Chereads / Vendida al destino / Chapter 46 - 046. Caminos oscuros hacia la redención

Chapter 46 - 046. Caminos oscuros hacia la redención

Amelia miró con una sonrisa a Mei, curioso el comentario viniendo de quien la había estado atormentando y humillando los dos últimos días por el mero hecho de la sensación de poder.

—Mei, si yo no le doy importancia, ¿por qué se la das tú?

Mei miró a Amelia con incredulidad. ¿Cómo no podía ella darle importancia? Le habían destrozado su vida. Se la habían cambiado por una en la cual ella no tenía el control. Su hermano podía darle una buena vida, pero una vida la cual no controlaba.

—¿Por qué no te irrita lo que han hecho contigo? —preguntó finalmente Mei.

—Me lo merecía. Yo podía haber impedido una violación múltiple, pero no hice nada. Es más, la grabé. —Amelia se levantó de la silla donde había estado sentada y comenzó a caminar por el despacho.

—Me gusta esta vida. Cuando desperté en este cuerpo, me sentí confundida. Quizás hubiera deseado matar a la señora Montalbán, pero este gusano hace bien su trabajo. Empaticé con la chica violada y me sentí una mierda. Inmaculada me dio una oportunidad de comprender los sentimientos de esa chica. Jason... Jason me compró, pero fue encantador conmigo.

Mei golpeó con su puño la mesa, furiosa tras escuchar las palabras de Amelia. La miró con furia en los ojos. No podía creer sus palabras.

—Amelia, él fue parte de todo. Mi hermano te compró y terminó el trabajo de Inmaculada para reprogramar tu mente.

Amelia dejó escapar un suspiro, deteniéndose en su caminar para mirar a Mei directamente a los ojos.

—Lo sé, Mei. Pero eso no cambia lo que siento ahora. No estoy defendiendo lo que hicieron, pero no puedo negar que esta vida me ha permitido ver las cosas de una manera diferente. Antes era un hombre egoísta y cruel. Ahora, aunque mi situación no sea ideal, he aprendido a valorar cosas que antes ni siquiera consideraba.

Mei se levantó bruscamente, dando unos pasos hacia Amelia, su mirada llena de rabia e incredulidad.

—¿Valoras ser una esclava? ¿Valoras haber perdido tu identidad y tu libertad?

—Valoro el cambio que he experimentado, Mei. Valoro la oportunidad de redimirme, aunque haya sido forzada. —Amelia respiró hondo, intentando mantener la calma—. No espero que lo entiendas ni que lo apruebes. Solo quiero que sepas que, a pesar de todo, estoy tratando de encontrar un sentido a esta nueva vida. Y sí, Jason tuvo un papel en mi transformación, pero también me ha mostrado que puedo ser alguien diferente, alguien mejor.

Mei la miraba, su furia comenzando a mezclarse con incredulidad.

—¿Y eso te hace sentir bien? ¿Aceptar todo lo que te han hecho? ¿Cómo puedes ser tan... sumisa?

Amelia se encogió de hombros, con una expresión resignada.

—No es sumisión, Mei. Es adaptación. Es mi forma de ser, como lo intenté contigo. No busco la confrontación cuando no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo decidir cómo vivir con ello. Y si esta es mi vida ahora, voy a hacer lo mejor con ella. Además, sé que, de alguna manera retorcida, Jason e Inmaculada creen que me están haciendo un favor, dándome una segunda oportunidad. ¿Hubiera aprendido algo si hubiera pagado con dos o tres años de cárcel lo realizado? ¿Con ese estigma en mi currículum hubiera podido rehacer mi vida?

Mei negó con la cabeza, tratando de entender la lógica de Amelia.

—Esto es una locura. Mi hermano y la señora Montalbán te convirtieron en algo que ellos querían. Te moldearon para sus propios fines. Y tú... tú simplemente aceptas eso.

Amelia se acercó a Mei, colocando una mano en su hombro.

—Lo acepto porque no tengo otra opción, Mei. Pero eso no significa que no tenga planes propios. Estoy jugando su juego, pero a mi manera. Y si puedo ayudar a otras mujeres a través de esto, entonces habré encontrado un propósito en medio de todo este caos.

Mei respiró hondo, tratando de calmarse.

—Entonces, ¿no guardas rencor a la señora Inmaculada Montalbán ni a mi hermano?

Amelia la miró a los ojos con una sonrisa.

—No. Ellos solo castigaron a un criminal, dando nacimiento a mí. Quizás fue un castigo exagerado, pero merecido.

Mei seguía negando con la cabeza sin terminar de entender el perdón de Amelia.

