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Chapter 18 - 16

Fantasmas hambrientos. Era algo que no se daba en México, no era común, y si alguno se creaba eran en casos extremos, o eran provocados. Eran parte más común de la cultura asiática, fantasmas de gente con un nivel terrible de odio, injusticia, dolor, la energía negativa en ellos era tan alta que perdían su identidad, se olvidaban de quien eran, se transformaban en algo antinatural que buscaba más energía, más poder, solo deseando destruir aquello que les daño, aun cuando ni siquiera saben o recuerdan que les lastimo.

 

Eran algo que rompía el equilibrio, algo que no se creaba de forma natural. Generalmente detrás de estas criaturas se encontraba un monstro, un brujo de magia negra, un psicópata, que tomaba un fantasma que tenía resentimiento, y lo torturaba, lo alimentaba con inocentes, lo atormentaba y retorcía, hasta volverlo su esclavo y lo quebraba. Incluso peor, algunos tomaban gente viva para crear esas criaturas. Era un taboo.

 

Raira sentía un asco y furia desde lo más profundo de su corazón, hacia siglos que algo así no pisaba la tierra de sus ancestros. Encontrando el centro del hospital, dejo la maleta a sus pues y comenzó a moverse colocando un gran circulo de sal negra al centro. Saco algunas otras cosas una botella con agua, algunas hierbas que dejo a un costado, y una copa de piedra negra que dejo a sus pies, lentamente se quitó los zapatos y se retiró la ropa solo quedando en su pantalón blanco, soltó sus cabellos que cayeron en cascada sobre su espalda y entro al círculo de sal, hincándose en el centro acomodando la copa afuera del círculo, y coloco algunas hierbas en su interior, tomo la daga ceremonial en su mano.

 

"Nahual, ve al cuarto donde mi estudiante una vez termines de poner la última piedra, cierra la puerta y no salgas de ahí hasta que termine" envió el mensaje al chico.

 

Este afuera se estremeció, pero tan pronto enterró la última piedra, cerrando la barrera, tomo su forma de perro negro y corrió, casi volando al interior del hospital ignorando las otras criaturas, entrando casi de un salto al cuarto seguro sacudiéndose, queriendo alejar la sensación espesa como de brea de su pelaje. Tomo forma humana de nuevo y cerró la puerta asegurándola y fue a sentarse junto los otros humanos esperando.

 

 

 

Raira sabiendo que ya estaban seguros suspiro suavemente.

 

- "Mictlantecuhtli, señor de la mansión de los muertos, escucha mi voz, sédeme la fuerza para mandar esta alma a donde debe estar"- su voz pareció resonar por todo el sitio, elevo sus manos la daga entre sus manos las llevo a su frente como en un rezo, y luego adelanto su mano derecha y causo un corte en su palma dejando caer unas cuantas gotas en la copa, la cual pareció encenderse de golpe una llama negra que pareció absorber la luz alrededor. La herida en su mano parecía no existir, mientras se inclinó y pareció aspirar el humo que salía de la copa, este humo se elevó aún más sin que la llama desapareciera, envolviendo por completo la figura de Raira dentro del circulo de sal. Cuando el humo se elevó de nuevo, Reira seguía hincado en el centro, sus manos caídas sobre su regazo el cuchillo sujetado débilmente entre sus dedos, y su rostro caído hacia el frente, sus ojos abiertos, pero totalmente blancos.

 

El humo se elevó espesándose y parecía encogerse y expandirse y finalmente descendió y del humo salió una figura que parecía tallada en ónix negro, un esqueleto con un tocado en su cabeza con grandes plumas y lo que parecían otras tres calaveras a los costados, una gran espada acerrada en su derecha y un escudo a su izquierda, un faldón que pareció tintinear junto con los collares que colgaban de su cuello, se detuvo un momento moviéndose lentamente como si probara su cuerpo, antes de que se volviera su mirada a un costado, en lo profundo de sus cloacas un fuego azul brillante, antes de moverse casi como si flotara pero a velocidad de casi un parpadeo, elevo su espada y corto el aire.

 

La realidad se distorsiono y el lugar se transformó en un enorme terreno sin ninguna construcción, solo árboles muertos, tierra desértica, pero lo que parecía el rastro de un cementerio, en el centro una figura se retorcía, cadenas envolviéndolo, junto con sábanas blancas, pero sus manos estaban libres y en estas sujetaban también una espada y una lanza, pero no era el único, al menos otras diez figuras similares rodearon al esqueleto de ónix, también se encontraban los coyotes zombies, jadeando y gruñendo.

 

- "cuanto dolor, cuanto odio, sus almas torturadas encontraran ahora descanso"-hablo el esqueleto, la voz sonaba algo ronca y reseca, pero era la voz de Raira. Preparo su espada, y elevo su escudo, y comenzó a golpear con sus pies la tierra a ritmo, y con su espada también comenzó a golpear su escudo creando un curioso sonido de campana que hizo vibrar el aire en el sitio.

