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Chapter 50 - 050. El arte de la Venganza

Amelia y Mei caminaron hacia la cafetería de las oficinas de "Energreen Solutions". La estrategia era clara: hacer esperar a Sandro. El objetivo era ponerlo nervioso y demostrar que no estaban desesperadas por cerrar el trato. Mei había insistido en la importancia de este movimiento psicológico y Amelia había estado de acuerdo. Ahora, necesitaban tiempo para planificar su siguiente jugada.

La cafetería era un espacio moderno y acogedor, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz natural. Las mesas estaban dispuestas de manera que ofrecían tanto privacidad como un ambiente abierto y colaborativo. Los empleados se movían con una energía tranquila, disfrutando de sus descansos mientras conversaban en voz baja. El aroma a café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el suave murmullo de las conversaciones y el zumbido lejano de las máquinas de café.

Amelia y Mei se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde donde podían observar el bullicio de la oficina sin ser vistas fácilmente. Mei pidió un té verde, mientras que Amelia optó por un café con leche. Las bebidas llegaron rápidamente y ambas mujeres se tomaron un momento para disfrutar del calor de las tazas entre sus manos.

—Esto nos dará algo de tiempo para pensar —dijo Mei, rompiendo el silencio primero—. Sandro necesita ver que no estamos desesperadas. Cuanto más lo hagamos esperar, más nervioso se pondrá.

Amelia asintió, saboreando su café mientras observaba a los empleados pasar. —Tienes razón. Necesitamos que sienta que no estamos a su merced. Este contrato es importante, pero no es nuestra única opción.

Mei sonrió, con una mirada que reflejaba tanto determinación como astucia. —Exactamente. Además, este tiempo extra nos permitirá revisar los detalles de cómo actuar y preparar cualquier pregunta o demanda adicional que se pueda presentar.

Amelia se reclinó en su silla, permitiéndose un breve momento de relajación. —Me gusta esta táctica. Siento que tenemos el control por primera vez en mucho tiempo.

Mei tomó un sorbo de su té, sus ojos brillando con determinación. —Y lo tenemos. Sandro está acostumbrado a tener la ventaja. Esto lo sacará de su zona de confort.

La conversación continuó, intercalada con momentos de silencio reflexivo. Amelia se dio cuenta de que, a pesar de las tensiones y desafíos, había algo increíblemente revitalizante en trabajar junto a Mei. Su cuñada era perspicaz y estratégica, cualidades que Amelia valoraba profundamente en este momento crucial.

De repente, el teléfono de Amelia vibró en su bolso. Lo sacó y vio el nombre de Sandro parpadeando en la pantalla. Miró a Mei, quien asintió con una sonrisa tranquila. Amelia ignoró la llamada, dejándolo sonar hasta que se cortó.

—Perfecto —dijo Mei con una sonrisa satisfecha—. Que espere. Esto solo aumentará su ansiedad.

Amelia sonrió de vuelta, sintiendo una renovada sensación de poder. —Vamos a hacer que juegue a nuestro ritmo. No dejaremos que nos presione.

Pasaron los siguientes minutos en una conversación más ligera, hablando sobre proyectos futuros y posibles estrategias de expansión para "Energreen Solutions". La tensión de la mañana comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una sensación de camaradería y propósito compartido.

Finalmente, Mei miró su reloj y se inclinó hacia adelante, con una expresión de decisión. —Es hora de subir. Hemos dejado que Sandro sude lo suficiente. Vamos a ver cómo maneja la presión.

Amelia asintió, sintiéndose lista para enfrentar lo que viniera. Pagaron sus bebidas y se levantaron, caminando con paso firme de regreso a su oficina. La determinación en sus ojos era clara; estaban listas para el siguiente paso en su juego de estrategia, decididas a no dejarse intimidar ni manipular.

El bullicio de la oficina se reducía a un murmullo lejano mientras Amelia y Mei se acercaban al despacho de Amelia. Sandro se encontraba en uno de los sillones, esperando con evidente incomodidad. La sudoración en sus manos delataba su nerviosismo y su rostro mostraba una mezcla de impaciencia y curiosidad al ver a Amelia acompañada por otra mujer.

