadas para lo que viniera.
Desde la puerta, los ojos de Isabel habían estado atentos a todo lo que acontecía, pensando en intervenir. Por fortuna, todo se había resuelto de forma positiva sin necesidad de intervención por su parte. Isabel, la jefa de relaciones públicas, siempre había sido una observadora aguda y estratégica, y no había llegado hasta la puerta de la cafetería por casualidad.
En realidad, Isabel debía hablar con Amelia sobre los posibles castigos a Sandro por su actitud hacia ella. Hasta el momento, habían causado la pérdida de varios clientes importantes para el Grupo Sandro, y algunos casos turbios habían salido a la luz. Sin embargo, Isabel sabía que podían hundirlo aún más. Solo era cuestión de la decisión por parte de Amelia.
A medida que los directivos comenzaban a dispersarse, Isabel aprovechó el momento para acercarse a Amelia y Mei.
—Amelia, Mei —dijo Isabel, con una sonrisa cálida pero profesional—. ¿Puedo hablar un momento en privado?
Amelia asintió, agradecida por la presencia de Isabel. —Por supuesto, Isabel. ¿De qué se trata?
Isabel echó un vistazo alrededor, asegurándose de que no hubiera oídos indiscretos. —Es sobre Sandro. Hemos estado trabajando en algunas estrategias para manejar la situación, y creo que es hora de decidir hasta dónde queremos llegar, pero me gustaría hablar esto algo más en privado. Sería mejor tú y yo solas.
Amelia miró a Mei, quien levantó una ceja con curiosidad. —Si se lo ocultas a Mei, ella se enterará de todas formas. ¿Tu despacho o el mío?
Isabel conocía mejor a Mei que su propio hermano. La había investigado como parte de su trabajo para mantener todo bajo control y sabía, por supuesto, la cara oculta de Mei como la famosa hacker "Luna Nueva".
—Por supuesto, la Luna siempre observa lo que pasa, aunque no esté visible —dijo Isabel, sonriendo a Mei, indicando que conocía su secreto—. Mejor mi despacho.
Mei sonrió, aceptando el reconocimiento de Isabel sin sorpresa. —Está bien, vamos a tu despacho entonces. Quiero saber todos los detalles para poder ayudar.
Las tres mujeres caminaron hacia el despacho de Isabel, sus pasos resonando en los pasillos mientras la tensión y la anticipación crecían. Amelia sentía un nudo en el estómago, sabiendo que lo que estaban a punto de discutir podría definir el futuro de su carrera y de la empresa.
Isabel cerró la puerta detrás de ellas y se aseguró de que no hubiera interrupciones. El despacho estaba decorado de manera elegante pero funcional, reflejando la personalidad profesional y meticulosa de Isabel. Al llegar a su mesa, abrió el primer cajón y apretó un botón de un artefacto.
—Bien, ahora que estamos en privado, podemos hablar libremente —dijo Isabel, tomando asiento detrás de su escritorio e indicando a Amelia y Mei que se sentaran frente a ella.
—¿Un inhibidor de frecuencias? —preguntó Mei, sorprendida—. Pensé que en Hesperia solo lo podía usar la policía.
—Este despacho, como el de Jason, dispone de ellos para evitar micrófonos de la competencia —contestó Isabel con una sonrisa—. Aun así, no te preocupes, esta habitación está preparada para evitar que el inhibidor interfiera fuera de ella.
Amelia estaba sorprendida. No sabía de estas cosas. ¿Qué asuntos tan importantes y secretos debían manejar Jason e Isabel para necesitar esos aparatos?
—Como mencioné antes, hemos estado recopilando información sobre Sandro y sus víctimas. La verdad, tuviste suerte de salir con tan poco. Hasta ahora, hemos expuesto algunos de sus abusos a mujeres a la prensa, lo que ha resultado en la pérdida de clientes importantes para él. Pero tenemos más evidencia, suficiente para llevar a cabo una investigación formal que podría culminar en cargos legales.
