—Dime, ¿cuándo empezaste a usar tus gafas? —preguntó Damien.
Beatriz levantó la vista del libro que estaba leyendo y se volteó hacia Damien, que estaba sentado a su lado en el banco.
Era una mañana tardía del día siguiente y acababan de terminar de desayunar lo que Damien había preparado.
Aún no le había enseñado a cocinar. Simplemente la dejaba observar las cosas y le explicaba cualquier pregunta que ella tuviera.
Algo acerca de que una buena estudiante tiene que observar primero a su profesor.
Pero ella no se quejaba, amaba ver al hombre cocinar para ella.
Cuanto más tiempo pasaba con él, más egoísta se volvía. No quería que la dejara.
Anoche, él preparó la cena y la comieron en los jardines mientras miraban el largo y gradual atardecer en el horizonte.
Luego, salieron al balcón donde él la tomó en sus brazos para protegerla de la fresca brisa de la tarde y cuando volvieron al interior, la besó en la frente y le deseó buenas noches.