—Buenas... Buenas tardes, Señorita Glynn. ¿Ha ocurrido algo? ¿Por qué ha venido a nuestro humilde espacio? —El jefe del departamento, el Señor Smith, entró en la sala donde se finalizaban los divorcios. Llevaba una sonrisa grasienta mientras se frotaba las manos gruesas. Era un hombre alto de aspecto descuidado, pero a pesar de su pobre desempeño y actitud, había logrado asegurar la posición de jefe del departamento en solo unos años. Todo fue gracias a sus habilidades y adulaciones que ofreció a los ricos.
—Finalmente ha llegado, Señor Smith —Glynn, que estaba sentada en la silla frente al mostrador, con los brazos y las piernas cruzados, se volvió para mirar al hombre que entró en la sala—. No es gran cosa —dijo tocando los documentos que tenía delante y comentó—, estoy aquí para finalizar estos documentos pero su empleada... —suspiró con un clic de su lengua—. Es bastante terca, ¿verdad?
La mirada de Glynn se oscureció mientras preguntaba: