En la serena mañana, mientras meditaba, observaba a Sara dormir profundamente. La luz del amanecer entraba suavemente por la ventana rota de la cabaña, creando un ambiente tranquilo y lleno de posibilidades.
—Despierta, Sara —dije con voz firme pero gentil.
Sara, aún somnolienta, se quejó entre bostezos —Cinco minutos más...
—Despierta, vamos a practicar la danza —insistí.
Al escuchar esto, Sara dio un pequeño brinco en la cama y dijo con entusiasmo —Estoy lista.
Una fría brisa entró por la ventana, erizando la piel. Tomé mi katana, Darkness, y mi espada Abradamantium. Salí descalzo, sintiendo la frescura y humedad de la hierba bajo mis pies. Mientras ajustaba la postura de Sara, le enseñé algo que había aprendido en el Bosque de los Susurros, un método para canalizar energía, abrirte los sentidos más allá y disminuir el ritmo cardíaco, permitiendo movimientos gráciles y fluidos. Cada movimiento tenía una base y una forma en las artes marciales se desplegaban con gentileza pero debajo de esa gentileza se escondían ataques letales y poderosos.
Sara no pudo contener su curiosidad y preguntó —¿Mamá te enseñó eso junto con la danza?
—No— respondí. —Esto lo creé yo, usando los movimientos de la danza que nos dejó nuestra madre. En el bosque, aprendí muchas cosas, desarrollé mis sentidos al máximo y creé mis propias artes marciales, modificando las del clan Su en el proceso. No usé su método de reunir Qi, usé mi propia fórmula, deconstruyendo sus bases y construyendo las mías propias. Sentí que eran artes marciales muy buenas, pero les faltaba algo; carecían de una manera de desarrollar el cuerpo a base de energía.
Sara me miró con admiración, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y respeto. La mañana avanzaba.
toque el hombro de mi hermana —Esto que te acabó de enseñar te ayudará hacerte más fuerte tu de por si ya eres bastante fuerte para tu edad pero mientras más fuerte seas mejor—.
Una brisa fría cortó el aire y, de repente, apareció ante mí uno de los enmascarados. Su presencia emanaba autoridad y misterio.
—Soy el líder del grupo Sin Nombre —dijo, su voz resonando con una gravedad que me estremeció—. Cualquier orden que me des, se la haré llegar sin ninguna falla.
—Primero, llama a todos —ordené.
El enmascarado levantó su máscara apenas por encima de los labios y emitió un silbido apenas perceptible para oídos normales, pero mis sentidos agudizados lo captaron de inmediato. En cuestión de segundos, una multitud de enmascarados se reunió a nuestro alrededor.
—Les daré las órdenes absolutas —anuncié con firmeza—. Primero, aboliré la ley de no nombres.
A través de las máscaras, pude intuir la sorpresa de todos. Era una ley fundamental desde la fundación del clan.
—Sé que muchos se preguntan por qué cambiar una ley que ha existido desde nuestros inicios —continué—, pero repetir la historia solo nos llevará al fracaso. Aquellos que recuerden sus nombres pueden usarlos nuevamente. A los que no los recuerden, yo mismo les otorgaré un nombre si es necesario.
Hubo un murmullo entre la multitud, pero mi resolución permaneció inquebrantable.
—Segunda orden —proseguí—. El grupo Sin Nombre será disuelto y se creará una nueva organización llamada Innoble. Este clan se basará en monopolizar la información, controlar bases y recaudar fondos. Abriremos pequeñas sucursales para vender información y mantendremos vigilados a aquellos que comercien con ella, asegurándonos de hacerlos caer si es necesario.
La incertidumbre se reflejaba en los ojos de los enmascarados, pero sabían que mi decisión era irrevocable.
—Tercera orden: quítense las máscaras.
Hubo un momento de duda, pero al ser una orden directa, todos obedecieron. Ante mí, vi rostros de todas las edades, marcados por la vida y las experiencias.
Lo que imaginé se hacía realidad: el proyecto Sin Nombre quedaba cancelado y los reclutamientos se realizarían de manera diferente. La era de Innoble comenzaba, y con ella, una nueva forma de operar en las sombras.
—Los grupos se dividirán por regiones y reinos nos extenderemos por todos el imperios —proclamé con una seguridad que resonó en cada rincón—. Pero ya no recluten personas.
El murmullo se intensificó entre los presentes. Sabían a qué me refería. El proyecto Sin Nombre había sido una iniciativa para crear soldados y reclutarlos, incluso si el clan no existiera físicamente. Era una medida de protección, una estrategia para mantener la espada de la venganza en alto, lista para caer sobre aquellos que osaran atacar el clan.
—Ese proyecto era nuestra seguridad, nuestra garantía de supervivencia —continué, mirando a cada uno a los ojos—. Pero ahora, nuestra fuerza no residirá en la cantidad de soldados, sino en la calidad de nuestra información y en el control absoluto de los secretos.
La tensión en el ambiente era palpable, cada enmascarado asimilaba la magnitud del cambio que proponía.
—Nuestro poder radicará en la inteligencia, en el conocimiento que podamos reunir y manipular. Nos convertiremos en los maestros de la información y el asesinato, y con ello, dominaremos desde las sombras.
El eco de mis palabras se quedó suspendido en el aire, mientras los enmascarados digerían la nueva dirección que tomaríamos. La incertidumbre inicial comenzó a disiparse, reemplazada por una resolución férrea. Sabían que un nuevo amanecer se cernía sobre nosotros, y con él, el potencial para redefinir nuestro destino.
La era de Innoble no solo traería cambios en el mundo sino también en la esencia misma de nuestro clan. No seríamos meros soldados; seríamos los titiriteros invisibles, moviendo los hilos del poder con una precisión letal. Y en ese nuevo orden, no habría lugar para el fracaso.
Antes de que se marcharan, les entregué un manuscrito que contenía las artes marciales ultrasecretas del clan. Al recibirlo, algunos de ellos se mostraron reticentes, sus ojos reflejando una mezcla de respeto y temor.
—No podemos aceptar esto, joven maestro —dijo uno de los más antiguos, su voz llena de reverencia.
—Lo necesitarán —respondí con firmeza—. No están todas las artes marciales, pero las he escrito simplificadas y adaptadas para que puedan aprender y enseñar a otros.
El grupo permaneció en silencio por un momento, asimilando la magnitud de lo que les estaba entregando. El manuscrito no solo era un compendio de técnicas de combate; era una parte vital de nuestra herencia, un legado que había sido protegido celosamente durante generaciones.
Al comprender mi determinación, sus expresiones cambiaron. Se sintieron inmensamente agradecidos, y uno a uno, se arrodillaron ante mí, renovando su juramento de lealtad hacia mí y el clan. Sus voces, llenas de convicción, resonaron en la noche, y su promesa de servir y proteger reverberó en mis oídos.
—Juramos lealtad a ti, joven maestro, y al renacido clan Innoble. Con este conocimiento, seremos tus sombras, tus espadas en la oscuridad.
Observé sus rostros, marcados y el agradecimiento. Sabía que con este acto, había sellado un vínculo indestructible, un compromiso que iría más allá de cualquier prueba que el destino pudiera imponernos. Y mientras los veía partir, cada uno llevando consigo una copia del manuscrito, supe que el futuro del clan estaba asegurado en sus manos.