Isabel hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran hondo. Amelia y Mei se miraron brevemente, asimilando la gravedad de la situación.
—La pregunta es —continuó Isabel—, ¿hasta dónde queremos llegar con esto? Podemos seguir adelante y destruir completamente su reputación y su carrera, pero esto también implicará una batalla legal larga y probablemente pública. ¿Estás dispuesta a asumir las consecuencias, Amelia?
Amelia respiró hondo, sintiendo la responsabilidad de la decisión que tenía ante sí. Sabía que debía proteger su integridad y la de la empresa, pero también comprendía que debía actuar con justicia y sin dejarse llevar por el rencor.
—Sandro debe enfrentar las consecuencias de sus acciones —dijo Amelia finalmente, con firmeza—. Si tenemos la evidencia y los medios para hacerlo, no veo razón para detenernos ahora.
Mei asintió, mostrando su apoyo. —Estoy de acuerdo. Es importante que demostremos que no toleramos comportamientos como el suyo. Además, cualquier debilidad que mostremos podría ser utilizada en nuestra contra en el futuro. ¿Pero qué otras opciones manejas?
—Mei, ¿qué sabes de los negocios turbios de Inmaculada Montalbán y tu hermano? —preguntó con seriedad Isabel Ferrer.
Mei miró a Amelia. Conocía los de su hermano, pero ¿qué negocios tenía la madrina de Amelia? Isabel sabía que ahora no tardaría en investigar a Inmaculada y terminaría enterándose del origen de Amelia, si no lo sabía ya todo.
—Desconozco los asuntos de la Señora Montalbán, pero ¿qué más turbios pueden ser?
Amelia tembló. Ahora Mei la destrozaría cuando se enterara de la verdad, por lo cual prefirió contarlo ella misma.
—Mei, ¿me creerías si te contara que yo era un hombre hace un par de meses?
Mei miró con incredulidad a Amelia. La había visto desnuda; era imposible. Ninguna cirugía era capaz de conseguir un resultado tan bueno convirtiendo a un hombre en mujer.
—Tú no has sido nunca un hombre. ¿Verdad?
Amelia clavó la vista en el suelo, sin saber cómo explicarlo. Desvelar este secreto implicaba volver a tener problemas con Mei. Isabel tenía una mirada comprensiva puesta en Amelia. Este secreto podía hacer saltar por los aires la débil relación entre ambas.
—Si lo eras, dilo. Puedo entrar en sus ordenadores y averiguarlo todo —amenazó Mei con cara disgustada.
—Yo era un hombre, pero no es cirugía. No sé cómo funciona con exactitud; al parecer, un gusano es introducido en el cuerpo del hombre y este convierte a su anfitrión en el sexo contrario. Incluso cambia sus apetencias sexuales. Yo no quise ser nunca una mujer; fui castigada por Inmaculada. Ahora soy una mujer, incluso tengo el periodo y puedo quedar embarazada. Si te preocupa, tu hermano lo sabe. Él pagó por mí una gran suma. Si yo defraudo a tu hermano, mi futuro sería terminar en un burdel. Por ello puedes estar segura de que jamás fallaré a tu hermano. Por eso estaba dispuesta a dejarme pisotear por ti.
Mei miraba incrédula a Amelia. Los ojos de Amelia estaban llenos de lágrimas y temblaba, temerosa de las repercusiones de esta revelación. Mei la estaba juzgando y su cabeza luchaba por aceptar esta revelación. Era creer en la magia y, si creía en esa magia, ¿cómo tratar a partir de ahora a Amelia? ¿Ignoraba lo que acababa de descubrir? ¿Aceptaba que su hermano había comprado a un hombre al cual habían convertido en mujer para convertirlo en su esposa? ¿Por qué su hermano preferiría eso a una mujer nacida como mujer?