Amelia abrió la puerta del despacho con una sonrisa profesional. —Señor Sandro, disculpe la espera —dijo, invitándolo a pasar con un gesto—. Hemos tenido algunos asuntos urgentes que atender.

Sandro forzó una sonrisa, claramente molesto por la espera. Sus ojos se fijaron en Mei, buscando alguna explicación. —No hay problema, señorita Antúnez. Estoy aquí para discutir los términos del contrato. Espero que podamos llegar a un acuerdo pronto. ¿Quién es la joven que la acompaña? —preguntó con curiosidad, tratando de ocultar su frustración.

Mei y Amelia intercambiaron una mirada de complicidad antes de comenzar la reunión. Sabían que la espera había sido un golpe maestro en su estrategia, y ahora estaban listas para aprovecharlo al máximo.

—Se llama Mei Xiting. Es la hermana de Jason y me ha pedido que la tome como mi becaria durante un par de semanas. Ella será la encargada de llevar el peso de la negociación; yo solo estoy aquí para supervisarla —explicó Amelia mientras cogía una de las sillas para ponerla detrás de la silla principal, donde Mei se sentó con seguridad.

Sandro observó la escena con una mezcla de indignación y sorpresa. ¿Le estaban infravalorando? —Señorita Antúnez, creo que si no está interesada en negociar con nosotros, podemos dejarlo aquí —dijo con un tono amenazante, pero su cuerpo seguía firmemente plantado en la silla, lo que restaba fuerza a sus palabras.

Amelia sonrió, percibiendo la desesperación detrás de su fachada. —En realidad, suponía que podría no estar interesado en cerrar un trato con nosotros. Por eso ya tengo apalabrado con otras dos empresas el posible suministro de materiales. Incluso me han ofrecido algo más de rebaja en los precios. —Amelia disfrutaba viendo cómo el rostro de Sandro se volvía más sombrío. —Solo he accedido a reunirme con usted por una mera cuestión de haber sido la primera opción.

Sandro tragó saliva, temblando ligeramente mientras intentaba mantener la compostura. —Bueno, no hay que molestarse. Son simples formas de comenzar una negociación. ¿Podría saber el nombre de esas empresas?

Mei y Amelia intercambiaron una mirada. La situación para Sandro parecía más desesperada de lo imaginado.

—Por supuesto, podríamos decírselo, pero con ambas empresas tenemos un acuerdo verbal de confidencialidad. Solo puedo decir que una es local y la otra es extranjera, en concreto de Suryavanti —respondió Mei con calma, mientras Amelia se relajaba en la silla detrás de ella, observando atentamente cada reacción de Sandro.

La negociación comenzó, y con cada minuto que pasaba, Amelia y Mei podían ver cómo la paciencia de Sandro se agotaba lentamente. El nerviosismo era evidente en sus manos que jugaban nerviosamente con un bolígrafo, y en su mirada que evitaba fijarse demasiado en cualquier cosa.

—Esta cláusula es totalmente abusiva. No podemos pagar una indemnización de ese nivel por un retraso —rugió Sandro cuando leyó la cláusula trampa más obvia.

Mei sonrió, apoyando los codos en la mesa y entrelazando los dedos bajo su barbilla. —Oh, señor Sandro, ¿de verdad le parece abusiva esa cláusula? Acabamos de llegar a dos acuerdos muy importantes. Si no podemos garantizar esos suministros, esos acuerdos podrían costarnos mucho más dinero.

Sandro tartamudeó nervioso, sudando copiosamente ante la posibilidad de terminar en bancarrota si no era capaz de firmar ese contrato. —Señorita Antúnez, por favor. Intervenga, esta cría causará un problema grave entre nuestras dos empresas y ambos necesitamos cooperar. ¿Qué tal si hacemos una rebaja del cinco por ciento a los suministros sobre la mejor oferta disponible?

Amelia mantuvo su expresión neutral, pero internamente estaba asombrada por la forma en que Mei manejaba la negociación. —No me haga perder el tiempo, señor Sandro. Mei es con quien tiene que discutir. Yo solo estoy aquí por si es preciso firmar algún acuerdo al final.

Sandro lanzó un gruñido de indignación. La tensión en la sala de reuniones era palpable, pero ambas mujeres mantenían la calma, jugando sus cartas con precisión y astucia. Estaban decididas a ganar este juego, sabiendo que el futuro de "Energreen Solutions" dependía de ello.

Sandro intentó recuperar el control de la conversación, pero cada vez que lo hacía, Mei lo llevaba de vuelta al punto de partida, estableciendo firmemente las condiciones que "Energreen Solutions" necesitaba. Amelia observaba cada movimiento, cada gesto, lista para intervenir si fuera necesario, pero confiando plenamente en la habilidad de Mei para manejar la situación.

—Entiendo que su situación es complicada, pero nuestras condiciones son claras. Necesitamos garantías, no solo promesas —dijo Mei con una voz tranquila pero firme, sin ceder un centímetro.

Sandro suspiró, sus hombros cayendo ligeramente mientras intentaba encontrar una salida. —Quizás podríamos... ajustar algunos términos. Estoy dispuesto a considerar una indemnización, pero el monto debe ser razonable.

Mei lo observó detenidamente, evaluando cada palabra. —Podríamos ajustar el monto, pero no reduciremos la indemnización. ¿Usted se haría cargo de la indemnización a pagar por nuestra parte si incumple sus plazos? No, por supuesto. Además, necesitamos un compromiso claro de su parte en cuanto a los plazos de entrega. No podemos permitirnos retrasos.

Sandro asintió lentamente, sabiendo que estaba siendo acorralado. —De acuerdo, pero necesito alguna flexibilidad en los plazos. Imprevistos pueden ocurrir.

Amelia, disimulando su interés detrás de una fachada de desinterés, se inclinó ligeramente hacia adelante. —Podemos ofrecer una pequeña flexibilidad en los plazos, pero entonces deberemos ampliar la cuantía de la indemnización en un diez por ciento. Además, cualquier retraso debe ser notificado con al menos dos semanas de antelación y aprobado por nuestro equipo.

Sandro apretó los labios, consciente de que estaba cediendo más de lo que quería. Sentía como si cada palabra lo acercara más a un abismo del que no podría escapar. —Está bien, acepto esos términos. Pero necesito que este acuerdo se firme lo antes posible.

Mei sonrió, satisfecha. La tensión en su mandíbula se relajó ligeramente al saber que habían ganado. —Nos alegra escuchar eso, señor Sandro. Estamos seguros de que este será el comienzo de una colaboración exitosa para ambas partes.

Amelia se inclinó hacia adelante, con una sonrisa de victoria. —Gracias por su comprensión, señor Sandro. Si está de acuerdo, solo necesita firmar aquí y yo haré lo mismo.

Sandro asintió, su mano temblando ligeramente mientras firmaba el contrato trampa y se lo pasaba a Amelia. Con una sonrisa, ella hizo lo mismo y le entregó una de las copias a Sandro.

Sandro recogió el contrato con manos temblorosas. Si había algún contratiempo su empresa estaría en bancarrota. —Espero demostrar el buen hacer de mi empresa y ampliar nuestra colaboración. Buenas tardes, señoritas.

Cuando Sandro salió de la sala, Amelia y Mei se permitieron un suspiro de alivio. Habían logrado una victoria importante, y con cada paso que daban, se sentían más seguras de su capacidad para llevar a Sandro a la ruina. La malicia en sus ojos reflejaba el éxito de su estrategia, mientras se preparaban para el siguiente movimiento en su plan de venganza.

Amelia y Mei salieron del despacho de Amelia con una sensación de triunfo palpable. El contrato firmado estaba firmemente agarrado por Amelia, su expresión reflejaba una mezcla de satisfacción y una oscura determinación. Mei, por su parte, caminaba con la confianza de quien sabe que ha jugado bien sus cartas y espera el desenlace con una malicia contenida.

—Vamos a ver a Isabel. Ella estará encantada de ver este contrato —dijo Mei, su voz denotaba una excitación teñida de crueldad.

Amelia asintió, sintiéndose más segura que nunca. —Sí, ella será clave para asegurarnos de que Sandro no pueda cumplir con sus obligaciones. Vamos.

Se dirigieron hacia el despacho de Isabel, una de las estrategas más astutas y despiadadas del grupo. Mientras caminaban por los pasillos, el bullicio de la oficina se reducía a un murmullo lejano comparado con la emoción oscura que sentían. La luz fría de los fluorescentes resaltaba las sombras en sus rostros, reflejando la sombría satisfacción de su logro.