—Amelia nació, fue vendida y vive con la espada de Damocles de terminar vendida a un burdel si mete la pata.

Amelia asintió, aceptando la cruda realidad.

—Sí, vivo con esa amenaza constante, pero también con la oportunidad de redimirme y hacer algo bueno con esta nueva vida. Y aunque pueda parecer una forma retorcida de verlo, prefiero concentrarme en lo positivo que puedo sacar de todo esto.

—¿Cómo? —espetó Mei.

—Por ejemplo, castigando a hombres como Sandro y, espero, algún día ayudando a mujeres que hayan pasado por situaciones similares —respondió Amelia con firmeza.

Mei la observó con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

—¿Y realmente crees que puedes hacer una diferencia?

Amelia sonrió con determinación.

—Sí, lo creo. Cada pequeño paso cuenta. Si puedo usar mi experiencia para evitar que otros sufran lo mismo, entonces todo esto habrá tenido algún sentido.

Mei se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Amelia. Finalmente, asintió lentamente.

—Está bien, Amelia. Te apoyaré en esto. No porque entienda completamente tu aceptación, sino porque Jason es mi hermano y no puedo odiarlo. En cuanto a tu relación conmigo. Te acepto, no puedo ser peor que Inmaculada y mi hermano, pero si no eres digna de mi hermano...

Amelia sintió una oleada de alivio y gratitud.

—Gracias, Mei. ¿Y vas ayudarme con Sandro y Laura?

—Sí, pero antes voy a confrontar a Jason. Debe explicarme muchas cosas.

Amelia asintió, entendiendo la necesidad de Mei de obtener respuestas directas de su hermano.

—Está bien. Espero que puedas obtener las respuestas que necesitas. Y cuando estés lista, estaré aquí para seguir adelante con nuestros planes.

Mei se dirigió a la puerta, pero antes de salir, se volvió hacia Amelia.

—No te equivoques, Amelia. Aún no confío completamente en ti, pero te daré una oportunidad. Haz que valga la pena.

Amelia asintió, sabiendo que la confianza de Mei sería difícil de ganar, pero estaba dispuesta a hacer todo lo posible para demostrar su valía.

Cuando Mei salió del despacho, Amelia se dejó caer en su silla, sintiéndose agotada por la intensa conversación. Sabía que el enfrentamiento entre Mei y Jason sería difícil, pero también necesario. Cerró los ojos por un momento, intentando encontrar un momento de paz antes de enfrentar los próximos desafíos.

Minutos después, Amelia se levantó con renovada determinación. Se dirigió a su escritorio y comenzó a revisar los documentos relacionados con Sandro y Laura. Sabía que el tiempo era crucial y que necesitaba estar preparada para cualquier eventualidad.

Mientras revisaba los informes, no podía evitar pensar en lo mucho que había cambiado su vida en tan poco tiempo. De ser Roberto, un hombre al cual le gustaban las mujeres con muchos amigos, a convertirse en Amelia, una mujer enamorada de un hombre y sin apenas amigos.

Antes de lo esperado, Amelia recibió una llamada de Jason. Con voz seria, más bien enfadado, le ordenó acudir a su despacho. Amelia sintió un nudo en el estómago al escuchar el tono de Jason. Sabía que algo no estaba bien y que probablemente Mei ya había confrontado a su hermano.

Respiró hondo y se dirigió al despacho de Jason, intentando mantener la calma. Cuando llegó, golpeó suavemente la puerta y esperó a que él la invitara a pasar.

—Entra —dijo Jason, su voz todavía teñida de enojo.

Amelia abrió la puerta y entró, cerrándola suavemente detrás de ella. Jason estaba sentado detrás de su escritorio, sus ojos fijos en ella con una intensidad que la hizo sentirse aún más nerviosa.

Mei se encontraba de pie delante del escritorio, mirando a Jason con los brazos en jarra. Todo apuntaba a una fuerte discusión entre Jason y Mei. Todo parecía indicar que ella sería la destinada a pagar los platos rotos.

—Jason, ¿qué ocurre? —preguntó Amelia, tratando de mantener su voz firme.

—Acabo de tener una conversación muy interesante con Mei —dijo Jason, su tono glacial—. ¿Por qué piensa mi hermana que soy un monstruo? ¿No te he tratado siempre bien?

Amelia tragó saliva, sabiendo que este era un momento crucial.

—Jason, no eres un monstruo. Solo que... Mei cree que tu acción y la de Inmaculada no fue correcta.

