Punto de Vista: Tomasín
22 de Enero de 1806
Soy Tomasín, 43 años, nacido y criado en la ciudad de Guadalajara, en el corazón del virreinato de la Nueva España.
Actualmente me encuentro a bordo de un barco escoltando la mercancía de la familia Leonez, mientras estoy en la cubierta del barco, reflexiono sobre como termine trabajando para la familia Leonez, y como esto influyo en la vida de mi familia.
Mi vida ha sido una lucha constante para sobrevivir en un mundo que no siempre ha sido amable conmigo ni con mi gente.
Recuerdo mi infancia en las calles empedradas de Guadalajara. Mi familia y yo vivíamos en un pequeño barrio indígena, rodeados de otros náhuatls que habían venido a la ciudad en busca de una vida mejor.
Aunque manteníamos nuestras tradiciones y costumbres indígenas, sabíamos que para encajar en la ciudad y tener oportunidades, teníamos que adaptarnos mejor a la vida de la ciudad.
Una de las cosas que tuvimos que hacer para adaptarnos, fue aprender el idioma español, gracias a la ayuda de algunos miembros de la iglesia rápidamente pude aprender.
Otro de los cambios que tuvimos que hacer fue cambiar nuestros nombres, tanto mis padres como mis hermanos y yo nos cambiamos de nombre con la ayuda del padre de nuestra comunidad, yo que me llamaba Tozcatl, me convertí en Tomásin.
Mi familia y yo seguimos manteniendo nuestras tradiciones y costumbres indígenas, incluso en la ciudad. Pero sabíamos que para adaptarnos, teníamos que hacer algunos cambios, y cambiar nuestros nombres fue uno de ellos."
Mi padre era un habilidoso cazador y pescador, todos los días salía temprano a buscar comida para nuestra familia, mi madre por su parte era una experta tejedora, creaba hermosas telas y ropa que vendía en el mercado de la ciudad.
Yo como hijo mayor tenía la responsabilidad de ayudar a mis padres, acompañaba a mi padre en sus salidas de caza y pesca, aprendí a identificar las mejores áreas para encontrar comida, además también ayudaba a mi madre a tejer y a vender sus productos en el mercado algunas veces.
En el mercado veía a muchos otros indígenas vendiendo sus productos, había quienes vendían frutas y verduras, otros que vendían artesanías como cerámica y objetos de madera, era un lugar vibrante y lleno de vida donde se podía encontrar de todo.
A medida que crecía mi responsabilidad en la familia también aumentaba, continué ayudando a mis padres en el mercado y en la caza, fue durante esta época cuando conocí a Citlali.
Era una joven náhuatl que vivía en un barrio cercano al nuestro, nos conocimos en el mercado donde ella vendía frutas y verduras que su familia cultivaba en su casa, me enamoré de ella al instante, su sonrisa era hermosa y su espíritu era fuerte y determinado.
Después de un tiempo le pedí a Citlali que se casara conmigo, Ella aceptó y nos casamos en una pequeña ceremonia en la iglesia de nuestra comunidad, fue un día muy feliz para mí y para mi familia.
Después de casarnos Citlali y yo encontramos una pequeña casa un poco separada de la ciudad, era una casa sencilla, pero era nuestra, y nos sentimos muy felices de haber encontrado un lugar donde criar a nuestra familia.
Pronto, Citlali y yo tuvimos nuestros primeros hijos, Teodoro y Toribio, Más tarde nació nuestra pequeña hija Izel, Fue un momento muy emocionante para nosotros y nos sentimos muy agradecidos de haber podido formar una familia tan hermosa.
Como indígena en el virreinato he tenido que enfrentar muchos desafíos, la discriminación y la opresión por parte de los peninsulares han sido constantes en mi vida, pero no fueron demasiados para hacer la vida imposible.
Aun podía tener una casa para mi familia, pero aun así era complicada la vida, no teníamos lujos, pero gracias a la naturaleza no nos faltaba comida, podíamos vivir de la caza, pesca o la flora cerca de la ciudad.
