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El sonido de la campana, como siempre muy ruidosa, de la primera clase sonó y el maestro llegó. Era sorprendente que la persona que conocí en un bosque estuviera tan cerca de mi vida, tan cerca ahora, aunque era raro todo esto, uno no puede aparecer de la nada y estar ligada a la vida de diferentes personas y tener algo que ver. Pero al mismo tiempo me sentía bendecida por algo tan grande en mi vida. Conocer a alguien como Alec me hacía sentir que aún puede haber muchos cambios muy grandes en la historia de la vida. De mi vida.
No tome demasiada importancia, así que continúe el día. La clase era aburrida, pero mis ojos se concentraban en él. La forma en la que sus mechones cortos caían sobre su nuca era curioso. Me sorprendía que notara a lo lejos las pecas que parecían constelaciones en su cuello. Pude notar como su rostro apareció en mi vista, él sonrió. Sentía mis mejillas arder. Debí parecer una acosadora.
El día transcurrió normal y así acabamos las primeras cuatro clases que parecía, a mi vista que nunca iban a acabar. Llegó la hora del almuerzo y saque mi comida de la mochila. Mientras la sacaba, Alec y Norman se me acercaron y juntos nos fuimos a almorzar. Bajamos al patio y nos sentamos debajo de un árbol que estaba cerca, empezamos a hablar. Al conocernos pude saber que a Norman le gustaba practicar tiro con arco y en sus tiempos libres la pasaba leyendo o salía al bosque con Alec. Eso era de esperarse tras el encuentro de ayer.
A Alec le gustaba patinar y dibujar, pasaba tiempo con Norman, ya que eran amigos de la infancia y pese a ser muy diferentes la pasaban genial y todo era sorprendente. Eran agua y aceite, pero incluso parecían tener una sintonía mejor que separados. Hay casos tan sorprendentes qué llegamos a decir que es genial poder ver como la vida nos toma de la mejor manera. Me encantaba reír junto con ellos.
El cómo, aunque se tengan demasiadas diferencias se puede encontrar un punto donde parece que tienen mil temas para continuar una conversación era tan sorprendente. Ahí, me detuve a analizarlos.
Norman tenía una tonalidad en sus ojos negros con un ligero toque de café amargo y su cabello castaño qué caía suavemente sobre su frente y sus orejas, parecía ser ondulado por aquellos mechones qué le sobresalían con tan solo verlo, lo que más se distinguían eran las pecas que abundaban en su cara. Era mucha diferencia entre los tres, pero así estaba bien, sentía que ahora todo podría cambiar para bien.
En cuanto a Alec, realmente me parecía increíble poder haber intuido los colores, su piel bronceada que parecía haber llegado recién de la playa y cabello liso delicado. Sus ojos y su rostro era algo que no había visto jamás. Sus pestañas eran del tono de su cabello.
—¿Algo te gustó? —se había percatado qué lo estaba mirando. Él me sonreía.
—Solo te observó. Eres alguien nuevo para mí. —tome mi almuerzo y le di una mordida.
—Observa a Norman también. Pero no tanto como a mí.
Casi me atraganta con mi comida, escuchaba las risas de Norman —¡Alec! Casi muero por tu culpa, y para que sepas ya lo hice.
—Entonces puedes...
—Alec, mejor deja que acabe de comer. La vas a sorprender y chance ahora si se lastima. —Normal le dio un codazo y dejo de hablar.
Agradecía qué Norman interviniera, realmente no podía superar esta situación, su mirada fija en mis ojos me ponía nerviosa.
Así pasaron los días y los tres nos volvimos muy unidos. Cada chiste que Alec hacía y cada que Norman regañaba a Alec me hacía sentir como si por fin hubiera encontrado amigos con los que podría acercarme realmente. Pasado dos meses desde que nos conocimos decidí que podría confiar en ellos sobre todo lo que pasaba, pero aún no era el momento adecuado.
Un día, después de la escuela decidimos irnos juntos por un rato y cuando fuera el momento de separarnos e ir directo a casa lo haríamos. Estábamos caminando cerca del bosque riendo y bromeando, cuando se escuchó un grito desgarrador repentinamente. Los tres nos miramos y decidimos bajar hacia el bosque a ver qué era lo que estaba pasando.
Bajamos, pero al bajar nos resbalamos dado que estaba muy empinado, así que rodamos cuesta abajo. Las hojas secas y los palillos delgados crujían mientras rodábamos cuesta abajo, nos levantamos adoloridos con muchas hojas y palitos que se habían enredado en el cabello por la caída, nos levantamos y los tres buscamos por donde pudo haber venido el grito.
Estábamos preocupados.
Claro no era algo que yo le deseara a los demás, pero nosotros conocíamos este bosque como la palma de nuestra mano.
-Abarcamos más si nos separamos -dijo Alec mirándonos. Y ahí va, su actitud heroica.
-¿Y si nos perdemos? -dije mirándolo con angustia.
-No pasará nada de eso, los tres nos encontraremos. Si pasa algo solo griten -dijo mostrando una sonrisa burlona para después darse vuelta e ir a la izquierda.
-Puede que esté loco, pero tiene razón, al separarnos cubriremos más -dijo Norman para así voltearse e ir por la derecha.
Estos chicos estaban locos.
Solo podía ver como ambos tomaban un camino y desaparecían en el oscuro bosque. Estaba frustrada por las decisiones que habían tomado, no era algo realmente cuerdo, separarse en un bosque cuando un grito se había escuchado. Claro que estábamos en riesgo de que algo nos pasara, no sabíamos que era lo que se había escuchado, incluso si esa persona estaba en un riesgo, o si estaba acompañada por alguien qué trataba de hacerle daño a esa persona. Y aunque así lo fuera, había muchas probabilidades de que estuviera en un peligro y cómo una persona podría resolver el problema de la magnitud qué fuera.
Trague grueso. Mire a las direcciones por donde ellos se habían ido. Dude por un momento. Pero aquel gritó se volvió a escuchar. Mis piernas se movieron solas. Me iba a arriesgar