El despacho de Isabel estaba ubicado en una esquina tranquila del edificio, decorado con un estilo elegante y minimalista. Isabel, con su mirada fría y calculadora, estaba sentada detrás de su escritorio, ajustando algunos documentos cuando Amelia y Mei entraron con el contrato en la mano.

—Isabel, lo tenemos —anunció Amelia, mostrando el contrato firmado, su voz cargada de una oscura satisfacción.

Isabel levantó la vista, una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro. Se levantó y tomó el contrato de las manos de Amelia, comenzando a leerlo con atención. Cada cláusula, cada detalle, fue inspeccionado minuciosamente.

—Impresionante —dijo finalmente, levantando la mirada hacia Amelia y Mei—. Han hecho un trabajo excelente. Estas cláusulas son exactamente lo que necesitamos para asegurar que Sandro no pueda cumplir. Su empresa está condenada.

Mei sonrió, complacida con el reconocimiento. —Sabíamos que lo apreciarías, Isabel. Sandro no tiene ninguna posibilidad de salir de esta. Cada término está diseñado para ser inalcanzable para él.

Isabel asintió, sus ojos brillaban con una mezcla de admiración y crueldad. —Perfecto. Me encargaré personalmente de asegurarme de que cada uno de estos términos se cumpla de manera que Sandro no pueda. Su quiebra es solo cuestión de tiempo.

Amelia sintió una oleada de satisfacción al escuchar las palabras de Isabel. —¿Necesitas algo más de nosotras, Isabel?

Isabel se apoyó en su escritorio, cruzando los brazos mientras pensaba por un momento. —Sí, asegúrense de tener listas las alternativas de suministro para nuestros contratos. Necesitamos estar preparados para cualquier eventualidad y garantizar que no haya interrupciones en nuestras operaciones. No podemos permitirnos ningún desliz mientras Sandro se hunde.

Mei asintió, su mente ya trabajando en los siguientes pasos. —Lo haremos. Estamos listas para cualquier contingencia.

Isabel sonrió, satisfecha con la determinación de las dos mujeres. —Excelente. Este es solo el comienzo. Con su ayuda, llevaremos a Sandro a la ruina y consolidaremos nuestra posición. Ahora, vayan y asegúrense de que todo esté listo. No podemos dejar nada al azar.

Amelia y Mei asintieron, saliendo del despacho de Isabel con una sensación renovada de propósito. La victoria estaba al alcance, y con cada paso que daban, se acercaban más a su objetivo final. Mientras se dirigían a sus oficinas para preparar las alternativas de suministro, sabían que estaban un paso más cerca de destruir a Sandro y asegurar el futuro de "Energreen Solutions".

—Este es solo el comienzo —dijo Amelia, mirando a Mei con una sonrisa confiada y oscura.

—Exactamente —respondió Mei—. Vamos a asegurarnos de que cada pieza esté en su lugar y que nuestro plan se ejecute a la perfección.

Ambas mujeres caminaron con paso firme, listas para enfrentar los desafíos que vendrían, sabiendo que juntas eran una fuerza imparable.

No había sido una mala jornada de trabajo. En solo un día, habían conseguido un potencial acuerdo con Jong Xiting para sanear las cuentas, obtenido pruebas para hundir a Laura y puesto un clavo más en la tapa del ataúd de Sandro. Sin embargo, aún quedaban preguntas cruciales: ¿Qué harían con Laura? ¿Se echaría atrás Jong Xiting? ¿Qué cláusulas podría incluir Jong Xiting para atrapar a "Energreen Solutions"?

Mei y Amelia estaban impacientes por ver el contrato propuesto por Jong Xiting, pero se sentían llenas de optimismo. Al menos, lo de Sandro estaba bien atado.

Las dos mujeres compartieron una última mirada de complicidad antes de continuar con sus tareas. El destino de "Energreen Solutions" aún no estaba asegurado, pero estaban un paso más cerca de su objetivo. Con cada movimiento estratégico, se acercaban más a la victoria definitiva, sabiendo que, juntas, eran imbatibles.