—Nuestro clan siempre había sido leal al emperador. Habíamos dado todo por el Imperio, pero la traición llegó de la mano de aquellos en quienes más confiábamos —. Retzu miró a Sara, su rostro endurecido por la memoria de aquellos días oscuros. —El emperador, creyendo falsas acusaciones sobre nosotros su miedo a su derrocacion era más que todos los actos de lealtad que había tenido nuestro clan, decidió que éramos una amenaza. Sabía que ordenando que el 39% de nuestros guerreros fueran al frente de guerra, nos debilitaría irremediablemente-.
Sara, sentada junto al fuego, intentaba asimilar la magnitud de lo que escuchaba. —¿Y el clan? ¿Cómo fueron erradicados?—preguntó, pero la pregunta pareció despertar una furia oculta en Retzu. Su rostro se contorsionó, sus ojos ardían con una rabia insondable.
—No puedo darte todos los detalles de eso ahora ya que yo mismo no tengo toda la información —dijo, luchando por controlar su rabia. —Solo puedo decirte que, para salvarnos del caos, nuestra madre nos llevó al clan Yamada. Al huir de su familia tras su expulcion del clan Su, ella se sentía amenazaba por su propia familia, para protegernos. Acepto su derrocacion del puesto de matriarca Fue repudiada como cobarde, pero solo pensaba en nosotros—.
Sara sintió una oleada de compasión y tristeza por su madre.
Retzu suspiró. —No importa todas las asañas y reconocimientos que madre halla tenido a lo largo de los años todo fue borrado tras la difamacion de actos atroces. y su reciente expulcion de su propio clan y trajo una oleada de acoso anuestra madre.
—Se que no me quieres decir pero te preguntaré de nuevo hermano ¿sabes qué rumores se propagaron sobre ella?— preguntó Sara .—Ya no quiero vivir en la ignorancia—.
Asentí lentamente. —Sí, conozco algunos. El consejo de leyes del imperio abrió una investigación encontrando supuestamente pruebas que imculpaban a nuestra madre de hacer experimentos atroces, incluso con sus propios hijos, combinando las razas de guerreros innatos de los clanes Yamada y Su. Fue acusada de ser una líder incapaz, alguien sin escrúpulos-.
Sara casi al borde del llanto apretó sus ropas con furia. —¿Quién podría culpar a madre de tales atrocidades?—
Retzu la miró con una sombría mirada en su rostro. —Buscaré al culpable que elaboró todo ese circo y, no importa quién sea, lo mataré a todos. Y aquellos que aportaron aunque sea un mínimo granito al asunto, los mataré—.
Un silencio, una pausa un, destello del fuego que chisporreante mientras Retzu continuaba su relato. Cuando llegamos al clan Yamada, la tercera esposa acosaba a madre constantemente sus razones no la sé pero supongo que eran celos hacia nuestra madre. Ella le puso un alto, pero el acoso no cesó, solo cambió de forma. Nos amenazaban, y madre, sabiendo que no podía reaccionar a tales provocaciones prefirió mantenerse callada ya la situación del clan estaba apunto de explotar y iba hacer un problema si acusaban al clan Yamada de refugiar miembros del clan Su en su recidencia.
Sara escuchaba con el corazón ardiendo.—¿Qué pasó después?—
En poco tiempo y nuestra madre empezaba a ver anormalidades en nuestro cuerpo y se dió cuenta que la comida estaba siendo envenenada en pequeñas dosis. Nadie era culpable, pero los extraños incidentes no cesaban. El acoso en el clan era constante, y padre, siendo el patriarca, no podía detenerlos. Al final, madre tuvo que retirarse al bosque de los susurros, a una cabaña donde empezó a adelgazar por la deprecion de ver su clan caer en la locura el hombre al que amaba dando le la espalda y ver a sus dos hijos sufriendo acoso.
Tres años transcurrieron, y las noticias sobre nuestro clan eran cada vez peores. La salud de nuestra madre se deterioraba con rapidez. Retzu miró a Sara , el brillo del fuego reflejándose en sus ojos llenos de preguntas.
-¿Cómo es que no recuerdo haber vivido en la cabaña en el bosque? -preguntó Sara.
Retzu suspiró.— Tu nunca lo hiciste. Madre y padre hicieron un acuerdo para legalizarte como miembro del clan Yamada, no del clan Su. Tus grandes aptitudes mágicas inclinaron la balanza a tu favor, asegurando la aceptación del clan hacia ti—.
—¿Y tú?— insistió Sara, sintiendo que había más en la historia de lo que Retzu revelaba.
—Fui despreciado y denigrado como un Su fallido. Madre me enseñó artes marciales, lo básico para sobrevivir en el bosque, me mostró lugares seguros para cazar, me enseñó a danzar la veía todas las noches danzando me enseñó música. Madre me enseñó mucho. Pero un día, recibió un mensaje sobre el clan. Su rostro palideció. Estuvo callada y distante, y esa noche, antes de dormir, me besó y me dijo cuánto nos amaba. Me hizo prometer que te protegería. Al despertar, ya no estaba. Me encontré solo en el bosque. Intenté buscarla sabía que ella iría al clan a pelear con sus hermanos y hermanas pero me perdí en el bosque durante seis meses, sobreviví en ese infierno, luchando por mi vida cada día—.
Sara lo miraba, atónita por la crudeza de su relato. —¿Cómo lograste salir del bosque?— -preguntó, conmovida por la determinación de su hermano.
—Peleando cada día me aferre a mi vida más que nunca— respondió Retzu, con un tono sombrío. Al final, conseguí salir y llegué a la ciudad. Allí, me encontré con los carteles de la erradicación del clan Su la noticia de la guerra. La opinión pública nos denominaba como demonios—. Su voz se quebró un instante, pero recuperó rápidamente la compostura. —Madre había hecho todo lo posible para proteger la gente de su clan pero fue insuficiente—.
Al levantar mi mirada, la vi a ella. Estaba de pie, pero su figura temblaba, y sus sollozos, desgarradores y profundos, resonaban a través del bosque. Cada gemido, cada palabra casi inaudible que escapaba de sus labios estaba teñida de dolor y abandono. Entre sus murmuraciones, apenas se distinguían excusas y palabras incoherentes. La culpa y el odio hacia su madre, que creía la había abandonado, la consumían. Pero en el fondo, sabía que no era así.
Observándola con una tristeza contenida, Retzu se levantó lentamente. Con suavidad, le secó las lágrimas con el dorso de su mano y, con una voz serena pero firme, le dijo: —Te enseñaré una danza que nuestra madre solía realizar cada luna llena—.
Con movimientos fluidos y gráciles, Retzu comenzó a danzar, guiando a Sara en cada paso, en cada giro. La luz de la luna se filtraba a través de las copas de los árboles, bañándolas en un resplandor plateado. Sara, todavía temblando, se dejó llevar por el ritmo, por la memoria de su madre, y poco a poco, el dolor se transformó en algo más. Una conexión, una comprensión. Y juntas, bajo la luna llena, encontraron consuelo en aquella danza ancestral, en el legado de una madre que, de alguna manera, siempre había estado con ella.
Así la noche paso sin más contratiempo Retzu intento hacer que Sara fuera a dormir a sus aposentos pero ella se negó rotundamente —Dormire en la cabaña con mi hermano y así me cuentas más historia de madre y nuestro clan —.
Sin nada más que hacer aquel chico se dispuso a pasar su última noche en aquel lugar que fue su hogar.