—Mei dice que tú no eras una mujer antes —continuó Jason, su mirada penetrante clavada en Amelia—. Quiero escucharlo de ti.

Amelia respiró hondo, sabiendo que debía ser honesta.

—Jason, es cierto. Yo era Roberto antes de que Inmaculada me convirtiera en Amelia. Fue un cambio radical y difícil de aceptar al principio, pero me he adaptado. Soy feliz como mujer y siendo tu esposa.

Jason frunció el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de emociones.

—¿Por qué entonces soy un monstruo?

Amelia sintió un nudo en el estómago.

—No eres un monstruo siempre has sido maravilloso conmigo. Me has respetado y dado todo.

Mei intervino, su voz cortante.

—Jason, ¿no lo veis? Tu e Inmaculada destrozasteis la vida a una persona. En cuanto a ti, has aceptado todo sin luchar. ¿Cómo podéis justificarlo?

Jason se volvió hacia su hermana, su expresión endureciéndose.

—Mei, hice lo que creí necesario. Roberto cometió un crimen y pagó por ello. Yo le di una segunda oportunidad, una nueva vida.

—¿Una nueva vida como tu esclava? —replicó Mei, su tono lleno de desprecio.

Amelia intervino rápidamente, intentando calmar la situación.

—Jason, Mei, por favor. Entiendo ambas perspectivas, pero debemos encontrar una manera de avanzar juntos. No quiero perder lo que tenemos, Jason. Y Mei, no quiero que sigas viéndome como una víctima. He aceptado esta vida y quiero hacer algo positivo con ella.

Jason suspiró, frotándose las sienes como si intentara disipar un dolor de cabeza.

—Está bien, Amelia. Aprecio tu sinceridad. ¿Si Amelia no me condena por qué tú sí?

Mei miró a su hermano con una mezcla de frustración y preocupación.

—Jason, esto no puede continuar así. Necesitamos resolver esto de una vez por todas.

Jason asintió, su expresión suavizándose un poco.

—Tienes razón, Mei. Amelia, eres libre. ¿Qué deseas hacer?

Amelia asintió con una sonrisa, sintiendo un peso levantarse de sus hombros.

—Gracias, Jason, pero me gustaría seguir como hasta ahora. Te amo y no quiero irme a menos que me rechaces.

Mei, aunque aún parecía preocupada, no pudo evitar mostrar su incredulidad.

—Amelia, ¿estás loca? ¿Cómo puedes estar enamorada de quien destruyó tu ser?

Amelia solo la miró y sonrió, negando con la cabeza. Mei se volvió hacia su hermano, buscando una explicación.

—¿Jason?

Jason la miró con seriedad, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Mei, lo creas o no, no hay rencor entre nosotros. Quizás nuestro comienzo fue enfermizo o malvado, pero ahora nos queremos. Poco a poco nuestro amor va creciendo, y si algún día se rompiera, me estoy asegurando de que Amelia tenga un futuro sin necesidad de mí. Ella será libre de seguir conmigo o dejarme.

Mei frunció los labios y apretó los puños. No podía seguir enfadada con su hermano y con Amelia. Ellos parecían felices y, en el fondo, ella deseaba usar los métodos de Inmaculada para castigar a Sandro. Quizás estaba siendo una hipócrita. A la mente de Mei vinieron las caras de Amelia y Jason en el concierto del domingo. Ambos disfrutaban y eran felices. Las únicas caras de enfado habían sido provocadas por ella.

—No me opondré a vuestra felicidad, pero no vamos a matar a Sandro. En su lugar, usaremos esos gusanos, pero no le daremos el final feliz de Amelia —dijo Mei, su tono firme y decidido.

Jason y Amelia intercambiaron una mirada, comprendiendo el peso de las palabras de Mei. Amelia asintió, entendiendo la gravedad de la decisión.

—De acuerdo, Mei. Haremos que Sandro pague por sus crímenes de una manera que nunca podrá olvidar —acordó Amelia, su voz llena de determinación.

Jason se levantó de su escritorio, acercándose a las dos mujeres.

—Estamos juntos en esto. Sandro no escapará de su castigo.

Mei respiró hondo, asintiendo.

—Entonces, hagámoslo. Destruyamos a Sandro y aseguremos que nunca vuelva a hacer daño a ninguna mujer.

Con ese acuerdo, los tres se miraron, conscientes de que el camino por delante sería difícil y oscuro. Pero juntos, estaban decididos a enfrentarlo, a luchar por justicia y venganza, y a protegerse mutuamente en el proceso.

Mei cogió del brazo a Amelia y la arrastró fuera del despacho de Jason para regresar al despacho de Amelia.

—Tenemos mucho que planear —dijo Mei mientras caminaban—. No podemos dejar nada al azar.

Amelia asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Estoy contigo, Mei. Vamos a hacerlo bien.

Cuando llegaron al despacho de Amelia, Mei cerró la puerta detrás de ellas y se sentaron frente a la computadora.

—Tenemos que asegurarnos de que haya un proveedor capaz de igualar la oferta a firmar esta tarde por Sandro —dijo Mei, mientras navegaba rápidamente por la información disponible—. Aquí hay algunas empresas que podrían estar interesadas en trabajar con nosotros. Necesitamos preparar presentaciones convincentes para cada una de ellas, asegurarnos de tener un principio de acuerdo con alguna para forzar a Sandro a precipitarse con la firma.

Amelia asintió, tomando notas mentales de lo que Mei decía.

—Me aseguraré de que nuestras propuestas sean impecables. No podemos permitirnos ningún error.

Mei continuó trabajando en la computadora, investigando los antecedentes de los posibles proveedores y preparando una lista de contactos.

—Voy a enviar algunos correos electrónicos preliminares para tantear el terreno. Si conseguimos algunas reuniones, eso nos dará una ventaja significativa.

—Buena idea —dijo Amelia—. Mientras tanto, voy a contactar con algunas de las víctimas de Sandro. Necesitamos reunir pruebas de sus crímenes para asegurarnos de que no tenga ninguna posibilidad de defenderse.

Mei asintió, su enfoque aún en la pantalla.

—Ten cuidado, Amelia. Sandro es peligroso y no dudará en usar cualquier medio para protegerse.

Amelia suspiró, sabiendo que Mei tenía razón.

—Lo sé. Pero no podemos permitir que siga dañando a más personas. Es nuestra responsabilidad detenerlo.

Mei miró a Amelia por un momento antes de volver a centrarse en la computadora.

—Tienes razón. Hagámoslo. Vamos a acabar con Sandro de una vez por todas.

Amelia salió del despacho para hacer algunas llamadas, dejando a Mei concentrada en su tarea. Sentía una mezcla de nerviosismo y determinación, sabiendo que estaban tomando un gran riesgo, pero también convencida de que era lo correcto.

Mientras Mei trabajaba en la computadora, Amelia se dirigió a una sala de conferencias vacía y comenzó a hacer llamadas a las víctimas de Sandro. Algunas de ellas se mostraron reticentes al principio, pero la mayoría finalmente aceptó hablar, reconociendo la necesidad de justicia.

—Gracias por confiar en mí —dijo Amelia a una de las víctimas al colgar la llamada—. No te arrepentirás.

Después de un par de horas, Amelia regresó al despacho, encontrando a Mei aún sumida en su trabajo.

—He conseguido que varias víctimas estén dispuestas a testificar —informó Amelia—. Esto nos dará una ventaja crucial.

Mei sonrió, satisfecha.

—Perfecto. Con eso y nuestros nuevos contactos potenciales, estamos en buena posición. Ahora, vamos a planear nuestras siguientes acciones con precisión.

Las dos mujeres continuaron trabajando juntas, conscientes de que estaban dando los primeros pasos en una larga y peligrosa batalla. Pero con cada pequeño avance, su confianza crecía, y sabían que, juntas, tenían el poder de cambiar las cosas y llevar a cabo su plan de justicia y venganza.

—Necesitamos encontrar la manera de redactar las cláusulas para que no parezcan una trampa obvia, pero que nos permitan con facilidad llevar a la ruina a la empresa de Sandro —dijo Amelia, mirando a Mei—. ¿Puedes ver en algún otro sitio donde se hayan aplicado esas cláusulas?

—De acuerdo —respondió Mei—. Qué tal esta... y esta otra... oh, sí, esta es la mejor.

Tras recopilar varias cláusulas leoninas, las incluyó en el contrato a ofertar a Sandro para el suministro de componentes a "Energreen Solutions". Adornó más el contrato, asegurándose de que pareciera ventajoso para Sandro en la superficie, pero lleno de trampas ocultas.

—Llévalo al departamento legal. Debe de ser todo correcto —dijo Mei, entregándole el contrato impreso a Amelia.

Amelia asintió y tomó el contrato, dirigiéndose al departamento legal. Sabía que necesitaban asegurarse de que todo estuviera en orden para evitar cualquier problema legal en el futuro.

En el departamento legal, Amelia se reunió con Carlos, uno de los abogados más experimentados de la empresa. Le explicó la situación y le pidió que revisara el contrato cuidadosamente.