Con nada que hacer, Ari cerró los ojos y se fue a tomar una siesta. Durante años había trabajado arduamente antes de trabajar duro para su familia y las cuotas escolares. Más tarde, empezó a trabajar arduamente para su marido y su familia, sin una sola oportunidad para tomar un descanso, Ari no sabía lo que significaba tomárselo con calma.
Ahora que estaba lejos de la casa Nelson y sin la Señora Nelson para regañarla por holgazanear, se dejó llevar cerca del sueño. Sin embargo, al cerrar los ojos, un recuerdo del pasado lejano comenzó a infiltrarse en su mente.
La llevó de vuelta al tiempo cuando tenía diez años y era el cumpleaños de su madre.
—Mamá, mira esto —Ariel abrazó el brazo de su madre mientras le entregaba un pequeño regalo—. Lo compré con mi salario de medio tiempo.