 

- "Mictlán los espera, el viaje será largo, pero el dolor ya no estará, primer paso. Apanoayan" -susurro y golpeo con su talón la tierra que se abrió de golpe y una gran cantidad de agua broto con fuerza barriendo con todas las figuras que soltaron alaridos los coyotes con aullidos desapareciendo en llamas azules siendo arrastradas por lo que pronto se transformó en un rio que lleno el desierto, las figuras aun con cadenas intentaron salir de donde el agua y la arena pareció atraparlos.

 

El esqueleto se volvió flotando sobre el agua y casi bailando con pasos que creaban sonido de tambores un espada fue a la figura más cerna y con un movimiento firme y fuerte con un "clank" las cadenas desaparecieron y un fuego negro envolvió la figura y esta soltó un alarido de terror. Y como un extraño proyector sobre este apareció una serie de imágenes, un joven guerrero capturado cuando estaba herido, creyendo que era el enemigo intento luchar, pero descubriendo que eran gente que no reconoció y noto a otros de sus compañeros guerreros, pero también a otros del lado opuestos, y vio con horror como llevaban a uno aun altar elevando un cuchillo en lo alto. La imagen se desvaneció y la figura también se desvaneció quedando solo una bola de energía azul que fue arrastrada por el agua, pero la llama negra aun junto a esta guiándole.

 

- "La maldad humana siempre es el causante de todo" -resoplo el otro antes de seguir moviéndose, fue liberando a las almas cortándolas con su espada, hasta que solo quedo una, las historias siendo la misma, pero diferentes puntos de vista, un grupo los sacrificaba, una ceremonia oscura y sangrienta.

 

Cuando se movió para liberar al último, sin embargo, esta criatura elevo también su espada y ambas armas chocaron con sonido resonante que hiso el agua temblar, y este logro liberarse del agarre, usando sus cadenas como parte de él intentando envolver al esqueleto quien se movió ágilmente fuera del alcance.

 

- "Oh, eres tú el original, los sacrificios eran para ti" susurro su tono tomando un aire helado. El aludido no trato de comunicarse, solo se movió para atacar, era ágil y poderoso, no como los otros que constantemente luchaban contra lo que los trataba de controlar. Y ahora que no tenía la carga de los otros espíritus intentando salir de su control podía intentar luchar, las cadenas parecían más otra arma que algo que lo tenía atado. Retrocediendo varios pasos más el esqueleto se posiciono mejor y comenzó nuevamente a golpear su escudo, y golpeo el agua el cual lentamente se dreno, llevándose las otras almas a seguir su viaje al Mictlán, solo quedando ellos dos en ese sitio.

 

"Tú no iras a la tierra de los muertos" -declaro con tono serio. "Mikkiehekatl" el nombre pareció resonar, la criatura se retorció un poco pero pronto ataco de nuevo.

 

El esqueleto negro no lo esquivo, aparto con su escudo la espada que se dirigía a él, y con su propia espada atravesó al ser, soltó su escudo, y con su ahora mano libre pesco la cara de esa criatura con su mano huesuda, haciéndole soltar un alarido de dolor cuando sus dedos atravesó sus cuencas y una llama negra le envió por completo.

 

- "NO SOY EL UNICO, NO SERE EL ULTIMO, EL VELO SERA ROTO" rugió la criatura con un alarido histérico comenzando a carcajearse, aunque el fuego negro lo estaba consumiendo por completo, el esqueleto le siguió sujetando hasta que solo quedo la cabeza que seguía riendo hasta que cuando apretó la mano esta se desvaneció en ceniza, no quedando nada. A su alrededor el sitio cambio, pasto y flores saliendo de la tierra que antes era un desierto, y con una sensación de vértigo, el ambiente se desvaneció quedando de nuevo el hospital. El esqueleto miro alrededor lentamente antes de tomar su escudo de vuelta, y golpear de nuevo 3 veces el escudo, mandando olas de energía por todo el sitio, limpiando la neblina negra, alegrando la energía negativa del lugar, y reforzando el sello en ese sitio, noto que solo quedaban algunos ecos de espíritus, pero nada que necesitara de su poder, y se desvaneció en un humo negro que volvió a Raira entrando por su boca antes de desaparecer del todo.

 

Raira aspiro una bocanada de aire de golpe antes de toser unas cuantas veces algo de humo gris escapando de su nariz y boca. Cayendo de costado aun dentro del circulo de sal, cerrando sus ojos, intentando regular su respiración.

 

Paso casi cinco minutos antes de que este finalmente abriera sus ojos, estos de nuevo normales, como dos esmeraldas brillantes, que parpadearon lentamente agotados, pero una expresión seria en su rostro. Le quedaba claro, que ese otro grupo estaba en su territorio. Sería un dolor de cabeza, eran como cucarachas. Difíciles de eliminar, si no los matabas a todas, solían salir de nuevo más adelante aún peores. Y al parecer, estuvieron 20 años preparándose para salir de nuevo.