En algún punto Citlali y yo decidimos buscar una mejor oportunidad para nuestra familia lejos de la ciudad de Guadalajara, porque sentíamos que sería mejor para nuestros hijos si nos instalábamos en un pueblo más pequeño con más oportunidades.
Además, la vida en la ciudad se volvió cada vez más difícil, por lo que decidimos que, buscar una mejor vida en las afueras de la ciudad era la elección correcta.
Consideramos ir a algún pueblo minero en Guanajuato o Zacatecas, escuche que, aunque el trabajo de minero es infernal dan una paga medianamente buena, pero mientras considerábamos nuestras opciones, una gran oportunidad apareció ante nosotros.
Encontré una oportunidad de empleo como trabajador de una hacienda al sur de Guadalajara, el trabajo era como granjero en los cultivos en la hacienda de Don Pedro Leonez.
Don Pedro es un hombre justo y respetado por sus trabajadores, ya que los trata a todos por igual, ya sean criollos, mestizos o indios, además de que Don Pedro no usaba esclavos en su hacienda.
Rápidamente acepte el trabajo ya que la paga era buena y nos darían un pequeño terreno para construir nuestra casa en una comunidad donde vivían todos los trabajadores de la hacienda.
Entonces nos unimos a la comunidad cerca de la hacienda donde vivían todos los trabajadores, Citlali y yo junto con la ayuda de otros trabajadores construimos una casa donde toda mi familia podía vivir cómodamente.
En este lugar encontré un sentido de pertenencia y propósito, Como granjero de los cultivos de la hacienda, pude proporcionar a mi familia una vida mejor y más estable, una sensación de paz.
Unos meses después de que empezara a trabajar en la hacienda de Don Pedro sucedió un trágico evento, el hijo de Don Pedro, Leonardo Leonez sufrió un accidente mientras paseaba a caballo.
Todos los trabajadores conocían al pequeño niño que era muy animado, así que todos fuimos a rezar a la iglesia para que se recuperara, después de unos días gracias al poder de dios, el niño rápidamente se recuperó y siguió más enérgico que antes.
Después de eso todo volvió a la normalidad por un tiempo, pero luego todos nos enteramos de que Don Pedro había comprado varios terrenos en el norte, luego se llevó a algunos hombres que lo siguieron para trabajar en una fábrica de herramientas.
Eso solo fue el inicio, después de eso Don Pedro compro varios negocios y más tierras de cultivo cerca de su hacienda, también Don Pedro empezó a ser más magnánimo de lo que ya era, nos regalaba comida y daba grandes fiestas en todos lados.
No cabía duda de que todo el pueblo lo apreciaba incluyéndome, con el tiempo la familia Leonez se volvió muy querida en todo el virreinato, y aún más en la ciudad de Guadalajara.
Don Pedro también construyo dos escuelas cerca de la ciudad de Guadalajara, una era una escuela de música y la otra era una escuela para que los hijos de sus trabajadores recibieran educación y aprendieran.
Eso ocasiono que todos quisieran trabajar para la familia Leonez para que sus hijos recibieran educación, sin contar la buena paga que ofrecían, gracias a eso pude enviar a mi segundo hijo y a mi pequeña Izel a la escuela, mi primer hijo ya era mayor y prefirió trabajar en la hacienda en lugar de ir a la escuela.
Sabía que no tenía que preocuparme mucho por la educación de mis hijos, la escuela que construyo Don Pedro era increíble, era más correcto decir que construyo dos escuelas porque eran edificios separados para niños y niñas.
La escuela era un complejo de dos edificios de dos niveles, cada uno con varios salones con sillas para los estudiantes, cada salón estaba bien iluminado y ventilado, cada edificio tenía un muro que delimitaba la escuela y separaba a los niños de las niñas.
Además de los salones de clase, la escuela también tenía un gran edificio de dormitorios para los niños y otro para las niñas, los dormitorios eran cómodos y bien equipados con camas y ropa para cada uno de los niños.
Don Pedro había dispuesto que se les proporcionara a los niños las tres comidas al día, así como todo lo necesario para su bienestar y educación.
Los dormitorios de la escuela eran un lugar especial, diseñado para acoger a los hijos de los trabajadores que laboraban en los negocios y terrenos de la familia Leonez en diferentes partes del virreinato.
Muchos de estos trabajadores eran originarios de ciudades lejanas como Veracruz, Guanajuato y Valladolid que habían tomado la decisión de enviar a sus hijos a Guadalajara a estudiar en la escuela que don Pedro había construido.
Recuerdo que cuando me enteré de que Don Pedro había construido una escuela para los hijos de los trabajadores, me sentí emocionado y agradecido.
Sin embargo, también me sentí un poco inseguro sobre enviar a mi hija Izel a estudiar allí, me preocupaba que alguien podría aprovecharse de ella, ya que era una niña inocente y curiosa.
Recuerdo que cuando me enteré de que Don Pedro había construido una escuela para los hijos de los trabajadores, me sentí emocionado y agradecido.
Sin embargo, también me sentí un poco inseguro sobre enviar a mi hija Izel a estudiar allí, me preocupaba que alguien podría aprovecharse de ella, ya que era una niña inocente y curiosa.
Pero me enteré de que Don Pedro había tomado medidas especiales para garantizar la seguridad de las niñas en la escuela, me dijo que había contratado solo a mujeres para trabajar en la escuela de niñas, incluyendo a algunas mujeres de familias acomodadas y monjas que serían las maestras.
Pero lo que más me impresionó fue que la hija mayor de Don Pedro, Elena Leonez, había sido escogida por su padre para ser la directora quien organizaría la escuela de niñas.
A pesar de su corta edad todos la reconocían como una dama elegante y muy inteligente, además que al ser la escuela de su padre tenía el derecho de ser la directora.
Ya con eso me sentí seguro de que Izel estaría en buenos manos bajo su cuidado y supervisión.
Mientras todo esto sucedía, Don Pedro me ofreció un trabajo como guardia de la familia Leonez, con más paga y un buen terreno para construir una casa más grande para mi familia, así que rápidamente acepte.
Varios hombres aceptaron el trabajo de guardias de Don Pedro, y todos recibimos entrenamiento como guardias por parte de un hombre llamado Carlos.
Cuando nuestro entrenamiento termino, nos ofrecieron dos opciones de trabajo, uno era como guardia de camino escoltando carretas de la familia Leonez.
Pero el segundo fue el que me intereso, era un trabajo escoltando la mercancía de las fábricas del norte de la familia Leonez, la paga era mejor, pero había una condición.
La mercancía siempre estaría sellada y no deberíamos revisarla en ningún momento, por lo que no sabíamos lo que protegíamos, y si cualquier persona observaba el contenido, seria fusilado.
Todo era muy extraño, pero la paga era buena y las ordenes absolutas siempre y cuando sigamos las instrucciones estaríamos bien.
Pero ayer después de que el barco salió del pequeño puerto en california de la familia Leonez, un nuevo miembro de nuestra escolta curioso observo el contenido de la mercancía
Aunque estaba bien sellado con cajas reforzadas con hierro, el guardia utilizo un hacha para hacer un hoyo y dar un vistazo.
Debido al ruido fue descubierto por los demás, el líder de la escolta, el señor José Reyes lo aturdió antes de que él dijera una palabra, el señor José pidió a todos que se retiraran de la zona de carga.
Ya todos habían salido y yo era el último en salir, cuando estaba por cerrar la puerta escuche el murmuro confundido del hombre aturdido en el suelo.
"¿Oro?"
¡BANG!
Las ordenes eran claras, cualesquiera que supiera lo que escoltábamos seria fusilado, parece que el señor José se hizo responsable de todo con su pistola de chispa.
Y sinceramente no me importaba que escoltábamos, porque yo y mi familia le debemos mucho a Don Pedro, y yo le soy leal a la familia Leonez.