Retzu clavó su espada en la tierra, el metal resonando en el silencio del claro. La hoja vibró un momento antes de asentarse, mientras su eco se extendía en la quietud nocturna. Con una leve sonrisa esbozada, alzó la mirada hacia el cielo, donde las estrellas brillaban como testigos mudos de su declaración. Su voz, firme y resonante, rompió la quietud de la noche:
—Soy Retzu, hijo legítimo del clan Su, primogénito de Seira Su, uno más de las sombras, heredero directo de las artes marciales Su y poseedor de los secretos del clan Su.
Las palabras de Retzu se dispersaron en el aire, envolviéndose en el eco que resonaba en los árboles circundantes. Parecía que el bosque mismo reconocía la solemnidad de su proclamación. La brisa nocturna, cargada con el aroma de la tierra húmeda.
Los ojos carmesí de Retzu brillaban intensamente, tornándose de un negro rojizo, una transformación que reflejaba la profundidad de su linaje y el poder que residía en su sangre. Sabía que su declaración no era solo para él, sino para aquellos que lo observaban desde las sombras. Las figuras encapuchadas que lo rodeaban, ocultas entre los árboles, mantenían su silencio, pero él podía sentir la tensión en el aire, el reconocimiento tácito y el temor que su presencia evocaba.
—He vivido en las sombras, perfeccionando sus secretos, maximizando cada movimiento, cada arte —continuó Retzu, su voz ahora más baja, pero no menos intensa—. Y ahora, estoy listo para reclamar mi lugar en este mundo, tomar venganza y mostrar al mundo lo que significa ser un Su.
Saliendo de las sombras, las figuras encapuchadas acercaron se a Retzu, arrodillándose ante él. Juraron lealtad al clan Su una vez más.
Retzu, con una voz más cálida y una mirada más gentil, les dijo:
—Los utilizaré. Prestenme sus fuerzas y los usaré como una espada para la venganza del clan Su.
—Estamos dispuestos a dar nuestra vida por usted, joven maestro, y por la joven señorita Sará —respondieron al unísono.
Retzu miró a Jiro y dijo:
—Dijiste que me ayudarías con mi venganza, y yo te ayudaré en tu cruzada por este mundo caótico.
Estas palabras estremecieron a Jiro, emocionándolo.
Sara observaba a los enmascarados con una sensación de familiarización. Retzu la notó y le dijo:
—Te lo contaré todo, Sara, sin secretos ni misterios.
Leonar pensó que había tomado la decisión correcta al seguir a Retzu. Sabía que, siguiéndolo a él, encontraría personas realmente fuertes que pondrían a prueba su valor y determinación.
Danis no pudo moverse en ningún momento, sintiendo que podría morir si hacía algún movimiento brusco.
Retzu, con una mirada que denotaba su superioridad heráldica, les dijo:
—Mañana recibirán su primera orden.
Ellos respondieron al unísono:
—Sí, joven maestro.
Y desaparecieron en el acto.
Al desaparecer todas las presencias, los suspiros de alivio de los muchachos rompieron el silencio. Retzu notó su sudor frío y se disculpó.
—No sabía que ellos iban a aparecer, pero mis instintos me decían que algo así iba a pasar.
—Hermano, quiero que me digas qué es lo que está pasando —demandó Sara, con un tono de urgencia, sus ojos fijos en los de Retzu.
Jiro, observando cómo Leonar y Danis seguían intrigados la conversación, les dijo:
—Leonar, vamos a entrenar ya que mañana temprano partiremos y debemos estar en buena forma. Danis, ¿qué haces que no estás con tu maestro?
Ambos entendieron la indirecta, aunque aún deseaban escuchar la conversación entre los hermanos. Sin embargo, al ver la mirada de Jiro, decidieron seguirlo fuera de la fogata.
Una vez solos, Retzu tomó aire profundamente y comenzó a hablar con una voz cargada de nostalgia y dolor.
—Quizá no lo recuerdas, Sara, estabas muy pequeña. Nosotros no residimos en el clan Yamada sino en el clan Su, el clan de nuestra madre. Sara, somos los últimos sobrevivientes del clan Su.
Los ojos de Sara se abrieron de par en par, la sorpresa clara en su rostro. Retzu continuó, sin detenerse.
—Era un lugar alegre, bastante cómodo. Nuestros tíos y tías nos amaban mucho. Tú, más que nadie, eras la luz de sus ojos, la única hija de nuestra madre. Recuerdo cuando naciste, todos estaban llenos de alegría y emociones, pero esa alegría era algo que yo no sabía que podía acabar de la noche a la mañana.
Retzu hizo una pausa en su narrativa, suspirando profundamente.
—Perdón por divagar tanto, es que quiero ponerte en contexto.
Sara, con una mirada seria, dijo:
—No importa, solo quiero saber qué pasó. Estoy sorprendida por lo que me estás diciendo, pero quiero que sigas.
Retzu asintió, tomando aire para continuar.
—Los años pasaban y crecíamos. Yo iba entendiendo algunas cosas. Nací con una enfermedad o una condición que me impedía usar mana ni Qi. Pero nuestros tíos y tías nunca fueron duros conmigo, me entrenaban para mejorar, eran bastante cálidos con alguien que prácticamente no tenía futuro.
Sara lo escuchaba atentamente, sus ojos reflejando la mezcla de confusión y curiosidad.
—Alguien empezó a propagar rumores sobre nuestro clan y algunos incidentes hicieron que nos convirtiéramos en el punto de mira de otros clanes y futuros enemigos. Alguien movía los hilos y hizo que el anterior Gobernador del imperio dudara de la lealtad del clan Su al reino. La situación se volvió cada vez más intensa, acorralando a nuestro clan.
—¿Qué clase de rumores? —preguntó Sara.
—Era información delicada del clan, así que no tengo todos los fragmentos de la historia ya que los informes dados al público estaban totalmente alterados. Nuestro clan era básicamente el enemigo del imperio de la noche a la mañana.
Sara frunció el ceño, procesando la información.
—¿Y madre? —insistió Sara, con voz temblorosa.
—Madre fue una de las primeras en caer. La acusaron de traición, de practicar artes oscuras. Fue un golpe devastador para todos. El honor de madre callo por los suelos no querían que tú y yo corriéramos la misma suerte, así que nos escondieron, nos separaron para protegernos. o eso ella pensaba.
Retzu bajó la mirada, la tristeza empañando sus ojos. Sara, con el corazón acelerado.